Entrevista a Eusebio Leal realizada por el periodista Randy Alonso para la Mesa Redonda. Foto: Roberto Garaycoa
Transcripción entrevista a Eusebio Leal Spengler en la Mesa Redonda
Randy: Muy buenas tardes estimados televidentes y
radioyentes. De mi interlocutor de esta tarde escribió en una misiva
Fina García Marruz: “En su sacrificio humilde, en la entrega tenaz de
sus horas, en la vehemencia prometeica con que ama a La Habana, Eusebio
Leal— como en otras tantas cosas—, es donde está su huella. Cuando lo
olviden los hombres, todavía lo recordarán las piedras”.
Los hombres lo siguen amando, las piedras están ahí para contar esa
historia, pero nuestra última Mesa de viernes del 2016, viernes que
hemos dedicado a hablar de valores, de la historia de nuestros héroes y
también de historias de vida de esos héroes cotidianos del trabajo que
tenemos en nuestro país, queremos dedicársela a Eusebio Leal, para que
hable un poco de todo eso, de historia, de historias de vida, también
del presente y del futuro, de los valores que necesita defender este
país.
Gracias Eusebio por concedernos esa deferencia y también por
recibirnos acá, en su patio, en La Habana Vieja, en esta antigua Lonja
del Comercio, hoy sede de Habana Radio y de la Dirección de Comunicación
de la Oficina del Historiador. Le doy las gracias, lo invito a que nos
acompañe usted con su verbo durante esta casi hora de programa, y a
nuestros televidentes a que estén esta tarde para conversar con Eusebio
Leal.
Eusebio Leal: Muchas gracias.
Randy: Conversar con Eusebio Leal implica sobre todo
comenzar hablando de la Habana Vieja, de sus pasiones, de La Habana
toda, en definitiva, que está en su alma.
La restauración de la Habana Vieja usted dijo alguna vez que es un
capítulo de la Revolución Cubana. Cincuenta años o más de trabajo para
esta ciudad, más de 20 después de aquel decreto de Fidel diciendo cómo
acometer esta restauración de la Habana Vieja. ¿En qué momento estamos
de ese capítulo de la Revolución que es la preservación de La Habana
Vieja? ¿Cómo ha avanzado en este 2016 esa preservación del patrimonio de
Cuba que es este lugar?
Eusebio Leal: Pienso que avanzó en lo visible y en
lo que por lo general no apreciamos porque está lejos del contacto
cotidiano, de nuestra presencia. Se restauraron obras muy valiosas,
algunas de ellas están todavía en proceso de restauración. Creo que el
ejemplo más elocuente es el Capitolio Nacional, una obra muy complicada
donde ahora estamos enfrascados en la cúpula, que es como su corona. Lo
que nos parece pequeño desde abajo, arriba es muy alto. Los riesgos del
trabajo y la osadía de los trabajadores a esa altura cuando hay viento,
cuando hay sol, es realmente muy fuerte y se viene ya dominando ese
capítulo de la linterna, con las lámparas y la cúpula.
Posteriormente, otro equipo de trabajo joven, formado por graduados
de la Escuela Taller Gaspar Melchor de Jovellanos, enfrenta los desafíos
del techo del gran Salón de los Pasos Perdidos. Tengamos presente que
ese techo está pintado o retocado con hojas de láminas de oro de 24
quilates; entonces hay que limpiar cuidadosamente todos esos metales y
llegar al interior de la cúpula desde el gran salón. Al mismo tiempo, en
la base de la sala y al pie de la gran estatua de la República, se
ubica la cripta donde estará la lámpara votiva al soldado mambí
desconocido. En estos días se trabaja fuertemente para terminar el 2 de
diciembre toda esta parte de la cripta, que es como el fundamento del
esfuerzo por la creación de una nación. Es una obra muy bella y ya
podemos decir que la Asamblea Nacional tiene como sede institucional al
Capitolio.
Randy: Desde hace ya casi un mes.
Eusebio Leal: Es muy importante esta reubicación pues le devuelve el
contenido al conteniente. Otro paso inmediato será la apertura de la
biblioteca, de los grandes salones de protocolo y estancia. Otras obras
de gran importancia se han hecho abajo, en lo que podríamos llamar la
plataforma de la ciudad antigua. Ahí se trabaja calladamente en la
digitalización de una documentación enorme, que forma parte del archivo
de la Ciudad de La Habana, una ciudad capital que tiene un archivo que
no solamente se refiere a su propia historia, sino a la historia de los
forasteros que han habitado aquí. Es uno de los yacimientos documentales
más importantes. Para eso, a lo largo de cada año se hacen
adquisiciones valiosas.
También se trabajan y concluyen obras muy importantes en el Centro de
Interpretación de las Relaciones Europa-América, Cuba-Europa, que es el
otrora Palacio del Segundo Cabo. Es un edificio muy bello, posee dentro
magníficas instalaciones para el fomento del conocimiento, utilizando
las tecnologías 3D y 4D. Tiene bibliotecas digitales estupendas.
Se trabaja y casi está concluido, en el antiguo Palacio del Marqués
de Arcos, en la Plaza de la Catedral, también dotado de una alta
tecnología para el trabajo de los jóvenes poetas, artistas, creadores;
un centro de información avanzado cuyos equipamientos han sido donados
por el gobierno de Japón y resultan ser muy novedosos dentro de la
docencia cultural en nuestro país.
Y nos empleamos a diario en un trabajo invisible que es el de los
restauradores quienes van lentamente poniendo en valor pinturas,
documentos, libros, textiles… y que forman un yacimiento creciente sobre
el cual se levantan los valores de una nación y un pueblo, pues son en
definitiva sus símbolos.
Hay trabajos que se han concluido en la Avenida del Puerto, se sigue avanzando en esa dirección.
Randy: Ha cambiado totalmente la Avenida del Puerto, el Prado también creo que tiene otra dimensión.
Eusebio Leal: Desde el Castillo de la Punta, hasta el
Embarcadero de Regla; desde la Punta hasta la Casa de las Tejas Verdes;
en la línea del Prado, los grandes hoteles que se levantan sobre la base
de los estudios realizados por el Plan Maestro, las aprobaciones de la
Comisión de Monumentos, el respeto de las alturas, el respeto aún a
muros que es lo que se ha conservado de algunos edificios perdidos y que
yo diría que románticamente se preservaron esos muros cuando algunos
decían “¿por qué no demolemos esa basura, eso no tiene ya ningún
sentido?”. Creo que hay que tener mucho cuidado siempre; para demoler y
para derribar hay hachas y mandarrias, y para construir faltan manos.
Hace falta multiplicar las segundas y disminuir las primeras.
Randy: Eso me lleva a otra pregunta, porque este año
que estamos terminando ha sido difícil en lo económico, en lo social;
ha sido un año difícil también para usted en lo personal ¿Cómo hacer
esta obra tan monumental en medio de tantas dificultades? ¿Cómo
enfrentarse también a la pérdida de identidad?
Eusebio Leal: En el combate fiero de Naranjo, en
Camagüey – fueron cuatro acciones militares las llevadas a cabo por
Máximo Gómez entre Las Tunas, un poquito más allá del Jobabo, en Palo
Seco y después en tierra de Camagüey, – hieren a un joven oficial
cubano, le dan un balazo en la pierna. Cuando lo llevaron allí al vivac
donde estaban los médicos trabajando en las condiciones en que se podía
en medio de una campaña heroica como aquella, el médico estaba ya con
los instrumentos en la mano y al lado él se percató, herido y adolorido,
de que estaban los serruchos. El médico le preguntó con frialdad: ¿cómo
quiere que le deje la pierna, encogida o estirada? Y le respondió
fríamente: “como me sirva para montar a caballo”.
En relación con lo primero que me dijiste la respuesta es esa: como
me sirva para montar a caballo. Salí para montar a caballo y fue muy
difícil montarlo en los primeros meses de este año; pero creo que todo
mi pensamiento ha estado puesto en la obra, porque la obra llenó una
parte tan grande mi vida que no sé si algún día me arrepentiré lo
suficiente de haber olvidado otras. Pero esta, que fue como la vocación,
ocupó el centro.
Y volví rodeado, claro está, porque nadie hace obras solo. Vine
rodeado, porque el poeta necesita una musa, el pintor una visión y a los
que no han visto o ya no ven pero vieron alguna vez, les queda una luz
por dentro. Mi fuente de inspiración motivó a otros compañeros, a otros
colaboradores, y regresé con ellos. Hemos recomenzado o continuado la
labor en pro de restaurar y reunir, siempre con la idea de que no
coleccionamos cosas viejas, y que de ninguna manera esto es el culto del
pasado por el pasado, de que sin pasado no hay futuro, que hay que
someter a crítica todo, pero también hay que preservar y sacar, como
alguien le corta a la flor de tallo largo las pavorosas espinas para que
no ocurra un accidente. Así hay que hacer con las cosas de pasado,
quitar las espinas inútiles y dolorosas y salvar la rosa, que es lo más
importante; y la rosa es el patrimonio cultural, el patrimonio
espiritual, el patrimonio moral de un país que va desde la posesión
individual de una foto que lo liga a su madre, a su padre, a su pasado, a
su familia, a sus raíces; hasta cosas que son de carácter superior y
entran en el mundo de los recuerdos imponderables, de los intangibles,
de lo inmaterial que flota sobre las aguas como un espíritu.
