sábado, 29 de febrero de 2020

Fidel aún los tiene locos: La batalla de las ideas en Estados Unidos


Fidel aún los tiene locos: La batalla de las ideas en Estados Unidos

  • ¿Qué diría Fidel Castro si supiera que en el año 2020, cuatro años después de su fallecimiento, y más de sesenta años después de su llegada al poder en Cuba, aún sigue siendo el centro del discurso político en Estados Unidos?

    Parece cómico que el establishment político estadounidense no puede dejar de pensar en Fidel, aunque él se retiró del poder en el 2006 y las nuevas generaciones en Estados Unidos han crecido después de la Guerra Fría. Es como una obsesión infantil que Washington no puede olvidar. Fidel y su revolución cubana sobrevivieron once presidentes estadounidenses —Eisenhower, Kennedy, Johnson, Nixon, Ford, Carter, Reagan, Bush, Clinton, W. Bush y Obama (aunque Fidel falleció cuando Obama aún era presidente, la revolución ha seguido). Y de pronto, serían doce con Trump.
    Eva Golinger, abogada, escritora e investigadora estadounidense-venezolana.
    Eva Golinger, abogada, escritora e investigadora estadounidense-venezolana.
    Parece cómico que el establishment político estadounidense no puede dejar de pensar en Fidel, aunque él se retiró del poder en el 2006 y las nuevas generaciones en Estados Unidos han crecido después de la Guerra Fría.
    Y cada administración estadounidense, cada jefe de estado, ha declarado a Cuba un 'enemigo' y ha continuado políticas hostiles contra la isla. La única excepción fue Barack Obama, que hizo un esfuerzo durante su segundo mandato para descongelar relaciones, volver a abrir las embajadas, restablecer el intercambio, y hasta fue a La Habana, y se reunió con Raúl Castro, el entonces presidente. Sin embargo, Obama no logró levantar el bloqueo contra Cuba, ni alteró el discurso hostil hacia la isla.
    Cuba ha sufrido mucho por las agresiones, amenazas y ataques desde Estados Unidos. El bloqueo económico impuesto por Washington en 1960 ha causado miles de millones de dólares en daños y pérdidas a la isla, y el pueblo cubano ha sufrido por la falta de ciertos productos necesarios, como medicinas y fuentes alimenticias.
    Esa pequeña isla de 11 millones de personas en medio del mar Caribe ha sido una fuente de angustia, rabia y furia para Washington. Cuando Trump ganó la presidencia, casi de inmediato comenzó a desmantelar todos los avances de Obama con Cuba. Volvió a cerrar las embajadas, expulsó diplomáticos cubanos de Estados Unidos, restringió los viajes de estadounidenses a Cuba y los vuelos comerciales, y apretó aún más el bloqueo. Aún sin Fidel o Raúl en el poder —ningún 'Castro' para señalar— Cuba seguía como blanco de la ira de la Casa Blanca.
    Eva Golinger, abogada, escritora e investigadora estadounidense-venezolana.
    Eva Golinger, abogada, escritora e investigadora estadounidense-venezolana.
    Washington nunca ha podido aceptar que Cuba sea capaz de vencer, de sobrevivir, y de derrotar cada intento de destruir su ideología, su dignidad y su revolución.
    Washington nunca ha podido aceptar que Cuba sea capaz de vencer, de sobrevivir, y de derrotar cada intento de destruir su ideología, su dignidad y su revolución. No importa que Estados Unidos tenga todo el poderío militar del planeta, o que use todo su esfuerzo económico para asfixiar a la isla. El pueblo cubano sigue siendo victorioso, sigue venciendo.

    Por eso, cualquier mención de Fidel le pica al establishment estadounidense. Cualquier recuerdo de su victoria, de la permanencia de su revolución, le vuelve loca a la Casa Blanca.

    Y de repente, Fidel y su batalla de las ideas fueron insertados en el centro de la campaña presidencial en Estados Unidos de nuevo, ¡en el año 2020!

    Claro, es culpa de un candidato izquierdista, un autoproclamado socialista-demócrata, aunque siempre se diferencia entre el socialismo de Cuba o de Venezuela, y el socialismo de Suecia, Noruega y Dinamarca. Es culpa del Senador Bernie Sanders que el nombre de Fidel volvió a los titulares en Estados Unidos, y que todo la región del sur de la Florida - Miami, la Calle Ocho, el Westonzuela, etc - está en llamas con sus antorchas anti-comunistas, levantando la alarma sobre la amenaza roja sacudiendo el país.
    Eva Golinger, abogada, escritora e investigadora estadounidense-venezolana.
    Eva Golinger, abogada, escritora e investigadora estadounidense-venezolana.
    Es culpa del Senador Bernie Sanders que el nombre de Fidel volvió a los titulares en Estados Unidos, y que toda la región del sur de la Florida está en llamas con sus antorchas anti-comunistas.
    ¿Y cuál fue la chispa que despertó ese apasionado sentimiento anti-comunista en los medios, en los pasillos del Congreso, los búnkers de Wall Street y los cafecitos en la Calle Ocho? Fue Bernie, en una entrevista con Anderson Cooper para el programa "60 Minutes", en el canal CBS. Bernie, que al ser preguntado sobre sus declaraciones hace cuarenta años sobre Cuba, dijo que no todo era malo en la isla. Bernie, quien reconoció que al llegar al poder, Fidel promovió un programa que logró erradicar el analfabetismo en toda Cuba, y fue principalmente liderada por mujeres educadoras.

    ¡Qué horror!
    Bernie hubiese sabido que al mencionar algo positivo de la Revolución Cubana y no satanizar completamente a Fidel, estaba metiéndose en un lío de grandes proporciones.

    Y así, Estados Unidos entró en alerta roja. El candidato presidencial que está liderando las encuestas del partido demócrata dijo algo bueno sobre Fidel Castro. ¿Qué estabas pensando Bernie?
    Días después, durante un debate televisado en vivo entre los principales candidatos demócratas, el nombre de Fidel llegó de nuevo a las pantallas estadounidenses. Bernie tuvo que defenderse de los ataques de sus colegas por haber reconocido que la educación de todo un pueblo es algo positivo.

    La pobreza del discurso político en Estados Unidos es patético.

    En el 2020, aún estamos hablando de Fidel en Estados Unidos. Aún estamos debatiendo sobre si la educación y la salud son derechos en Estados Unidos. Y aún, una mayoría de los políticos en el poder —o aspirantes al poder— piensan que no lo son.

    Mientras tanto, Trump estaba de visita en la India con su homólogo Modi, conocido por sus tendencias autoritarias y sus ataques contra la población musulmana en su nación. Y Trump no ha escondido su 'amor' por el líder norcoreano, Kim Jong Un, o por el reinado saudita, conocido por sus graves abusos de derechos humanos y sus brutalidades contra mujeres, periodistas y sus críticos.

    Trump, quien está eliminando los subsidios alimentarios para millones de estadounidenses y quitando los desayunos gratis para los niños más necesitados en escuelas públicas. Trump y los republicanos que quieren privatizar el seguro social, reducir los impuestos de los ultra ricos y las corporaciones y criminalizar a los sin techo. Trump, que separa a los niños de sus padres y sus familias en la frontera, que deshumaniza a los migrantes y los pobres, y que promueve una cultura racista, xenófoba y misógina.

    Pero, según periodistas prominentes de canales supuestamente liberales como MSNBC, Bernie Sanders es la 'amenaza más grande a nuestro estilo de vida'. La revista web Político, muy influyente en Washington, señaló que la política exterior de Bernie podría representar 'una amenaza sin precedentes al estatus quo' en Estados Unidos, agregando que hay una 'creciente ansiedad' en el complejo militar industria con la idea de una victoria presidencial de Bernie Sanders.
    Eva Golinger, abogada, escritora e investigadora estadounidense-venezolana.
    Eva Golinger, abogada, escritora e investigadora estadounidense-venezolana.
    La Guerra Fría puede haber terminado hace décadas. Fidel Castro falleció hace años. Pero la batalla de las ideas que Fidel puso sobre el tapete mundial sigue muy vigente en Estados Unidos.
    Para el 'estatus quo', Trump, que carece de moral y ética, que es un presidente abiertamente racista, misógino, mitómano, cruel, depredador, abusivo, xenófobo e ignorante, está bien. Está bien porque los ricos se han hecho más ricos. Pero Bernie, una persona comprometida con la justicia social y la igualdad, quien ha luchado casi toda su vida por los sindicatos y por los derechos a un salario digno, por la salud, la educación y la dignidad, es una 'amenaza'.

    La Guerra Fría puede haber terminado hace décadas. Fidel Castro falleció hace años. Pero la batalla de las ideas que Fidel puso sobre el tapete mundial sigue muy vigente en Estados Unidos.

    jueves, 27 de febrero de 2020

    ¿Quién saca tajada de la epidemia de coronavirus en China?

    • Un hombre chino con traje de anticontagio fumiga una zona de la ciudad de Wuhan para disminuir el peligro del contagio del brote del nuevo coronavirus en esta urbe.
    Publicada: jueves, 27 de febrero de 2020 20:04
    Actualizada: jueves, 27 de febrero de 2020 21:56

    ¿Qué se esconde detrás de la temida epidemia, originada por un nuevo coronavirus en China, que con su propagación está atemorizando a la población mundial?
    El mundo está siendo testigo de una histeria colectiva que se está extendiendo con una gran virulencia en cualquier rincón del globo terráqueo a causa de la propagación rápida y descontrolada del brote del nuevo coronavirus denominado COVID-19 que se originó en la ciudad china de Wuhan en diciembre de 2019.
    Desde entonces, más de 82 452 personas han sido diagnosticadas a causa de esta enfermedad en varios países del mundo, de las cuales unas 2809 han fallecido y 32 756 se han recuperado de este virus que infecta las vías respiratorias y causa síntomas que van desde un cuadro leve de tos seca o fiebre a insuficiencia respiratoria aguda y neumonías potencialmente mortales como se viene registrándose hasta el momento.
    No se sabe a ciencia cierta cómo llegó este virus a contagiar a los afectados en la urbe china de Wuhan, pero aparentemente, según las autoridades del gigante asiático, el primer contacto del citado virus con sus víctimas se habría producido en un mercado local de esta gran metrópoli con 11 millones de habitantes. De tal modo que la causa de la dolencia diagnosticada en los afectados fue identificada el 7 de enero como un nuevo coronavirus.

