sábado, 20 de mayo de 2017

Respuesta a Donald Trump por comunicado sobre el 115 aniversario de la “independencia” de Cuba

Tomado de Descubriendo verdades.

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No le debo a Cuba obediencia alguna, más que respeto y amor profundo por hacerme hombre digno al servirle desinteresadamente y dar a mis seres queridos una morada digna para descansar eternamente apegados a su tierra tibia y solidaria. La defiendo, empero de la mentira y de la maldad fabricada por sus detractores y por ello –aparte de cualquier interés político de la parte cubana–  no puedo permitirle, señor Trump, que usted aplauda, a quienes la han agredido durante décadas, con una complacencia que solo puede dar espacio a la ignorancia o a la mala fe.
 
Por ello debo rebatirle a usted lo expresado en su Comunicado por el 115 aniversario de la mal llamada independencia de Cuba, en el cual expresa: "El pueblo cubano merece un gobierno que respete los valores democráticos, las libertades económicas, religiosas y los derechos humanos, y mi gobierno está decidido a dar forma a esa visión". ¿De qué independencia nacional habla usted? La historia demuestra que este acto histórico solo abrió las puertas a un nuevo tipo de dependencia colonial a costa del añejo servilismo a España para dar a EEUU una fruta madura para poder explotarla descaradamente y expoliar sus reservas más útiles
 
. Es esa misma dependencia a la que hoy, con un enfebrecido y a destiempo anexionismo, defienden contrarrevolucionarios como los miembros del grupúsculo Partido Unión por Cuba quienes celebraron el advenimiento de Cuba como neocolonia el 20 de mayo de 1902 o como aquel provocador llamado Daniel Llorente  –quien solo busca emigrar a su país con un dudoso historial de disidente de conciencia–, borrando con este acto y de manera oportunista su pasado delincuencial.
 
El saludo para el pueblo cubano, controvertido y manipulado, demuestra que mucho le falta conocer a usted sobre la historia de Cuba. Muchos a los que felicita en esta oportunidad han sido criminales y terroristas, cómplices de una guerra sucia y agresiones permanentes, que le han costado al este pueblo miles de víctimas y cuantiosos daños materiales. No use usted a José Martí de manera manipulada y distorsionada, cuando fue la Revolución Cubana quien por primera vez en la historia de esta tierra dignificó a su ideario independentista y humanista.
 
El despotismo en Cuba no existe, tan solo es la imagen falseada de una verdadera democracia: la dictadura de todo un pueblo sobre una minoría irrelevante y vendida a intereses foráneos. ¿No ignora la desaprobación de millones de sus conciudadanos a su gestión presidencial que lo ha llevado a tener una de las mayores reprobaciones a un presidente en la historia de los EEUU? Acaso esto le da derecho a hablar de democracia, derechos humanos y otras cuestiones cuando goza de tal desprestigio político.
 
No ataco al cubano digno y a sus descendientes nacidos en EEUU, quienes se han labrado un futuro con su sudor y perseverancia, en busca de una vida mejor, llevados principalmente por motivos económicos. A ellos les respeto y admiro. Solo me duele que usted, como otros presidentes que le han sucedido, hagan caso de las malsanas intenciones de personajes como Marco Rubio y los miembros de la derrotada brigada 2506, quienes han tratado vanamente de destruir a nuestra gobernabilidad.
 
Sepa usted que el pueblo cubano respeta al pueblo norteamericano y espera de ustedes una relación franca y armónica como buenos vecinos. Aunque mi eterno antiimperialismo y viejas heridas me han dicho lo contrario, he aceptado que llevan la razón aquellos que apuestan por una convivencia sana y provechosa entre nuestras dos naciones. Dudo, a mi pesar, de quien me da la zanahoria y oculta solapadamente el garrote. Eso es una parte incurable de mi ser.
 
Por ello, señor presidente, guatemalteco yo y cubano de corazón, le invito a que se atreva a visitar a Cuba, a cooperar con nosotros para fabricar una relación de respeto y comprensión, alejada de la enfermiza locura mediática que nos sataniza y de la que usted también ha sido víctima. Venga pues a Cuba, sin protocolos y malas compañías. Aquí verá una obra que dista de ser perfecta, incluso a veces con aspectos a cuestionar, pero que pone al hombre y a sus derechos humanos como principal condición. Le invito, pues.

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