miércoles, 25 de agosto de 2021

Sobre la Cuba verdadera, Biden podría preguntarle a su esposa

 


Hará pronto cinco años, exactamente los días 8 y 9 de octubre de 2016, de que como parte del proceso de normalización de las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos, que en aquel momento tenía lugar, visitó Camagüey la académica Jill Tracy Biden, esposa del entonces vicepresidente de ese país, Joseph R. Biden

Foto: del autor

Hará pronto cinco años, exactamente los días 8 y 9 de octubre de 2016, de que como parte del proceso de normalización de las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos, que en aquel momento tenía lugar, visitó Camagüey la académica Jill Tracy Biden, esposa del entonces vicepresidente de ese país, Joseph R. Biden.

Durante su estancia en la otrora villa principeña, la destacada pedagoga recorrió varias instituciones culturales, entre ellas la sede del Ballet de Camagüey, considerada la segunda compañía más importante de Cuba, y junto a su directora, Regina Balaguer, disfrutó una sesión de ensayo de sus bailarines.

Como parte de la agenda, Jill Biden y la delegación que la acompañaba compartieron, en sus respectivas galerías, con los reconocidos artistas de la plástica Martha Jiménez, Ileana Sánchez y Joel Jover, quienes mostraron sus obras y colecciones en un ambiente familiar, lejos de todo protocolo y formalidades.

En caminata por el centro histórico de la ciudad, cuyo segmento más antiguo fue declarado en 2008 Patrimonio Cultural de la Humanidad, la entonces Segunda Dama pudo apreciar buena parte de los valores excepcionales que llenan de orgullo a sus habitantes y son altamente valorados por los visitantes extranjeros.

En aquella fecha, Jill Biden tuvo oportunidad de intercambiar con mujeres destacadas de los sectores de la educación, la salud y la actividad científico-investigativa, quienes le ofrecieron información de primera mano acerca de los resultados de proyectos promisorios relacionados con el tratamiento del cáncer y la diabetes.

La profesora estadounidense fue informada, además, sobre la marcha de los ensayos clínicos de vacunas terapéuticas para diferentes tipos de cáncer, con el empleo de productos biofarmacéuticos cubanos, que contribuyen a mejorar la calidad de vida del paciente oncológico y su supervivencia.

En un ambiente cordial y de respeto mutuo, la señora Biden y quienes formaban parte de su comitiva recibieron detalles sobre otros muchos aspectos de interés acerca de la realidad cubana y pudieron observar la vida modesta, laboriosa y tranquila del pueblo camagüeyano, seguro de sus anhelos de bienestar y justicia social.

Cabría entonces, a estas alturas, preguntarse: ¿Acaso a su regreso, ya en la intimidad hogareña, no habló nada de ello con su ilustre esposo, quien años después se proclamaría presidente de Estados Unidos y parece haber olvidado las promesas electorales en relación con la política de su gobierno hacia Cuba?

¿Fue la imagen de un «Estado fallido» –como se atrevió a calificar a la Mayor de las Antillas el inquilino de la Casa Blanca– lo que apreció Jill Biden en su visita a Camagüey y a otros lugares de Cuba, donde fue acogida con la hospitalidad y la bondad que siempre han caracterizado a su pueblo?

Lejos de cambiar la postura asumida por su predecesor Donald Trump, el actual mandatario se ha encargado de sumar nuevas prohibiciones y sanciones, a todas luces para satisfacer los reclamos de la ultraderecha cubanoamericana, que sueña con desaparecer todo vestigio de socialismo en la isla caribeña.

No resulta tarde, por tanto, que la señora Jill aproveche toda su sapiencia pedagógica en aconsejar a su esposo-presidente para que retome la senda del diálogo y no de la confrontación, única manera de alcanzar una convivencia civilizada entre ambas naciones, ajena al odio, al castigo, a la agresión y a la injuria.

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