Geopolítica, las elecciones en EEUU… y después
“A lo que se ha de estar no es a la forma de las cosas, sino a su espíritu.
Lo real es lo que importa,no lo aparente. En la política, lo real es lo que no se ve”.
José Martí
Son tantos hoy en el mundo los que se preocupan, conjeturan, especulan y escriben sobre las próximas elecciones en EEUU,que sería erróneo dejáramos los cubanos de indagar e intentar prever sus posibles impactos sobre el futuro del mundo y de nuestro país. Solo así podremos prepararnos para el enfrentamiento a los dramáticos momentos que se vaticinan
.
Contamos para ello con suficiente experiencia acumulada en el relacionamiento con el vecino del norte y el obligado seguimiento, por ello mismo, de su historia, lo que nos proporciona elementos que quizás otros no conozcan o que, conociéndolos, prefieren ignorar. Entre ellos se encuentra el falso concepto de “americanismo” que como mito comenzara a forjarse incluso antes del surgimiento de los EEUU como nación y que tan bien fuera expuesto por Jorge Hernández en su libro “Americanismo: identidad nacional y legitimidad interna” que aquí extractamos: “el rol mesiánico, la vocación expansionista, la convicción de ser un pueblo elegido, el fundamentalismo puritano, la ética protestante, el destino manifiesto… el mito sobre la igualdad de oportunidades, la certeza en el papel del mercado y la competencia como reguladores de todas las relaciones sociales…”
Como recordatorio, una breve referencia al poco democrático sistema electoral de los EEUU –y la falacia de su democracia toda–a pesar de que, desafortunadamente, ese país tenga una influencia desproporcionada, si tenemos en cuenta su población, sobre el resto de la humanidad. Todos, o casi todos (habría que descontar a los iletrados, los ignorantes, los inocentes, los desinformados, los embaucados y hasta a los indolentes) sabemos lo negativo que ella tiene–incluidas las elecciones mismas –que va desde la forma en que se seleccionan los candidatos, el día de la elección, cómo se organizan y hasta como se condiciona y excluye la participación de los más desposeídos, sin prestar importancia a las mil millonarias sumas de dinero que los candidatos invierten (sic) en sus campañas, lo que los hace establecer compromisos que deberán ser retribuidos cuando resultan electos. Son las reglas de juego “democráticas” aceptadas (voto electoral incluido) por mucho que sepan todos son parte del oropel eleccionario.
Pero las elecciones del próximo 3 de noviembre de 2020 serán muy diferentes, singulares, no tanto aunque también por los candidatos, sino por lo que se votará (aunque no lo sepan los que votan). Se trata de que formalmente se elegirá entre candidatos que representan a los partidos mayoritarios el “Demócrata”, con su burro y el color azul o el “Republicano”, su elefante y el rojo como color, tal y como todas las elecciones norteamericanas, desde siempre.
Pero, ¿qué hay detrás de “la forma de las cosas”, de “lo aparente” y el oropel en la política?, intentaremos llegar a “lo real”, a lo que “no se ve”.
Como bien explica Ionut Popescu en el artículo: A Middle Path? US Public Opinion and Grand Strategy, publicado en marzo de 2019, coexisten y pugnan hoy dos corrientes de pensamiento en la élite de la sociedad norteamericana: los que abogan por mantener el “Liderazgo global“ (globalistas) y los que lo hacen por la “Restricción” (Restraint) (restriccionistas, en realidad aislacionistas) . Los primeros (expuesto por académicos como William Wohlforth, Stephen Brooks, John Ikenberry, Hal Brands y Peter Feaver…) sostienen que el "Liderazgo Global" de los EE UU sigue siendo el marco estratégico correcto que debería seguir guiando la política exterior de los EE. UU.; los segundos (John Mearsheimer, Barry Posen, Stephen Walt, Christopher Layne, Eugene Gholz…) asumen que los EEUU deben disminuir significativamente sus compromisos y alianzas de seguridad en todo el mundo conjuntamente con su participación en los organismos e instituciones internacionales lo que reduciría los gastos militares y de todo tipo en el exterior para concentrarse así en la “defensa nacional”. Según este segundo punto de vista, los gastos incurridos en las últimas décadas para sostener el liderazgo estadounidense superan, con creces, los beneficios obtenidos por lo que consideran necesaria la Restricción (¿Moderación?).
