En artículos anteriores hemos citado a Alexander Zinoviev,
disidente
de la URSS devenido un demoledor crítico de la perestroika y
sistemático acusador de figuras como Gorbachov, Shevardnadze, Yeltsin y
Yakovlev por traición al pueblo ruso. Oleg Nazárov, autor de
este artículo publicado por el sitio Sputnik,
pertenece al Club Zinoviev.
Todos coinciden hoy en que el encuentro
entre George H. W. Bush y Mijaíl Gorbachov en diciembre de 1989 en Malta
dejó una profunda huella en la historia. Pero lo valoran de maneras
diferentes. Algunos creen que fue el punto final de la Guerra Fría.
Otros lo califican como una traición sin precedentes. Gorbachov y su
equipo se oponen categóricamente a esta última opinión. Para encontrar
la verdad, hace falta un análisis científico
.
Qué es una traición
La clave a la respuesta a esta ambigua
pregunta la dio el gran filósofo ruso y patriota de su país, Alexander
Zinóviev. Empleó la palabra “traición” en el sentido sociológico, moral y
jurídico.
En su artículo ‘El factor de la traición’
Zinóviev escribió: “Para calificar las acciones del supremo poder
soviético como traición o para rechazar esta calificación hace falta,
ante todo, partir del deber de las autoridades con respecto a su
población. Este deber consiste en salvar y afianzar el régimen
existente, proteger la integridad territorial, fortalecer y proteger la
soberanía del país en todos los aspectos de su organización social
(poder, derecho, economía, ideología, cultura), garantizar la seguridad
personal de los ciudadanos, defender el sistema de formación y
educación, los derechos sociales y civiles… En una palabra: todo lo que
había sido conseguido en los años soviéticos y lo que constituye un modo
de vida normal de la población. Las autoridades lo sabían. Y la
población estaba segura de que su cúpula dirigente cumpliría su deber y
confiaba en sus líderes. ¿Cumplieron las autoridades su deber? ¿Y por
qué, si escogemos la respuesta negativa? En segundo lugar, hay que
entender si las autoridades soviéticas actuaron por su propia voluntad o
fueron manipuladas desde fuera; si fue un comportamiento planificado
por alguien fuera del país o no, o si actuó el poder en intereses de
esta fuerza externa”.
Zinóviev fue el primero en intuir que
Gorbachov era capaz de traicionar esta confianza: “Antes de asumir el
cargo de secretario general del PCUS había estado en Reino Unido. Se
negó a visitar la tumba de Karl Marx, y en vez de ello se dirigió a la
recepción de la reina. Me pidieron comentar este caso. Contesté entonces
que empezaba una traición histórica sin precedentes. No me equivoqué”.
En Londres el futuro líder soviético se
vio con la primera ministra de Gran Bretaña, Margaret Thatcher. Es
interesante que justo después de este encuentro la Dama de Hierro se
fuera a EEUU para verse con el entonces presidente, Ronald Reagan, para
comunicarle que se podía hacer tratos con Gorbachov. En marzo de 1985
Thatcher vino a Moscú al entierro del Secretario General del PCUS y
dirigente de la URSS, Konstantín Chernenko, y volvió a verse con
Gorbachov, que poco antes había sido nombrado el líder de la URSS y del
partido.
El primer paso
Pasado un mes, en el Pleno del Comité
Central del PCUS fue anunciado el curso hacia la aceleración del
desarrollo socio-económico del país. Suponía la aplicación de los logros
de la ciencia y la técnica y el desarrollo de la construcción de
maquinaria. Así se inició la llamada ‘Perestroika’. En febrero de 1986
fue aprobada en el ХХVII Congreso del PCUS.
El periodo de Brézhnev lo suelen
denominar periodo de estancamiento. Zinóviev protestó categóricamente
contra esta denominación. En su artículo ‘La contrarrevolución
soviética’ recordó: “¡En los años de postguerra la población de la Unión
Soviética aumentó en cien millones de personas! Se elevó el nivel de
vida. Crecieron las necesidades de la gente… En los años de postguerra
(y sobre todo, en los del “estancamiento”) creció decenas de veces el
número de empresas, entidades, organizaciones, la sociedad se hizo más
complicada y variada con tanta rapidez y en tal escala que nunca ha
visto la historia de la humanidad uniones tan enormes como la URSS.
Todos los aspectos de la vida se volvieron más complicados y variados:
la educación, la cultura, las comunicaciones, las relaciones
internacionales, etc. Por supuesto, aparecieron problemas y
dificultades…”.
