lunes, 2 de diciembre de 2019

Expedicionarios del Granma: “Me quité los zapatos y ahí sonó el primer cañonazo” (+Video)



Por: Equipo Editorial Fidel Soldado de las Ideas

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Esteban Sotolongo Pérez recuerda que se resbalaba mucho y se hundía en el fango. Foto: Granma.
El yate Granma tocó tierras cubanas el 2 de diciembre de 1956, luego de una travesía de ocho días desde Tuxpan. No solo de 82 hombres venía lleno el barco, también de temores y valentías. Hoy, a 63 años de ese desembarco, liderado por Fidel Castro, recordamos algunas de esas historias.

Uno de esos expedicionarios es Manuel Echavarría Martínez, quien recuerda la primera vez que conversó con el Comandante en Jefe. De Manzanillo, criado entre “ocho muchachos, por la vieja y el viejo”, lo invitaron a La Habana a reunirse con Fidel.
“La primera vez que lo vi me encargó muchas cosas, y poco a poco fui organizando el movimiento en Manzanillo, hasta que Frank País me llamó de Santiago, y me dijo: oye, tienes que irte para México.
“Sin conocer a nadie me dieron un papel con una dirección. No nos conocíamos unos a otros. Estuvimos tres días dando vueltas. Entonces fuimos a comer a un hotel. Dejen todas las maletas debajo de la cama, nos dijeron. Estábamos a un kilómetro de donde estaba el barco, pero nosotros no lo sabíamos. Ahí tú no sabías nada. Cuando vimos el barco dijimos: esto es lo más grande. Pero cuando nos dijeron monta, no era ese, era un bote comparado con el que estaba ahí.
“En el mar se cayó Roque, y nosotros buscándolo. Medio kilómetro así. Hasta que salió Fidel y mandó a dar atrás no sé ni cuánto, hasta que Roque gritó: ¡aquí! Yo creí que no se salvaba”.
Gilberto García Alonso también habla de la travesía en el mar con particular temor, porque no sabía nadar. Nació en Luyanó y su padre era empleado de ferrocarriles y la madre ama de casa. Conoció a Fidel en la Juventud Ortodoxa.
“Yo no sé nadar. Cuando encallamos, que un compañero tiró una soga hasta la orilla, dije, bueno, por lo menos con la soga me agarro, y si me voy a hundir con el fusil, me agarro”.

"El momento más dramático fue la llegada, cuando encallamos el barco allí en Las Coloradas", cuenta uno de los expedicionarios. Foto: Granma.
Durante el desembarco, Esteban Sotolongo Pérez, por su parte, se resbalaba mucho y se hundía en el fango. Este expedicionario, que no terminó el tercer grado, pero ya a esa edad estaba aprendiendo el oficio de zapatero, cuenta la travesía:
“Llegué al barco. Estaba lloviendo. Una oscuridad tremenda. No cabíamos allí ni parados. Aquello era una locura.
“Yo pasé la travesía mal. Los dos primeros días yo creía que me iba a virar al revés. En el desembarco yo bajé bastante rápido. Me resbalaba mucho. Las botas que traía me quedaban grandes. Se me llenaron de fango y parecía que tenía cristales rotos dentro del zapato. Me quité los zapatos para quitarme un poco de tierra, y ahí sonó el primer cañonazo”.
Luego, Esteban, procedente de Placetas, lograría escapar herido del combate de Alegría de Pío y se mantendría luchando hasta el triunfo de la Revolución.

El combatiente Arsenio García Dávila, de madre campesina y padre obrero, nació en una finca cerca de Catalina de Güines. Desde temprano se vinculó a la Juventud Ortodoxa y ya era menor de edad cuando lo arrestaron y lo llevaron para el Vivaldi en Pinar del Río. De la primera vez que habló con Fidel, cuenta:
“Inmediatamente que Fidel es puesto en libertad yo voy a reunirme con él al apartamento donde estaba. Le digo que estoy dispuesto a vincularme al movimiento. Me preguntan si tengo pasaporte y digo: bueno, yo no he viajado ni a la provincia de Matanzas nunca.
“Así salí para México con el primer traje que me prestó un amigo. Vivimos meses de entrenamiento, hasta que hicimos la travesía con muchas tensiones.

“El momento más dramático fue la llegada, cuando encallamos el barco allí en Las Coloradas. Nos dispersamos en 18 o 20 grupos. Yo salí solo y me interné en el monte. Un hombre, que estaba debajo de un árbol, me hizo señas. Me acerqué y cuando le pregunté: ¿dónde está la finca de Guije Pérez? Me dice: ese soy yo”.
Luego, Arsenio bajó a Bayamo y regresó a la capital, “donde había una situación terrible de persecución”.
“Entonces, me buscaron un uniforme de los que usaban la gente de los ómnibus aliados y un carnet falso. Hice el intento tres veces en el mismo ómnibus, hasta que pasé todos los controles del ejército. Me empecé a mover en la Sierra hasta que lo encontré y luché en el Primer Frente en la Columna 1, junto al Che”.

Fidel entra en la Bahía de La Habana con el yate Granma junto a Raúl y otros expedicionarios durante su última travesía, antes de ser expuesto en el Museo de la Revolución. Foto: Granma.

Fidel en la maniobra XX Aniversario del desembarco del yate Granma y de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR). Foto: Sergio Canales/Editorial Verde Olivo.

Fidel en el yate Granma junto a Raúl y otros expedicionarios. Foto: Granma.

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