viernes, 27 de marzo de 2015

Radio y TV Martí, en un terreno pantanoso

Radio y TV Martí, en un terreno pantanoso

Este viernes se cumple un cuarto de siglo del inicio de las transmisiones de TV Martí, un fracasado proyecto subversivo que sustrae cientos de millones de dólares del  bolsillo de los contribuyentes norteamericanos
En las oficinas centrales de Radio y TV Martí se graban más de 15 000 DVD al mes con programación propia y otros materiales, que luego son distribuidos ilegalmente en Cuba. Foto: New York Times
La fecha pasará inadvertida para el gran público estadounidense  y cubano, pero este viernes se cumple un cuarto de siglo del inicio de las transmisiones de TV Martí, un fracasado proyecto subversivo que sustrae cientos de millones de dólares del  bolsillo de los contribuyentes, viola normas internacionales y obstaculiza el proceso hacia la normalización de relaciones entre La Habana y Washington.

Lanzar un canal ilegal con alcance dentro de Cuba fue la continuidad de un plan trazado durante la primera mitad de la década de los 80 del siglo pasado por la agresiva administración de Ronald Reagan, quien soñaba con destruir a la Revolución con las ondas de la mal llamada Radio Martí.

El mismo esquema fue aplicado contra na­ciones del antiguo campo socialista.

El 27 de marzo de 1990, impulsados por el éxito de los programas subversivos en Euro­pa del Este, dieron el salto hacia las transmisiones televisivas desde un  aerostato a 3 000 metros de altura en los cayos del sur de la Florida.

Cuando un huracán mandó a bolina el ar­tefacto, comenzaron a utilizar un avión mi­­litar EC-130, perteneciente a una Unidad de Guerra Psicológica de las Fuerzas Ar­madas de Estados Unidos.
Aunque también ensayaron con otras aeronaves, la señal siempre fue bloqueada con efectividad por los especialistas cubanos a un costo comparativamente bajo.

Sin embargo, esas agresiones radioeléctricas afectan el normal funcionamiento de las telecomunicaciones nacionales y violan directamente la letra y el espíritu de numerosos acuerdos internacionales, lo cual ha sido denunciado por nuestro país en diversos foros.

En cualquier caso, millones de dólares del erario público estadounidense han sido tirados al éter durante 25 años, en una operación que solo enriquece a un grupo de mafiosos del sur de la Florida, dedicados al lucrativo negocio de agredir a Cuba.

BUSCANDO SINTONÍA
 
Hoy, en medio de sonados escándalos de corrupción, sus directivos buscan cómo so­bre­vivir y mantener el flujo de dinero que aún destina la Casa Blanca para lograr un “cam­bio de régimen” en nuestro país.

La Oficina de Transmisiones para Cuba (OCB, por sus siglas en inglés), que supervisa Radio y TV Martí, propuso elevar su presupuesto del 2016 a más de 30 millones de dólares.
Pero el cambio planificado va mucho más allá de un simple abultamiento de las cuentas, ya de por sí sobregiradas.

Desde su creación, la OCB ha funcionado como una instancia federal supeditada a la Junta de Gobernadores sobre Transmisiones (BBG, por sus siglas en inglés).

Una inspección rutinaria a mediados del año pasado reveló un verdadero desastre en las oficinas centrales de Miami y reportó baja moral dentro del personal, falta de transparencia en la toma de decisiones y corrupción en el manejo de dietas y otros recursos.

La OCB también estuvo involucrada en un escándalo al realizar pagos ilegales a de­cenas de periodistas de Miami entre 1998 y 2002, violando las leyes norteamericanas. Esos mis­­mos profesionales, que deberían tra­bajar de manera imparcial, escribieron artículos y reportajes hostiles y discriminatorios sobre Cuba y en especial sobre el caso de los Cinco.

Washington desea entonces matar dos pájaros de un tiro. Por un lado quitarse formalmente el lastre de Radio y TV Martí convirtiéndola en una entidad semiprivada o “sin fines de lucro”, y al mismo tiempo mantener el apoyo estatal para las actividades de desestabilización.

De hecho,  la desfederalización de la OCB, que incluye también a la  Voz de América (con alcance latinoamericano), seguiría el mo­delo de Radio Europa Libre y Radio Li­bertad, que ganaron prominencia en la era soviética.

La nueva organización utilizaría fondos pú­blicos, pero no sería un ente gubernamental. Ese estatus haría más difícil supervisar el destino del dinero y los programas en que se involucre.
De acuerdo con el calendario publicado, el proceso de privatización sería completado a comienzos del 2017 y se espera que la nueva organización sea funcional a mediados de ese mismo año.

NUEVOS CANALES DE SUBVERSIÓN
 
La nueva estructura estaría en sintonía con la clase de operaciones en las que ha incursionado la OCB durante los últimos años.

Ante la probada ineficiencia de las transmisiones radiales y televisivas, ven en las nuevas tecnologías un posible campo de acción.

Un reciente reportaje del New York Times mostró cómo en sus oficinas centrales se graban más de 15 000 DVD mensualmente con programación propia y otros materiales, que luego son distribuidos ilegalmente en Cuba.

Además, Radio y TV Martí están detrás de Piramideo, un servicio similar a una red so­cial que utiliza la mensajería de texto nacional para crear una plataforma y ganar in­fluen­cia sobre la sociedad.

La idea es una copia del programa Zun­Zuneo, financiado por la Agencia Inter­na­cional de Estados Unidos para el Desarrollo (USAID) y revelado el año pasado por Asso­ciated Press (AP).

En ambos casos, la meta era utilizar un gancho no controversial y sin aparente contenido político, lograr una masa crítica de seguidores y entonces dar el paso hacia convocatorias en red, concentraciones masivas y desencadenar una “primavera árabe” a la cubana.

Ese tipo de estrategia forma parte de la llamada guerra no convencional, la misma  que viene aplicando Washington con cierta efectividad en otras latitudes para derrocar go­biernos que no siguen sus instrucciones, a un menor costo que el de una invasión militar directa.

EL BOTÓN DE APAGADO
 
El mayor temor de quienes han hecho fortuna gracias a esos inefectivos pero lucrativos programas, son las cada vez más numerosas voces que llaman a poner fin a dos reliquias de la Guerra Fría.

En el Congreso de Estados Unidos está en marcha un Proyecto de Ley para cerrar Radio y TV Martí, impulsado por la congresista de­mócrata por Minnesota, Betty McCollum.

La legisladora apunta que el gasto de la OCB desde su creación es superior a los 770 millones de dólares y ha fracasado en todos sus objetivos. “Nuestros contribuyentes no deberían es­tar financiando radiodifusión propagandística. En lugar de eso, deberíamos facilitar esfuerzos para que los estadounidenses puedan involucrarse directamente con los cubanos”, aseguró al defender su iniciativa.

Además, los anuncios del 17 de diciembre pasado y el inicio de un proceso largo y complejo para abrir un nuevo capítulo en las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, dejan a Radio y TV Martí en un terreno pantanoso.

En su discurso en la III Cumbre de la Co­munidad de Estados Latinoamericanos y Ca­ribeños (Celac), el General de Ejército, Raúl Castro, incluyó el fin de las transmisiones radiales y televisivas ilegales como uno de los puntos que deben ser resueltos para avanzar en un proceso de normalización entre los dos países.

El tipo de agresiones directas que han llevado a cabo esas emisoras durante las últimas décadas sería impensable en un am­biente medianamente civilizado entre La Ha­bana y Washington, aun cuando las autoridades norteamericanas han dejado claro que cambian sus métodos, pero los objetivos siguen siendo los mismos.

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