domingo, 11 de marzo de 2012

Peloteros cubanos: La mentira de jugar en grandes ligas,.


Duque Hernández jugando por los Yankees

Por: Edmundo García, periodista radicado en Miami, Estados Unidos

Les prometí en mi último artículo (“Miami tampoco cree en lágrimas”) que investigaría y escribiría sobre la historia oculta de los peloteros cubanos que llegan a los Estados Unidos. Es la parte fea de la que nadie quiere hablar; pero aunque la prensa no hable de ella, no quiere decir no exista. Me refiero a la falsedad de esas leyendas sobre jugadores y prospectos recién llegados a Miami que por arte de magia un día firman para las grandes ligas de Estados Unidos y se vuelven millonarios. Aclaro que no es que me guste verle el lado feo a las cosas, escribo sobre esto porque dichas leyendas no son ingenuas y manipulan o exageran datos con el fin de engatusar a los deportistas cubanos e instigarlos a que abandonen la isla en riesgosos viajes por mar o deserten de eventos deportivos en el extranjero donde participan en representación de su país.

Las fuentes de esta investigación han estado o están vinculadas y comprometidas con los hechos desde distintas posiciones; por lo sensible y hasta peligroso del tema, han exigido dar la información porque consideran desde su conciencia la necesidad de alertar sobre lo que sucede, bajo condición de anonimato, subrayando que esta es una industria llena de ilegalidad, trampas y mentiras, aunque para algunos altamente lucrativa.

Según las fuentes en este momento hay en República Dominicana entre 120 y 150 peloteros o prospectos cubanos que no encuentran el prometido camino hacia las grandes ligas de los Estados Unidos. Una de las personas consultadas empezó por hacer una interrogante: “A las Grandes Ligas de los EE.UU. llega solamente 1 de cada 14 peloteros que juegan en el llamado beisbol organizado o ligas profesionales. De los otros 13… ¿Quién habla? ¿Quién cuenta sus destinos?”.

Muchos de los prospectos y peloteros cubanos (algunos con un historial, como Kendrys Morales) que han llegado a Miami y obtenido un permiso (”parole”) de las autoridades migratorias para permanecer en los Estados Unidos, tienen que marcharse seguidamente a República Dominicana con visas de turistas violando una de las condiciones de su estadía. Una transgresión a cambio de un supuesto regreso ya contratados para las ligas mayores; regreso que por supuesto no ha sucedido ni sucederá en la mayoría de los casos. Resultado, que numerosos cubanos se han quedado trabados en República Dominicana, sin papeles para volver a los Estados Unidos, sin boleto para el deporte profesional y sin Cuba. O sea, sin los viejos sueños y sin su país, que cambiaron por la dura realidad de tener que llegar a trabajar después de los entrenamientos en la limpieza de autos y otros menesteres de este perfil para completar el dinero de su sobrevivencia allí. De este tema les cuesta hablar, pero la procesión va por dentro.

La concentración en “academias” de entrenamiento del mencionado país caribeño y otros países centroamericanos es la verdad que predomina sobre casos excepcionales como el ya citado de Kendrys Morales, como el de Alexei Ramírez, firmado directamente en el 2008 por los White Sox de Chicago y ahora con Yoenis Céspedes, quien se va a Oakland.

Según algunos testimonios, resulta que esas llamadas “academias” no son más que albergues o barracas en mal estado, con baños colectivos y otras incomodidades que en nada se comparan a las condiciones en que muchos de ellos competían en Cuba, por muy modestas que se las quiera considerar. No son pocos los peloteros que han expresado su deseo de aspirar a volver a jugar en la Serie Nacional de Cuba, ante la alternativa de desempeñarse en ligas semi profesionales de poca calidad y bajo nivel organizativo, donde se paga nada o casi nada, como la que ofrece Tamiami en el Condado Miami Dade.

