martes, 16 de septiembre de 2008

Miami, el burdel político de siempre.



Por: Patricio Montesinos.

(Tomado de Granma)
Apenas unas horas después de devastar Cuba los huracanes Gustav e Ike, la ciudad norteamericana de Miami volvió a demostrar ser el burdel político que ha sido siempre, y más aún cuando la isla caribeña es escenario de algún acontecimiento trascendental.
El alboroto típico de los portavoces anticubanos en Miami no se hizo esperar, mientras en la mayor de las Antillas sus ciudadanos se aprestaban a iniciar la etapa de recuperación tras el azote de esos dos terribles ciclones, quizás los peores conocidos en su historia.
A los politiqueros de esa ciudad de Florida poco les ha interesado el sufrimiento del pueblo cubano ocasionado por los efectos de ambos huracanes, y emprendieron las especulaciones acerca del futuro de la nación caribeña y su Revolución, la cual, como de costumbre, fue blanco inmediato de los ataques de sus viejos y frustrados enemigos.
Algunos de ellos auguraron ya hasta el desplome del sistema socialista en la nación antillana y el comienzo de una soñada república al estilo miamense, que desde hace 50 años añora la cada vez más débil contrarrevolución asentada en territorio norteamericano, y sostenida desde entonces por los sucesivos regímenes de Washington.
Incluso han llegado a pronosticar el derrumbe de la estructura nacional de la Isla, la aparición de epidemias, y la incapacidad de las autoridades de La Habana para enfrentar los efectos destructores de Gustav e Ike.
Los más acérrimos enemigos de la Revolución no pudieron disimular su júbilo ante la tragedia originada por los huracanes, y sin en el menor escrúpulo los consideraron como un castigo divino de la naturaleza a la mayor de las Antillas.
De otro lado, sectores autotitulados moderados, pero igualmente interesados en destruir el sistema socialista en Cuba, condicionaron cualquier eventual ayuda humanitaria norteamericana al país, como hizo el actual inquilino de la Casa Blanca George W. Bush.
Mientras tanto, miles de cubanos de a pie, residentes en Estados Unidos, son privados de enviar remesas a sus familiares y de viajar a la nación caribeña, merced las restricciones aplicadas por la administración Bush que arreciaron el bloqueo impuesto por Washington a La Habana, prolongado ya por casi cinco décadas.
Asimismo, a causa del bloqueo, las empresas norteamericanas son imposibilitadas de vender a Cuba, mediante créditos, materiales indispensables para enfrentar los estragos dejados por Gustav e Ike.
El pueblo cubano, por su parte, sigue enfrascado en la recuperación, al tiempo que recibe ayuda de numerosos países del mundo, ninguna condicionada, y todas superiores a la irrisoria ofrecida por Washington, 100 000 dólares, menor al salario que percibe anualmente un empleado de la Casa Blanca.
Para desconcierto del burdel de Miami y del propio régimen de Bush, los cubanos sabrán sobreponerse a los más recientes desafíos que le ha impuesto la naturaleza, como también lo han hecho ante la guerra económica, comercial y financiera de Estados Unidos, y las agresiones de terroristas y mafiosos asentados en Florida.

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