    Varios sanitarios de un hospital en la ciudad china de Wuhan trasladan a un enfermo contagiado con el nuevo coronavirus denominado COVID-19.


    Las autoridades sanitarias chinas comunicaron días más tarde que el patógeno podía transmitirse de persona a persona, es decir, a través del contacto y a través pequeñas gotas de saliva que el portador del virus excreta al toser y contagia a personas de su entorno más cercano que se encuentran a una distancia de aproximadamente un metro como máximo.

    Antes de nada, es necesario explicar que un coronavirus pertenece a una extensa familia de virus que afectan al ser humano y a varias especies de animales. Hasta ahora había seis conocidos que podían enfermar a una persona de las cuales cuatro causan el resfriado común, entre ellos está el del síndrome respiratorio agudo grave (SARS, por sus siglas en inglés) surgido en 2002 también en China y el síndrome respiratorio del Medio Oriente (MERS, sus siglas en inglés) aparecido en 2012 en Arabia Saudí.

    Cabe destacar que los coronavirus que solo afectan a algunas especies pueden sufrir mutaciones genéticas que les permiten saltar a otras y volverse virulentos para el ser humano, como es el caso del SARS que causó más de 800 muertes y del MERS que mató a 850 personas. Las investigaciones realizadas en su momento apuntaron que el origen de ambos síndromes respiratorios está en los murciélagos y esta es la principal hipótesis que se baraja también para el nuevo coronavirus denominado COVID-19.

    Hasta aquí los datos y las cifras de víctimas mortales publicadas y conocidas a causa de este brote de nuevo coronavirus por sí solas no deberían generar pánico entre la población mundial sino no fuera porque no existe tratamiento específico ni vacuna para curar a los diagnosticados con este patógeno.
    Es de tal magnitud el temor generalizado entre la población mundial de llegar a contagiarse, en concreto, en los de aquellos países en los cuales se sabe de fuentes oficiales de la existencia y la propagación del brote entre sus habitantes, que las autoridades locales de estas naciones han decidido impulsar una campaña informativa a gran escala a fin de tranquilizar y calmar los ánimos de sus conciudadanos que se encuentran en alerta por las posibles consecuencias letales de la infección.

    Son muchos los que están atemorizados por lo que pueda surgir en un futuro no muy lejano, debido a que la epidemia aparecida en Wuhan se convierta en una pandemia mortal a nivel mundial, que contamine a un mayor número de la población global dado que no existe a día de hoy un tratamiento específico para su cura, y eso a pesar de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha venido apuntando que la tasa de mortalidad del nuevo patógeno COVID-19 es baja, entre el 2 % y el  3 %, en comparación con virus similares, según los primeros datos disponibles. De hecho, al virus del SRAS se le atribuye una mortalidad de entre el 10 % y el 18 %, y el del MERS alcanza al 35 % de los enfermos notificados, según la OMS.

    Llegados a este punto, a uno se le viene a la mente estas películas del género de ciencia ficción y terror producidas en su mayoría en la meca del cine hollywoodense que tratan sobre la extinción de la raza humana sobre la Tierra provocada por una apocalíptica pandemia originada por un patógeno que fue creado en algún laboratorio científico que investiga sobre las mutaciones genéticas de los seres vivos con patrocinio de los gobiernos. 

    Los guiones de los largometrajes apocalípticos de la industria filmográfica estadounidense describen un escenario terrorífico que en el mejor de los casos muestra a una gran parte de la población mundial diezmada por el contagio del patógeno, es decir que han muerto en masa, mientras que los supervienes buscan como sobrevivir en esta circunstancia y en el peor de los casos estos guiones enseñan una situación mucho más aterradora si cabe al mostrar las megas metrópolis vacías de gente y coches abandonados en medio de sus vías cuando a continuación en otra escena se ve a un grupo de personas huyendo de una avalancha enloquecida de individuos con caras ensangrentadas que les persiguen con el objetivo de alcanzarles para luego matarles solo para alimentarse, es decir, zombis que han sido infectado por el virus engendrado en los laboratorios antes mencionados.

    Volviendo al caso del pánico mundial por la propagación del nuevo coronavirus denominado COVID-19 no es difícil de imaginar la situación descrita en el párrafo anterior y más cuando hay bulos que van pasando de mano a mano entre los usuarios de las redes sociales que apuntan a la posibilidad de que los gobiernos de Estados Unidos y China han estado de algún modo vinculados con la aparición de este patógeno.

    No se sabe a ciencia cierta el origen de estas noticias que solo aumenta la angustia mundial, pero lo que es cierto es que quien haya inventado tal bulo habrá basado sus suposiciones sobre los hechos que todos conocen de sobra por los medios de comunicación, es decir, la imparable ansias de las superpotencias, como es el caso de EE.UU. y China, de querer avanzar en los sectores tecnológico, económico, industrial y militar para ponerse por delante del adversario que no dudan en emplear cualquier medio para lograr sus objetivos.

    A nadie se le escapa que EE.UU. invierte una ingente suma de su presupuesto anual para financiar programas científicos que investigan sobre agentes patógenos que puedan ser producidos para usarlos como armas biológicas. Y como es obvio, las otras superpotencias tampoco se quedarían con los brazos cruzados contemplando sin más de como Washington le sacaría ventaja en este estratégico campo.

    Es por ello que algunos usuarios de las redes sociales conjeturan con que este nuevo coronavirus se habría producido en algún laboratorio militar chino que por algún motivo a los científicos se les habría escapado de entre sus manos la cepa del virus que infectó a posteriori la ciudad de Wuhan, mientras que otros internautas sostienen que la fuente del brote se habría originado en un laboratorio bioquímico estadounidense, ya que, según estos últimos usuarios, el Departamento de Defensa de EE.UU. (el Pentágono), bajo órdenes de la Casa Blanca, estaría detrás del proyecto de este engendro mortal con el único fin de instrumentalizarlo a niveles propagandísticas en contra de sus adversarios extranjeros tanto si se trata de usarlo en el campo de batalla como si se trata de explotarlo en el campo político, en este último caso a través de la poderosa maquinaria administrativa del Gobierno de Estados Unidos.
    De hecho, Washington ha querido aprovecharse políticamente de los casos de contagio habidos en Irán que las autoridades persas han venido informando de ello desde que se conociera los primeros infectados entre la población por el nuevo coronavirus que a fecha de hoy la cifra de contaminadas es de 245 personas, de las cuales han muerto unas 26 y otras 61 que han sido dadas de alta de los hospitales donde estaban bajo cuarentena.
    El presidente de EE.UU., Donald Trump, en su habitual retórica antiraní, ha querido transmitir el pánico entre la población persa al alegar que el Gobierno de Irán, presidido por su homólogo Hasan Rohani, ha estado escondiendo la verdadera magnitud de la catástrofe que supone el contagio del virus a su pueblo.
    Mientras Trump ha buscado generar un miedo generalizado entre el pueblo persa, sin que revelara las cifras de los propios infectados dentro de su país, resulta que una empresa de biotecnología de EE.UU., llamada Moderna Inc. con sede en Norwood, Massachusetts, ha enviado hace unos tres días el primer lote de su vacuna de coronavirus, denominada mRNA-1273, rápidamente desarrollada y experimental, al Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas (NIAID, por sus siglas en inglés) para que los investigadores efectúen las primeras pruebas en humanos para analizar si podría ayudar a suprimir la epidemia originada en China.
    Teniendo en cuenta que solo han pasado menos de dos meses desde que Pekín alertara sobre el contagio del este nuevo coronavirus es muy sorprendente que en tan poco tiempo una compañía farmacéutica estadounidense haya podido dar con la vacuna que pudiera salvar la vida de los infectados con este patógeno.
    Desde luego, lo que está claro es el hecho de que las empresas bursátiles de EE.UU. no han perdido ni un minuto por interesarse para adquirir acciones de Moderna Inc, puesto que una hora y media después de la apertura de la bolsa neoyorquina el pasado 25 de febrero, los títulos de la farmacéutica, que cotiza en el mercado tecnológico de Nasdaq, subían un 13,50 % hasta situarse en los 21,36 dólares por acción.
    De allí que, a uno le surge la idea de que en realidad la cepa de este temido coronavirus que su propagación se ha extendido en más de 40 países, en qué laboratorio del mundo podría haber sido creado a partir de la manipulación genética de alguna célula animal, en uno de EE.UU. o de China, o simplemente su transmisión habrá sido producto de puro azar de la madre naturaleza.

    Cuba busca asegurar abasto de combustible pese a agresividad de EE.UU.


    Escrito por  PL
    La compra de un buque por parte de Cuba, con el fin de poder acceder al combustible que contenía, revela los esfuerzos del país para paliar los perjuicios de la agudización del bloqueo.

    La compra de un buque por parte de Cuba, con el fin de poder acceder al combustible que contenía, revela los esfuerzos del país para paliar los perjuicios de la agudización del bloqueo de Estados Unidos.

    De acuerdo con declaraciones divulgadas a través de la televisión local por el ministro de transporte, Eduardo Rodríguez, debido a la negativa del armador a atracar en las costas del país, por temor a las represalias de Washington, Cuba debió adquirir también el buque que transportaba el combustible adquirido por la nación.

    Según Rodríguez, la adquisición de la embarcación se hizo con los limitados recursos financieros de los que dispone el país para poder acceder al combustible, en momentos en los que los perjuicios derivados del bloqueo estadounidense adquieren una dimensión sin par.

    Uno de los objetivos de la politica hostil es privar al país del suministro de combustible con decenas de medidas que van desde sanciones a empresas cubanas como Cubametales y Corporación Panamericana S.A, por sus compras de portadores energéticos, y la amenaza a suministradores internacionales.

