miércoles, 30 de noviembre de 2016

Raúl Castro: Las vibrantes palabras de Fidel resuenan hoy en esta Plaza




Raúl Castro interviene en el homenaje a Fidel en la Plaza de la Revolución. Foto: Ladyrene Pérez/ Cubadebate
Raúl Castro interviene en el homenaje a Fidel en la Plaza de la Revolución. Foto: Ladyrene Pérez/ Cubadebate

Palabras del General de Ejército Raúl Castro Ruz, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros en el acto de masas en homenaje póstumo al Comandante en Jefe de la Revolución Cubana Fidel Casto Ruz, en la Plaza de la Revolución , el 29 de noviembre de 2016, “Año 58 de la Revolución”.

Estimados Jefes de Estado y de Gobierno;
Señores Jefes de Delegaciones;
Destacadas personalidades;
Amigos todos;

Querido pueblo de Cuba (Aplausos):
Aunque me corresponderá pronunciar el discurso final el próximo 3 de diciembre, cuando nos reunamos en la Plaza de la Revolución Antonio Maceo, en Santiago de Cuba, deseo manifestar ahora, en nombre de nuestro pueblo, Partido y Gobierno, así como de la familia, sincera gratitud por su presencia en este acto (Aplausos), por las emocionantes palabras que aquí se han expresado y también por las extraordinarias e innumerables muestras de solidaridad, afecto y respeto recibidas de todo el planeta en esta hora de dolor y de compromiso.

Fidel consagró toda su vida a la solidaridad y encabezó una Revolución socialista “de los humildes, por los humildes y para los humildes” que se convirtió en un símbolo de la lucha anticolonialista, antiapartheid y antimperialista, por la emancipación y la dignidad de los pueblos.

Sus vibrantes palabras resuenan hoy en esta Plaza, como en la Concentración Campesina del 26 de julio de 1959 en apoyo a la Reforma Agraria, que fue como cruzar el Rubicón y desató la condena a muerte de la Revolución. Aquí Fidel ratificó que “la Reforma Agraria va”. Y la hicimos. Hoy, 57 años después, estamos honrando a quien la concibió y encabezó.

En este lugar, votamos junto a él la Primera y la Segunda Declaración de La Habana de 1960 y 1962, respectivamente (Aplausos). Frente a las agresiones apoyadas por la Organización de Estados Americanos (OEA) Fidel proclamó que “detrás de la Patria, detrás de la bandera libre, detrás de la Revolución redentora… hay un pueblo digno” dispuesto a defender su independencia y “el común destino de América Latina liberada”.

Estaba junto a Fidel en el edificio que ocupa hoy el MINFAR, o sea, Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, cuando escuchamos la explosión del barco francés La Coubre, que traía las primeras y únicas armas que pudimos comprar en Europa, y partimos al muelle, porque ya sabíamos que solo esa explosión podía originarse en el barco que estaba descargando esas armas, para socorrer a las víctimas, cuando minutos después de nuestra llegada se produjo, como trampa mortal, una segunda explosión. Entre ambas causaron 101 muertos y numerosos heridos.

Aquí, con él, se hizo la Declaración de Cuba como Territorio Libre de Analfabetismo en diciembre de 1961 (Aplausos), al terminar la Campaña de Alfabetización protagonizada por más de 250 000 maestros y estudiantes que no se detuvo, mientras ese mismo año los veteranos del Ejército Rebelde y las nacientes Milicias Nacionales Revolucionarias combatían a los mercenarios en Playa Girón y en las zonas montañosas contra las bandas armadas infiltradas desde el exterior que, entre otras muchas y múltiples fechorías, asesinaron a 10 jóvenes alfabetizadores. Se venció en Girón y se cumplió al mismo tiempo con la alfabetización de todo el país (Aplausos), para consagrar, como dijo entonces Fidel, que “los jóvenes tienen el porvenir en sus manos” (Aplausos).

Con profunda emoción aquí mismo escuchamos al Comandante en Jefe en esta Plaza, en la Velada Solemne de octubre de 1967, para rendir tributo al inolvidable Comandante Che Guevara y regresamos a ella, 30 años después, durante la etapa más dura del Período Especial, para comprometernos ante sus restos a que seguiríamos su ejemplo inmortal.

Estremecidos e indignados, asistimos a la Despedida de Duelo de las 73 personas asesinadas por el terrorismo de Estado en la voladura del avión de Cubana de Aviación en Barbados, entre ellas los jóvenes ganadores de todas las medallas de oro en el cuarto Campeonato Centroamericano y del Caribe de Esgrima. En esa ocasión repetimos con él que “cuando un pueblo enérgico y viril llora”, (Exclamaciones de: “¡La injusticia tiembla!”), exactamente, “¡la injusticia tiembla!” (Aplausos.)
Es esta la Plaza de importantes marchas del Primero de Mayo de la capital; en 1996 contra el bloqueo y la Ley Helms-Burton, que aún se mantienen; del enorme Desfile de 1999 y de la Tribuna Abierta de la Juventud, los Estudiantes y los Trabajadores del 2000, donde Fidel expuso su concepto de Revolución, que en estos días millones de cubanos hacen suyo con su firma, en un acto de voluntad sagrado (Aplausos).

Es este el lugar a donde hemos acudido para respaldar los acuerdos de nuestros Congresos del Partido Comunista de Cuba.

En ese mismo espíritu ha venido en estos días el pueblo, con una gran participación de los jóvenes, a rendir emocionado tributo y a jurar lealtad a las ideas y a la obra del Comandante en Jefe de la Revolución Cubana (Aplausos).

Querido Fidel:

Junto al Monumento a José Martí, héroe nacional y autor intelectual del asalto al Cuartel Moncada, donde nos hemos reunido durante más de medio siglo, en momentos de extraordinario dolor, o para honrar a nuestros mártires, proclamar nuestros ideales, reverenciar nuestros símbolos y consultar al pueblo trascendentales decisiones; precisamente aquí, donde conmemoramos nuestras victorias, te decimos junto a nuestro abnegado, combativo y heroico pueblo: ¡Hasta la victoria siempre! 

(Exclamaciones de: “¡Siempre!” y Aplausos)

(Exclaman consignas de: “¡Viva Fidel! ¡Viva Raúl!”.)

En imágenes, la salida de la caravana del MINFAR (+ Video)


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Foto: Roberto Garaicoa/ Cubadebate.

Poco después de las 7 de la mañana partió desde el Ministerio de las Fuerzas Armadas de Cuba, la caravana que recorrerá varias provincias de la isla con las cenizas del líder de la revolución cubana.
Cuba no ha dormido. Cuba hace varios días que no duerme. También es una Patria que guarda silencio, que rinde tributo, que hace honores.

Para miles hoy amaneció más temprano. Es que Cuba tiene amaneceres brillantes desde hace casi seis décadas.

En la plaza de la Revolución José Martí ya hay mucha gente que espera, vienen a acompañar una vez más a su líder: a Fidel, a Alejandro, al hombre que se hizo pueblo.
El batallón de ceremonia aguarda. Son jóvenes, muy jóvenes y marchan impecables.
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Foto: Roberto Garaicoa/ Cubadebate.
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Foto: Roberto Garaicoa/ Cubadebate.
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Foto: Roberto Garaicoa/ Cubadebate.
Raúl Castro Ruz.
Foto: Roberto Garaicoa/ Cubadebate.
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Foto: Roberto Garaicoa/ Cubadebate.
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Foto: Roberto Garaicoa/ Cubadebate.

martes, 29 de noviembre de 2016

CANTO A FIDEL.

Canto a Fidel

Carilda Oliver Labra
No voy a nombrar a Oriente, no voy a nombrar la Sierra, no voy a nombrar la guerra –penosa luz diferente–, no voy a nombrar la frente, la frente sin un cordel, la frente para el laurel, la frente de plomo y uva: voy a nombrar toda Cuba: voy a nombrar a Fidel.
Ése que para en la tierra aunque la luna lo hinca, ese de sangre que brinca y esperanza que se aferra; ese clavel en la guerra, ese que en valor se baña, ese que allá en la montaña es un tigre repetido y dondequiera ha crecido como si fuese de caña.
Ese Fidel insurrecto respetado por las piñas, novio de todas las niñas que tienen el sueño recto. Ese Fidel –sol directo sobre el café y las palmeras–; ese Fidel con ojeras vigilante en el Turquino como un ciclón repentino, como un montón de banderas.
Por su insomnio y sus pesares por su puño que no veis, por su amor al veintiséis, por todos sus malestares, por su paso entre espinares de tarde y de madrugada, por la sangre del Moncada y por la lágrima aquella que habrá dejado una estrella en su pupila guardada.
Por el botón sin coser que le falta sobre el pecho, por su barba, por su lecho sin sábana ni mujer y hasta por su amanecer con gallos tibios de horror yo empuño también mi honor y le sigo a la batalla en este verso que estalla como granada de amor.
Gracias por ser de verdad, gracias por hacernos hombres, gracias por cuidar los nombres que tiene la libertad.
Gracias por tu dignidad, gracias por tu rifle fiel, por tu pluma y tu papel, por tu ingle de varón. Gracias por tu corazón. Gracias por todo, Fidel.

(marzo de 1957)

Todos los honores al eterno Comandante


En el salón Granma del Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, los máximos dirigentes de la Revolución realizaron una guardia de honor al Comandante en Jefe de la Revolución Cubana Fidel Castro Ruz
Foto: Estudios Revolución
Justo a las 8 de la mañana de este lunes, en el salón Granma del Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, los máximos dirigentes de la Revolución realizaron una guardia de honor al Comandante en Jefe de la Revolución Cubana Fidel Castro Ruz. En este íntimo espacio, donde hoy se alza la imagen de un Fidel inmenso, se encuentran sus cenizas hasta que sean trasladadas al cementerio de Santa Ifigenia, en Santiago de Cuba.

Tras la voz de ¡Firmes! del General de Ejército Raúl Castro Ruz dio inicio un minuto de silencio en homenaje al líder histórico de la Revolución Cubana.

Raúl fue el primero en caminar al frente y depositar su flor blanca ante la urna; instantes después firmó el libro que contiene el juramento de ser fieles al concepto de Revolución expresado por el Comandante en Jefe, el 1ro de mayo del 2000.

A continuación rindieron honores los comandantes de la Revolución Ramiro Valdés Menéndez y Guillermo García Frías; luego lo hicieron uno tras otro los restantes miembros del Buró Político del Comité Central del Partido como reafirmación revolucionaria de dar continuidad a las ideas de nuestro Comandante.

lunes, 28 de noviembre de 2016





Hemos perdido a Fidel Castro Ruz, comandante en jefe de la revolución cubana. Nos despedimos del líder histórico del país que sigue defendiendo el bien y el hermoso a pesar del asedio imperialista en un mundo donde se propagan el reaccionismo y la injusticia. Como amigos de Cuba tratando de ser la voz de esta honorable isla en Turquía, compartimos de corazón el dolor del pueblo cubano.

La voluntad política que creó en un pequeño país insular una vida igualitaria, justa y humanitaria, que es como un dulce sueño de un futuro tan distante para la mayoría de nosotros, se ha materializado sin duda en la personalidad de Fidel. No sólo que Fidel era el pionero de la gran transformación de su país… Sino apoyó su Cuba a los pueblos del mundo en sus luchas contra la opresión imperialista, en sus luchas por la vida bajo los apuros de los desastres naturales o en sus arduos esfuerzos para superar la ignorancia. Las sencillas palabras del comandante en jefe describen la perspectiva de su país: “Quien no sea capaz de luchar por otros, no será nunca suficientemente capaz de luchar por sí mismo.” Esa es precisamente la razón por la que los pueblos oprimidos del mundo, los progresistas y los iluminados están de luto por Fidel hoy.

Todavía hay un puñado de personas contentas con la pérdida de Fidel. Aunque son sólo unas pocas personas que van desde los contrarrevolucionarios cubanos en Miami hasta los liberales pro-estadounidenses de nuestro país, sus gritos de alegría vienen de las profundidades de una intensa oscuridad. Creemos profundamente que Fidel será una inspiración para el progreso de las generaciones jóvenes, al igual que era José Martí en su centenario para los jóvenes revolucionarios cubanos en su rebelión en 1953 que desencadenó la revolución cubana. Aquellos que chillan alegremente, por otro lado, serán un detalle desagradable en la historia que nadie ni siquiera se molestará en olvidar.

Más puede decirse sobre el gran revolucionario cubano contemporáneo. Declaramos que mantendremos el legado de Fidel propagando los avances de Cuba socialista con mayor vigor y defendiendo persistentemente el derecho del pueblo cubano a vivir contra el bloqueo imperialista.

domingo, 27 de noviembre de 2016

El troglodita Trump y la fiesta de Miami


Fidel en Playa Girón

Por M. H. Lagarde

En otra muestra de su ineptitud política y de su proyección neofascista el recién electo presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, arremetió el pasado sábado de forma irrespetuosa  y ofensiva contra el pueblo de Cuba.

En un comunicado hecho público pocas horas después del deceso del líder de la Revolución cubana, Fidel Castro Ruz, el presidente más impopular jamás electo en Estados Unidos afirmó que:

 "Hoy, el mundo marca el fallecimiento de un brutal dictador que oprimió a su propio pueblo por cerca de seis décadas. El legado de Fidel Castro es uno de escuadrones de fusilamiento, robo, sufrimiento inimaginable, pobreza y la negación de los derechos humanos fundamentales.

“Mientras Cuba sigue siendo una isla totalitaria, es mi deseo que este día signifique alejarse de los horrores que han durado demasiado, e ir hacia un futuro en el que el maravilloso pueblo cubano finalmente viva en la libertad que tanto merece.

“Aunque las tragedias, muertes y dolor causados por Fidel Castro no puedan ser borrados, nuestro gobierno hará todo lo posible porque el pueblo cubano pueda finalmente iniciar su viaje hacia la prosperidad y la libertad".

El irrespetuoso mensaje de Trump contrasta con las declaraciones de decenas de dirigentes políticos y figuras mundiales, incluyendo las del presidente saliente de Estados Unidos, Barack Obama, quien resaltó las emociones poderosas que provocó el compañero Fidel a lo largo de su vida, cómo impactó la Revolución en la vida de los cubanos y expresó sus condolencias a la familia del líder cubano.

La última bravuconada de Trump, en cambio, estuvo a tono con la inmoral fiesta para celebrar "por la muerte de Fidel" que cientos de cubanos protagonizaron,  en la madrugada del sábado, frente al restaurante Versailles de Miami, donde brindaron con champan y gritaron ofensas contra la memoria del recién fallecido líder cubano.

Como señaló Trump en su comunicado: "Me uno a los cubanoestadounidenses que me respaldaron durante la campaña presidencial, incluyendo la Asociación de Veteranos Brigada 2506 que me dio su apoyo, con la esperanza de que un día pronto veamos una Cuba libre".

Por lo visto el nuevo presidente quien perdió por sus pronunciamientos contra los inmigrantes y las mujeres la elección popular frente a la candidata demócrata Hillary Clinton, nada menos que por una diferencia de dos millones de votos, parece dispuesto a repetir el error de aquellas administraciones norteamericanas que optaron por beneficiar a un grupo de mafiosos herederos de la sangrienta dictadura de Fulgencio Batista en detrimento de los derechos humanos, no solo de la inmensa mayoría del pueblo de Cuba, sino también de los propios ciudadanos estadounidenses.

Durante su visita electorera a la brigada 2506 alguien debió decirle al próximo mandatario como un grupúsculo de mafiosos anticubanos embarcó con sus mentiras a la administración Kennedy en la fallida invasión de Bahía de Cochinos, la primera gran derrota del imperialismo en América.

Los batistianos, que después de asesinar a 20 mil jóvenes cubanos, y que tras el triunfo de la revolución encontraron asilo seguro en los Estados Unidos, lograron entonces convencer al gobierno de turno de que cuando los miembros de la invasora brigada 2506 desembarcaran en la Ciénaga de Zapata el "oprimido" pueblo de Cuba se lanzaría a las calles en su apoyo.

Como se sabe ocurrió todo lo contrario, el pueblo de Cuba salió a las calles en masa pero para seguir a su líder Fidel Castro a defender a la recién proclamada primera Revolución Socialista en América a solo 90 millas del imperio. La invasión de los electores de Trump duró solo 72 horas.

Si a partir de este lunes el nuevo presidente no está muy ocupado con el reality show de elegir su gabinete o en acariciar a alguna que otra modelo deslumbrada por su dinero, podrá conocer al verdadero pueblo libre de Cuba cuando salga de nuevo a las calles a rendirle tributo póstumo al más grande cubano del siglo XX.

Será sin dudas otra oportunidad para Donald Trump de elegir entre la verdad y la mentira, entre los vencedores o los derrotados.

Lo que nos deja Fidel.




Por: José Miguel Vázquez.

Viernes 25 de Noviembre: Llegaba a la ciudad de Matanzas, mi ciudad bella, cubana y culta, después de haber pasado una semana en la Habana en el Instituto Internacional de Periodismo " José Martí" cursando un Post Grado sobre las Relaciones Cuba-EEUU ¿ Continuidad o ruptura ?.

Fueron dias muy instructivos, donde recibí clases y conferencias de destacados investigadores sobre esta materia de la Universidad de la Habana y otros  compañeros periodistas de gran prestigio que han vivido experiencias recientes sobre el proceso de restablecimiento de relaciones entre nuestros dos países.

Lejos estaba yo de pensar que un poco más tarde, el propio Raúl, en breves pero emocionadas palabras dio a conocer a Cuba y al mundo la noticia del triste fallecimiento de nuestro Comandante en jefe Fidel Castro, algo que nos impacto sobremanera, porque aunque por razones lógicas sabíamos que por su avanzada edad eso algún día tendría que suceder, realmente no estabamos preparados para eso.

Fue una noticia dura, muy dura, pero de la que tenemos que sobreponernos porque por encima de todo él nos enseñó que cuando eso sucediera había que darle continuidad a la Revolución que inició incluso mucho antes del 26 de julio de 1953.

Nueve dias de duelo, no serán suficientes porque duelo será para siempre pues se nos acaba de ir un gran hombre, una gran figura que traspasó los límites nacionales para llevar su ejemplo y trayectoria a muchos pueblos de América Latina y del mundo.

Este es el Fidel que se nos acaba de ir, pero no, estoy equivocado, no se ha ido, porque se queda y se quedará por siempre con nosotros. Estoy seguro que su legado alumbrará eternamente a las presentes y futuras generaciones de cubanos.

Ahora ante la perspectiva de un gobierno republicano de ámplios antecedentes anticubanos, nos aprestamos a enfrentarlo como lo hemos hecho con otros que le han antecedido. Saldremos victoriosos pese a bloqueos y carencias materiales, porque por encima de todo primarán la unidad y la decisión de nuestro pueblo de seguir adelante en el camino que Fidel nos trazó.

Que no lo dude nadie, la Revolución Cubana seguirá por siempre en Cuba., porque Fidel nos dejó entre otras cosas algo muy valioso: Su concepto de Revolución.

Lo que dijo Fidel del Che vale para él mismo


Imagen tomada en enero de 1959. Foto: Archivo.
 
Imagen tomada en enero de 1959. Foto: Archivo.

En este triste momento recordemos lo que dijo Martí: “No es que los hombres hagan pueblos, sino que los pueblos en su hora de génesis suelen ponerse vibrantes y triunfantes, en un hombre.”
Y las palabras de Fidel sobre el Che el 18 de octubre de 1967, son a su vez aplicables a Fidel:
La muerte del Che —como decíamos hace unos días— es un golpe duro, es un golpe tremendo para el movimiento revolucionario, en cuanto le priva sin duda de ninguna clase de su jefe más experimentado y capaz.

Pero se equivocan los que cantan victoria. Se equivocan los que creen que su muerte es la derrota de sus ideas, la derrota de sus tácticas, la derrota de sus concepciones guerrilleras, la derrota de sus tesis. Porque aquel hombre que cayó como hombre mortal, como hombre que se exponía muchas veces a las balas, como militar, como jefe, es mil veces más capaz que aquellos que con un golpe de suerte lo mataron.

Sin embargo, ¿cómo tienen los revolucionarios que afrontar ese golpe adverso? ¿Cómo tienen que afrontar esa pérdida? ¿Cuál sería la opinión del Che si tuviese que emitir un juicio sobre este particular? Esa opinión la dijo, esa opinión la expresó con toda claridad, cuando escribió en su mensaje a la conferencia de solidaridad de los pueblos de Asia, Africa y América Latina que si en cualquier parte le sorprendía la muerte, bienvenida fuera siempre que ese, su grito de guerra, haya llegado hasta un oído receptivo, y otra mano se extienda para empuñar el arma.
Y ese, su grito de guerra, llegará no a un oído receptivo, ¡llegará a millones de oídos receptivos! Y no una mano, sino que ¡millones de manos, inspiradas en su ejemplo, se extenderán para empuñar las armas!

Nuevos jefes surgirán. Y los hombres, los oídos receptivos y las manos que se extiendan, necesitarán jefes que surgirán de las filas del pueblo, como han surgido los jefes en todas las revoluciones
.
No contarán esas manos con un jefe ya de la experiencia extraordinaria, de la enorme capacidad del Che. Esos jefes se formarán en el proceso de la lucha, esos jefes surgirán del seno de los millones de oídos receptivos, de las millones de manos que, más tarde o más temprano, se extenderán para empuñar las armas.

No es que consideremos que en el orden práctico de la lucha revolucionaria su muerte haya de tener una inmediata repercusión, que en el orden práctico del desarrollo de la lucha su muerte pueda tener una repercusión inmediata. Pero es que el Che, cuando empuñó de nuevo las armas, no estaba pensando en una victoria inmediata, no estaba pensando en un triunfo rápido frente a las fuerzas de las oligarquías y del imperialismo. Su mente de combatiente experimentado estaba preparada para una lucha prolongada de 5, de 10, de 15, de 20 años si fuera necesario. ¡El estaba dispuesto a luchar cinco, diez, quince, veinte años, toda la vida si fuese necesario!
Y es con esa perspectiva en el tiempo en que su muerte, en que su ejemplo —que es lo que debemos decir—, tendrá una repercusión tremenda, tendrá una fuerza invencible.

Su capacidad como jefe y su experiencia en vano tratan de negarlas quienes se aferran al golpe de fortuna. Che era un jefe militar extraordinariamente capaz. Pero cuando nosotros recordamos al Che, cuando nosotros pensamos en el Che, no estamos pensando fundamentalmente en sus virtudes militares. ¡No! La guerra es un medio y no un fin, la guerra es un instrumento de los revolucionarios. ¡Lo importante es la revolución, lo importante es la causa revolucionaria, las ideas revolucionarias, los objetivos revolucionarios, los sentimientos revolucionarios, las virtudes revolucionarias!

Y es en ese campo, en el campo de las ideas, en el campo de los sentimientos, en el campo de las virtudes revolucionarias, en el campo de la inteligencia, aparte de sus virtudes militares, donde nosotros sentimos la tremenda pérdida que para el movimiento revolucionario ha significado su muerte.

Porque Che reunía, en su extraordinaria personalidad, virtudes que rara vez aparecen juntas. El descolló como hombre de acción insuperable, pero Che no solo era un hombre de acción insuperable: Che era un hombre de pensamiento profundo, de inteligencia visionaria, un hombre de profunda cultura. Es decir que reunía en su persona al hombre de ideas y al hombre de acción.

Pero no es que reuniera esa doble característica de ser hombre de ideas, y de ideas profundas, la de ser hombre de acción, sino que Che reunía como revolucionario las virtudes que pueden definirse como la más cabal expresión de las virtudes de un revolucionario: hombre íntegro a carta cabal, hombre de honradez suprema, de sinceridad absoluta, hombre de vida estoica y espartana, hombre a quien prácticamente en su conducta no se le puede encontrar una sola mancha. Constituyó por sus virtudes lo que puede llamarse un verdadero modelo de revolucionario.

Suele, a la hora de la muerte de los hombres, hacerse discursos, suele destacarse virtudes, pero pocas veces como en esta ocasión se puede decir con más justicia, con más exactitud de un hombre lo que decimos del Che: ¡Que constituyó un verdadero ejemplo de virtudes revolucionarias!

Pero además añadía otra cualidad, que no es una cualidad del intelecto, que no es una cualidad de la voluntad, que no es una cualidad derivada de la experiencia, de la lucha, sino una cualidad del corazón, ¡porque era un hombre extraordinariamente humano, extraordinariamente sensible!

Por eso decimos, cuando pensamos en su vida, cuando pensamos en su conducta, que constituyó el caso singular de un hombre rarísimo en cuanto fue capaz de conjugar en su personalidad no solo las características de hombre de acción, sino también de hombre de pensamiento, de hombre de inmaculadas virtudes revolucionarias y de extraordinaria sensibilidad humana, unidas a un carácter de hierro, a una voluntad de acero, a una tenacidad indomable.

Y por eso le ha legado a las generaciones futuras no solo su experiencia, sus conocimientos como soldado destacado, sino que a la vez las obras de su inteligencia. Escribía con la virtuosidad de un clásico de la lengua. Sus narraciones de la guerra son insuperables. La profundidad de su pensamiento es impresionante. Nunca escribió sobre nada absolutamente que no lo hiciese con extraordinaria seriedad, con extraordinaria profundidad; y algunos de sus escritos no dudamos de que pasarán a la posteridad como documentos clásicos del pensamiento revolucionario.

Y así, como fruto de esa inteligencia vigorosa y profunda, nos dejó infinidad de recuerdos, infinidad de relatos que, sin su trabajo, sin su esfuerzo, habrían podido tal vez olvidarse para siempre.

Trabajador infatigable, en los años que estuvo al servicio de nuestra patria no conoció un solo día de descanso. Fueron muchas las responsabilidades que se le asignaron: como Presidente del Banco Nacional, como director de la Junta de Planificación, como Ministro de Industrias, como Comandante de regiones militares, como jefe de delegaciones de tipo político, o de tipo económico, o de tipo fraternal.

Su inteligencia multifacética era capaz de emprender con el máximo de seguridad cualquier tarea en cualquier orden, en cualquier sentido. Y así, representó de manera brillante a nuestra patria en numerosas conferencias internacionales, de la misma manera que dirigió brillantemente a los soldados en el combate, de la misma manera que fue un modelo de trabajador al frente de cualesquiera de las instituciones que se le asignaron, ¡y para él no hubo días de descanso, para él no hubo horas de descanso! Y si mirábamos para las ventanas de sus oficinas, permanecían las luces encendidas hasta altas horas de la noche, estudiando, o mejor dicho, trabajando o estudiando. Porque era un estudioso de todos los problemas, era un lector infatigable. Su sed de abarcar conocimientos humanos era prácticamente insaciable, y las horas que le arrebataba al sueño las dedicaba al estudio; y los días reglamentarios de descanso los dedicaba al trabajo voluntario.

Fue él el inspirador y el máximo impulsor de ese trabajo que hoy es actividad de cientos de miles de personas en todo el país, el impulsor de esa actividad que cada día cobra en las masas de nuestro pueblo mayor fuerza.

Y como revolucionario, como revolucionario comunista, verdaderamente comunista, tenía una infinita fe en los valores morales, tenía una infinita fe en la conciencia de los hombres. Y debemos decir que en su concepción vio con absoluta claridad en los resortes morales la palanca fundamental de la construcción del comunismo en la sociedad humana.

Muchas cosas pensó, desarrolló y escribió. Y hay algo que debe decirse un día como hoy, y es que los escritos del Che, el pensamiento político y revolucionario del Che tendrán un valor permanente en el proceso revolucionario cubano y en el proceso revolucionario en América Latina. Y no dudamos que el valor de sus ideas, de sus ideas tanto como hombre de acción, como hombre de pensamiento, como hombre de acrisoladas virtudes morales, como hombre de insuperable sensibilidad humana, como hombre de conducta intachable, tienen y tendrán un valor universal.

Los imperialistas cantan voces de triunfo ante el hecho del guerrillero muerto en combate; los imperialistas cantan el triunfo frente al golpe de fortuna que los llevó a eliminar tan formidable hombre de acción. Pero los imperialistas tal vez ignoran o pretenden ignorar que el carácter de hombre de acción era una de las tantas facetas de la personalidad de ese combatiente. Y que si de dolor se trata, a nosotros nos duele no solo lo que se haya perdido como hombre de acción, nos duele lo que se ha perdido como hombre virtuoso, nos duele lo que se ha perdido como hombre de exquisita sensibilidad humana y nos duele la inteligencia que se ha perdido. Nos duele pensar que tenía solo 39 años en el momento de su muerte, nos duele pensar cuántos frutos de esa inteligencia y de esa experiencia que se desarrollaba cada vez más hemos perdido la oportunidad de percibir.

Nosotros tenemos idea de la dimensión de la pérdida para el movimiento revolucionario. Pero, sin embargo, ahí es donde está el lado débil del enemigo imperialista: creer que con el hombre físico ha liquidado su pensamiento, creer que con el hombre físico ha liquidado sus ideas, creer que con el hombre físico ha liquidado sus virtudes, creer que con el hombre físico ha liquidado su ejemplo.

