miércoles, 29 de abril de 2020

Goicuría: un mediodía de heroísmo


Goicuría: un mediodía de heroísmo 

Tomado de Girón.

Mediodía. Comienza la tarde primaveral con tranquilidad  propia de la ciudad. Es hora de la acostumbrada siesta en hogares matanceros. Reposan los afanes por buscar el sustento diario. Sobrepasan las 12:00, cuando en ecos de la urbe irrumpen sonidos y detonaciones que marcan un nuevo martirologio por la libertad.

Se generaliza la incertidumbre: “En el Cuartel se están fajando a tiros”, “Los soldados combaten entre ellos”, “Atacan al Goicuría…” A ciencia cierta no se conocían los hechos, pero sí que había enfrentamiento contra el régimen dictatorial de Batista. Era el domingo 29 de abril de 1956.
Las dos manzanas del cuartel Domingo Goicuría, sede del Regimiento 4 Plácido en la barriada de Versalles se convertía en espacio de épica acción de revolucionarios matanceros, que liderados por Reynold García García se enfrentaba a la vesania de un régimen, en esos momentos representado por el coronel Pilar García, de atrabiliario carácter e impiedad al prójimo.
Los acontecimientos están muy bien historiados: participantes, planes, preparativos, armamentos, utilización de camiones portadores de la pirita de las minas Margot y que echaban gasolina dentro del recinto militar para nutrir el bolsillo del jefe, imprevistos, fracaso del ataque y caza de los atacantes, enfrentados a la muerte.

Un grupo de jóvenes que militaba en la clandestinidad subió a las canteras cercanas de la Ermita de Monserrate para esperar armas y apoyar el acontecimiento. No hubo oportunidad. El fracaso era evidente. Pronto llegó un Sea Fury del Ejército que sobrevolaba la zona de operaciones para reforzar la imposibilidad.

¿Existió delación del ataque?, la especulación existió. Pero nada cierto. El soldado de guardia en la Posta 6 aseguró que él no conocía del ataque y que incluso su Springfield no tenía las balas puestas por razón de seguridad. “Como era habitual, el camión pasó para echar gasolina. De pronto se levantó la lona y asomó un hombre con la ametralladora encima de la cabina. Disparó. Los tiros no fueron efectivos porque no tuvieron en cuenta el relieve del terreno que ponía al vehículo en posición no efectiva y consecuentemente las balas  fueron  al frontón del cuartel. Se generalizó la balacera…”
Reynold García
El factor sorpresa se perdió. La caída de Reynold fue fulminante. El asalto quedó sin conducción y los asaltantes sin orientación, ni estrategia para el retiro. Otro de los jefes del comando Mario Vázquez García, vestido con su camisa de mezclilla obrera, cuando baja corriendo por la  calle de Plácido, pistola en mano y para salvaguardar la vida de un revolucionario le gritó: “Simón, escóndete que esto se perdió”. Al llegar a  un garaje tomó un carro para después ser apresado y rematado.”

Total de muertos en combate y asesinados en las inmediaciones: 15 cuyos cadáveres fueron violados. En horas de la noche sepultados en fosa común de la necrópolis local.

El coronel Pilar García, con personalidad psicopática se ensañó con aquellos valerosos guerreros que enfrentaron a un enemigo superior en fuerzas. Apañó cuanto crimen favorecía su ego enfermo. Podría citarse extensa lista, pero recordemos a René Fraga Moreno, a Polito, a Ripoll, a Ruffin Hoyos. Tampoco excusó a ningún subordinado que no cumpliera sus arbitrarias órdenes como aquel capitán jefe del Escuadrón 45, Unión de Reyes: luego de increparlo  arrancó sus grados de los hombros.
Seis décadas y cuatro años de la epopeya libertaria. Hoy el escenario es una escuela, una clínica: donde se forman y atienden matanceros.

En el monumento dedicado a esta bizarra contienda cada primavera nace una flor para afirmar que aquel gesto vive en la memoria y en nuestro presente.

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