lunes, 25 de febrero de 2019

Trump en la picota, el regreso de Michael Moore


Regresa Michael Moore con la que posiblemente sea su película más incisiva luego de Fahrenheit 9/11, aquel alegato anti George W. Bush realizado en 2004
Foto: Cartel de la película
Regresa Michael Moore con la que posiblemente sea su película más incisiva luego de Fahrenheit 9/11, aquel alegato anti George W. Bush realizado en 2004.

La nueva entrega voltea el título del clásico y lo convierte en Fahrenheit 11/9, fecha de la victoria electoral de Donald Trump, acontecimiento que tomó a muchos por sorpresa y hace preguntarse al cineasta ¡cómo fue posible! y de qué manera explicarse que un político mentiroso, megalómano y racista se mantenga en el poder, anuncie intenciones de reelección e incluso –entre bromas e ironías recogidas en la cinta– deje entrever las posibilidades de extenderse en la Casa Blanca durante 16 años.

Asentado en este plácido amago de permanencia, Fahrenheit 11/9 desarrolla la tesis de que Estados Unidos pudiera pasar del ciclo neoliberal imperialista a un control más riguroso y hasta  maniático. Establece un paralelo entre la llegada al poder de Trump y Adolfo Hitler y se permite poner palabras del mandatario estadounidense en  boca del führer durante un discurso ante fieles seguidores del nazismo.

Referencia contemporánea a un control global de visos fascistas al que pudieran sumarse otras élites internacionales –sugiere Fahrenheit 11/9, al tiempo que aboga por impedirlo a toda costa– y el espectador no puede menos que pensar en el clonado Bolsonaro, en otros por el estilo que están llegando y en la conspiración internacional que ahora mismo se articula  contra Venezuela.

Fahrenheit 11/9 no es, sin embargo, un tiro al blanco a tiempo completo contra Trump. También reparte reprobaciones y sarcasmos contra los demócratas y su rancia dirigencia por no prever que el arrogante  magnate podía aprovecharse de los socavones de sus contrarios para llegar a la Casa Blanca. Hillary Clinton, Obama, el Partido Demócrata  (haciéndole trampas a Bernie Sanders en las elecciones) y otros más se convierten –según Moore– en responsables directos de un error que hoy paga la humanidad.

Después de referirse  a esos momentos «increíbles» en que el electorado demócrata llora ante el triunfo de Trump, el filme pasa cuentas a situaciones deplorables del país y le da voz lo mismo a los que dirigen que a los que critican, estos últimos –trabajadores, estudiantes, gente humilde– con un poder testimonial de alto impacto. Dos horas durante las cuales el cineasta se desenvuelve en el terreno estilístico que lo ha hecho sobresalir a lo largo de los años: revelaciones contundentes, humor en sus variantes más diversas, irreverencias, análisis en los que defiende sus convicciones a capa y espada, participación personal en los hechos y, en el caso que nos ocupa, un remarcado pesimismo por el futuro de su país.

Esta visión apocalíptica –nada ha cambiado desde el 2001, sugiere el filme– es aplacada  solo por la esperanza puesta en  jóvenes pensantes, como los que participaron  en una masiva  huelga de estudiantes o los que levantaron una ola de protestas en la nación a partir de la matanzas de Parkland. Igualmente,  hay espacios para caras nuevas, no profesionales, que se acercan a la política con un discurso renovador y de fuerte raigambre social, que nada tiene que ver con la tradicional politiquería del sistema.

Un enfoque especial se la da al escándalo ocurrido en la empobrecida localidad de Flint, Michigan, donde su gobernador construyó un nuevo canal que dividió las aguas en dos: las limpias, para la nueva fábrica de la General Motors, las contaminadas de plomo, dirigidas al consumo de la población, lo que causó enfermedades y muertes, en especial entre los niños.

El asunto lo aprovecha Michael Moore para referirse a la decepción que causó el presidente Obama durante una visita al lugar, porque mientras la población pensaba que venía a apoyar su lucha, el mandatario pidió durante un discurso un vaso del controvertido líquido, se mojó lo labios y dijo sonriente que no había problemas.

Hacia los finales, Trump vuelve a estar presente en el discurso del cineasta, que arremete contra la ignorancia y la indiferencia de muchos ante realidades que necesitan de una población activa que abra las ojos frente a las barbaridades que se cometen frente a ella: «Trump es nuestro Frankenstein y nosotros somos su doctor Frankenstein», alega.

El filme dedica tiempo a analizar cómo los medios de comunicación han venido cayendo en la trampa Trump, cuya obsesión principal es la publicidad, subir audiencias a cualquier precio.

Fahrenheit 11/9 comenzó  a realizarse tras la victoria de Trump, llevó dos años concluirla y se terminó, con total urgencia, para ser exhibida antes de las elecciones legislativas al Congreso, en noviembre pasado, en las cuales los republicanos perdieron el control de la Cámara.

Antes de ser ovacionada durante su estreno en el Festival de Toronto, Michael Moore escribió que Trump «era el resultado lógico de una larga espiral cuesta abajo que culminó con uno de nuestros más odiados ciudadanos conquistando nuestra oficina más poderosa».

  Pronto la podremos ver.

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