    Como consecuencia de las sanciones contra Corporación Panamericana, por citar solo un ejemplo, quedaron congelados los activos que la empresa pueda tener bajo jurisdicción estadounidense y quedan prohibidas las transacciones financieras con entidades de esa nación.

    Solamente en el sector del transporte, los daños totales ocasionados por la policía hostil estadounidense durante abril de 2018 hasta marzo de 2019, superaron los 170 millones de dólares, lo que, según el informe elaborado por la cancillería de la isla, representa un aumento de más de 69 millones con respecto al período anterior.

    A juzgar por la creciente agresividad de la actual administración de Estados Unidos, que busca dañar a la isla prácticamente cada semana, la cifra será mucho mayor durante el año en curso.

    miércoles, 26 de febrero de 2020

    Marco Rubio, un pobre oportunista al servicio de sí mismo


    Por: Shay Khatiri

     

    El senador Marco Rubio (R-FL) habla a los periodistas luego de una sesión informativa cerrada sobre asuntos de inteligencia en Capitol Hill el 4 de diciembre de 2018 en Washington, DC. Foto: Zach Gibson / Getty Images

    Un artículo publicado recientemente en el sitio web estadounidense de derecha The Bulwark arroja luz sobre aspectos de la fragilidad política del congresista Marco Rubio, en nuestro medio conocido por su virulencia y odio visceral a todo aquello que huela a independencia y soberanía en América Latina. Detrás de sus aires de halcón imperial se esconde la figura de un pobre sobrevividor a costas de los sectores más reaccionarios del electorado estadounidense que por su parte lo ven con recelo y desconfianza por su exacerbado oportunismo.
    Que el senador floridense tiene un pasado más que dudoso es algo bastante conocido, desde la mentira de sus padres huyendo de la "dictadura de Castro" (en realidad emigraron a los EE.UU. a trabajar para el capo mafioso Meyer Lansky) hasta sus conexiones con el mundo del narco (la relación con su cuñado Orlando Cicilia, arrestado por la DEA) son muchos los "detalles" que afean seriamente la imagen de este político que gusta de presentarse como impoluto moral.

    Sin embargo, eso no es todo lo que hace que Marco Rubio tenga verdaderos problemas para ser algo más que un político mediocre experto en sobrevivir pero incapaz de conducir. "Marco Rubio es el senador más sobrevalorado de nuestra gran república, lo que realmente dice algo, ya que casi todo el mundo en América, izquierda, derecha y centro, piensa que es un chiste", escribe el comentarista político Shay Khatiri en un artículo publicado el 14 de febrero en The Bulwark con el título de "La irrelevancia de Marco Rubio".

    Según Khatiri, la divisa de Marco Rubio es la del socialista francés del siglo XIX Alexandre Auguste Ledru-Rollin: "Ahí va la gente; debo seguirla, porque soy su líder". Obviamente, que ese tipo de comportamiento oportunista no puede producir liderazgo verdadero alguno, lo que fue advertido por colegas de su propio partido como el círculo íntimo de Jeb Bush, que abiertamente lo llamaba oportunista y charlatán.
    A continuación reproducimos íntegramente el artículo de Khatiri que, desde una perspectiva totalmente opuesta a la nuestra, corrobora nuestras apreciaciones sobre este nefasto sujeto.

    La irrelevancia de Marco Rubio

    por Shay Khatiri
    14 de febrero de 2020 5:45 am
    Marco Rubio es el senador más sobrevalorado de nuestra gran república, lo que realmente dice algo, ya que casi todo el mundo en Estdaos Unidos, izquierda, derecha y centro, piensa que es un chiste.

    Se postuló para el Senado en 2010 como un pragmático que podría unir al stablishment y al Tea Party. Se suponía que era el futuro del partido republicano, el conservador pragmático y carismático que apelaba a todas las facciones.

    Pero el floridano no sobrevivió al escrutinio de la política nacional. Resultó ser -como advirtió el círculo íntimo de Jeb Bush a cuantos quisieran oirlo- un oportunista y un charlatán.

    Aunque Rubio se llama a sí mismo conservador, si se mira de cerca su tiempo en el Senado - con todos sus bandazos y fracasos, sus cambios de forma y su trumpificación - se verá que una descripción más adecuada de su política es la cita atribuida al socialista francés del siglo XIX Alexandre Auguste Ledru-Rollin: "Ahí va el pueblo; debo seguirlo, porque soy su líder"

    Rubio comenzó su carrera en el Senado como un oponente del socialismo y un guerrero intransigente a favor del libre mercado. Tenía un caso fuerte que presentar. Sus padres eran refugiados de la Cuba comunista; era natural que fuera partidario del capitalismo.

    Parece historia antigua ahora, pero en 2010, hace sólo una década, el Tea Party, con su mezcla de libertario de libre mercado y conservadurismo constitucional, era una fuerza importante a tener en cuenta en el Partido Republicano. Rubio buscó lazos con el movimiento del Tea Party y enfatizó su fuerte bona fide conservadora. Al mismo tiempo, sin embargo, maximizó su atractivo al señalarse a sí mismo como un pragmático cuyo mandato como presidente de la Cámara de Representantes de Florida le había enseñado el arte del compromiso sin "venderse". En una carrera a tres bandas, fue elegido para el Senado con el 49 por ciento de los votos.
    Al principio de su carrera en el Senado, Rubio siguió la vieja línea de la política exterior de los Reagan. Como un franco halcón de la política exterior, era el senador soñado de todo neoconservador. (Por ejemplo, apoyó medidas militares más allá de los meros ataques aéreos en Siria).

    Después de la pérdida de Mitt Romney en las elecciones presidenciales de 2012, se especuló inmediatamente con que Rubio sería el principal contendiente para la nominación republicana en 2016. Era joven, guapo, hispano, y capaz de articular argumentos conservadores de una manera inteligente, apasionada y atractiva.

    Parecía el futuro del partido, tanto que fue seleccionado para dar la respuesta republicana al discurso sobre el Estado de la Unión del presidente Obama en febrero de 2013. La mini-respuesta televisada puede ser la parte más tonta de este tonto ritual anual del estado, pero para los políticos en ascenso, puede ser una oportunidad de llegar a una gran audiencia. (Alrededor de 33 millones de personas vieron el discurso de Obama en la televisión ese año).

    Lo que pasó después seguramente revela más sobre la frivolidad de la política americana que sobre Rubio. Fue una de esas cosas aparentemente inocuas, un momento inocente, un momento humano, que los comentaristas y comediantes enloquecen. Y se convirtió en todo lo que cualquiera recordaba de su discurso.
    Tomó un sorbo de una pequeña botella de agua:


    Los anfitriones de los programas nocturnos de la TV se burlaron de él. También lo hizo Saturday Night Live. También Jon Stewart. ¿Alguien recuerda a ese tipo? Cierto magnate de los bienes raíces lo tuiteó dos veces. Los reporteros políticos escribieron análisis. El New Yorker hizo un desglose detallado. Rubio trató, con buen humor, de jugar, pero el momento raro se le quedó grabado.

    No era el único desastre político que el 2013 traería para Rubio. A principios de 2013, fue parte de la "Banda de los Ocho", un grupo de senadores, cuatro de cada partido, que fue coautor de un importante proyecto de ley de reforma migratoria. Este parecía ser un gran momento para Rubio: Aquí estaba un legislador en ascenso que actuaba como un estadista para ayudar a negociar un compromiso sobre un tema de importancia nacional, y de una manera que podría ayudar a atraer a los tan necesitados votantes hispanos al Partido Republicano.

    Pero después de que el Senado aprobó el proyecto de ley, el Tea Party lo condenó. Rubio, que una vez fue un favorito del Tea Party, de repente se encontró anatematizado por este.

    Así que se mandó un bandazo. Espectacularmente. En lo que quizás sea la primera vez en la historia, animó a la Cámara de Representantes a votar en contra del proyecto de ley del que había sido coautor, copatrocinado y votado.
    No era la última vez que Rubio iba a mostrar servil con el Tea Party en 2013. El presidente Obama quería emprender una acción militar contra Siria, pero el Tea Party estaba en contra de casi todo lo que Obama quería hacer, así que a finales del verano de 2013, Rubio se retractó de su antiguo apoyo a la invención militar en Siria. La gente había hablado, y Rubio debía seguirla.

    Luego vino el gran debate sobre el presupuesto de ese año. El novato agitador del Senado Ted Cruz comenzó una campaña contra la votación de cualquier proyecto de ley que implicara la financiación del Obamacare. El supuestamente pragmático Rubio, queriendo seguir a Cruz, Rand Paul y Mike Lee, se unió a ellos. Lo que siguió fue un desastroso cierre del gobierno que hizo al Partido Republicano tremendamente impopular y no ganó nada.
    Luego, en diciembre de ese año, cuando Paul Ryan finalmente ayudó a lograr un acuerdo presupuestario de compromiso, el Tea Party se opuso. El supuestamente pragmático Rubio volvió a saludar a la base y se opuso al presupuesto.

    El famoso pragmatismo de Rubio no consistía en comprometerse con la política para dirigir un gobierno. Todo lo contrario: Se trataba de comprometer los principios para mantener a la base feliz y a sí mismo relevante.

    ***

    ¿Valieron la pena todo ese cálculo, esa triangulación y esos bandazos? La tan esperada campaña presidencial de Rubio comenzó en 2015. Parecía haber sido construido para la etapa de debate. Era un candidato hecho para la televisión, joven, enérgico, encantador. Como dijo el equipo de Jeb Bush, Rubio era "un Obama republicano".
    Hasta que no lo fue.

    Rubio se postuló en 2015-16 como un republicano reaganiano genérico que estaba a favor del libre mercado, el libre comercio, el conservadurismo social y una política exterior halconada. Donald Trump, que parecía ser un candidato poco serio para la nominación del Partido Republicano, no era ninguna de esas cosas, así que Rubio le asestó varios golpes. Esto es lo que Rubio dijo en un debate en enero de 2016 en respuesta a las propuestas arancelarias de Trump:
    Todos estamos frustrados con lo que China está haciendo. Creo que tenemos que ser muy cuidadosos con los aranceles, y aquí está el por qué.

    China no paga el arancel, el comprador paga el arancel. Si envías una corbata o una camisa hecha en China a los Estados Unidos y un americano va a comprarla a la tienda y hay un arancel sobre ella, se pasa en el precio a precio al consumidor.
    Tenga presente la vigorosa oposición de Rubio a los aranceles; volveremos a ello en breve.

    ***

    Resultó que 2016 no fue un buen año para Rubio. Volvieron los bandazos. A los votantes no les gustó que tuviera uno de los registros de asistencia más bajos del Senado. Pero un momento que lo hizo ver especialmente terrible llegó justo antes de las primarias de New Hampshire, en las que había puesto todas sus fichas. Para el último debate republicano antes de New Hampshire, Rubio había ensayado lo que parecía una línea brillante: "Presintamos (sic) de una vez por todas de esta ficción de que Barack Obama no sabe lo que hace; sabe exactamente lo que hace". Por alguna razón -quizás porque la línea estaba tan obviamente enlatada, quizás porque Rubio usó el verbo "presentir" cuando en realidad quiso decir "prescindir" - la línea no recibió el aplauso y la atención que había anticipado. Así que lo intentó de nuevo, ¡dos veces más! Después de la tercera vez, Chris Christie ridiculizó a Rubio por ello, como para terminar de poncharlo. ¿Qué hizo Rubio? Dijo la línea por cuarta
    A finales de febrero de 2016, los candidatos republicanos todavía tenían esperanzas, incluso cuando se estaba haciendo más claro que Trump se escapaba con la nominación. Había ganado las primarias de New Hampshire, Carolina del Sur y Nevada. Así que en un debate del 25 de febrero, Rubio optó por intensificar sus ataques a Trump. Entonces, animado por las críticas favorables que obtuvo, un Rubio cada vez más desesperado fue más lejos: Trató de actuar como Trump insultando inútilmente su apariencia, lo que llevó una semana después al momento más grosero en la historia del debate presidencial.

    Era demasiado poco, demasiado tarde. Rubio se había manifestado fuertemente en contra de Trump. Necesitaba derrotar a Trump. Su carrera dependía de ello: Había prometido no buscar la reelección para el Senado aunque perdiera la nominación. Así que al menos por un momento, Rubio dijo lo que estaba en la mente de muchos americanos: No se puede confiar en Donald Trump con los códigos nucleares. Es un mentiroso. No es apto para la presidencia. Pero Trump se llevó la nominación, mientras que Rubio ganó las primarias sólo en Minnesota, Puerto Rico, y Washington, D.C.

    Mantenga el caso de Rubio contra Trump en tu mente; volveremos a eso también.

    ¿Cuál fue la reacción de Rubio al perder la nominación republicana en 2016? Primero, apoyó al mismo "mentiroso" y "estafador" al que no se le podían confiar los códigos nucleares. Y luego, por supuesto, rompió su promesa de no presentarse a la reelección.

    El mundo de Rubio cambió después de 2016. Se convirtió en senador sin más perspectivas políticas. No hay elecciones presidenciales en el futuro cercano a las que pueda presentarse. La base está completamente trumpificada. No le perdonan sus ataques a Trump, a pesar de que se disculpó por ellos, y los "Jamás Trump" están resentidos con él porque se convertió en trumposo. Siendo característicamente un simulador, no puede ser ni un feroz crítico de Trump como Justin Amash ni un partidario de Trump como Lindsey Graham. Rubio sigue la base, así que, por supuesto, se opuso a llamar testigos para el juicio de destitución de Trump, pero ninguna cantidad de humillación y congraciamiento parece acercarlo a la órbita de Trump, al menos no todavía.
    Mientras tanto, la derecha está repensando las viejas ortodoxias. Y también Rubio.

    Hasta hace muy poco, no se esperaba oír el término "política industrial nacional" en un contexto americano. Tal vez viniendo de la boca de un Joseph Stalin, Mao Zedong, o Fidel Castro, pero no de un senador republicano. Pero el antiguo antisocialista Marco Rubio quiere una política industrial para América. Y ha estado hablando a favor del "capitalismo de bien común", que es otro término para la "economía gerencial" - lo que los socialistas-demócratas en Europa apoyan: una economía colectivista con planificación central. ¿Recuerda el truco de Hayek de "la planificación central es mala"? No importa eso.

    ¿Y recuerde cómo, en 2016, Rubio atacó la sabiduría de usar los aranceles para enfrentar a China? En 2019, la Gran Guerra Comercial Patriótica de Trump estaba en marcha, y los aranceles eran altos con los votantes de las primarias del Partido Republicano. Así que, cuando un grupo de empresas de Florida se opuso a los aranceles de Trump, Rubio fue tras ellos:

    epresalias chinas están perjudicando su negocio.)
    ¿Significa eso que el Rubio anti-tarifa de 2016 quería "rendirse a China"?
    Rubio todavía anhela atención. Trata de mantenerse relevante aireando quejas sobre el 2016 y quejándose de "los medios", un tema recurrente en sus tweets. Y ha estado opinando sobre la carrera por la nominación presidencial demócrata de 2020, a veces con tweets amargos e hipócritas. Aquí hay uno de junio de 2019:
    (Un cuarto de los pensamientos sobre los debates Dem: De 20 candidatos:
    - 2 son menores de 40 años

    - varios tienen de 0 a 3 años de experiencia en el gobierno

    - uno es alcalde de una ciudad agradable con menos gente que algunas comunidades de jubilados de Florida
    Sin embargo, a diferencia de 16 medios de comunicación nunca se pregunta si son demasiado jóvenes y / o inexpertos)

    Es irónico ver a Rubio criticando a "los medios", esa supuesta institución monolítica, por no cuestionar a los candidatos demócratas por su falta de experiencia - irónico ya que él mismo se postuló para presidente con poca experiencia y apoyó al totalmente inexperto Donald Trump. Oh, y no fueron "los medios" los que cuestionaron la falta de experiencia de Rubio en 2016; fueron sus compañeros republicanos.

    Más tarde en ese hilo aparece lo que puede ser el tuit más amargo de Rubio:
    (Los demócratas dicen que los niños están en jaulas en centros peores que Guantánamo. Pero aunque encontraron tiempo para una sesión de fotos en el centro de inmigrantes, no volvieron a DC para votar sobre la financiación

    Sin embargo, ninguno de ellos preguntó por qué no votaron o incluso cómo habrían votado en un proyecto de ley que dividió a los D's)

    Rubio era un candidato fracasado. También fue una vez una estrella en ascenso. Es triste ver cómo ha demostrado ser un mezquino, un arrepentido, un fracaso de legislador y un oportunista. Lindsey Graham lo expresó mejor, describiendo a Rubio en 2016: No digo que cambiaría sus posiciones, pero sí que cambiaría sus posiciones.

    Los instintos de Rubio para la política son como los instintos de Napoleón en la guerra: Es un genio de las operaciones, pero no tiene una visión estratégica a largo plazo. Opta por lo que es conveniente en este momento, aunque pueda perjudicarlo en el futuro. Tomará cualquier lado de la cuestión que le dé el 51 por ciento de la base.

    Esto no es liderazgo. Pero mantiene una carrera política en marcha, sin logros, para quejarse otro día.
    Artículo original: https://thebulwark.com/the-irrelevance-of-marco-rubio/
    (Tomado de managuaconamor.blogspot.com)

    lunes, 24 de febrero de 2020

    El resurgimiento socialista en Estados Unidos

    Tema central
    NUSO Nº 281 / Mayo - Junio 2019


    En los últimos tiempos, el término «socialismo» ha ganado una inédita popularidad en Estados Unidos, especialmente entre los jóvenes. Más allá de los múltiples sentidos de este significante, a menudo asociado a un Estado de Bienestar de tipo europeo, lo cierto es que la izquierda estadounidense muestra una renovada vitalidad y nuevas figuras vienen transformando el paisaje político, el Congreso y los medios de comunicación. Con un pie adentro y otro afuera del Partido Demócrata, una variedad de corrientes están construyendo una izquierda renovada y cercana a la «gente común».
    El resurgimiento socialista en Estados Unidos

    En su discurso anual sobre el Estado de la Unión de 2019, el presidente Donald Trump hizo del «socialismo» un enemigo principal en el extranjero, cuando describió una Venezuela donde «las políticas socialistas llevaron a la nación más rica de Sudamérica a un estado abyecto de pobreza y desesperación». Pero también apuntó contra el socialismo en casa al señalar: «Aquí, en Estados Unidos, nos alarman los recientes llamados a adoptar el socialismo. eeuu se fundó sobre la base de la libertad y la independencia, no sobre la coerción, la dominación y el control del gobierno. Nacimos libres y nos mantendremos libres».

     Fox News, el canal de noticias de derecha profundamente alineado con la Casa Blanca, también ha hecho de los ataques al socialismo un eje de su programación1. Hasta cierto punto, esto es completamente normal. Desde la década de 1930, los intentos de reformar o regular el capitalismo estadounidense fueron denunciados por los grupos empresariales y sus políticos aliados como «socialistas» y contrarios a las tradiciones políticas del país. En 1942, en plena Segunda Guerra Mundial, el Wall Street Journal argumentó que «la planificación es la antítesis directa de la libertad»2. Y en 1961, Ronald Reagan, quien más tarde sería un presidente conservador (en ese entonces era un actor famoso), grabó un anuncio en nombre de la asociación de médicos en el que alegaba que la atención médica financiada por el gobierno –la «medicina socializada»– «restringiría la libertad de los estadounidenses» y agregaba: «Pronto su hijo no podrá decidir en qué universidad estudiará y qué hacer para ganarse la vida»3. Estas exitosas campañas para compartir los esfuerzos por establecer un sistema universal de atención de la salud explican por qué eeuu tiene el sistema de salud más desigual y menos integral de todos los países ricos, y por qué las enfermedades muchas veces no se tratan y los gastos médicos son la causa principal de bancarrota personal.

