Con aliento de Bacardí, la jauría está activada
Por:
Randy Alonso Falcón
Embriagada
por Bacardí, la congresista Ileana Ros-Lehtinen se ha lanzado a una
ofensiva pública contra la licencia otorgada a fines de 2015 por el
gobierno de EE.UU para que Cubaexport registrara nuevamente en ese país
la marca cubana de ron Havana Club.
Ros-Lehtinen encabeza una carta firmada por otros 24
legisladores y dirigida al Secretario del Tesoro Steven Mnuchin y al de
Estado Rex Tillerson exigiendo la revocación de la licencia.
“Fue
una decisión tomada por la conveniencia política que ignoró la ley
permanente de Estados Unidos y potencialmente abrió una caja de Pandora
que podría ver a los titulares de derechos de propiedad intelecual
estadounidenses sujetos a confiscaciones ilegales e injustas en el
extranjero”, bramó la llamada Loba Feroz
.
Amy Federman, vocera de Bacardí dijo, por su parte, que la compañía
“estaba encantada de ver que el apoyo a los derechos de propiedad
intelectual y la oposición a las confiscaciones extranjeras ilegales
siguen teniendo el apoyo bipartidista del Congreso”.
No ha de ovidarse que la Ros junto a Lincoln Díaz-Blart, el corrupto
de Bob Menéndez y el infausto senador floridano Coney Mack, fueron
artífices, al amparo y pago de la Bacardí, de la Sección 211, incluída
como percha de la Ley Omnibus de Asignaciones en 1998. Ese
engendro legislativo estableció que ningún tribunal estadounidense
reconocerá derechos sobre marcas registradas y nombres comerciales que
se usaron en propiedades confiscadas por el gobierno cubano. La primera
víctima de esa patente de corso fue Havana Club. Por aquella fecha, una
corte de Nueva York, con el apoyo de congresistas anticubanos, validó la
usurpación por parte de la compañía Bacardí del derecho de uso de la
marca Havana Club en Estados Unidos, que estaba registrado desde 1974,
mediante la comercialización fraudulenta de un ron producido fuera de
Cuba.
Lo que está en el fondo no es que la Bacardí tenga mucho empeño en
producir un buen Havana Club para los consumidores estadounidenses. Lo
que le preocupa a la firma radicada en Bermudas es el creciente impacto
de Havana Club International (la mixta de Cuba Ron y Pernord Ricard) en
el mercado mundial, donde ya vende más de 4 millones de cajas de
botellas de ron; pese a no poder comercializar ni una sola botella en
suelo estadounidense, el mayor mercado internacional de bebidas
espirituosas.
Y aunque no estoy seguro de cuántos tragos de Bacardí haya habido de
por medio, la otra parte de la jauría anticubana en el Congreso también
anda activada. Mario Díaz Balart es capaz de venderle el alma hasta al
diablo para sostener la “industria del mal”, como la llamaba Francisco
Aruca. El legislador floridano apoyó resueltamente la derrotada
propuesta de Trump de echar abajo el plan de salud ObamaCare -que
benefició a miles de personas de escasos recursos en su distrito-, a
cambio de que el inquilino actual de la Casa Blanca apriete clavijas
contra Cuba y revierta las medidas tomadas por la anterior
administración.
Asimismo anda el senador Marcos Rubio, tratando de marcarle pautas al
gobierno Trump en la relación con Cuba y actuando de cancerbero yanqui
en la ofensiva contra Venezuela. Su vergonzoso actuar por estos días,
lanzando invectivas, presionando a gobiernos soberanos y tratando de
lograr la expulsión venezolana de la OEA, es para concurso de ignominia
imperial.
La claque anticubana anda dispuesta, desde el pasado 20 de enero, a
tratar de recuperar protagonismo e imponer condiciones. Habrá que ver si
desde Washington se permite que la política hacia Cuba vuelva a quedar
secuestrada en Miami.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario