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lunes, 25 de febrero de 2019
Las guerras mienten, pero la verdad nunca muere
Estados Unidos busca en Venezuela lo mismo que se ha cansado de hacer en la región: masacrar a los pueblos
Foto:Archivo
Sobre Venezuela vuela el águila que
espera el premio carroñero de una guarida que intenta asesinar a la
democracia, en un país que ha erigido un monumento a ese vocablo desde
1999, cuando empezó a vivir en Revolución. En 21 ocasiones el proyecto
bolivariano fue a las urnas y en 19 de ellas salió triunfador.
El homicida, dueño del ave de rapiña, usa como armas las mentiras de
todo calibre y la metralla con la cual quieren ahora rematar el embuste,
pues ni las falacias inventadas les funcionan. Solo un puñado de
países, por supuesto, los ricos de este mundo, le ha dado crédito al
falso e ilegítimo presidente encargado, es decir, impuesto por Estados
Unidos en la nación venezolana. Y ni siquiera ellos mismos se creen la
patraña, pero les conviene acuñarla, pues todos quieren partes del
suculento y rico pastel.
Estados Unidos busca en Venezuela lo mismo que se ha cansado de hacer
en la región: masacrar a los pueblos. Bastaría ver el mapa de HispanTV
con el historial de agresiones, que bajo cualquier motivo justificaba, y
justifica, el axioma de su política exterior: «América para los
americanos», instalado en la doctrina Monroe. Y para eso mueve su
poderosa maquinaria bélica contra el pacífico país. Lo hace para matar y
en esa acostumbrada postura, lo mismo le da un chavista, un opositor,
que el mismo peón de su ajedrez que es Juan Guaidó. Razón tenía Fidel:
«El que necesita las armas es el imperialismo, porque está huérfano de
ideas».
Sobre Venezuela, el ave de rapiña está dispuesta a regar muerte para
alimentarse de ella, pues la guerra es su modo de vida y se asienta
también en la mentira. Eduardo Galeano, al que le debemos Las venas abiertas de América Latina, las resume así:
«Las guerras mienten. Ninguna guerra tiene la honestidad de confesar:
yo mato para robar. Las guerras siempre invocan nobles motivos: matan
en nombre de la paz, en nombre de la civilización, en nombre del
progreso, en nombre de la democracia y, por las dudas, si tanta mentira
no alcanzara, ahí están los medios de comunicación dispuestos a inventar
enemigos imaginarios para justificar la conversión del mundo en un gran
manicomio y un inmenso matadero».
Cualquier semejanza con lo que vive hoy Venezuela no es pura
coincidencia. La prueba es la ayuda humanitaria, basada en esa misma
guerra, en su versión económica, que ha costado a ese país 30 000
millones de dólares. La supuesta asistencia, fuera de todos los
protocolos humanitarios, es descalificada por la Cruz Roja Internacional
y la ONU, y según una investigación realizada por el Centro Nacional
para la Información Biotecnológica, de EE. UU., las comidas enviadas a
Colombia con destino a Venezuela son alimentos deshidratados y poseen
dióxido de azufre, causante de dolores de estómago, erupciones en la
piel y ataques de asma.
Se trata del mismo modus operandi usado en el mundo entero: campaña
de manipulación sicológica y propagandística para obtener el poder
político, promoviendo una guerra civil, con lo cual justificarían la
entrada de muerte y posterior miseria que han dejado en todo el planeta.
Están frescas aún en la memoria Yemen, Libia, Irak, Siria, República
Democrática del Congo. El homicida y mentiroso patológico es más
peligroso, porque su enfermedad terminal no tiene cura, ni en su propia
casa. La gestión de Donald Trump fue desaprobada por el 60 % de los
estadounidenses a fines de 2018, de acuerdo con la cadena ABC y The Washington Post.
¿Con qué moral va a decir que un presidente con el 67 % de aprobación es ilegítimo? ¿Alguien como Trump que, según datos de The Fact Checker, publicados por The Washington Post, hizo 4 229 declaraciones falsas en sus primeros 550 días de gobierno, puede ser tomado en serio?
Venezuela enfrenta a un imperio que no tiene idea de lo que son
capaces los pueblos. Allí hay una sola verdad: la de la Revolución
Bolivariana que en este febrero cumple 20 años, y al decir de José
Martí, «La verdad solamente despierta una vez, y nunca muere».
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