    Lo novedoso de los últimos años en la política estadounidense no es que la derecha haya venido atacando al socialismo, sino que la mayor parte de la izquierda no se haya sentido amedrentada por esos ataques. Bernie Sanders se postuló abiertamente como socialista democrático en las primarias del Partido Demócrata de 2015-2016 y mostró que la identidad socialista podía ser estimulante en lugar de alienante. También lo hizo Alexandria Ocasio-Cortez, quien desde su inesperada victoria en las primarias en su distrito de Nueva York y su posterior elección para la Cámara de Representantes se convirtió en una de las legisladoras más destacadas del país. Tanto Ocasio-Cortez como Rashida Tlaib, de Detroit, también nueva en la Cámara de Representantes, pertenecen a los Socialistas Democráticos de Estados Unidos (dsa, por sus siglas en inglés), quienes multiplicaron por diez su número de integrantes en los últimos años.

    La opinión pública también ha cambiado. Entre los miembros del Partido Demócrata, existe una opinión más positiva sobre el socialismo que sobre el capitalismo. Lo mismo ocurre con los estadounidenses de entre 18 y 29 años: en 2018, 51% tenía una visión positiva del socialismo, frente a 45%, que tenía una visión positiva del capitalismo4. Cuando Fox News publicó un gráfico en el que se enumeraban las propuestas de Ocasio-Cortez, entre ellas la atención médica universal financiada por el Estado, la joven diputada no tuvo problema en retuitearla y usarla como publicidad5.

    Este cambio no es una ilusión. El espectro político estadounidense está cambiando, y el país está ahora más abierto a la izquierda y a sus ideas que en ningún otro momento de las últimas décadas. Sin embargo, la izquierda todavía enfrenta importantes obstáculos institucionales y estructurales. Su impacto en los próximos años dependerá de las estrategias que utilice para enfrentar esos desafíos y de las fuerzas que pueda congregar para superarlos.

    Analizar la situación de la izquierda plantea inmediatamente un problema de definición. El ala izquierda del espectro político en eeuu es a menudo denominada «liberal», mientras que para la derecha se reserva el mote de «conservadora». (Si bien en la mayoría de los países los «liberales» pertenecen a la centroderecha del espectro político, en la jerga estadounidense «liberal» refiere a aquellos que apoyan las acciones del gobierno para dar respuesta a las cuestiones sociales). Quienes están a la izquierda de los liberales suelen denominarse

    «progresistas», aunque el concepto carece de una definición precisa. A su izquierda están los socialdemócratas, que probablemente representan el punto de quiebre en el que la gente rechaza la etiqueta de «liberal» e insiste en identificarse con la «izquierda». Y a la izquierda de los socialdemócratas están los socialistas democráticos, cuya mayoría asume una identidad anticapitalista. Por último, existen varios grupos marxistas y radicales cuyas visiones ideológicas los alejan de la política electoral, si bien tienen la capacidad de movilizarse en torno de diversas causas específicas.

    Para entender cómo creció la izquierda y la forma que adoptó, es importante retroceder una generación. Durante la mayor parte de las últimas décadas, la izquierda operó en terrenos inhóspitos. En una novela satírica publicada en 2006, por ejemplo, Chris Bachelder imaginó el repetido asesinato y resurrección de un periodista de principios del siglo xx, Upton Sinclair. (Sinclair se postuló para gobernador de California en 1934 con la plataforma independiente «Acabemos con la pobreza en California», inspirada en ideas socialistas). En la novela, uno de los personajes afirma: «Puede que la izquierda esté muerta... pero el miedo y el odio a la izquierda nunca morirán. Es una pasión estadounidense». Es lo que parecía suceder en 2006, cuando la izquierda operaba desde los márgenes: se trataba más de una subcultura que de una fuerza política.

    El nadir del poder de la izquierda estadounidense probablemente llegó en la década de 1990 y principios de la década de 2000. El fin del sistema soviético fue interpretado en eeuu como una victoria del capitalismo liberal, completamente confiado en que encarnaba el «fin de la Historia». El presidente Bill Clinton pertenecía al sector centrista del Partido Demócrata y consideraba que el partido debía emprender un movimiento táctico hacia el «centro». Muchos de los principales logros legislativos de Clinton, entre ellos un proyecto de ley contra el delito que atizó el problema del encarcelamiento masivo y una ley que reformó el sistema de bienestar social de los pobres hasta volverlo virtualmente inexistente, promovieron objetivos de larga duración de los republicanos.
    Al igual que Trump en 2016, el sucesor republicano de Clinton en la Casa Blanca, George W. Bush, fue elegido en 2000 con una minoría del voto popular, pero con una mayoría en el Colegio Electoral (algo que fue posible solo gracias a que la Corte Suprema decidió suspender el recuento de los votos en el estado de Florida, en un fallo en el que los cinco jueces republicanos se impusieron a los cuatro designados por los demócratas). Esto fue polémico, pero las diferencias entre Al Gore y Bush, ambos en carrera hacia el centro del espectro político, parecían relativamente menores en ese momento. Una de las particularidades de la elección de Florida fue el casi 5% de los votos que recibió el activista político Ralph Nader, quien se postuló por el Partido Verde y atrajo principalmente a los votantes de la izquierda distanciados del Partido Demócrata de la era Clinton.

    Independientemente de que sea justo o no culpar a Nader por la derrota de Gore, en lugar de responsabilizar a la Corte Suprema (o al propio Gore), la campaña de Nader demostró el potencial peligro de organizarse por fuera del Partido Demócrata en un sistema de votación como el estadounidense, donde «el ganador se lleva todo».
    La presidencia de Bush y el curso de la política mundial cambiaron irrevocablemente el 11 de septiembre de 2001. Inmediatamente después de los ataques, la aprobación de Bush se disparó. El escenario posterior al 11 de septiembre fue terrible para la izquierda, temerosa de las transformaciones que se avecinaban. Como era de esperar, tres días después de los atentados, el Congreso autorizó al gobierno de Bush a usar la fuerza militar para tomar represalias; solo Barbara Lee, una afroestadounidense representante de la ciudad californiana de Oakland, tradicionalmente de izquierda, votó en contra. Los medios de comunicación pusieron banderas estadounidenses en todas las emisiones, mientras se reducían los canales disponibles para expresar dudas acerca de la respuesta diseñada por el gobierno de Bush. Los que lo hicieron fueron acusados de falta de patriotismo. El entrevistador Phil Donohue, una de las pocas voces liberales en la televisión, fue despedido por msnbc, mientras la guerra en Iraq recibía el apoyo no solo de los republicanos, sino también de la mayoría de los demócratas.

    Si bien millones de personas se manifestaron en todo el país para intentar frenar la guerra, en general fueron marginadas e ignoradas. Aunque el movimiento antibélico casi se derrumbó después del inicio de la guerra en Iraq, la opinión pública nacional comenzó a cambiar a medida que la guerra resultaba ser cada vez más costosa y desastrosa. Un programa satírico de noticias, The Daily Show, conducido por Jon Stewart, tenía como audiencia a liberales que se burlaban del gobierno de Bush y de los medios de comunicación conservadores. Con Fox firmemente consolidado como el canal de derecha, la cadena msnbc comenzó a actuar como una alternativa mayormente progresista. En las primarias demócratas de 2008, el hecho de que Barack Obama se hubiera opuesto a la guerra en Iraq mientras que Hillary Clinton había votado a favor fue una de las claves de su victoria. Diversos sectores de izquierda, incluyendo a quienes se habían movilizado contra la guerra, apoyaron la campaña de Obama y la vivieron como una suerte de movimiento social: un movimiento que esta vez condujo al éxito electoral.

    Pero Obama, a pesar de los intentos racistas de la derecha para presentarlo como un extremista de izquierda con motivaciones anticoloniales, no era en verdad de izquierda. Su retórica política ponía el acento en la reconciliación nacional tras el polarizador gobierno de Bush. Habiendo asumido la Presidencia al comienzo de la peor crisis del capitalismo desde la Gran Depresión, su tarea más urgente consistió en recuperar el crecimiento y frenar la creciente pérdida de empleos. El presupuesto expansivo contribuyó, pero su gobierno también rescató a los bancos y compañías de seguros de Wall Street cuyas prácticas habían llevado al colapso de la burbuja inmobiliaria y se desentendió en gran medida de quienes perdieron sus hogares como resultado de la crisis. Katrina vanden Heuvel, editora de la revista progresista de mayor circulación del país, The Nation, resumió las críticas culpando a Obama por no utilizar «este momento de crisis (...) para reestructurar –no simplemente resucitar– un altanero sector financiero».

    El enfoque racional de Obama hacia la política no era muy adecuado para representar el malestar popular. Fue más bien la derecha, a través del movimiento Tea Party, surgido como respuesta a la elección de Obama y al gasto gubernamental para contrarrestar la recesión, la que reconfiguró el campo político estadounidense. En parte como respuesta a la política y a lo que representaba la victoria de un afroestadounidense, durante la presidencia de Obama la derecha desplegó de manera más abierta su hostilidad racial. Uno de los logros legislativos distintivos de Obama fue la Ley de Cuidado de Salud Asequible (Affordable Care Act), un programa para ampliar el acceso a la asistencia médica que preservaba el sistema privado de atención de la salud al tiempo que proporcionaba subsidios para quienes no pudieran pagar un seguro. Aunque este programa se había implementado de manera exitosa en el estado de Massachusetts con un gobernador republicano, los activistas del Tea Party lo consideraron, como Reagan en 1961, el fin de la libertad. De hecho, se aprobó sin ningún voto republicano en el Senado y con solo uno en la Cámara de Representantes. En las elecciones de 2010, el Partido Demócrata perdió el control de esta última y el declive continuó durante el resto de la presidencia de Obama en los niveles federal y estatal. Los demócratas controlaban 59% de las legislaturas estatales y 58% de las gobernaciones en 2008; en 2016 controlaban solo 31% de las legislaturas y 32% de las gobernaciones6. Mientras tanto, los activistas del Tea Party continuaron empujando al Partido Republicano hacia la derecha. Cuando Obama fue reelegido en 2012, el periódico satírico The Onion publicó de inmediato un titular profético: «Después del triunfo de Obama, el líder de las encuestas para el Partido Republicano en 2016 es una candente esfera de pura furia chillona».