Sabido es que entre los republicanos, además de los que no apoyan ni el liderazgo de Trump ni el trumpismo, también están los que consideran que el nacionalismo y el populismo son incompatibles con el conservadurismo, y todavía los conservadores económicos que rechazan el proteccionismo como política. Son tantos y tan poderosos que publican sus opiniones en Fox News, el medio conservador y trumpista más representativo de los EEUU. Entre ellos se encuentran personajes como Sarah Longwell que junto con Bill Kristoll (hijo de Irving Kristoll, considerado el padre del neoconservadurismo) crearan la organización “. Defender juntos la democracia” y desde ella critican tanto las acciones que consideran al margen de la ley del presidente, como su desastrosa conducción del país durante la pandemia.
Inclúyase en la relación anterior el rechazo de otras personalidades republicanas como el ex presidente Bush, el hijo, el senador Mit Romney y hasta de sus ex colaboradores Bannon, Bolton, Mattis, Esper…
Es claro entonces que Trump, representa a solo una parte del establishment, la que pretende mantener –desde el aislacionismo y apelando a su hasta hace muy poco indiscutida superioridad económica, científica, militar y comunicacional –a un imperio que ya desde antes de la pandemia mostraba síntomas claros de su declive, mismo que aceleró su desempeño como presidente, tanto, que ha incluso erosionado el “orden global” que le tributaba y con ello aumentado el distanciamiento de sus socios tradicionales, la agresividad y hasta los actos violatorios del derecho internacional, incluyendo los genocidas en tiempos de pandemia contra Irán, Venezuela Nicaragua y Cuba. Tampoco el último de sus “méritos”, poner al país al borde de la guerra civil, puede agradar al establishment.
En la otra “boleta”, representando a los “globalistas”, un típico representante del “establishment” plutocrático, Joe Biden (otro pésimo representante, demasiado gris, demasiado viejo, tanto que el mismo se reconoce “candidato de transición”, “puente” hacia una nueva generación de líderes, que todavía busca candidato a la Vicepresidencia: mujer, negra y capaz de sucederlo). Pero este “globalista” deberá (en tanto que instrumento del gran capital, globalizado, financierizado y transnacionalizado) poner el gobierno al servicio de una globalización del capital, ahora “excluyente” para lo que, dada la situación geopolítica global, tendrá que comenzar por intentar realinear a los estados vasallos de “Occidente” renunciando, al menos formalmente, al “America first” (no solo de Trump, y aunque no lo proclame).
Y detrás de ambos candidatos, de un lado, el complejo militar industrial, los grandes bancos, las empresas petroleras y gasíferas, la deteriorada y poco competitiva industria nacional… y una clase obrera en la industria y “farmers” en la agricultura (aquí con amplia participación de trabajadores inmigrantes a los que sobreexplotan y rechazan) fundamentalmente “wasp” (blanca, anglosajona y protestante que paradojalmente vota por un judío) y aun piensa, por su ignorancia, que puede ser restaurado el irrecuperable “sueño americano” y sus otrora altos niveles de ingreso de “clase media”, cuando su país es hoy, sin dudas, el más pobre entre los países ricos como ha demostrado la pandemia.
Y también detrás de ambos candidatos las grandes Empresas Transnacionales (ETNs) en cuyos reinos “nunca se pone el sol” (ahora si riguroso y exacto) que fabrican en el mundo, y también en China, lo que venden en el mundo, y también en los EEUU, y que sin globalización y con fronteras para el capital restablecidas, sus ganancias mucho disminuirían, solo como ejemplo: Apple, Amazon, Alphabet, Berkshire, Facebook…, por citar solo las primeras de la mayoría de las 500 que aparecen con sede en los EEUU.
Y también detrás de ambos lados, como inesperado resultado de la globalización del capitalismo, el consenso en el establishment sobre la necesidad de contener el socialismo en China por el desafío geopolítico global que ella representa, y por la misma razón también al capitalismo en Rusia, con su renovado y ultramoderno poderío militar y su alianza con China, todo ello en condiciones de un imperio debilitado y por ello la incertidumbre sobre la certeza de triunfar o, en el mejor de los casos, la posibilidad de alcanzar una “victoria pírrica”, como resultados más probables de la iniciada “guerra fría”, más geopolítica y tecnológica que comercial.
Dos países, China y Rusia, prestos a compartir la primacía global, otro, India, preparándose para ello, la Unión Europea dispuesta a ocupar el lugar que supone le corresponde, las potencias medias dispuestas a defender sus intereses y el resto de los países luchando por alcanzar los niveles de vida que merecen es el mundo con el que tendrá que lidiar el presidente estadounidense que tomará posesión el 20 de enero de 2021 cuando todos, (de nuevo casi todos, porque ahora habría que excluir además a los egoístas e interesados) estamos conscientes de que la humanidad enfrenta problemas globales que solo podrán ser resueltos globalmente, con una globalización inclusiva y no excluyente.