Para superarlos, como afirmaba Zinóviev,
“había que abogar por la vía del afianzamiento y perfeccionamiento de
todo lo que criticaban y ponía en ridículo la propaganda y la ideología
de Occidente: se trataba de algo que funcionaba de verdad y podría
permitirle a la URSS superar aquellas dificultades. Pero los dirigentes
soviéticos y sus lacayos ideológicos lo hicieron todo al revés. Se
pusieron a montar la ‘Perestroika’, cuyas consecuencias nefastas eran
evidentes de antemano. La perestroika desencadenó una crisis que se hizo
universal, abarcando también la esfera de la economía”.
Ya ni Gorbachov ni los demás críticos del
estancamiento mencionaban la antes anunciada aceleración. Sus palabras
altisonantes nunca se materializaron. Los partidarios de la
‘Perestroika’ no lograron superar los problemas, muchos de los cuales
fueron fruto de su propia actividad. Gorbachov demostró ser un dirigente
incapaz de construir nada, lo que primero originó en la sociedad una
desilusión y luego una creciente irritación.
Cuanto peor fueron las cosas dentro del
país, tanto más se esforzaba Gorbachov por conseguir reconocimiento en
Occidente. Hasta estaba dispuesto a renunciar a las conquistas
geopolíticas del periodo de la Segunda Guerra Mundial, pagadas con las
vidas de decenas de millones de ciudadanos soviéticos. El ex jefe del
Departamento Analítico de la KGB de la URSS, Nikolái Leónov, está seguro
de que fue Gorbachov el que inició la ruina del imperio soviético al ir
a la Asamblea General de la ONU en otoño de 1988 con la idea de alegrar
a todo el mundo declarando desde la tribuna que la URSS no iba a
impedir por la fuerza los cambios en otros países de Europa Oriental.
Fue el primer paso, y después ya no hubo vuelta atrás.
La URSS no quiere ver a EEU como un adversario
Henry Kissinger en su libro ‘Diplomacia’
recuerda como al declarar desde la tribuna de la ONU la reducción
unilateral de las Fuerzas Armadas en 500.000 efectivos y 10.000 tanques,
Gorbachov añadió con una voz bastante humilde: “Esperamos que EEUU y
los europeos den algunos pasos también”…Una reducción unilateral de
escala tan grande es una muestra o de una exclusiva seguridad de las
propias fuerzas o de una debilidad exclusiva. En aquella etapa de
desarrollo es dudoso que la URSS ostentase dicha seguridad de sus
fuerzas.
En primer lugar, las palabras de
Kissinger hacen referencia a Gorbachov quien manifestó también su
debilidad en el curso de las negociaciones en Malta. Al describir el
comportamiento del líder soviético, el embajador estadounidense en la
URSS, Jack F. Matlock, dijo: “Necesitaba que todos vieran que estaba
negociando con Bush de igual a igual y no como un adversario vencido”.
Pero Gorbachov no logró convencer de ello a los políticos estadounidenses, que respetan la fuerza por encima de todo.
Por ahora sabemos muy poco del contenido
de las negociaciones. Y por algo será. Los concisos comentarios de los
medios contrastan con las estimaciones pomposas que dieron Gorbachov,
Bush y sus círculos próximos. Todos insistieron en declarar que el
principal resultado del encuentro fue el fin de la Guerra Fría. Aunque
hoy es obvio que estas declaraciones no corresponden con la realidad.
El ex embajador soviético en EEUU,
Anatoli Dobrinin, afirmaba que en Malta Gorbachov hizo caso omiso de la
directiva del Buró Político del Comité Central del PCUS, según la cual
la reunificación de Alemania era posible siempre y cuando los dos
bloques, la OTAN y el Pacto de Varsovia, fueran disueltos y unidos por
un acuerdo mutuo. Es más: Gorbachov no solo le alegró a Bush con la
declaración de que la “URSS ya no quería ver como un adversario a EEUU”,
pasó a exhortar a los estadounidenses a ser mediadores en
transformaciones pacíficas en Europa Oriental.
— Ya no le consideramos nuestro
enemigo, —le dijo a Bush- Han cambiado muchas cosas. Queremos su
presencia en Europa. EEUU debe quedarse en Europa. Su presencia allí es
importante para el futuro de este continente. Por eso no deben pensar
que busquemos que se vayan.
No sorprende que varias semanas después
de la cumbre en Malta la Administración de Bush se mostrase dispuesta a
desempeñar el papel de mediador no sólo entre Moscú y los Estados del
Pacto de Varsovia, sino también entre Moscú y la capital de la República
Socialista Soviética de Lituania, Vilna.
El historiador Matvéi Polínov dijo: “Las
fuerzas separatistas de Letonia, Lituania y Estonia, al obtener el apoyo
de EEUU a raíz de la cumbre de Malta, intensificaron considerablemente
su actividad con vistas a salir de la URSS. Precisamente por eso, en
buena medida, el destacado diplomático Anatoli Gromiko calificó la
cumbre como “un Múnich soviético”… Gromiko vio claro que en Malta
Gorbachov “había perdido cada partida”.