    De ese modo, la presidencia de Obama proporcionó varios ingredientes que motivaron a la gente a girar más a la izquierda. Ya venía precedida de una desastrosa presidencia republicana que condujo a una crisis del capitalismo desregulado. Durante la presidencia de Bush, los liberales pensaron que sacarlo del gobierno resolvería la mayoría de sus problemas. Pero a pesar de la integridad personal e inteligencia de Obama, este no logró enfrentar a un Partido Republicano cada vez más radical, ni unir al país frente a una derecha cada vez más extrema que no estaba interesada en la unidad. En un discurso de 2004 que le dio proyección nacional, Obama había argumentado, apelando a un juego de palabras, que «no existe una América liberal y una América conservadora; existe Estados Unidos de América». Pero la respuesta a su propio gobierno mostró que, por muy atractivo que pareciera ese mensaje, no resistía la realidad.

    Su presidencia también dejó en evidencia que había «una América de izquierda». En ese sentido, la era Obama se asemejó a los años 30 y 60 del siglo xx, dos periodos de fuerte movilización de la izquierda en eeuu que tuvieron al frente presidentes ostensiblemente liberales. Uno de ellos fue Franklin D. Roosevelt, cuyo programa, conocido como New Deal, creó empleos y amplió la seguridad social en el contexto de la Gran Depresión.

     El movimiento sindical logró enormes avances en la década de 1930, apoyando e impulsando a Roosevelt al mismo tiempo. De manera similar, en la década de 1960, el movimiento por los derechos civiles condujo al presidente Lyndon Johnson a aprobar una ley que llevara la democracia al sur de eeuu y a garantizar la igualdad de derechos para los afroestadounidenses. Johnson también expandió el seguro social mediante proyectos de ley que garantizaban atención médica a los ancianos y a los pobres. En comparación con Roosevelt y Johnson, Obama tenía un menor margen de maniobra en el Congreso y dejó un legado de avances legislativos mucho más modesto: redujo a la mitad el porcentaje de la población sin seguro médico y reintrodujo impuestos ligeramente más altos sobre los más ricos. El avance social más importante durante el gobierno de Obama, el matrimonio igualitario para las parejas lgbti, llegó a través de una decisión de la Corte Suprema (después de una movilización en todo el país), por lo que no se trató de un tema en el que la Casa Blanca desempeñara un rol decisivo.

    El descontento de la izquierda con Obama se manifestó a través de dos movimientos sociales. El primero fue Occupy Wall Street en 2011, que se centró en la desigualdad y la injusticia distributiva tras la crisis financiera. Para algunos, Occupy, inspirado en una filosofía anarquista, carecía de un programa de cambios estructurado, pero esto no le impidió instalar en la agenda pública la cuestión de la desigualdad, que luego pasó a formar parte del discurso hegemónico. Por ejemplo, cuando en 2014 se publicó en inglés El capital en el siglo xxi, del economista francés Thomas Piketty, el libro se convirtió sorpresivamente en un best seller.

     El segundo movimiento social fue el Movimiento por las Vidas Negras (Movement for Black Lives, m4bl), surgido en 2014, que se enfocó en las prácticas discriminatorias de la policía en las comunidades afroestadounidenses, así como en un sistema de justicia que produjo el mayor nivel de encarcelamiento per cápita del mundo. Tanto Occupy como m4bl descubrieron que su capacidad para difundir videos, compartir información y organizarse a través de internet y de las redes sociales era clave para hacer llegar sus mensajes.

    Durante el gobierno de Obama, el escenario mediático de la izquierda se transformó como producto de la combinación de las redes sociales y la crisis económica. Los cambios tecnológicos y legales produjeron la fragmentación de los medios de comunicación, e internet permitió personalizar el consumo de noticias según las preferencias individuales. Los medios de comunicación continúan corroborando que audiencias pequeñas pero más apasionadas son un modelo de negocio viable, o al menos un modelo que sirve como último recurso, lo que propicia una información más abiertamente politizada. Al mismo tiempo, debido a la crisis financiera, muchas personas con título universitario, o que podrían haberlo obtenido y convertirse en profesores, se encontraron sin empleo o subempleados. La crisis económica proporcionó una fuerte dosis de conciencia de clase a jóvenes escritores, que se abrieron paso a través de un paisaje mediático impulsados por las redes sociales que acogieron cada vez más argumentos radicales. Hubo un renacimiento de las publicaciones de izquierda. The Baffler, una revista clásica de crítica cultural y política que tuvo un gran éxito en los años 90, fue relanzada en 2010. Dissent, la revista socialista democrática que comenzó a publicarse en 1954, se alejó de sus orígenes de la Guerra Fría de la mano de una nueva generación de autores más jóvenes. Jacobin, que ha tenido un gran éxito con las perspectivas marxistas y políticas pragmáticas que ofrece, se comenzó a publicar a fines de 2010. Current Affairs es otra revista socialista, lanzada en 2015. Y revistas liberales más tradicionales, como Slate y The New Republic, también se desplazaron a la izquierda, a veces a través de autores que se iniciaron en periódicos de izquierda de menor tiraje.

    Bernie Sanders logró captar con su campaña de 2015-2016 la energía de los movimientos y comunidades de la izquierda con la bandera del socialismo democrático. Incluso Hillary Clinton, que representaba simbólicamente la continuidad dentro del Partido Demócrata, se presentó con una plataforma más progresista que la de Obama en 2008 o 2012. Con la derrota de Clinton frente a Trump en el Colegio Electoral y las victorias republicanas que le dieron a ese partido el control de ambas cámaras del Congreso, la izquierda quedó al margen del poder político, si bien había sido reivindicada de diversas maneras en la batalla de ideas.

    Se demostró que había sido correcto oponerse a la guerra en Iraq, poner en cuestión la respuesta frente a la recesión y rechazar de plano comprometerse con un Partido Republicano cautivo de la extrema derecha y respaldado por el dinero de los multimillonarios. En ese marco, resultó conveniente para su desarrollo que Clinton fuera una candidata débil.
    El establishment político y mediático se vio sacudido por la victoria de Trump, esperada por pocos. (Incluso Trump parecía sorprendido de que una campaña vanidosa que probablemente vio como un ejercicio más de construcción de su marca lo hubiera llevado a la Presidencia). La misoginia y el racismo explícitos de Trump habilitaron a muchos a expresar públicamente opiniones racistas y sexistas que habían aprendido a ocultar. Su desinterés autoritario por las normas y los procedimientos democráticos representaba al menos una amenaza potencial para el Estado de derecho. Una de las respuestas ha sido una amplia movilización: el rechazo de Trump, por supuesto, va mucho más allá de quienes se autoidentifican como de izquierda.

    La Marcha de las Mujeres de enero de 2017, la mayor manifestación en la historia de eeuu, y la posterior Marcha por la Ciencia de abril del mismo año tuvieron como objetivo formar un amplio frente de oposición. Las investigadoras Lara Putnam y Theda Skocpol documentaron después de las elecciones una oleada de activismo local conformado por mujeres blancas mayores provenientes de los suburbios –que buscaban revitalizar el Partido Demócrata y las instituciones democráticas básicas a través del trabajo voluntario– que no fueron motivadas necesariamente por un programa de izquierda7.

    Muchos vivieron la elección de Trump como una emergencia política que resultó ser más concreta para algunos que para otros. Durante la campaña, su retórica no hizo hincapié en temas como el «Estado mínimo» del ala empresarial del Partido Republicano, ni en los conocidos «valores familiares» defendidos por su base evangélica conservadora, sino que puso en primer plano la amenaza de diversos sujetos raciales indignos, que muchos votantes blancos asocian con los afroestadounidenses de las ciudades, los musulmanes o los inmigrantes latinoamericanos. El tema central de su campaña fue el muro que prometió construir a lo largo de los más de 3.000 kilómetros de la frontera con México. Después de asumir el cargo, autorizó acciones agresivas por parte del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de eeuu (ice, por sus siglas en inglés), incluidas la separación de padres e hijos solicitantes de asilo y la ubicación de niños en campamentos levantados a lo largo de la frontera. Los defensores del poder y de la supremacía de los blancos se sintieron alentados por el triunfo de Trump y por su negativa a criticarlos.

    La izquierda reaccionó. Tanto durante la campaña de Trump como durante su gestión, las marchas de los neonazis y los miembros de la «derecha alternativa» (Alt-Right) han sido respondidas con contramanifestaciones provenientes de brigadas antifascistas conocidas como Antifa. Antifa cree en la acción directa y trata de evitar que los grupos fascistas construyan plataformas para difundir sus ideas. Los mitines supremacistas blancos parecen haberse disipado, especialmente luego de que un supremacista embistiera con su auto a una multitud que participaba de una contramanifestación en Charlotte, Carolina del Norte, en agosto de 2017, hiriera a 40 personas y matara a la joven activista Heather Heyer. Pero la amenaza persiste. Más allá de Antifa, cuyos miembros deben estar dispuestos a pelearse a puñetazos, otras ramas de la izquierda se han movilizado contra la agenda racista de Trump: por ejemplo, hubo manifestaciones espontáneas en los principales aeropuertos cuando Trump prohibió el ingreso de visitantes y refugiados de ciertos países musulmanes, y también ha habido marchas y campañas para apoyar la abolición de la ice.

    Pero la acción directa no ha sido la única respuesta de la izquierda a la elección de Trump, ni siquiera la predominante. Como dijo Maurice Mitchell, del m4bl y del Partido de las Familias Trabajadoras (Working Families Party) con sede en Nueva York, la elección de 2016 «radicalizó a los liberales y electoralizó a los radicales». El grado de éxito de Sanders demostró que participar en la política electoral no era un callejón sin salida para la izquierda y le proporcionó una visión diferente del cambio. Como señaló el historiador y activista Max Elbaum, gran parte de las utopías y el vanguardismo de la izquierda de los años 60 están ausentes hoy en día. En la década de 1960, muchos creían que las acciones de unos pocos podían desencadenar una revolución inminente; cuando Sanders habla de «revolución política», por el contrario, se refiere a la gente común comprometida con el sistema político para enfrentar los intereses de los poderosos. La izquierda de hoy, también la socialista, sabe que tiene que luchar por millones. «Esta es una generación de personas que ha experimentado reveses», dice Elbaum, «y que tiene una noción mucho más precisa de dónde se ubica el resto de la sociedad que la que teníamos en la década de 1960».