(Este texto es una colaboración de Nelson P Valdés)

sábado, 26 de noviembre de 2016

Al fin de la batalla



Fidel en la Sierra Maestra.
Fidel en la Sierra Maestra.
“Se nos fue Fidel, ¿qué vamos a hacer sin él?”, me escribe Graciela Ramírez, la entrañable amiga argentina española que conocí en Madrid en 1992, a la cabeza de un grupo de exiliados latinoamericanos que arroparon a los cubanos en la Cumbre Iberoamericana de aquel año de euforias neoliberales en América Latina, cuando éramos la nave a contracorriente, vilipendiada y escarnecida en medios de todo el mundo.

“Tenemos que hacer lo que él nos dijo: mantener la Revolución”, le respondo, recordando un documental de la televisión canadiense que hemos visto hace poco juntas. “Fidel Castro: el hombre detrás del mito” muestra, por vez primera, imágenes del líder de la Revolución en el momento en que firma la Proclama del 31 de julio de 2006, haciendo dejación de sus cargos, desde una cama hospitalaria. Sus manos, cruzadas por sueros, ponen el papel ante la cámara. En el rostro se advierten señales inequívocas de convalecencia. Al parecer, nota dolor en las miradas que testimonian el acto y advierte que lo importante es que la Revolución no se pierda.

Roberto Chile, que filmó la escena, la estrenó ante un nutrido grupo de colegas hace pocas semanas y la reacción colectiva de entonces se parece bastante a la de estas horas de orfandad repentina: sobrecogimiento, lágrimas silenciosas, pero también admiración, orgullo, promesa. La Revolución no va a perderse.

Marcelo, un amigo uruguayo, que llegó adolescente a Cuba, junto a su padre tupamaro, llora desconsoladamente en la pequeña sala de su apartamento del Vedado y su esposa, que no sabe cómo aliviar esa congoja en un hombre que recién está saliendo de una batalla victoriosa contra el cáncer, me lo pone al teléfono. Entre sollozos él me dice exactamente lo mismo que Paquita Armas, la periodista que escribió enseguida una nota, pura lágrima, por el “hombre más grande del siglo XX”.
Desde Santa Clara, a donde recién llegaba para dar una conferencia, Mariela Castro me habla “con el pecho encogido” por la pena. Le duele físicamente la pérdida y la angustia doblemente por la conmoción que advirtió en su padre al trasmitir la noticia. Nos damos el pésame mutuamente.
Así ha pasado en toda la madrugada sin sueño, con los compañeros y amigos, el primero Atilio

Borón, el politólogo argentino de visita en Cuba que nos llamó para preguntar y terminó siendo el que nos dio la dura noticia. Roberto y yo nos abrazamos, sin lágrimas. No era la primera vez de sentir que el dolor puede enmudecernos y hasta dejarnos sin el alivio del llanto. O quizás fuera la certeza de que una vida larga y excepcionalmente fértil como la de Fidel, sólo cabe celebrarla, cantando a la suerte de haber sido sus compatriotas y sus contemporáneos. Aunque hay que decir que ataca también una suerte de rabia silenciosa, esa de “no poder nada contra la muerte” como el Hombre del Poema de Vallejo.

Eso es, Vallejo, La Masa (*). Están por venir “todos los hombres de la tierra”. Es un decir, porque no caben en tan breve archipiélago todos los quisieran venir, pero estarán, incluso estando lejos, todos los que en el mundo conocieron y admiran la hazaña de aquel ser de sueños infinitos, que logró hacerlos realidad en vida, por milagro de voluntad y fe supremas. Y apenas mañana, cuando su cuerpo sea solo cenizas, ya lo sentiremos, levantándose y renaciendo, como Martí, en sus ideas y en la Masa. Por los siglos de los siglos. Amén.

(*) LA MASA
César Vallejo
Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: “¡No mueras, te amo tanto!”
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Se le acercaron dos repitiéronle:
“¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!”
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando “¡Tanto amor y no poder nada contra la muerte!”
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: “¡Quédate hermano!”
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Entonces, todos lo hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
incorporóse lentamente,
abrazo al primer hombre; echóse a andar…

Gabriel García Márquez: El Fidel Castro que yo conozco





Fidel Castro y Gabriel García Marquez

Su devoción por la palabra. Su poder de seducción. Va a buscar los problemas donde estén. Los ímpetus de la inspiración son propios de su estilo. Los libros reflejan muy bien la amplitud de sus gustos. Dejó de fumar para tener la autoridad moral para combatir el tabaquismo. Le gusta preparar las recetas de cocina con una especie de fervor científico. Se mantiene en excelentes condiciones físicas con varias horas de gimnasia diaria y de natación frecuente. Paciencia invencible. Disciplina férrea. La fuerza de la imaginación lo arrastra a los imprevistos. Tan importante como aprender a trabajar es aprender a descansar.

Fatigado de conversar, descansa conversando. Escribe bien y le gusta hacerlo. El mayor estímulo de su vida es la emoción al riesgo. La tribuna de improvisador parece ser su medio ecológico perfecto. Empieza siempre con voz casi inaudible, con un rumbo incierto, pero aprovecha cualquier destello para ir ganando terreno, palmo a palmo, hasta que da una especie de gran zarpazo y se apodera de la audiencia. Es la inspiración: el estado de gracia irresistible y deslumbrante, que sólo niegan quienes no han tenido la gloria de vivirlo. Es el antidogmático por excelencia.

José Martí es su autor de cabecera y ha tenido el talento de incorporar su ideario al torrente sanguíneo de una revolución marxista. La esencia de su propio pensamiento podría estar en la certidumbre de que hacer trabajo de masas es fundamentalmente ocuparse de los individuos.

Esto podría explicar su confianza absoluta en el contacto directo. Tiene un idioma para cada ocasión y un modo distinto de persuasión según los distintos interlocutores. Sabe situarse en el nivel de cada uno y dispone de una información vasta y variada que le permite moverse con facilidad en cualquier medio. Una cosa se sabe con seguridad: esté donde esté, como esté y con quien esté, Fidel Castro está allí para ganar. Su actitud ante la derrota, aun en los actos mínimos de la vida cotidiana, parece obedecer a una lógica privada: ni siquiera la admite, y no tiene un minuto de sosiego mientras no logra invertir los términos y convertirla en victoria. Nadie puede ser más obsesivo que él cuando se ha propuesto llegar a fondo a cualquier cosa. No hay un proyecto colosal o milimétrico, en el que no se empeñe con una pasión encarnizada. Y en especial si tiene que enfrentarse a la adversidad. Nunca como entonces parece de mejor talante, de mejor humor. Alguien que cree conocerlo bien le dijo: Las cosas deben andar muy mal, porque usted está rozagante.

Las reiteraciones son uno de sus modos de trabajar. Ej.: El tema de la deuda externa de América Latina, había aparecido por primera vez en sus conversaciones desde hacía unos dos años, y había ido evolucionando, ramificándose, profundizándose. Lo primero que dijo, como una simple conclusión aritmética, era que la deuda era impagable. Después aparecieron los hallazgos escalonados: Las repercusiones de la deuda en la economía de los países, su impacto político y social, su influencia decisiva en las relaciones internacionales, su importancia providencial para una política unitaria de América Latina… hasta lograr una visión totalizadora, la que expuso en una reunión internacional convocada al efecto y que el tiempo se ha encargado de demostrar.

Su más rara virtud de político es esa facultad de vislumbrar la evolución de un hecho hasta sus consecuencias remotas… pero esa facultad no la ejerce por iluminación, sino como resultado de un raciocinio arduo y tenaz. Su auxiliar supremo es la memoria y la usa hasta el abuso para sustentar discursos o charlas privadas con raciocinios abrumadores y operaciones aritméticas de una rapidez increíble.

Requiere el auxilio de una información incesante, bien masticada y digerida. Su tarea de acumulación informativa principia desde que despierta. Desayuna con no menos de 200 páginas de noticias del mundo entero. Durante el día le hacen llegar informaciones urgentes donde esté, calcula que cada día tiene que leer unos 50 documentos, a eso hay que agregar los informes de los servicios oficiales y de sus visitantes y todo cuanto pueda interesar a su curiosidad infinita.

Las respuestas tienen que ser exactas, pues es capaz de descubrir la mínima contradicción de una frase casual. Otra fuente de vital información son los libros. Es un lector voraz. Nadie se explica cómo le alcanza el tiempo ni de qué método se sirve para leer tanto y con tanta rapidez, aunque él insiste en que no tiene ninguno en especial. Muchas veces se ha llevado un libro en la madrugada y a la mañana siguiente lo comenta. Lee el inglés pero no lo habla. Prefiere leer en castellano y a cualquier hora está dispuesto a leer un papel con letra que le caiga en las manos. Es lector habitual de temas económicos e históricos. Es un buen lector de literatura y la sigue con atención.

Tiene la costumbre de los interrogatorios rápidos. Preguntas sucesivas que él hace en ráfagas instantáneas hasta descubrir el por qué del por qué del por qué final. Cuando un visitante de América Latina le dio un dato apresurado sobre el consumo de arroz de sus compatriotas, él hizo sus cálculos mentales y dijo: Qué raro, que cada uno se come cuatro libras de arroz al día. Su táctica maestra es preguntar sobre cosas que sabe, para confirmar sus datos. Y en algunos casos para medir el calibre de su interlocutor, y tratarlo en consecuencia.

No pierde ocasión de informarse. Durante la guerra de Angola describió una batalla con tal minuciosidad en una recepción oficial, que costó trabajo convencer a un diplomático europeo de que Fidel Castro no había participado en ella. El relato que hizo de la captura y asesinato del Che, el que hizo del asalto de la Moneda y de la muerte de Salvador Allende o el que hizo de los estragos del ciclón Flora, eran grandes reportajes hablados.

Su visión de América Latina en el porvenir, es la misma de Bolívar y Martí, una comunidad integral y autónoma, capaz de mover el destino del mundo. El país del cual sabe más después de Cuba, es Estados Unidos. Conoce a fondo la índole de su gente, sus estructuras de poder, las segundas intenciones de sus gobiernos, y esto le ha ayudado a sortear la tormenta incesante del bloqueo.
En una entrevista de varias horas, se detiene en cada tema, se aventura por sus vericuetos menos pensados sin descuidar jamás la precisión, consciente de que una sola palabra mal usada puede causar estragos irreparables. Jamás ha rehusado contestar ninguna pregunta, por provocadora que sea, ni ha perdido nunca la paciencia. Sobre los que le escamotean la verdad por no causarle más preocupaciones de las que tiene: El lo sabe. A un funcionario que lo hizo le dijo: Me ocultan verdades por no inquietarme, pero cuando por fin las descubra me moriré por la impresión de enfrentarme a tantas verdades que han dejado de decirme. Las más graves, sin embargo, son las verdades que se le ocultan para encubrir deficiencias, pues al lado de los enormes logros que sustentan la Revolución los logros políticos, científicos, deportivos, culturales, hay una incompetencia burocrática colosal que afecta a casi todos los órdenes de la vida diaria, y en especial a la felicidad doméstica.

Cuando habla con la gente de la calle, la conversación recobra la expresividad y la franqueza cruda de los afectos reales. Lo llaman: Fidel. Lo rodean sin riesgos, lo tutean, le discuten, lo contradicen, le reclaman, con un canal de transmisión inmediata por donde circula la verdad a borbotones. Es entonces que se descubre al ser humano insólito, que el resplandor de su propia imagen no deja ver. Este es el Fidel Castro que creo conocer: Un hombre de costumbres austeras e ilusiones insaciables, con una educación formal a la antigua, de palabras cautelosas y modales tenues e incapaz de concebir ninguna idea que no sea descomunal.

Sueña con que sus científicos encuentren la medicina final contra el cáncer y ha creado una política exterior de potencia mundial, en una isla 84 veces más pequeña que su enemigo principal. Tiene la convicción de que el logro mayor del ser humano es la buena formación de su conciencia y que los estímulos morales, más que los materiales, son capaces de cambiar el mundo y empujar la historia.
Lo he oído en sus escasas horas de añoranza a la vida, evocar las cosas que hubiera podido hacer de otro modo para ganarle más tiempo a la vida. Al verlo muy abrumado por el peso de tantos destinos ajenos, le pregunté qué era lo que más quisiera hacer en este mundo, y me contestó de inmediato: pararme en una esquina.

FIDEL, TE QUEDARAS POR SIEMPRE CON NOSOTROS.

Por: José Miguel Vázquez.

Murió Fidel, no es sencillo decirlo asi simplemente, ya no estará físicamente con nosotros el hombre que con su ejemplo sembró las mayores esperanzas entre nosotros. El Fidel revolucionario, el Fidel Comandante de la Sierra, el hombre que a partir de 1959, cambió las podridas estructuras sociales existentes en Cuba hasta ese momento para sembrar de grandes realizaciones un país víctima de la desigualdad. y la explotación capitalista.
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 Se nos va Fidel pero solo fisicamente porque realmente se queda con nosotros, se quedan su ejemplo, su guia, sus sacrificios, su consagración.

Que triste en circunstancias como esta hablar de la muerte de este gigante Latinoamericano y del mundo. Realmente a pesar de su avanzada edad, nunca estabamos preparados para pasar por estos momentos.

La vida de Fidel es, y será siempre el ejemplo que deberá guiar nuestros pasos en la consecución de una patria como él la soñó, propia, luminosa, NUESTRA.

Nada más puedo decir ahora, la emoción y la tristeza es muy grande, es un golpe muy fuerte en la vida de los cubanos dignos que en lo adelante seguiremos su hermoso legado.

domingo, 20 de noviembre de 2016

Volver a leer “Patria”




 
Entre los artículos rescatados del olvido de Julio García Luis (1932-2012), periodista y ex decano de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, está este de gran actualidad en el debate sobre la prensa cubana. En vísperas del VII Pleno ampliado de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) el próximo 28 de noviembre, Cubadebate comparte con sus lectores “Volver a leer Patria”.

patria
Alta noche. La nieve sucia brilla bajo la luz eléctrica, que aún es novedad. Un hombre vestido de negro se apura bajo los elevados del ferrocarril de Nueva York. Va sin guantes y en las manos azuladas por el frío carga los paquetes de periódicos, recién impresos, camino del correo.

De un tiempo acá, en los insomnios de la madrugada, cuando los fantasmas del día recurren implacables al cerebro, al repasar en silencio desafíos y anhelos de nuestro periodismo, esta imagen, más que narrada, dibujada en su día por Rafael Serra, se instala en mi mente. Es casi una ley entre cubanos: si algo nos inquieta, acudimos sin falta al hombre de negro, al de la frente inmensa. Talismán tierno y fiero: nada puede pasarnos si él está. Hace cien años José Martí creó “Patria” y parece que nos acercamos a la hora de abrir otra vez este periódico, no solo por la dureza de los tiempos, sino por un deber de vigilia y de previsión.

Bohemia me ha urgido a escribir unas líneas a propósito de este centenario y de la proclamación del 14 de marzo como “Día de la Prensa Cubana”, justa reparación histórica entre oras, que ya estábamos debiendo hace mucho a la herencia revolucionaria y progresista de nuestro periodismo nacional.
Yo no quiero, sin embargo, sumirme meramente en el relato de que fue aquella publicación, ni menos en un ejercicio de hilvanados de citas.

I

Se ha escrito bastante sobre “Patria”. Es conocido su papel como antecedente inmediato de la fundación del Partido Revolucionario Cubano, y su lugar -sobre todo en la etapa hasta 1895, bajo la mano directa de Martí- en la tarea de iluminar ideas y prepara la guerra. Menos conocido, pero fácil de imaginar, es su mundo interior, las citas nocturnas de trabajos del apretado grupo de cubanos y puertorriqueños que le dieron vida. Las estrecheces. El clima hostil. El Apóstol, al centro, como alma incansable y redactor prolífico, dejándonos, al correr de la pluma, artículos que hoy son clásicos y piedras sillares de nuestra cultura ética y política.

“Patria” nos presenta, a su juicio, algo todavía más sugerente e importante: el problema de la relación de esa y otras experiencias con nuestro periodismo de hoy, con nuestras conceptos y nuestro pensamiento actual.

La justa solución de este crucial asunto, que es a fin de cuentas el de la vinculación entre la tradición histórica nacional y lo universal socialista, resumida en la medular idea de Fidel sobre la hibridación de lo mejor del legado patriótico cubano con el marxismo y el leninismo, quedó mediada, sin embargo, por las circunstancias extraordinarias en que ha vivido nuestro proceso, por el impacto quizás ineludible del mundo bipolar y por la cuota de idealización que inevitablemente tributamos, junto a nuestra gratitud, a la experiencia del socialismo soviético.

En verdad faltó equilibrio entre ambos componentes; se impuso coyunturalmente la unilateralidad y la desproporción en detrimento de lo legítimo nacional.

No es que ahora invoquemos esta idea porque ha ocurrido el desastre. Antes de la catástrofe, en su preámbulo, ya se cerraba al parecer un largo y soterrado ciclo del pensamiento revolucionario cubano, cuya conclusión más inmediata fue el grito de alarmada para dar un golpe de timón y apartarnos del enajenado Titanic que navegaba derecho a la muerte

Algún día, estoy seguro, al igual que ahora se ha hecho el recuento de la Crisis de Octubre, quienes pueden hacerlo harán la historia del camino que llevó a la Rectificación. Nada se me parece tanto al relato de cómo se salvó la guerrilla, en febrero de 1957, cuando, después de unir diversos hilos, Fidel cobró certeza súbita de la traición de Estimo Guerra, levantó a toda prisa el campamento en la Derecha de Caracas, y ganó el firme a marcha forzada, combatiendo, en los momentos en que ya el ejército de la tiranía casi completaba un cerco que pudo ser fatal. Es como si el hecho se repitiera, una vez más, con Fidel como protagonista.

II

El problema es de fondo. El socialismo es la acción transformadora del pensamiento marxista. Pero el marxismo, en tanto ciencia, se expresa siempre en forma de una potencialidad que el hombre puede traducir o no en juicios y propuestas acertados.

El dogmatismo ha sido la gran tragedia histórica del marxismo y del socialismo en este siglo. Creció como la mala hierba donde quiera que dejaron de existir las condiciones y garantías para el ejercicio del pensamiento crítico.

Yo tuve, por cierto, una temprana y traumática experiencia de esto. Me gustaba -y me gusta- la figura de Pushkin; y hasta podía recitar algunos trozos de “Eugenio Oneguin”. Nada me parecía tan excepcional como la semblanza de Martí acerca de esta contradictoria personalidad, y la visión premonitoria que en pocos trazos dio de la sociedad rusa. Pues bien, un buen día me cayó en la menos una biografía del poeta escrita por un académico soviético, un marxista. ¿Qué quedaba allí de las inconsecuencias, las vacilaciones y las debilidades humanas de aquel genio de las letras? ¿A dónde había ido a parar ese pequeño detalle que llamamos la verdad? Lo que Martí, un siglo antes, sin haber estado nunca en Rusia, captó con punzante y doloroso sentido del contraste, el presunto marxista lo había difuminado en un Pushkin acicalado, correcto y embadurnado en los actos óleos de pies a cabeza.
Aprendí así que el marxismo dogmático, es decir el no marxismo, puede alumbrar frutos más mediocres y pobres que el positivismo y el pragmatismo.

