Crece el número de personas que no cree en la reelección de Trump. Autor: EPAz Publicado: 01/08/2020 | 06:55 pm
Luchas sociales y protestas masivas en las calles contra el racismo y la brutalidad policial, respondidas con la actividad creciente de una fuerza secreta enviada por Trump que impone el orden en ciudades preferentemente bajo gobiernos demócratas; una pandemia incontrolable por el mal manejo de la situación sanitaria por parte de la administración; desempleo creciente e incremento de la injustica económica, junto al avance hacia una nueva Gran Depresión; persecución del disenso y claras violaciones constitucionales por parte de una Casa Blanca trumpiana, maniática y autoritaria, en medio de un Congreso dividido por la línea de los dos partidos que asumen ser la representación de la democracia. Ese es, en buena parte, el panorama.
Y a tres meses vista, las elecciones generales, que incluyen la Presidencia de la nación, buena parte del Senado, hasta ahora con mayoría republicana, y la Cámara de Representantes, bajo control demócrata.
El desfase bisiesto del año 2020 y lo aciago que ha transcurrido este contribuye a alimentar los mitos. Los supersticiosos abren sucesos enigmáticos, pero en el caso de Estados Unidos, su peculiar campaña electoral en medio del distanciamiento físico recomendado y su permanente violación por parte de sectores extremistas que apoyan al mandatario que los apoya —y esto no es un retruécano—, lleva a pronósticos agoreros para Donald Trump, sin necesidad de cuentos y leyendas.
Al menos las encuestas —a las que no siempre puede tomárseles en cuenta con total credulidad—, ponen al señor de la Casa Blanca en posición desventajosa respecto al virtual candidato demócrata Joe Biden. Esto lo tiene tan nervioso que asume actitudes ocasionales, aunque apreciablemente oportunistas, para tomar o mantener la ventaja de un viento a favor con el cual iba navegando, pero ahora es escaso, de tal manera que ni aun de bolina permite avanzar al rumbo que requería para mantenerse en la Presidencia.
Ya no es así. Si quieren un hecho simbólico, ahí está una parte de su muro —xenófobo y racista— con México cayendo ante el embate del huracán Hanna
…
Pero no son fábulas y supersticiones las que trazan el camino azaroso. Es una realidad dictada por su festinada manera de gobernar la que parece estar pasándole la cuenta, cuando las poco menos de cien jornadas que le separan del 3 de noviembre pueden ser, o no, suficientes para remontar nuevamente en el favor público.
Estos pasos dicen de sus temores: despidió al responsable de la campaña electoral, Brad Parscale —un buen y viejo amigo de la familia Trump—, culpándolo de la baja asistencia al mitin de Tulsa y otros actos electorales; volvió a encarar a la prensa con el tema del nuevo coronavirus para resaltar su «liderazgo» y jefatura omnímoda —pero sin la presencia Pepe Grillo de los especialistas de salud—; dicta cuatro ordenanzas sobre el precio de los medicamentos en intento de evitar que se le escapen los votos de los adultos mayores hasta ahora anclados a sus boletas; extrema las medidas de imposición de la ley y el orden mediante fuerzas militarizadas enviadas a ciudades y estados demócratas con el propósito de sembrar los miedos.
La pregunta es si Trump puede aplacar el rechazo a sus políticas o avivará más la indignación ciudadana nacional, crecida con el asesinato de George Floyd y extendida por la respuesta represiva a las manifestaciones, que ahora se centran en Portland, Oregon, y también se multiplican en otras ciudades y estados.
A finales de julio, el presunto candidato demócrata le llevaba diez puntos en prácticamente todas las encuestas cuando indagan a nivel nacional sobre quién está mejor equipado para liderar el país en medio de la pandemia y de las turbulencias raciales.
