Este
viernes se cumple un cuarto de siglo del inicio de las transmisiones de
TV Martí, un fracasado proyecto subversivo que sustrae cientos de
millones de dólares del bolsillo de los contribuyentes norteamericanos
La fecha pasará inadvertida para el gran público
estadounidense y cubano, pero este viernes se cumple un cuarto de siglo
del inicio de las transmisiones de TV Martí, un fracasado proyecto
subversivo que sustrae cientos de millones de dólares del bolsillo de
los contribuyentes, viola normas internacionales y obstaculiza el
proceso hacia la normalización de relaciones entre La Habana y
Washington.
Lanzar un canal ilegal con alcance dentro de Cuba fue la continuidad
de un plan trazado durante la primera mitad de la década de los 80 del
siglo pasado por la agresiva administración de Ronald Reagan, quien
soñaba con destruir a la Revolución con las ondas de la mal llamada
Radio Martí.
El mismo esquema fue aplicado contra naciones del antiguo campo socialista.
El 27 de marzo de 1990, impulsados por el éxito de los programas
subversivos en Europa del Este, dieron el salto hacia las transmisiones
televisivas desde un aerostato a 3 000 metros de altura en los cayos
del sur de la Florida.
Cuando un huracán mandó a bolina el artefacto, comenzaron a utilizar
un avión militar EC-130, perteneciente a una Unidad de Guerra
Psicológica de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos.
Aunque también ensayaron con otras aeronaves, la señal siempre fue
bloqueada con efectividad por los especialistas cubanos a un costo
comparativamente bajo.
Sin embargo, esas agresiones radioeléctricas afectan el normal
funcionamiento de las telecomunicaciones nacionales y violan
directamente la letra y el espíritu de numerosos acuerdos
internacionales, lo cual ha sido denunciado por nuestro país en diversos
foros.
En cualquier caso, millones de dólares del erario público
estadounidense han sido tirados al éter durante 25 años, en una
operación que solo enriquece a un grupo de mafiosos del sur de la
Florida, dedicados al lucrativo negocio de agredir a Cuba.
BUSCANDO SINTONÍA
Hoy, en medio de sonados
escándalos de corrupción, sus directivos buscan cómo sobrevivir y
mantener el flujo de dinero que aún destina la Casa Blanca para lograr
un “cambio de régimen” en nuestro país.
La Oficina de Transmisiones para Cuba (OCB, por sus siglas en
inglés), que supervisa Radio y TV Martí, propuso elevar su presupuesto
del 2016 a más de 30 millones de dólares.
Pero el cambio planificado va mucho más allá de un simple abultamiento de las cuentas, ya de por sí sobregiradas.
Desde
su creación, la OCB ha funcionado como una instancia federal supeditada
a la Junta de Gobernadores sobre Transmisiones (BBG, por sus siglas en
inglés).
Una inspección rutinaria a mediados del año pasado reveló un
verdadero desastre en las oficinas centrales de Miami y reportó baja
moral dentro del personal, falta de transparencia en la toma de
decisiones y corrupción en el manejo de dietas y otros recursos.
La OCB también estuvo involucrada en un escándalo al realizar pagos
ilegales a decenas de periodistas de Miami entre 1998 y 2002, violando
las leyes norteamericanas. Esos mismos profesionales, que deberían
trabajar de manera imparcial, escribieron artículos y reportajes
hostiles y discriminatorios sobre Cuba y en especial sobre el caso de
los Cinco.
Washington desea entonces matar dos pájaros de un tiro. Por un lado
quitarse formalmente el lastre de Radio y TV Martí convirtiéndola en una
entidad semiprivada o “sin fines de lucro”, y al mismo tiempo mantener
el apoyo estatal para las actividades de desestabilización.
De hecho, la desfederalización de la OCB, que incluye también a la
Voz de América (con alcance latinoamericano), seguiría el modelo de
Radio Europa Libre y Radio Libertad, que ganaron prominencia en la era
soviética.
La nueva organización utilizaría fondos públicos, pero no
sería un ente gubernamental. Ese estatus haría más difícil supervisar
el destino del dinero y los programas en que se involucre.
De acuerdo con el calendario publicado, el proceso de privatización
sería completado a comienzos del 2017 y se espera que la nueva
organización sea funcional a mediados de ese mismo año.
NUEVOS CANALES DE SUBVERSIÓN
La nueva estructura estaría en sintonía con la clase de operaciones en las que ha incursionado la OCB durante los últimos años.
Ante la probada ineficiencia de las transmisiones radiales y
televisivas, ven en las nuevas tecnologías un posible campo de acción.
Un reciente reportaje del New York Times mostró cómo en sus oficinas
centrales se graban más de 15 000 DVD mensualmente con programación
propia y otros materiales, que luego son distribuidos ilegalmente en
Cuba.
Además, Radio y TV Martí están detrás de Piramideo, un servicio
similar a una red social que utiliza la mensajería de texto nacional
para crear una plataforma y ganar influencia sobre la sociedad.
La idea es una copia del programa ZunZuneo, financiado por la
Agencia Internacional de Estados Unidos para el Desarrollo (USAID) y
revelado el año pasado por Associated Press (AP).
En ambos casos, la meta era utilizar un gancho no controversial y sin
aparente contenido político, lograr una masa crítica de seguidores y
entonces dar el paso hacia convocatorias en red, concentraciones masivas
y desencadenar una “primavera árabe” a la cubana.
Ese tipo de estrategia forma parte de la llamada guerra no
convencional, la misma que viene aplicando Washington con cierta
efectividad en otras latitudes para derrocar gobiernos que no siguen
sus instrucciones, a un menor costo que el de una invasión militar
directa.
EL BOTÓN DE APAGADO
El mayor temor de quienes
han hecho fortuna gracias a esos inefectivos pero lucrativos programas,
son las cada vez más numerosas voces que llaman a poner fin a dos
reliquias de la Guerra Fría.
En el Congreso de Estados Unidos está en marcha un Proyecto de Ley
para cerrar Radio y TV Martí, impulsado por la congresista demócrata
por Minnesota, Betty McCollum.
La legisladora apunta que el gasto de la OCB desde su creación es
superior a los 770 millones de dólares y ha fracasado en todos sus
objetivos. “Nuestros contribuyentes no deberían estar financiando
radiodifusión propagandística. En lugar de eso, deberíamos facilitar
esfuerzos para que los estadounidenses puedan involucrarse directamente
con los cubanos”, aseguró al defender su iniciativa.
Además, los anuncios del 17 de diciembre pasado y el inicio de un
proceso largo y complejo para abrir un nuevo capítulo en las relaciones
entre Cuba y Estados Unidos, dejan a Radio y TV Martí en un terreno
pantanoso.
En su discurso en la III Cumbre de la Comunidad de Estados
Latinoamericanos y Caribeños (Celac), el General de Ejército, Raúl
Castro, incluyó el fin de las transmisiones radiales y televisivas
ilegales como uno de los puntos que deben ser resueltos para avanzar en
un proceso de normalización entre los dos países.
El tipo de agresiones directas que han llevado a cabo esas emisoras
durante las últimas décadas sería impensable en un ambiente
medianamente civilizado entre La Habana y Washington, aun cuando las
autoridades norteamericanas han dejado claro que cambian sus métodos,
pero los objetivos siguen siendo los mismos.