Lo real es lo que importa,no lo aparente. En la política, lo real es lo que no se ve”.
José Martí
Son tantos hoy en el mundo los que se preocupan, conjeturan, especulan y escriben sobre las próximas elecciones en EEUU,que sería erróneo dejáramos los cubanos de indagar e intentar prever sus posibles impactos sobre el futuro del mundo y de nuestro país. Solo así podremos prepararnos para el enfrentamiento a los dramáticos momentos que se vaticinan
.
Contamos para ello con suficiente experiencia acumulada en el relacionamiento con el vecino del norte y el obligado seguimiento, por ello mismo, de su historia, lo que nos proporciona elementos que quizás otros no conozcan o que, conociéndolos, prefieren ignorar. Entre ellos se encuentra el falso concepto de “americanismo” que como mito comenzara a forjarse incluso antes del surgimiento de los EEUU como nación y que tan bien fuera expuesto por Jorge Hernández en su libro “Americanismo: identidad nacional y legitimidad interna” que aquí extractamos: “el rol mesiánico, la vocación expansionista, la convicción de ser un pueblo elegido, el fundamentalismo puritano, la ética protestante, el destino manifiesto… el mito sobre la igualdad de oportunidades, la certeza en el papel del mercado y la competencia como reguladores de todas las relaciones sociales…”
Como recordatorio, una breve referencia al poco democrático sistema electoral de los EEUU –y la falacia de su democracia toda–a pesar de que, desafortunadamente, ese país tenga una influencia desproporcionada, si tenemos en cuenta su población, sobre el resto de la humanidad. Todos, o casi todos (habría que descontar a los iletrados, los ignorantes, los inocentes, los desinformados, los embaucados y hasta a los indolentes) sabemos lo negativo que ella tiene–incluidas las elecciones mismas –que va desde la forma en que se seleccionan los candidatos, el día de la elección, cómo se organizan y hasta como se condiciona y excluye la participación de los más desposeídos, sin prestar importancia a las mil millonarias sumas de dinero que los candidatos invierten (sic) en sus campañas, lo que los hace establecer compromisos que deberán ser retribuidos cuando resultan electos. Son las reglas de juego “democráticas” aceptadas (voto electoral incluido) por mucho que sepan todos son parte del oropel eleccionario.
Pero las elecciones del próximo 3 de noviembre de 2020 serán muy diferentes, singulares, no tanto aunque también por los candidatos, sino por lo que se votará (aunque no lo sepan los que votan). Se trata de que formalmente se elegirá entre candidatos que representan a los partidos mayoritarios el “Demócrata”, con su burro y el color azul o el “Republicano”, su elefante y el rojo como color, tal y como todas las elecciones norteamericanas, desde siempre.
Pero, ¿qué hay detrás de “la forma de las cosas”, de “lo aparente” y el oropel en la política?, intentaremos llegar a “lo real”, a lo que “no se ve”.
Como bien explica Ionut Popescu en el artículo: A Middle Path? US Public Opinion and Grand Strategy, publicado en marzo de 2019, coexisten y pugnan hoy dos corrientes de pensamiento en la élite de la sociedad norteamericana: los que abogan por mantener el “Liderazgo global“ (globalistas) y los que lo hacen por la “Restricción” (Restraint) (restriccionistas, en realidad aislacionistas) . Los primeros (expuesto por académicos como William Wohlforth, Stephen Brooks, John Ikenberry, Hal Brands y Peter Feaver…) sostienen que el "Liderazgo Global" de los EE UU sigue siendo el marco estratégico correcto que debería seguir guiando la política exterior de los EE. UU.; los segundos (John Mearsheimer, Barry Posen, Stephen Walt, Christopher Layne, Eugene Gholz…) asumen que los EEUU deben disminuir significativamente sus compromisos y alianzas de seguridad en todo el mundo conjuntamente con su participación en los organismos e instituciones internacionales lo que reduciría los gastos militares y de todo tipo en el exterior para concentrarse así en la “defensa nacional”. Según este segundo punto de vista, los gastos incurridos en las últimas décadas para sostener el liderazgo estadounidense superan, con creces, los beneficios obtenidos por lo que consideran necesaria la Restricción (¿Moderación?).
