sábado, 1 de agosto de 2020

Feliz vida, historiador, en tu posteridad


Lo sabíamos y sabíamos también que lo sabías, porque hablaste del ocaso, del más humano de los temores, con robusta valentía, desde aquella vez en que enfermaste y La Habana, en tu ausencia, no dejaba de buscarte
Foto: Julio Larramendi
Algún día tenía que ser. Lo sabíamos y sabíamos también que lo sabías, porque hablaste del ocaso, del más humano de los temores, con robusta valentía, desde aquella vez en que enfermaste y La Habana, en tu ausencia, no dejaba de buscarte.

Pero no. La muerte enamorada no quiso, lo pensó mejor, nos dejó contigo un poco más. Aún no cumplía sus 500 La Habana, y evitó el sacrilegio. Como dijiste: «Por suerte, pasó, me envió un saludo afectuoso y me dijo, por ahora no». Y volviste al trabajo, a los libros, a la Feria en la Cabaña, a la fiesta de tu novia azul. Y fueron los conductos del amor sustento en el retorno.

Hoy nadie vendrá a decirnos que es mentira. Que estás mejor, y que regresas. Hoy es cierto el «manotazo duro», «el golpe helado», y a nadie hay que invitarlo a enaltecerte. Tú, que a nada grande aspiraste, sino a servir; que no te sedujo la gloria, sino exaltar lo glorificable, eres hoy en cada cubano una palabra que se dice con recato, un símbolo de integridad.

Pensar que hasta te usaron alguna vez para probar en un ­pueblo el sobresalto y, para contrariarlo, te inventaron una muerte de mentira… Con expresión fina te nombra hoy el Presidente: «Ha muerto Don Eusebio de la memoria enamorada, el que nos hizo ­llorar y reír con la historia de la nación que somos al darle carácter y alma, poniéndole nombres e iluminando sus oscuridades como quien enciende luces en medio de la noche». Y ha convidado a celebrar tu «maravilloso paso por la vida, demasiado breve para quienes le quisimos por su obra y por sí mismo». El que hoy nos guía insiste en que sigamos «por sobre esas huellas, la paciente e infinita labor de salvar el patrimonio de nuestra Cuba a la que tanto amó y consagró su vida. Eusebio Leal».

«Hoy se nos ha ido el cubano que salvó a La Habana por encargo de Fidel, y se lo tomó tan apasionadamente que ya su nombre no es suyo, sino sinónimo de la Ciudad», ha dicho Díaz-Canel y le asiste la razón. Fundidos en la memoria, no hay modo de pensar La Habana sin que no vengas con ella, ni evocarte será posible sin que la ciudad te haga compañía. Feliz vida, historiador, en tu posteridad.

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