    Desde la elección de Trump, los veteranos de la campaña de Sanders se dispersaron formando nuevas organizaciones. Justice Democrats [Demócratas por la Justicia] y Brand New Congress [Un Congreso Totalmente Nuevo], por ejemplo, tienen como objeto apoyar la elección de candidatos más progresistas para el Congreso –fue una convocatoria de Demócratas por la Justicia la que terminó desencadenando la campaña de Alexandria Ocasio-Cortez–. Our Revolution [Nuestra Revolución], otra nueva organización, se creó con el fin de preservar la red de voluntarios de la campaña de Sanders. Y dsa, una agrupación política y activista de larga data, experimentó un incremento inmediato en el número de sus afiliados. Surgida a partir de las escisiones del Partido Socialista en la década de 1970, cuando era esencialmente la corriente «centrista» de los socialdemócratas, dsa viró a la izquierda en el nuevo escenario. Michael Harrington, su fundador, había señalado que su objetivo era trabajar para ser el «ala izquierda de lo posible», tanto dentro como fuera del Partido Demócrata, mientras que muchos de los nuevos reclutas de dsa quieren que la agrupación actúe como una organización socialista más militante y que apoye explícitamente a los candidatos socialistas. Esto ha ocurrido en muchas elecciones en todo el país, en las que los candidatos socialistas se postulan para cargos en las juntas escolares, los consejos municipales y las legislaturas estatales, y a veces logran ingresar.

    Las transformaciones políticas se han ido abriendo camino también a través de otras instituciones. El suplemento de opinión del New York Times, por ejemplo, tiene un grupo de columnistas habituales que estuvo dominado durante mucho tiempo por escritores de centro, algunos de ellos liberales (aunque no demasiado) y otros pocos conservadores (si bien en su mayoría son anti-Trump). En tono de autocrítica por haber malinterpretado la dinámica de las elecciones de 2016, un día el diario abrió sus páginas a las cartas de los partidarios de Trump. Pero los partidarios de la izquierda señalaron que sus puntos de vista también habían estado ausentes. Desde entonces, el suplemento ha incorporado a Michelle Goldberg, una autora feminista liberal de izquierda, y a Jamelle Bouie, quien escribe de manera convincente sobre la intersección entre raza y capitalismo desde una perspectiva de izquierda. «Hay una sensación general de que la izquierda está donde están las ideas», comenta Goldberg, y de que como es difícil que el conservadurismo de Trump esté bien respaldado por un sólido conjunto de ideas, «los debates más fructíferos tienen lugar entre los liberales y la izquierda»8.

    Si la izquierda incursionó en instituciones tradicionales después de la elección de Trump, sus instituciones paralelas demostraron no ser menos influyentes. Al tiempo que aumentó el número de afiliados de dsa, también creció el número de suscripciones a revistas socialistas, especialmente a Jacobin, con la cual dsa no tiene relación formal pero cuyo público es similar (hay clubes de lectura de Jacobin en muchas de las secciones de dsa, por ejemplo). Mientras que los medios de comunicación corporativos como msnbc a veces difunden ideas socialdemócratas, el canal todavía no incluye a referentes socialistas y gran parte de su programación ha buscado ganar audiencia recurriendo al estado de shock y miedo de los liberales antitrumpistas. Los socialistas han creado sus propios medios de comunicación: el controvertido podcast Chapo Trap House, por ejemplo, combina un agudo análisis político de izquierda, un humor algo vulgar derivado de su fuerte implicación con la cultura de internet y la mofa habitual hacia los liberales. No es parte de una cadena ni recibe publicidad, y les paga a sus presentadores mediante aportes de los oyentes.

    Algo similar ha ocurrido en el mundo de los think tanks. En el sistema estadounidense, los think tanks cumplen dos funciones: sirven como intermediarios entre los políticos y las ideas y proporcionan empleo a los asistentes políticos cuando su partido está fuera del poder. Muchos de los think tanks liberales están estrechamente ligados al establishment del Partido Demócrata y son hostiles a las ideas de la izquierda. Pero hay otros que están posicionados para servir como respaldo intelectual a quienes buscan reformar el partido en una dirección más progresista, sobre todo en sus propuestas económicas. Si bien el Instituto Roosevelt ha existido desde 1987, sus socios están cada vez más involucrados en los esfuerzos por proporcionar solidez intelectual y experiencia en materia de políticas para lograr lo que el presidente Roosevelt denominó la «Segunda Declaración de Derechos» en 1944, que sin embargo nunca se puso en práctica: empleo garantizado, vivienda, atención médica y educación a través de una importante expansión del gasto público9. En otros ámbitos, los pensadores de izquierda están encontrando formas de producir ideas fuera de los canales tradicionales que requieren donantes importantes que tienden a comprometer los objetivos redistributivos: Matt Bruenig, por ejemplo, despedido de Demos, otro think tank de la izquierda progresista, fundó su propio grupo, el People’s Policy Project10. Escribe artículos en apoyo de un eeuu «más escandinavo» y opera con un modelo de financiación de donantes similar al de Chapo Trap House.

    Si bien todavía las elecciones de 2020 están relativamente lejos, las primarias demócratas ya están en marcha, aunque no todos los posibles candidatos se han lanzado aún al ruedo. Sanders se postuló nuevamente; todavía convoca a grandes multitudes y está recaudando fondos con éxito a través de su red de pequeños donantes (la contribución promedio a su campaña en 2016 fue de 27 dólares; ahora pide esa cantidad). Esta vez, Sanders opera con mayor profesionalismo y una política exterior bien desarrollada de internacionalismo progresista antioligárquico. Sanders ya ha recibido el apoyo de dsa y Jacobin. Elizabeth Warren, una senadora de Massachusetts, es otra candidata posible de la izquierda, con políticas razonadas y detalladas que apuntan a reformas importantes del capitalismo estadounidense, que incluyen la coparticipación de los trabajadores de las empresas. Para los socialistas de Jacobin, la diferencia es que Sanders representa la «tradición socialista», mientras que Warren es el «extremo izquierdo del liberalismo de clase media»11. Sin embargo, si alguno de los dos resultara elegido, el tipo de gobierno que podría impulsar probablemente tendría más que ver con sus márgenes de maniobra en el Congreso y con su capacidad para inspirar movimientos de masas.

    Esta tensión entre las necesidades de los partidos y las de los movimientos sociales es uno de los mayores obstáculos estructurales para la izquierda en un futuro próximo. El punto es que la izquierda, si bien es más numerosa de lo que ha sido en generaciones, sigue lejos de ser mayoritaria: dsa tiene solo 60.000 miembros que pagan cuotas en un país de más de 300 millones de habitantes. Para algunos, en la izquierda, el Partido Demócrata es una presencia tóxica, que sigue representando lo que se ha llamado «el segundo partido capitalista más entusiasta de la historia»12. Mientras que Sanders participa en las primarias demócratas y trabaja con los demócratas en el Congreso, él es técnicamente independiente. Y muchos socialistas coinciden con esa posición.
    Otros que aceptan una identidad socialista, como Ocasio-Cortez, se refieren al Partido Demócrata como «nuestro partido», en un intento de disputar la propiedad del partido y transformarlo desde adentro. En su primer día en el Congreso, por ejemplo, Ocasio-Cortez se unió a activistas del movimiento Sunrise, un grupo creado en 2017 y liderado por jóvenes, para luchar por una respuesta concreta a la amenaza del cambio climático. Realizaron una sentada como protesta en la oficina de Nancy Pelosi, líder demócrata de la Cámara de Representantes. Sin embargo, el Partido Demócrata no desea ser transformado y recientemente ha tomado medidas para reducir el riesgo de que los candidatos que ya ocupan cargos sean desafiados por los recién llegados.

    El argumento de la izquierda es doble: que los votantes demócratas son más progresistas que sus representantes surgidos de las urnas y que no hay otra opción que promover políticas audaces y transformadoras. En ese espíritu, el mayor logro político de la nueva izquierda es la propuesta de un «Green New Deal» (Nuevo Pacto Verde). Combina las ideas del movimiento ecologista con los reclamos de justicia social, entre ellos la garantía de empleo y la atención médica universal. Para los críticos de la derecha (y del centro), se trata de una lista de objetivos de la izquierda disimulados detrás de la legislación ambiental, aunque realmente estas metas no están muy escondidas: la acumulación de demandas es intencionada. Para evitar un cambio climático absolutamente catastrófico se requerirá una rápida descarbonización de la economía mundial, y eso demandará cambios sustanciales en el estilo de vida intensivo en energía del estadounidense medio, lo que incluye la infraestructura dependiente de los automotores con que opera la mayor parte del país. Como dice un activista de Sunrise:
    Como eslogan de campaña y plataforma política, el Nuevo Pacto Verde captura los valores y la visión que resuenan entre los estadounidenses decepcionados por décadas de consenso neoliberal. Es un programa de gran envergadura con precedentes históricos para frenar a la elite codiciosa y poner a trabajar a los ciudadanos comunes para evitar calamidades.13 Estos cambios tendrán efectos adversos para algunos sectores de la población, que necesitarán de la protección de un Estado de Bienestar más robusto. «El Nuevo Pacto Verde no es el único enfoque», escribe Jedediah Britton-Purdy, «pero sus grandes ambiciones marcan el terreno en el que se desarrollarán las futuras contiendas climáticas»14. Y es popular: dado que recibe el apoyo de 71% de los votantes del Partido Demócrata, es probable que una parte significativa del programa sea retomada por sus precandidatos presidenciales15.