Sabido es que entre los republicanos, además de los que no apoyan ni el liderazgo de Trump ni el trumpismo, también están los que consideran que el nacionalismo y el populismo son incompatibles con el conservadurismo, y todavía los conservadores económicos que rechazan el proteccionismo como política. Son tantos y tan poderosos que publican sus opiniones en Fox News, el medio conservador y trumpista más representativo de los EEUU. Entre ellos se encuentran personajes como Sarah Longwell que junto con Bill Kristoll (hijo de Irving Kristoll, considerado el padre del neoconservadurismo) crearan la organización “. Defender juntos la democracia” y desde ella critican tanto las acciones que consideran al margen de la ley del presidente, como su desastrosa conducción del país durante la pandemia.
Inclúyase en la relación anterior el rechazo de otras personalidades republicanas como el ex presidente Bush, el hijo, el senador Mit Romney y hasta de sus ex colaboradores Bannon, Bolton, Mattis, Esper…
Es claro entonces que Trump, representa a solo una parte del establishment, la que pretende mantener –desde el aislacionismo y apelando a su hasta hace muy poco indiscutida superioridad económica, científica, militar y comunicacional –a un imperio que ya desde antes de la pandemia mostraba síntomas claros de su declive, mismo que aceleró su desempeño como presidente, tanto, que ha incluso erosionado el “orden global” que le tributaba y con ello aumentado el distanciamiento de sus socios tradicionales, la agresividad y hasta los actos violatorios del derecho internacional, incluyendo los genocidas en tiempos de pandemia contra Irán, Venezuela Nicaragua y Cuba. Tampoco el último de sus “méritos”, poner al país al borde de la guerra civil, puede agradar al establishment.
En la otra “boleta”, representando a los “globalistas”, un típico representante del “establishment” plutocrático, Joe Biden (otro pésimo representante, demasiado gris, demasiado viejo, tanto que el mismo se reconoce “candidato de transición”, “puente” hacia una nueva generación de líderes, que todavía busca candidato a la Vicepresidencia: mujer, negra y capaz de sucederlo). Pero este “globalista” deberá (en tanto que instrumento del gran capital, globalizado, financierizado y transnacionalizado) poner el gobierno al servicio de una globalización del capital, ahora “excluyente” para lo que, dada la situación geopolítica global, tendrá que comenzar por intentar realinear a los estados vasallos de “Occidente” renunciando, al menos formalmente, al “America first” (no solo de Trump, y aunque no lo proclame).
Y detrás de ambos candidatos, de un lado, el complejo militar industrial, los grandes bancos, las empresas petroleras y gasíferas, la deteriorada y poco competitiva industria nacional… y una clase obrera en la industria y “farmers” en la agricultura (aquí con amplia participación de trabajadores inmigrantes a los que sobreexplotan y rechazan) fundamentalmente “wasp” (blanca, anglosajona y protestante que paradojalmente vota por un judío) y aun piensa, por su ignorancia, que puede ser restaurado el irrecuperable “sueño americano” y sus otrora altos niveles de ingreso de “clase media”, cuando su país es hoy, sin dudas, el más pobre entre los países ricos como ha demostrado la pandemia.
Y también detrás de ambos candidatos las grandes Empresas Transnacionales (ETNs) en cuyos reinos “nunca se pone el sol” (ahora si riguroso y exacto) que fabrican en el mundo, y también en China, lo que venden en el mundo, y también en los EEUU, y que sin globalización y con fronteras para el capital restablecidas, sus ganancias mucho disminuirían, solo como ejemplo: Apple, Amazon, Alphabet, Berkshire, Facebook…, por citar solo las primeras de la mayoría de las 500 que aparecen con sede en los EEUU.
Y también detrás de ambos lados, como inesperado resultado de la globalización del capitalismo, el consenso en el establishment sobre la necesidad de contener el socialismo en China por el desafío geopolítico global que ella representa, y por la misma razón también al capitalismo en Rusia, con su renovado y ultramoderno poderío militar y su alianza con China, todo ello en condiciones de un imperio debilitado y por ello la incertidumbre sobre la certeza de triunfar o, en el mejor de los casos, la posibilidad de alcanzar una “victoria pírrica”, como resultados más probables de la iniciada “guerra fría”, más geopolítica y tecnológica que comercial.
Dos países, China y Rusia, prestos a compartir la primacía global, otro, India, preparándose para ello, la Unión Europea dispuesta a ocupar el lugar que supone le corresponde, las potencias medias dispuestas a defender sus intereses y el resto de los países luchando por alcanzar los niveles de vida que merecen es el mundo con el que tendrá que lidiar el presidente estadounidense que tomará posesión el 20 de enero de 2021 cuando todos, (de nuevo casi todos, porque ahora habría que excluir además a los egoístas e interesados) estamos conscientes de que la humanidad enfrenta problemas globales que solo podrán ser resueltos globalmente, con una globalización inclusiva y no excluyente.
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