La de Harvard CAPS-Harris Poll da 55 por ciento de apoyo a Biden y 45 por ciento a Trump, aunque falta todavía un tramo que el casablanquino quiere remontar, tarea nada fácil cuando dos tercios de los votantes consideran que el país va por el camino erróneo, y más preocupante que sea esa la opinión del 83 por ciento de los demócratas y del 69 por ciento de los independientes, es que entre los republicanos están fifty-fifty: 50 por ciento por buen camino y 50 por ciento por mal camino
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Glosando el famoso dicho de «Es la economía, estúpido», tan utilizada en la política estadounidense y acuñada por James Carville, asesor de la campaña electoral de Bill Clinton contra George H. W. Bush (el padre del hijo…) en 1992, ahora Mark Penn, director del Harvard CAPS-Harris Polling, dijo: «Es el virus, estúpido».
Es evidente que el problema número uno entre los temas electorales en Estados Unidos, hoy por hoy, es la terrible Covid-19 que Trump se empeña en llamar «el virus chino». Y el problema es aún mayor cuando la mala práctica del Presidente salpica a sus correligionarios, pues solamente el 41 por cientos de los votantes aprueba el trabajo de los legisladores republicanos, frente al 48 por ciento que favorece a los demócratas.
Businessinsider.com comentaba por estos días que Trump se pregunta y no entiende por qué el doctor Anthony Fauci tiene una calificación de aprobación más alta que él sobre el manejo del coronavirus. «¿Por qué no tengo una alta calificación de aprobación con respeto —y la administración— con respecto al virus?»… «A nadie le gusto».
Como siempre se buscó una justificación para el rechazo y la desconfianza en su mal hacer: «Solo puede ser mi personalidad, eso es todo»
…
En una encuesta de la Universidad de Quinnipiac publicada el 15 de julio, el 65 por ciento de los encuestados dijo que confiaba en la información que Fauci proporcionó sobre el virus, mientras que el 30 por ciento dijo que confiaba en la información de Trump, ratificando de hecho otra indagación que en junio hiciera el diario The New York Times, con casi igual resultado: 67 y 26, respectivamente.
Sin embargo, quizá el campanazo que despertó los temores del magnate-presidente hayan sido los datos arrojados por la encuesta de su aliada Fox News —la que no iba a «mentir» en su contra, como acusa a todas las otras pesquisas—, realizada entre el 12 y el 15 de julio.
Una de las preguntas fue: ¿Tiene el candidato estos rasgos para servir eficazmente como Presidente? Compasión: 56 por ciento para Biden y 36 por ciento para Trump. Inteligencia: 51 y 42. Juicio: 52 y 40. Solidez mental: 47 y 43. Dicho claro, para los estadounidenses Donald Trump tiene menos compasión, inteligencia, juicio y solidez mental que Joe Biden.
Casi pudiera calificarse de lapidaria la situación del mandatario en las respuestas a esta otra indagación ¿a quién escogería como presidente hoy?: 49 por ciento a Biden y 41 por ciento a Trump.
Fox News se ganó la reprimenda de Donald Trump, quien acusó a la cadena de publicar encuestas «falsas».
El problema mayor al que se enfrenta, en los tres meses que restan de la decisión en las urnas de los ciudadanos estadounidenses, es revertir la tendencia desfavorable en varios estados considerados pendulares entre uno y otro partido, y que en 2016 votaron a su favor concediéndole la entrada a la Casa Blanca. Los numeritos hablan de desventaja considerable en la Florida (13 puntos) y en Pensilvania (diez puntos), y también aparece como perdedor en Ohio, Wisconsin, Arizona, Michigan y algunos incluso ponen en la lista a Texas.
Quizá Trump apueste a «la mayoría silenciosa» que no salía a protestar contra la guerra en Vietnam, y le dio el triunfo a Nixon —renunciante luego antes que defenestrado por el impeachment—, pero… desde el 26 de mayo, cuando un policía de Minneapolis asfixió con su rodilla a George Floyd, hay cambios radicales en la percepción de los estadounidenses.
Una reciente encuesta de Gallup encontró que el 65 por ciento de los adultos apoyan las protestas y el 50 por ciento se siente «conectado con las causas de quienes protestan». Así piensa el 92 por ciento de los afroestadounidenses, el 89 por ciento de los asiamericanos, el 70 por ciento de los latinos y el 59 por ciento de los blancos.
El 3 de noviembre le dirá a Trump si el 99 por ciento de los casos de coronavirus son inofensivos… interpretando dichos populares pudiera decirse: Una mascarilla no hace victoria.
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