Los sueños de los peloteros cubanos chocan además contra la evidencia de que en los Estados Unidos existe un sistema casi impenetrable de llegada a las grandes ligas. Comienza en las escuelas elementales, sigue en High School, en College y luego en la Universidad, con un circuito bien asentado. Frente a esos carriles cerrados es casi imposible improvisar y solo unos pocos entre los muy talentosos y con dinero para pagarse un agente pueden irrumpir en las ligas profesionales. No existen en realidad, como algunos dicen por ahí, treinta asociaciones de grandes ligas esperando desesperadamente porque arriben peloteros cubanos a Miami para contratarlos. Es falso. Hay en los Estados Unidos una enorme cantera de nacionales para el gran circuito profesional, a lo que hay que sumar la competencia de otros muy buenos peloteros formados en Venezuela, México, Panamá, República Dominicana, Japón. Surcorea, China Taipei y demás países con tradición en ese deporte.

Es necesario decirles la verdad a los peloteros cubanos, sus familiares y al resto de los interesados antes de invitarlos a irse de Cuba o desertar en competencias; porque lo cierto es que una vez que dan el paso muy poca gente está en condiciones reales de ayudarles. Los famosos cazatalentos o “scouts” apenas tienen poder para redactar informes sobre algún que otro pelotero con buenas condiciones. Esos cazatalentos casi siempre dependen de un “coatch“, técnico o entrenador que les avisa sobre algún talento que tienen bajo su tutela; y todos juntos dependen de un agente que muchas veces tampoco tiene algo seguro que ofrecer por mucho que prometa.

Existe toda una cadena de negociantes colgados del talento de un joven pelotero que llega a Estados Unidos. En el mejor de los casos, que repito solo se da en contadas ocasiones, uno de esos peloteros logra obtener un “bono firma” o contrato del que tiene que entregar un elevado por ciento. Una fuente consultada dijo: “Un pelotero, según cálculos revelados por el célebre comentarista deportivo Bob Costas, se queda hoy con cerca del 40% del monto total de sus contratos.” Desde el momento en que empiece a cobrar tendrá que cubrir sus gastos con el dinero que le queda, pagar impuestos y saldar todas las deudas contraídas. Deudas que se cuentan desde el mismo momento de emprender el viaje de salida de Cuba, que cuando incluye a la familia suele ser mucho más caro. Para que se hagan una idea, otra de las fuentes consultadas para este artículo y perfectamente informada porque es parte del proceso dijo que el viaje de Yobal Dueñas y de Maels Rodríguez (sus familiares hacia Miami y los peloteros hacia El Salvador), salió a 350 mil por cada uno; un total de 700 mil dólares. Un gasto de esa magnitud no se hace por gusto y hay que reembolsarlo.

En otros casos, sobre todo para los que llegan muy jóvenes y sin su familia, los sueños chocan con la soledad, la falta de afecto y la discriminación; que algunas veces es indirecta pero igualmente ofensiva. Además de la discriminación por condiciones explícitas de raza y nacionalidad, se habla de un tipo de discriminación en la pelota norteamericana que está ligada al propio juego. Como cuando dejan a un pitcher lanzar más de lo debido para que le caigan a batazos, o le apuntan un hit o un jonrón que perjudica su record, o cuando no lo sacan de abridor o no lo rotan adecuadamente aunque lo esté haciendo bien, o cuando le critican la forma de celebrar una buena jugada. Uno de los entrevistados recordó que en una Serie Mundial al Duque Hernández lo dejaron seguir lanzando en un juego donde se le veía agotado; con el relevo listo, salió en la otra entrada y le dieron un jonrón que le empató el juego. A partir de esto también contó sobre lo duro que le resultó al pelotero William Plaza, quien por demás tuvo la oportunidad de firmar en el 2004 con 21 años para las menores de los Yankees. Gary Gálvez, que también pasó por las menores, tuvo otras experiencias muy duras en los concentrados. Ambos llegaron a valorar después muy positivamente el tipo de pelota que jugaban en Cuba. Otro de los entrevistados citó el caso de Jesús Ametller, ex jugador de cuadro de los Industriales que terminó jugando beisbol nada menos que en Moscú.