Claro está, el dogmatismo es como el aceite: no se funde, no se híbrida -como diría Fidel- a la sustancia nacional. Al contrario, la tapa, se le superpone, la sumerge.

La forzada generalización, como emuladores del marxismo y del socialismo, de las experiencias que prevalecieron, por unas y otras causas, a veces como resultado de verdaderas calamidades históricas, en el proceso abierto por la Revolución de Octubre, fue la gran fuente histórica de pensamiento dogmático que sufrió el movimiento revolucionario desde los tiempos de la Internacional Comunista.
El pensamiento marxista no solo continúa y trasciende sus tres fuentes teóricas a nivel universal. También cada país a escala nacional, el marxismo tiene pleno sentido cuando sintetiza y supera lo mejor y más avanzado del pensamiento y la práctica anteriores. Esta noción elemental fue en muchos casos mutilada. Aun la Revolución cubana, con su enorme fuerza creativa y su originalidad, que en tantos aspectos supo mantener la independencia y la voz propia -y que gracias a ello está aquí-, no pudo sustraerse por completo a la seducción del “modelo” y a la idea de que el marxismo y el socialismo eran en cierta forma algo externo, desarrollado fuera, que podía aplicarse, trasladarse o importarse.

Incluso Martí, reverenciado y venerado siempre, tratado con justicias generalmente, no pudo escapar en todos los casos a una especie de sentido de la conveniencia, y a la tentación de subrayar de forma selectiva algunos aspectos de su totalidad.

Lo extraordinario que ha ocurrido ante nuestros ojos es que ya no hay modelo. No lo hay ni lo habrá. Tampoco existirá un modelo cubano. Habrá, eso sí, revolución y socialismo cubanos, que es otra cosa.

Líbrenos ahora nuestra idiosincrasia de cualquier bandazo a un nacionalismo provinciano. Nada más ajeno a Martí y a nuestra cultura. El momento es de adustez. Somos un pueblo marinero, abierto a los cuatro puntos cardinales, y menos que nunca podemos perder en este instante la vocación de universalidad.

Quizás uno de los aspectos más frustrares de esa experiencia socialista que se ha hundido fue el concepto y al práctica de la información. Es cierto que el extravío de la prensa y su utilización como instrumento antisocialista causó grave daño en la URSS y otros países del Este en los últimos años. Pero no podemos separar este fenómeno de la prensa que había antes. Aquellos polvos trajeron estos lodos. El periodismo socialista debió resumir y trascender lo mejor del periodismo capitalista en el orden profesional, técnico y ético. En lugar de ello se estancó en un estilo decimonónico, hierático, y contribuyó así a acumular las contradicciones que luego traerían la marea del oportunismo y la autoaniquilación.

III

El porvenir del periodismo cubano no puede estar en la reiteración de ese perfil errático y funesto. Los periodistas no creemos que esa sea la alternativa al periodismo impensable del capitalismo y la contrarrevolución.

José Martí y “Patria” son un asidero fundamental de estas ideas. “Patria” fue un órgano político y doctrinal, y resulta obvio que no podemos buscar en él una respuesta contemporánea a los problemas de la información.

Sin embargo, cabe advertir que Martí, al crear y orientar el periódico, al igual que en su vasto ejercicio periodístico para diversas publicaciones latinoamericanas, se separó resueltamente de los mitos yanquis sobre la prensa y la libertad de expresión, que ya en aquellas fecha habían quedado consagrados en la prensa de masas y en los primeros monopolios.

Para Martí la idea de servicios social de la prensa está ligada al compromiso político, a la toma de partido frente a cuestiones fundamentales; y no a la hipócrita separación de la información y la opinión que era el non plus ultra de los mitomaniacos norteamericanos de la época.

Como algunos estudiosos cubanos han hecho notar, Martí animó en “Patria” el criterio de un periodismo de voluntad nacional, abierto al sentir de los diversos estratos cubanos, unitario y generoso, en el que la consagración a una gran causa, la revolución en Cuba y Puerto Rico, no ponía sin embargo barreras a la proyección individual y a los matices de apreciación personal de los hombres de pensamiento que colaboraban en él.

El Apóstol, desde el primer numero del periódico, en la pequeña nota titulada “a nuestra prensa” nos dio una lección de dialéctica al señalar que “una es la prensa”, en la república libre y segura, pero que “la prensa es otra cuando se tienen enfrente al enemigo. Entonces, en voz baja, se pasa la señal. Lo que el enemigo ha de oír, no es más que la voz de ataque”.

No hay que forzar en absoluto las similitudes para advertir cuánto puede decirnos esta experiencia en la realidad de hoy.

Lo más fascinante del período especial no es siquiera el reto de vencer las actuales dificultades, que en el caso de la prensa son múltiples, materiales y de todo tipo, incluyendo nuestras propias deficiencias, sino el momento de asomarnos a la pregunta: ¿que hay más allá?
Como decimos en broma, nadie va a avisarnos: “Señores, se declara concluido el período especial”. Iremos remontando la cuesta y consolidaremos lo nuevo en el camino. Así llegará también la hora de restablecer el sistema de la prensa. Ya no habrá que hacerlo a la imagen y semejanza de ningún modelo, sino de nuestras propias concepciones y necesidades, y para el mundo que tenemos que vivir. No hay retorno al pasado.

¿Cómo será la prensa? ¿Cómo puede y debe ser? Todas las incógnitas que nos preocupan hacia el porvenir pasan por estas preguntas. Nuestra prensa será como la sociedad que queremos tener. ¿Cómo funcionará una economía al fin independiente, moderna y eficiente? ¿Cómo trabajará un sistema político que asegure cada vez más la participación democrática real de los ciudadanos en toda la gestión social? ¿Cómo será una sociedad de alta cultura, capacidad de pensar por sí misma, y elevado ejercicio de la ética y el civismo? ¿Cómo afirmaremos todo lo provechoso y digno que esta prueba descomunal saca a flote del alma cubana, y erradicaremos a la vez todo lo negativo que circunstancias como estas también exacerban? La prensa tendrá que ver mucho con esto. Ah, no podemos prever todavía cómo será todo; no se ve nítidamente. Habrá que luchar duro. Pero allá, tras la cuesta que subimos, aguarda un hombre vestido de negro, desafiando dificultades inmensas, en la alta y fría noche, con las manos cargadas de “Patria”.

sábado, 19 de noviembre de 2016

El antimperialismo sobre la mesa

¿Puede considerarse el antimperialismo un valor equivalente al patriotismo entre los cubanos? ¿Es un sentimiento ajeno para nuestros jóvenes? ¿Pierde sustancia el término en el nuevo contexto de las relaciones con Estados Unidos? Los doctores Eduardo Torres Cuevas, Presidente de la Academia de Historia de Cuba y Luis Toledo Sande, ensayista y periodista, junto a Iroel Sánchez, director del programa “La pupila asombrada” son invitados a poner “El antimperialismo sobre la Mesa”

viernes, 18 de noviembre de 2016

Cuba donde los niños tienen derecho VIDEO

Máximo Gómez frente a la ocupación militar de Estados Unidos: ¿pasividad o estrategia política?


! No olvidemos la historia.!


maximo gomez baez
El 10 de diciembre de 1898 quedó firmado el tratado de paz acordado en París entre España y Estados Unidos. Al igual que lo sucedido en el protocolo de paz, suscrito en Washington al concluir las hostilidades, no se mencionaba la independencia de Cuba. La crítica situación suscitó que el general dominicano-cubano Máximo Gómez Báez, hasta ese momento atento al desenlace de los acontecimientos, en carta enviada a Edmond S. Meamy desde Yaguajay, manifestara sus criterios sobre la conducta “dudosa” de “los hombres del Norte”:

… Primero, contemplando indiferente por largo tiempo el asesinato de todo un pueblo, y segundo, y a la postre cuando se determinaron a intervenir en la cuestión y suprimir el verdugo, ya exánime el Pueblo, se le cobra el tardío favor con la humillante ocupación militar de la tierra sin un  motivo racionalmente justificado. De aquí que aunque la soberanía de España es verdad, que ha desaparecido de Cuba, no es aún libre el cubano ni independiente la tierra después de tanta sangre derramada.[1]

A partir del 1ro de enero de 1899 dejaba de existir oficialmente la soberanía española, a la vez que se hacía cargo de Cuba el Gobierno de Ocupación Militar.  La fórmula empleada en las nuevas circunstancias, según Máximo Gómez, no podía estar sustentada en la violencia. En misiva cursada al general José María Rodríguez develaba los planes hegemónicos de Estados Unidos. Las autoridades interventoras buscaban propiciar un clima de inestabilidad interna: “…para que nuestra actitud le sirva de pretexto para apoderarse de una vez de Cuba”.[2]  En tal sentido, aconsejaba al pueblo cubano la necesidad de tener, “cuidado, tacto exquisito y mucha previsión” en esos  momentos históricos”.[3]

Los historiadores que se acercan al tema muchas veces no se explican por qué Gómez reservó para su Diario de campaña sus impresiones sobre “el gran negocio”, que entendía significaba la actitud del “poder extranjero” con “su tutela impuesta por la fuerza”.[4]

La consulta y el procesamiento de la valiosa documentación existente en el fondo personal de Máximo Gómez, atesorada en el Archivo Nacional de Cuba, permiten un enfoque mucho más certero acerca de su pensamiento y praxis en tan complejo contexto. La orientación principal del accionar del Generalísimo durante el período de ocupación (1899-1902) pudiéramos definirla en términos de estrategia política, cuya principal premisa consistió en establecer en un plazo breve la República de Cuba. Esta idea respondía a las disposiciones de las autoridades estadounidenses que condicionaban su retirada al establecimiento de un gobierno propio con capacidad de regir su destino. En tal sentido, materializar el ideal republicano del viejo guerrero era una forma de poner coto a la presencia indefinida de Estados Unidos en la Isla.

