viernes, 22 de marzo de 2013

¿El candidato de Chávez o el de Roberta Jacobson?

Venezuela elige…


FÉLIX LÓPEZ


Antes de que el Comandante Chávez pasara a la inmortalidad, el escenario político venezolano se dividía, .sin otros matices importantes, en chavistas y antichavistas. Esa polarización se pudiera traducir ahora mismo en dos bandos contrarios: maduros e inmaduros... Los primeros, asumen con impresionante madurez política continuar la obra de Chávez y la elección de Nicolás Maduro como presidente. Los segundos, cabalgan de error en error, siguiendo el guion gringo que los convierte en cadáveres políticos.

Ya no hace falta explicar por qué la siembra de Chávez constituyó el puntillazo final para que la oposición venezolana quedara sin vida. Aunque ellos creían lo contrario —y mucho que lo desearon y pregonaron—, la desaparición física del líder bolivariano no hizo otra cosa que reafirmar en el pueblo la noción de revolución y de Patria. Los chavistas han demostrado que 14 años de lucha, magisterio revolucionario y político no son poca cosa. Ahora vuelven a la línea de arrancada electoral con la ventaja consolidada que les dejó su invicto Comandante.

Cuando apenas faltan tres semanas para las elecciones presidenciales del 14 de abril, todas las encuestadoras, el clamor popular y los analistas políticos de dentro y fuera, adelantan la victoria de Nicolás Maduro, candidato de Chávez y de los sectores populares. Y no puede ser de otra manera, porque Nicolás, el autobusero, es el heredero del amor del pueblo por Hugo Chávez. Sin que quepa la menor duda, es Chávez quien comanda esta campaña, y es Chávez quien moverá a las fuerzas patrióticas a la victoria.

Esa realidad, prácticamente inamovible a estas alturas, tiene fuera de sí al candidatito opositor, Henrique Capriles, y a sus mentores y asesores. Saben que cinco grandes temas pesan sobre sus hombros: 1) su absoluta falta de respeto a Chávez y su familia durante el funeral; 2) la saga de derrotas a cuesta; 3) la ausencia de cohesión entre las fuerzas opositoras; 4) la gestión permanentemente interrumpida al frente de la mal gobernada Miranda; y 5) su incapacidad para garantizar la participación de todos los sectores opositores de manera equilibrada.

Las cuentas no le dieron a Capriles el pasado 7 de octubre y no le darán apenas seis meses después. Por eso, apela a las operaciones sicológicas express que le han montado afuera, y entre disparates e incoherencias va repitiendo como loro que "Maduro no es Chávez", mientras lo confronta suciamente, lo invita a debatir (¿no sé de qué?) y trata de endosarle responsabilidades de ineficiencia y corrupción en el gobierno. Capriles busca a toda costa deslindar a Maduro de Chávez, y en su desfachatez se apropia de palabras, conceptos e ideas del líder bolivariano.

En opinión de la periodista y analista política María Alejandra Pérez, "el ejercicio del voto es meramente emocional. Para que un elector siga a un candidato, este tiene que despertar un vínculo basado en emociones tales como: la esperanza, la ira o el miedo, y esto se diseña y logra a través de los mensajes que se elaboran y se difunden a través de la campaña; mediante estos se busca construir este puente emocional. Los especialistas que acompañan a Capriles saben que las posibilidades de alterar la política y la sociedad venezolana son pocas".

La estadísticas electorales refuerzan esa opinión: en el 2000 Chávez obtuvo 59,76 % y la oposición 37,52 %; en el 2006 el chavismo alcanzó 62,84 % y la oposición 36,9 %; en el 2012, las fuerzas revolucionarias ganaron con el 56 % aproximadamente frente a 44,31 % de la oposición. ¿La constante? El electorado venezolano inclina su favoritismo a la candidatura de Chávez. ¿Qué tendencia revelan los números? Sólido sostenimiento de la ventaja electoral del chavismo; altos niveles de politización y participación de la sociedad venezolana; y la certeza de que los votos de ambos bandos fueron movidos por un solo eje: Chávez.

Capriles sabe muy bien que el voto duro opositor es contra Chávez, porque el chavismo existe como movimiento, ideología, proyecto de vida, de patria y de país; pero el "caprilismo" no existe, no es nada. No en balde vienen en su auxilio los dólares enviados por Roberta Jacobson, la Subsecretaria para Asuntos Hemisféricos del Departamento de Estado de EE.UU., ahora en el centro de la tormenta injerencista; mientras las necrológicas portadas del diario fascista El Nacional le desean la muerte, públicamente, a Tibisay Lucena, presidenta del Consejo Nacional Electoral, porque es digna y le recuerda al imperio su vertedero electoral.

Así van las cosas rumbo al 14 de abril. Fecha histórica en que los venezolanos tendrán que escoger entre el candidato de Chávez (Nicolás Maduro) y el candidato de Jacobson (Henrique Capriles). Tres semanas en que la oposición se desgastará en resolver el verdadero motivo de su próxima derrota: ¿cómo se matan las ideas? ¿Cómo se entierra el ejemplo? Sí, porque como les ha recordado María Alejandra Pérez, "Chávez vivo era peligroso, pero muerto es invencible".

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