    Pero la izquierda se enfrenta a varios obstáculos, más allá de la necesidad de transformar el Partido Demócrata. Tradicionalmente, la base de masas de la izquierda ha estado en el movimiento obrero. Pero la densidad sindical del sector privado, que viene reduciéndose hace décadas, se sitúa ahora por debajo de 7%. Si bien han sido más progresistas en los últimos años, las principales organizaciones sindicales, como la Federación Estadounidense del Trabajo - Congreso de Organizaciones Industriales (afl-cio, por sus siglas en inglés), no son confiables para la izquierda –la afl-cio se opuso, por ejemplo, al Nuevo Pacto Verde–. En los últimos años se han llevado a cabo con éxito nuevas campañas de sindicalización de periodistas, estudiantes de posgrado y trabajadores hoteleros, pero los intentos por sindicalizar a los trabajadores del sector automotriz en el sur han fracasado.

    Hay, no obstante, algunas señales de regreso de un sindicalismo de clase. La campaña «Lucha por 15 dólares» ha logrado obligar a las ciudades y estados a aumentar el salario mínimo. A principios de 2019, los trabajadores de control de tráfico aéreo ayudaron a poner fin a un cierre del gobierno diseñado por Trump16. Y ha habido una importante militancia en el sector público, donde alrededor de 35% de los trabajadores está sindicalizado. Ha habido huelgas de sindicatos de docentes en bastiones progresistas como Chicago y Oakland y en áreas más conservadoras como Virginia Occidental y Arizona. La huelga de Chicago de 2012, que de alguna manera sirvió de modelo, no solo exigió mejores condiciones para los docentes, sino también un mayor compromiso para financiar bienes públicos como la educación. «El sindicalismo ha sido la única institución a gran escala financiada e impulsada por sus miembros que estuvo constantemente en contra de la extrema derecha», señala Calvin Cheung-Miaw, ex-activista sindical, y tiene una capacidad única para abogar por los bienes sociales. Pero el movimiento sindical tiene un largo camino por recorrer para convertirse a una política de clase sólida, y una mejora material sustancial de los trabajadores requeriría reformas en las leyes.

    Una cuestión adicional es la distribución geográfica de la izquierda, concentrada en centros urbanos y ciudades universitarias. Hay suficientes socialistas en Nueva York como para ser el tema de un detallado artículo sobre la escena socialista en la ciudad17. Pero Jesse Myerson, un activista que dejó Nueva York para ir al sur de Indiana después de la elección de Trump, encontró que la región

    ha sido devastada por sucesivas olas de deslocalización y agonía: la concentración de las granjas en la década de 1980, la desindustrialización en la década de 1990, la burbuja inmobiliaria de la década de 2000, y ahora una crisis de consumo de drogas brutal que afecta a todas las comunidades. Si a esto le sumamos la despiadada manipulación de circunscripciones electorales, la intensa supresión de votantes y las purgas, y la implementación de la ley laboral [Right-to-Work Law] que regula la sindicalización, el resultado es una población atomizada, temerosa, que desprecia la política y carece de cualquier marco conceptual, ni hablar de los medios más evidentes para construir el poder colectivo.

    Myerson impulsó acciones contra los neonazis y advierte que las zonas rurales
    no están en el radar de los donantes políticos y activistas costeros que determinan en gran medida qué grupos se financian y con qué fondos, y la mayoría de los Hoosier [residentes de Indiana] que podrían estar interesados en luchar por una sociedad más libre y democrática han huido de Indiana en busca de salarios más altos, una mayor infraestructura cultural e intelectual y comunidades con mayor apertura hacia orientaciones, perspectivas y estilos de vida que siguen siendo tabúes en las zonas rurales.18

    La distribución demográfica de la izquierda es otro desafío. El Partido Demócrata (que no es lo mismo que la izquierda, por supuesto) hoy consiste principalmente en una coalición de minorías raciales y liberales blancos educados. Dada la segregación racial masiva e institucional que caracteriza la vida estadounidense, existe una brecha social significativa entre estos grupos. Desde las elecciones, ha habido un debate para nada constructivo sobre si fue el «racismo» o el «neoliberalismo» el elemento principal en la elección de Trump, como si la cuestión, tanto en la actualidad como a lo largo de la historia estadounidense, no fuera la forma en que la raza y el capitalismo han interactuado dividiendo los movimientos contra la explotación y la opresión.

    Muchos grupos socialistas ponen el acento en las cuestiones de clase y critican la celebración liberal superficial de la diversidad que deja intactas las desigualdades. No obstante, esto puede sonar como una subestimación del racismo o de las perspectivas de género si no se lo expresa con cuidado. Esta es una debilidad de Sanders, que no es tan cuidadoso como debería, especialmente dado que es poco representativo de la diversidad demográfica de la generación más joven, que se muestra más entusiasmada con la creación de un país más socialdemócrata. La cuestión de las reparaciones por la esclavitud ha surgido en las primarias demócratas y no hay una opinión unificada en la izquierda sobre la mejor manera de abordarla (las brechas de riqueza por raza en eeuu son enormes y son el resultado no solo de la esclavitud, sino también de la discriminación continua contra las minorías, así como de las políticas gubernamentales supuestamente neutrales en cuanto a la raza implementadas en el siglo xx, tales como el subsidio a la vivienda y los beneficios educativos para los veteranos de la Segunda Guerra Mundial, que ayudaron desproporcionadamente a los hogares blancos a incrementar su riqueza). El hecho es que dsa, por ejemplo, es una organización predominantemente blanca y masculina, y siempre existe el peligro de que los socialistas blancos intenten hablar en nombre de los aliados en lugar de escucharlos.

    El desafío más importante es el de una política de coalición en constante cambio y la posibilidad del fraccionalismo. Actualmente, la mayor parte de la izquierda adoptó una estrategia de frente amplio. Puede haber desacuerdos entre socialdemócratas y socialistas democráticos, pero están de acuerdo (al igual que muchos progresistas) en la necesidad de fortalecer el Estado de Bienestar y eso probablemente llevará muchos años de trabajo. Algunos desacuerdos pueden posponerse indefinidamente. Individuos y organizaciones como dsa están trabajando tanto dentro como fuera del Partido Demócrata, lo cual resulta muy apropiado. El hecho de que haya muchas organizaciones de izquierda, cada cual con énfasis ligeramente diferentes, abre múltiples puertas de acceso para personas de diferentes ámbitos y características personales. La multiplicidad de organizaciones también puede resultar una protección: por ejemplo, la Organización Socialista Internacional, de matriz trotskista, se disolvió en marzo de 2019 como consecuencia de acusaciones de agresión sexual contra sus líderes, con un impacto relativamente bajo en la fuerza general de la izquierda. No obstante, la diversidad plantea cuestiones de coordinación y la posibilidad de desacuerdos reales sobre cuestiones tácticas o de fondo.
    Pero la necesidad de que la izquierda afirme una identidad distinta de la del liberalismo es un verdadero desafío estructural, dado que la izquierda necesitará a los liberales como socios de coalición. Independientemente de quién gane, las próximas primarias demócratas proporcionarán pruebas claras sobre la capacidad de la izquierda de dar forma a la dirección política del país. A pesar de su plataforma relativamente progresista, Clinton trató de ganar las elecciones de 2016 atrayendo a los republicanos descontentos. Queda por ver si el candidato hará lo mismo en 2020 o si recurrirá a quienes pueden fortalecer la base activista del partido. Lo que queda claro es que las condiciones históricas han producido una izquierda resurgente y revitalizada en eeuu, comprometida con un país más igualitario, inclusivo y justo. Por primera vez en décadas, la izquierda ha tenido que pensar en formular un programa para gobernar y mantener el poder, no solo articular críticas a los programas existentes. Y sus bases, en todo el país, están trabajando para enfrentar el desafío.

    Nota: traducción del inglés de Rodrigo Sebastián.
    • 1. Jane Mayer: «The Making of the Fox News White House» en The New Yorker, 4/3/2019.
    • 2. Lawrence B. Glickman: «Free Enterprise vs. Socialism: A Brief History» en Dissent, 5/3/2016.
    • 3. «Ronald Reagan Speaks Out on Socialized Medicine – Audio» en Reagan Foundation, YouTube, www.youtube.com/watch?v=ayrldlrldsq.
    • 4. Frank Newport: «Democrats More Positive About Socialism Than Capitalism» en Gallup News, 13/8/2018.
    • 5. Tuits disponibles en https://twitter.com/aoc/status/1062731138031120384.
    • 6. Clare Malone: «Barack Obama Won The White House, But Democrats Lost The Country» en FiveThirtyEight, 19/1/2017.
    • 7. L. Putnam y T. Skocpol: «Middle America Reboots Democracy» en Democracy, 20/2/2018.
    • 8. Entrevista con el autor, 19/3/2019.
    • 9. J.W. Mason: «Fiscal Rules for the 21st Century», Roosevelt Institute, disponible en http://rooseveltinstitute.org/wp-content/uploads/2019/03/RI_How-to-pay-for-the-public-sector_issue-brief_201903.pdf.
    • 10. V. página web: www.peoplespolicyproject.org/.
    • 11. Shawn Gude: «You Can Have Brandeis or You Can Have Debs» en Jacobin, 2/2019.
    • 12. Lance Selfa: The Democrats: A Critical History, edición actualizada, Haymarket Books, Chicago, 2012.
    • 13. Matthew Miles Goodrich: «The Climate Movement’s Decades-Long Path to the Green New Deal» en Dissent, 15/2/2019.
    • 14. J. Britton-Purdy: «The Green New Deal Is What Realistic Environmental Policy Looks Like» en The New York Times, 14/2/2019.
    • 15. Sean McElwee: «People Actually Like the Green New Deal» en The New York Times, 27/3/2019.
    • 16. Eric Levitz: «Airport Shutdowns Forced Trump to Reopen the Government» en Intelligencer, 25/1/2019.
    • 17. Simon van Zuylen-Wood: «Pinkos Have More Fun: Socialism is AOC’s Calling Card, Trump’s Latest Rhetorical Bludgeon, and A New Way to Date in Brooklyn» en Intelligencer, 3/3/2019.
    • 18. Entrevista por correo electrónico con el autor, 30/3/2019.