Preocupación por el futuro de Cuba

El primer paso importante dado por el General fue la comunicación dirigida, el 6 de enero de 1899, al presidente y demás miembros de la Comisión Ejecutiva de la Asamblea de Representantes de la Revolución Cubana reunida en la finca “El Carmen”, Marianao.  En ella expresaba su preocupación por el futuro de Cuba, así como la necesidad urgente de convocar a una sesión “para considerar la situación y determinar a seguidas la constitución de la República de Cuba”.  De existir algún obstáculo impuesto por el gobierno interventor, declaraba: “…orillemos aquellos hasta conjurarlos y no levantemos manos de la obra hasta tanto dejarla terminada”.[5]

Lo que de hecho representó el primer intento de fusión de los pilares revolucionarios no llegó a concretarse en la práctica.  El 11 de enero de 1899, la Comisión Ejecutiva presidida por Rafael María Portuondo, respondió al mensaje de Gómez asegurándole que no tenía motivos para dudar de los actos de las autoridades norteamericanas. Incluso, auguraba “una intimidad tan grande de relaciones” que abreviaría la retirada de las tropas.[6]

El segundo momento en el accionar político de Gómez tuvo lugar a finales del primer año de la ocupación. Luego de fracasados sus intentos ante los miembros de la Asamblea de Representantes se dio a la tarea de contactar con determinadas figuras de ascendencia en sus respectivas localidades, en su mayoría procedentes de las filas del Ejército Libertador. Por medio de la correspondencia cruzada diariamente hacia y desde las más diversas zonas del país, el General orientaba los pasos a seguir en la realización del “anhelo supremo de Patria Soberana, decorosa, independiente y feliz”.[7]

Tales indicaciones tuvieron su punto culminante en los últimos meses de 1899, cuando ordenó a Antonio González Acosta remitirles a los ayuntamientos de toda la Isla, previamente elegidos por el voto popular, un manifiesto redactado en la Quinta de los Molinos. El documento estipulaba la convocatoria para una Asamblea General que procedería inmediatamente al nombramiento de la Convención Nacional por sufragio directo.[8]

González Acosta, por su parte, lamentaba no haber cumplido la orden, a causa de un mensaje del presidente norteamericano William McKinley que contrariaba lo estipulado en su manifiesto. Gómez solo se limitó a contestarle: “… Despache V. todo, no importa que el Presidente de los EE.UU. no piense de igual modo que nosotros, pero la verdad es como toda verdad justa y clara que los amos de la tierra son los que deben disponer e intervenir en los negocios de su propia casa…”[9]

Para que la república que se estableciera funcionara de acuerdo con los preceptos de Gómez debía, desde sus raíces, buscar la unidad de todos los elementos dispuestos a mantener la vigencia del legado independentista, a su juicio, único modo de “salvar a este País lo más pronto, de la tutela que se nos ha impuesto”.[10] La unidad y la concordia, que durante la guerra pregonara el estratega como el medio rápido y eficaz de poner fin a las hostilidades y establecer la república cordial a la que aspiraba José Martí, mantuvo en lo esencial el mismo significado al firmarse la paz, solo que las adaptó a las exigencias del nuevo contexto histórico.

Esa política unificadora no constituía un elemento abstracto dentro de la estrategia de Gómez. La multiplicidad de clubes, partidos y otras organizaciones que surgían no era más que una de las manifestaciones en la que se expresaba el fraccionado independentismo.

La mayoría de las veces el único vínculo entre los “Partidos de coge a quien puedas y dime donde hay”,[11] era el origen de sus miembros, en tanto los criterios que defendían mostraban una heterogeneidad de matices que imposibilitaba cualquier intento de fusión. La gravedad de la situación se la transmitía al general Francisco Sánchez en los siguientes términos:

Es decir que fue necesario un Weyler para mantenernos unidos, porque en presencia de aquel monstruo todo el mundo comprendió que la desunión pudiera perdernos, y se aparenta ahora ignorar que estamos en frente de otro peligro mayor.[12]

Unidad y concordia en el centro de su accionar político

Desde luego, la política de unidad y concordia fue un factor dinámico en su accionar político. La concepción de la misma ganó en precisión en la medida que aquellos elementos opuestos al movimiento de liberación nacional, ocupaban un espacio importante en la Cuba de inicios del siglo XX. Los trabajos unificadores del Generalísimo, apoyados por grupos provenientes del campo independentista, coincidían con algunas gestiones realizadas por él ante el gobierno interventor.
Tales gestiones en modo alguno se redujeron a la mera solicitud de cambios administrativos. Las posibles modificaciones en manos de los jefes estadounidenses no conllevarían a transformaciones sustanciales. Por consiguiente, las declaraciones al primer gobernador militar de la Isla, el general John Brooke fueron precisas, el conocimiento que tenía Gómez “de los hombres capaces de dirigir la cosa pública” lo ponía en condiciones “de poder indicar las  personas que han de sustituir a las aludidas”.[13]

Citemos, a manera de ejemplo, la carta al general William Ludlow con fecha 15 de abril de 1899. En el documento Gómez recomendaba a Néstor L. Carbonell, veterano de la Guerra de los Diez Años, para que ocupara un puesto en su administración. Aludía para ello a su capacidad como editor y también a “sus condiciones como patriota”.[14]

Este proceder tuvo lugar entre 1899 y mediados del año siguiente. Tras celebrarse los primeros comicios municipales, el general Gómez centró su atención en las personas elegidas para cargos importantes en la administración del país. Mediante ellos comenzó a colocar en los puestos públicos a individuos de probada trayectoria revolucionaria. El fundamento de esa labor quedó resumida en la correspondencia dirigida al general Francisco Carrillo, a mediados de 1900: “… me he puesto de pie firmes, con Espada en mano, a las puertas del templo sagrado de las libertades cubanas, para impedir que se introduzcan en él los mercaderes de oficio…”.[15]

Las alcaldías fueron un centro clave en sus labores.  En las cartas dirigidas a los alcaldes de la Habana, Alejandro Rodríguez Velasco y, posteriormente, Miguel Gener y Rincón, les orientó a los individuos que, a su entender, debían ocupar los cargos públicos del país. Procuraba así la máxima representación de los partidarios de la independencia dentro del conglomerado de tendencias que buscaban ocupar un espacio en la base de lo que sería el futuro edificio político republicano.
Para esta labor se apoyó también en hombres de su entera confianza como el general Bernabé Boza, alcalde municipal de Santa María del Rosario y Fernando Figueredo, Subsecretario de Estado y Gobernación durante el gobierno de Brooke.  En una de sus misivas a este último, fechada el 26 de septiembre de 1901, le solicitaba un puesto para Francisco Arredondo Miranda, y advertía: “… de esos hombres así es que se debe formar la base de la República”. La respuesta de Figueredo no se hizo esperar, y en la misma misiva anotaba: “Esta es una orden, por mi parte será cumplida”.[16]

Entre los problemas comprendidos en lo que él denominó “política salvadora de los intereses nacionales cubanos”, aparecen sus gestiones por el establecimiento de las Milicias Cubanas. De acuerdo con sus ideas, esta institución consistiría en un cuerpo armado compuesto, aproximadamente, por quince mil hombres que, según sus palabras, harían “innecesaria la intervención de las tropas americanas y de la misma Guardia Rural”.[17]

Según los planteamientos de Gómez al Gobernador de la Isla, el cuerpo armado permitiría eliminar el bandolerismo que tenía su origen “en la miseria y el descontento y por modo alguno en la manera de ser del pueblo de Cuba”.  Con la garantía del orden público, la sociedad cubana podría demostrar que era capaz de regir de manera ordenada su propio destino, así como de ejercer “todas las prerrogativas”, además de cumplir con “las obligaciones inherentes a la condición de Nación independiente”. [18]

Ciertamente, la desintegración del aparato militar en aquellas circunstancias facilitó en gran medida los planes de dominación proyectados por la administración de Estados Unidos. No obstante, no fueron los deseos del general Gómez, sino las condiciones objetivas del momento, las que propiciaron la precipitación de un hecho irreversible.  Para el General en Jefe no bastaba, y así lo trasmitía a sus hombres, con la afirmación del Congreso norteamericano para alcanzar la independencia, era necesario “que el pueblo cubano organizado o sea, el Ejército Libertador, esté en pie reclamando la promesa”. De lo contrario afirmaba: “…sería traicionar a la patria, en el momento decisivo de su triunfo”.[19]

Sin embargo, el hambre, la miseria, el cansancio y la labor divisionista de algunos oficiales, unido a la impronta potencialmente desestabilizadora del gobierno interventor, llevaron al Ejército Libertador a su desmembramiento y posterior disolución. Pero de ello no fue responsable el General en Jefe, cuyas concepciones eran contrarias a tal decisión. El Generalísimo fue privado, por factores de muy diversa índole, de “su” ejército, nunca renunció a él.

¿A dónde se había llegado?

Los historiadores que generalmente plantean la existencia de una actitud pasiva de Máximo Gómez frente a la ocupación norteamericana coinciden en afirmar que, al inaugurarse la república el 20 de mayo de 1902, pudo ver realizados sus sueños “con emoción cándida”. Parece que todo quedaba resumido en una frase: “Ya hemos llegado”.

¿A dónde se había llegado?, es la pregunta que se impone cuando se consideran los posibles motivos que inspiraron esas palabras, extraídas de los testimonios del doctor Gustavo Pérez Abreu. Ciertamente la república, al margen de su carácter mediatizado o neocolonial, se había instaurado y con ella se cumplía el fin estratégico de su accionar encaminado a evitar la anexión o “el naufragio de la nave”, como él la llamaba, durante el período de ocupación.