Y es que ni intentó ganar. Me atreveré a
decir más: a juzgar por los acontecimientos que se desencadenaron
después de la cumbre (la reunificación alemana, la desintegración del
Bloque Socialista, la disolución del Pacto de Varsovia, el empeoramiento
de relaciones con Cuba, etc.), Gorbachov, actuando a su antojo, había
firmado en Malta el acta de capitulación total e irreversible de la
URSS.
La Navidad en junio de 1990
La respuesta a la pregunta si Gorbachov
actuó según los intereses de EEUU o no es obvia. Los propios
estadounidenses estaban asombrados por la rapidez con la cual el líder
soviético le rendía a Occidente una posición tras otra. Como
reconocieron el historiador de EEUU, Michael Richard Beschloss, y el
analista de política exterior, Strobe Talbott, los estadounidenses
estaban buscando la manera de agradecerle a Gorbachov que pactara la
presencia de una Alemania unida en la OTAN. Y como para junio de 1990
estaba planificada la visita de Gorbachov a EEUU, Robert D. Blackwill
propuso: “El encuentro debe convertirse para Gorbachov en una Navidad en
junio”.
El recién proclamado presidente de la URSS vino a EEUU el 30 de mayo. Beschloss y Talbott lo cuentan:
“Gorbachov estaba
embriagado de su éxito, cuando la muchedumbre le acogía con aplausos.
Exclamó, con ayuda de un intérprete: ‘¡Aquí me siento como en casa!’ Fue
una frase rara pero muy elocuente: ya que en su país su propio pueblo
no le iba a aplaudir (…) Gorbachov tenía tantas ganas de sentir la
benevolencia de la sociedad y ver las muestras de su importancia en
Occidente que al día siguiente empleó cuatro horas para recoger, uno
tras otro, cinco premios de diferentes organizaciones (…) Con una amplia
sonrisa, recibía a los representantes de cada organización que entraban
con toda solemnidad en la lujosa sala de recepciones de la embajada
soviética: colgaban de la pared sus emblemas y pronunciaban palabras
halagadoras sobre Gorbachov ante las cámaras de la televisión soviética y
estadounidense”
En el mismo año, 1990, Gorbachov obtuvo el anhelado Premio Nobel de la paz.
Tuvo que esperar dos años para el
siguiente regalo. En 1992, cuando la URSS ya estaba enterrada, Reagan
invitó al ex presidente a su rancho y le regaló el sombrero de vaquero.
Gorbachov lo describe en sus memorias. Comentándolo, el politólogo
Serguéi Cherniajovski, dijo con ironía: “El ex césar de medio mundo
sigue orgulloso de este hecho. También se sentían orgullosos los siervos
cuando los zares les regalaban sus abrigos de pieles. Igual que ellos y
Ricardo III de York, quien imploró en un momento de peligro “mi reino
por un caballo”, este laureado con el Premio Nobel se sentía orgulloso
por su intercambio beneficioso: medio mundo por el sombrero del ex
presidente estadounidense. Más tarde los invitados de Reagan pagaban
5.000 dólares por tener su foto del ex secretario general de la URSS con
el sombrero de los vaqueros de Texas. Gorbachov lo describe con
orgullo, sin entender que lo que les atraía tanto, era verle con un
gorro de payaso”.
Epílogo
En agosto de 1991, tres días después del
llamado “golpe de agosto” en la Unión Soviética, Zinóviev escribió las
siguientes palabras proféticas: “Ahora todo el mundo cree que la Guerra
Fría ha acabado y que éste es el gran mérito de Gorbachov y su equipo.
Pero no se suele explicar en qué consistió el papel de Gorbachov.
Pasarán años y los descendientes valorarán este papel suyo como se debe:
quiero decir, como una traición a los intereses nacionales del país y
del pueblo propio. No conozco en la historia otro caso de traición
comparable por su escala y consecuencias. La Gran Guerra Patria presentó
varios ejemplos de una traición contra el pueblo, pero son una nimiedad
en comparación con lo que hizo Gorbachov en tiempos pacíficos. Si los
líderes de Occidente hubieran colocado en el puesto de líder del Estado a
algún político propio, no hubiesen logrado hacer tanto daño como lo
hizo Gorbachov. Actuó como un experimentado agente del aparato del
Partido, empleando todas las capacidades del poder del que disponía el
Estado comunista”.
Alexander Zinóviev dio una respuesta a la
pregunta que había planteado él mismo: “La realidad de la historia
soviética después de 1985 es tal que un observador objetivo no puede
dudar de calificar como una traición las acciones de las autoridades
soviéticas con respecto a su población”.