La explosión de llegadas de peloteros cubanos a los Estados Unidos tuvo que ver mucho con la experiencia de los primeros que vinieron; con los que triunfaron y con las versiones de ese triunfo que algunas personas inescrupulosas han puesto a circular por la isla como gancho para atraer jóvenes peloteros al negocio del deporte. Lo cierto es que, como dijimos, esa idea de desembarcar en Miami y seguir camino a las grandes ligas pertenece a una novela que muy pocas veces se hace realidad. Según un entrevistado en Miami que asiste regularmente a las exhibiciones o “tryout” de peloteros que se celebran, por ejemplo, en la Universidad Saint Thomas, a esas demostraciones deportivas no suelen ir observadores con posibilidades reales de sacar a los jóvenes hacia adelante en una carrera profesional. Más bien se pierde tiempo y se mal gastan ilusiones y dinero. Muchos de esos cazatalentos que se ven en los bancos de los terrenos de pelota no hacen más que tomar notas que luego nadie leerá. Nuestras fuentes agregan que ese tipo de desgaste lo habían visto en otros lugares como en Hermosillo, México, pero no pensaron que también fuera así en los Estados Unidos.

Sobre las experiencias en la pelota profesional de los Estados Unidos el ex lanzador de los equipos de Villa Clara, Cuba y Tampa Bay Rolando Arrojo (junto a un periodista y comentarista amigo suyo) editó un libro titulado “Confesiones más allá del dugout” (EE.UU. 2007) que recoge entrevistas sobre las experiencias en Estados Unidos de conocidos peloteros cubanos como Jorge Luis Toca, Euclides Rojas, Ariel Prieto, Maels Rodríguez, Osvaldo Fernández y otros; incluido el mismo Arrojo que recuerda todavía las palabras que le dedicó el Comandante Fidel Castro cuando decidió abandonar el equipo Cuba; las cito porque resumen muy bien lo que venimos tratando y muestran una vez más la posición positiva de la parte cubana para solucionar ese problema de las “deserciones”. Dijo Fidel el 10 de julio de 1996 en el Palacio de la Revolución durante la despedida a la delegación cubana a las Olimpiadas de Atlanta: “compraron al mejor del equipo, una persona, por lo demás, respetada y considerada por todos, al pitcher Arrojo, desaparecido, como es clásico, comprado -sabemos quiénes participaron-, porque se asustaron. No pueden vencer al equipo de béisbol, y compraron a Osvaldo, compraron a Liván y compraron a Arrojo”.

En el libro no solo se habla de las glorias en los Estados Unidos, también de los obstáculos, de los fracasos, de los trabajos y negocios en que se tuvieron que ocupar para seguir adelante, de los olvidos tras el retiro y de lo que significó para ellos jugar a la pelota en Cuba.

Hace alrededor de un año se vio en la televisión de Miami al Duque Hernández promoviendo una academia de pelota; y más recientemente a Agustín Marquetti acompañado de un hijo del mismo nombre al que no le fue bien como jugador, también promoviendo una empresa para enseñar beisbol.

Resulta que todos, quienes no les fue tan bien y quienes ganaron series mundiales en las grandes ligas con sueldos millonarios, tienen que ponerse a trabajar cuando declinan sus carreras y se retiran porque el dinero nunca es suficiente. Al final resulta que tampoco se gana tanto como se vocifera y hay que seguir sudando en el terreno de pelota o luchando el cheque de jubilación y las ayudas.

Por cosas como estas a veces me pregunto lo mismo que se preguntan muchos de ustedes: ¿por qué no pueden jugar los peloteros cubanos en las grandes ligas u otra liga profesional menor de los Estados Unidos sin que rompan con su país? ¿Por qué no pueden los cubanos, como los demás peloteros latinoamericanos, trabajar profesionalmente en algún equipo de la Major League Baseball (MLB) y residir o vacacionar en la isla? Lo diré claramente: No pueden hacerlo porque sencillamente OFAC (Office of Foreign Assets Control), la Oficina de Control de Activos Extranjeros perteneciente al Departamento del Tesoro de los Estados Unidos, no les permite cobrar un centavo si esa ruptura no se produce. Para decirlo de otra manera: para jugar y cobrar en los Estados Unidos los peloteros cubanos están obligados, quieran o no, a “desertar”.

Yo sé que a muchos deportistas cubanos en los Estados Unidos no les gusta que se les llame “desertores”, y les entiendo, porque casi todos los que han llegado desde mediados de los años 60 hacia acá se sienten parte del movimiento deportivo cubano. Recuerdo que en los momentos de mayor éxito con los Yankees de New York el Duque Hernández seguía diciendo que su equipo era Industriales. Y conozco también que René Arocha sigue queriendo a sus seguidores en Regla, o que el propio Rolando Arrojo sigue conectado con Ranchuelo; el problema es más sencillo y práctico: como les dije, es que si no rompen con Cuba no hay dinero. Y eso pasa solo con Estados Unidos, porque peloteros y entrenadores de pelota de Cuba están contratados en México, Panamá, Japón, España, Italia y hasta en Rusia. Algunos dirán que la Federación Cubana de Beisbol tiene regulaciones y convenios firmados sobre ese intercambio. Y es verdad. Pero países como China, Japón y Corea también son muy estrictos en las condiciones para autorizar la participación de sus deportistas y atletas en el escenario internacional. Por cierto, la dirección de la MLB de los Estados Unidos también regula la participación en eventos de los peloteros de las grandes ligas.

Pero es que ni siquiera se trata de jugar; solamente para que un equipo de la Major League Baseball (MLB) pueda hablar, conversar legalmente con un pelotero salido de Cuba se necesita primero que OFAC emita una declaración oficial que certifique el permiso o se corre el riesgo de una multa bastante alta.

Ni siquiera hay que vivir en los Estados Unidos para recibir esa presión; una persona consultada al respecto envió un correo que creo vale la pena citar extensamente: “Si tienen alguna duda pregúntele al Congresista Demócrata por Nueva York José Serrano el porqué redactó y trató de manera totalmente infructuosa, que se discutiera en el Congreso su proyecto de ley denominado Cuba Baseball Diplomacy Act. Este consistía precisamente en describir la discriminación a los cubanos y eliminar esta prohibición para que como cualquier otro pelotero de cualquier país del mundo los cubanos pudieran jugar en los EE.UU. sin tener para ello que renunciar a su patria. Y si todavía le queda alguna duda averigüe por qué Cuba tuvo que renunciar a priori a los ingresos que legalmente le correspondían, para poder participar en el I Clásico Mundial de Beisbol (Cuba decidió donarlos al Fondo para las víctimas del Katrina). O por qué todavía no se ha podido cobrar lo que le correspondió a Cuba del segundo Clásico.”

He querido dejar para el final lo que me dijo una entrevistada muy especial; una madre que sacó a su hijo a través de Centroamérica, con el objetivo de llegar a los Estados Unidos y que jugara en las grandes ligas, donde ella estaba segura que se haría una estrella. Con cierta emoción narró las peripecias por El Salvador donde su hijo de quince años fue obligado a jugar en un equipo de mayores junto a jugadores de hasta 38 años. Le pidieron el 30% de lo que pudiera ganar el muchacho para traerlo a Miami y aquí lo pasearon por las estaciones de radio y televisión, donde rehusó criticar a su país.

Un canal de televisión local hasta les pidió a él y su madre que cambiaran el hecho de su salida legal por una travesía en balsa; algo a lo que por supuesto ellos se negaron. La madre contó que siempre inculcó a su hijo que más importante que el dinero era poner a un estadio de pie. Y eso puede confirmarlo José Ariel Contreras, quien dinero, habrá ganado, pero nunca más ha recibido un aplauso, nunca más le han pedido un autógrafo, nunca más ha sentido jugar beisbol como lo sintió jugando en Cuba. Aplausos y honores que nunca le faltarán a su coterráneo, y compañero de equipo, Pedro Luis Lazo.

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