La expresión no significa, empero, que el General hubiera estado de acuerdo con las bases de la república. Desde el mes de febrero de 1901, condenaba, en carta a la poetisa puertorriqueña Lola Rodríguez de Tió, la orden militar que disponía la elección de los delegados a la Convención Constituyente, encargados de redactar la Constitución, y como parte de ella acordar las relaciones que habrían de existir con Estados Unidos.  Según Gómez: “Eso de “ordeno” y eso que la convención deje como Principio Constitucional (eterno) la base de las relaciones políticas entre Cuba y los EE.UU., me parecen un par de esposas”.[20]

Cuando al mes siguiente el Presidente norteamericano sancionó la enmienda elaborada por la fracción republicana encabezada por Orville H. Platt, para ser presentada al Senado y agregada a la Constitución de la República de Cuba, Máximo Gómez, en carta a María Escobar, le manifestaba sus impresiones sobre el hecho: “Cuba será constituida en República, pero con la libertad e independencia que le permita la Ley Platt”.[21]  En otro momento, al referirse al mismo asunto, señalaba en la intimidad de sus escritos:

Con la intervención armada de los EE.UU. en la guerra de independencia es indiscutible que Cuba, al inaugurar la República, ha quedado tan íntimamente ligada así en lo político, como en lo mercantil a la Gran República Americana, que casi y sin casi vienen a constituir tan fatal o fortuita intimidad, un cúmulo de obligaciones, que han hecho de su independencia un mito…[22]

“Y como si el hecho histórico no valiera nada -añadía- ahí tenemos la Ley Platt, eterna licencia convertida en obligación para inmiscuirse los americanos en nuestros asuntos”.  De ahí el fundamento de sus confesiones al puertorriqueño Sotero Figueroa sobre la necesidad de salvar lo mucho que quedaba de la revolución redentora: “su Historia y su Bandera”.  De no ser así, advertía:

…llegará un día en que perdido hasta el idioma, nuestros hijos, sin que se les pueda culpar, apenas leerán algún viejo pergamino que les caiga a la mano, en el que se relaten las proezas de las pasadas generaciones, y esas, de seguro les han de inspirar poco interés, sugestionados como han de sentirse por el espíritu yankee.[23]

Indudablemente, Máximo Gómez, sin llegar a ser un teórico del fenómeno imperialista, puesto que ni su formación ni época se lo permitían, presentó una concepción bastante nítida sobre los problemas que se precipitaban en el entorno cubano. No en vano aducía, como preocupante fundamental en aquellas circunstancias, el hecho de no encontrar “en el seno de nuestra República de mañana otras fuerzas que oponer a las fuerzas avasalladoras que como ley fatal han de ejercer los americanos en América”.[24]

La condena de Máximo Gómez a los mecanismos de dominación impuestos por el gobierno de Estados Unidos no llegó a trascender sus escritos. A su entender, y en eso fue muy explícito, afrontar la situación por medio del enfrentamiento armado con la nación norteña hubiera sido visto por el mundo como “el quijotismo más ridículo”. Como expusiera en su “Porvenir de Cuba”, para evitar esa situación se imponía recurrir a un recurso “absurdo” y “contraproducente” para los intereses de la revolución: “Para la lucha en el campo de las revoluciones, no contamos con ninguna de las ventajas que ellos poseen y, puede decirse, que la lucha es en extremo desigual”.[25]

Más bien sus cartas a determinadas figuras, así como sus escritos íntimos, siempre fueron el desahogo de los sentimientos y las pasiones de un hombre que en su intensa vida no acostumbró a expresar públicamente sus verdaderas emociones. En tal sentido, podemos encontrar con frecuencia numerosas expresiones que, de no ser asumidas en el contexto en que fueron pronunciadas y bajo las condicionantes emocionales expuestas, nos harían pensar que el Viejo”, cansado de los avatares de la política cubana, procedería a retirarse tranquilo a Santo Domingo en compañía de su familia.

Más que proceder a un juicio apresurado llevado por el contenido o el mensaje trasmitido, se impone hurgar en la historia e interrogarla si se quiere. La respuesta no puede ser otra que al margen de las declaraciones, en ningún momento Gómez dejó de asumir posturas políticas ante los acontecimientos del país, aun en los más delicados. Su activa participación en las campañas presidenciales ―tanto en la promoción de la candidatura Estrada Palma- Masó, como posteriormente en su oposición a la reelección estradista― sus consejos al pueblo, fuesen mediante proclamas o de forma directa, sus gestiones muchas veces encubiertas encaminadas a preparar el futuro edificio republicano de acuerdo con sus concepciones, hacen cuestionar la pasividad y mucho más el manido complejo de extranjero que le han sido atribuido en muchas ocasiones.

De nada valdría buscar un pronunciamiento público que incitara a la lucha contra una situación que siempre consideró injustificada. Sin embargo, la cautela no debe confundirse con pasividad, ni mucho menos con candidez. Máximo Gómez actuó en circunstancias extremadamente complejas en las cuales, ante las posibles variantes de solución a la situación existente, asumió aquella que creyó más conveniente para el establecimiento y conservación de una república independiente, y en consonancia se proyectó.
Citas:
[1]. Máximo Gómez: “Carta a Edmon S. Meamy”, Yaguajay, 20 de diciembre de 1898, en Gonzalo de Quesada y Miranda: Archivo de Gonzalo de Quesada. Documentos históricos, Editorial de la Universidad de La Habana, 1965, pp.496-497.
[2]. Máximo Gómez: “Carta a José María Rodríguez”, Jinaguayabo, 14 de enero de 1899, en Archivo Nacional de Cuba (ANC): Fondo Máximo Gómez, legajo  22 No. 3011.
[3]. Máximo Gómez: Dos palabras de consejos a mis amigos cubanos, Calabazar, 20 de agosto de 1900, en Bernabé Boza: Ob. cit., p.310.
[4]. Máximo Gómez: Diario de Campaña, 8 de enero de 1899, pp. 424-425.
[5]. Máximo Gómez: “Carta a la Comisión Ejecutiva de la Asamblea de Representantes”, 6 de enero de 1899, en ANC.: Fondo Máximo Gómez, Legajo 20, No. 2872
[6]. Carta de la Comisión Ejecutiva a Máximo Gómez, 11 de enero de 1899, en Joaquín Llaverías y Emeterio Santovenia: Actas de las Asambleas de Representantes y del Consejo de Gobierno, durante la Guerra de Independencia, t. VI, Imprenta El Siglo XX, La Habana. 1932, pp. 35-36
[7]. Máximo Gómez: “Carta a Pedro E. Betancourt”, 24 de abril de 1899, en ANC.: Fondo Máximo Gómez, legajo 20, No. 2892.
[8]. El Manifiesto convocaba a una Convención Nacional, “donde se manifestara las legítimas aspiraciones del pueblo de Cuba” y respondiera a los ideales de independencia por los que se había luchado. Véase el texto del “Manifiesto al pueblo de Cuba”, firmado por Máximo Gómez, Arturo Ramoneda, Eduardo González, Antonio González, Enrique Messonier y Jorge Lacedonia, en J. Buttari Gaunaurd: Boceto crítico histórico. Obra escrita en cuatro etapas, Editorial Lex, La Habana, 1954 y la carta de Antonio G. Acosta a Gómez con fecha 13 de diciembre de 1899, en ANC.: Fondo Máximo Gómez, legajo 21, No 2915.
[9]. Máximo Gómez: “Carta a Antonio G. Acosta”, 1 de enero de 1900, en ANC.: Fondo Máximo Gómez, legajo 21, No. 2915.
[10]. Máximo Gómez: Diario de Campaña, 8 de enero de 1899, p. 423.
[11]. Así denominaba un articulista del periódico La Lucha a los partidos políticos formados en el país. Ver el ejemplar con fecha 28 de febrero de 1900.
[12]. Máximo Gómez: “Carta a Francisco Sánchez”, Calabazar, 14 de agosto de 1900, en ANC.: Fondo Máximo Gómez, legajo 22, No. 3050.
[13]. Ídem.
[14]. Máximo Gómez: “Carta a William Ludlow”, La Habana, 15 de abril de 1899, en ANC.: Fondo Máximo Gómez, legajo 20, No. 2892.
[15]. Máximo Gómez: “Carta a Francisco Carrillo”, Calabazar, 30 de agosto de 1900, en Hortensia Pichardo: Máximo Gómez. Cartas a Francisco Carrillo, Editora Política, La Habana. 1986, p.271.
[16]. Máximo Gómez: “Carta a Fernando Figueredo, 26 de febrero de 1901, en ANC.: Fondo Máximo Gómez, legajo 29, No. 3772.
[17]. Máximo Gómez: “Carta a John Brooke, 7 de mayo de 1899, en ANC.: Fondo Máximo Gómez, legajo 21, No. 2904.
[18]. Ídem.
[19]. Citado por Orestes Ferrara: Mis relaciones con Máximo Gómez, Molina y Compañía, La Habana, 1942, p.200.
[20]. Máximo Gómez: “Carta a Lola R. de Tió, 12 de febrero de 1901, en ANC.: Fondo Máximo Gómez, legajo 2, No. 2927.
[21].  Máximo Gómez: “Carta a María Escobar”, Calabazar, 24 de marzo de 1902, en ANC.: Fondo Máximo Gómez, legajo 29, No. 3781.
[22]. Máximo Gómez: “Porvenir de Cuba”, (s/f), en ANC.: Fondo Máximo Gómez, legajo 22, No. 3081.
[23]. Máximo Gómez: “Carta a Sotero Figueroa”, 8 de mayo de 1901, en Emilio Rodríguez Demorizi: Papeles dominicanos de Máximo Gómez, Editora Montalvo, República Dominicana, 1954, p.396.
[24]. Ídem.
[25]. Máximo Gómez: “Porvenir de Cuba”, (s/f), en ANC.: Fondo Máximo Gómez, legajo 22, No. 3081.