Para eso trabajamos. Para eso me formé y trabajé. Tú aludiste al
Decreto y a la ley. Está en bronce colocado el texto a la entrada del
Museo de la Ciudad porque me di cuenta de que se trataba de algo
trascendental para el patrimonio cultural a escala mundial. Como
asistente a múltiples congresos y manteniendo correspondencia con
expertos en todo el globo, ninguno dispuso jamás de un instrumento tan
actual y tan previsor como ese Decreto ley 143, defendido una noche ante
el Consejo de Estado bajo la presidencia del compañero Fidel. Él como
letrado reformó, cambió y puntualizó consultándome durante varios días y
noches, hasta que lo consideró terminado, dándole un carácter moderno a
la proyección y buscando que no se convirtiera en una fantasía la
utopía.
Fidel fue un gran defensor de la utopía. Creía firmemente en la noble
idea de que se podía aspirar a lo imposible y por eso logró tantas
cosas. La defensa a la utopía fue el lema escogido. Una defensa rabiosa
de la utopía en medio de ciclones, de penurias económicas, de
limitantes, de decepciones, de incomprensiones, para después obtener
como resultado primero el reconocimiento de los cubanos, porque para mí
lo más importante ante todo siempre es mi gente, mis compatriotas.
Segundo, que desde Baracoa hasta Pinar del Río hayan surgido proyectos
originales como los de Cienfuegos, Camagüey, Sancti Spíritus, Trinidad,
Santiago… en donde quiera que fuera posible surgió un proyecto. En
Bayamo, en Remedios… Son proyectos que tratan de tomar lo valioso y útil
del nuestro. Lo acabo de comprobar en Santiago de Cuba viendo los
frutos del trabajo de la Escuela Taller, el entusiasmo de los que rigen
el Plan Maestro. Lo he visto en Camagüey donde ahora cumple 20 años la
Oficina del Historiador. Lo he visto en Cienfuegos, admirablemente
interpretado y hecho a la medida de la ciudad, que es lo importante.
Fidel nos enseñó que ni calco ni copia como decía Mariátegui, todo
tiene que ser una creación heroica dadas nuestras circunstancias, y así
ha sido
Entrevista a Eusebio Leal realizada por el periodista Randy Alonso para la Mesa Redonda. Foto: Roberto Garaycoa
Randy: El privilegio de haber conocido a Eusebio
Leal hace ya algunos cuantos años me lleva a pensar que su espada más
importante es la perseverancia. De un joven que apenas tenía 6to grado,
entró a la universidad y se convirtió en Doctor y en unos de los
intelectuales más reconocidos de nuestro país. De apenas un joven
ayudante de Emilio Roig, llegó a ser el Historiador de la Ciudad,
siguiendo su tradición y ampliando su obra ¿De dónde le viene esa
perseverancia a Eusebio?
Eusebio Leal: Mi mamá fue la gran perseverante, fue
la piedra angular, fue una madre romana en ese sentido. Su educación no
era tanto en admoniciones, como en ese ejemplo práctico día y noche,
mostrando cuál era el camino, bajo un lema que siempre repetía: “que tú
no pases lo que yo pasé”. Ella no pudo ir a la escuela, tuvo que
trabajar, y decía: tú no debes dejar de estudiar. Ella fue honrada,
virtuosa y me dijo siempre: la honradez es el símbolo de la verdadera
virtud, de ahí nacen todos los demás valores.
Después decididamente me tocó vivir el acontecimiento más glorioso de
la historia, no me tocó vivir en el 68, – tiemblo pensando qué habría
hecho -, no me tocó vivir en el 95, pero me tocó vivir la epopeya del
59, y recuerdo perfectamente – porque viejo soy – desde el asalto al
Cuartel Moncada hasta los acontecimientos posteriores. Recuerdo mi vida
en ese tiempo, a los compañeros que perdí en la lucha, que conocí o vi
de lejos y de pronto un día desaparecieron en vorágines de la
Revolución, de la insurgencia, y después los años de la Revolución
consumada.
Vino la ruptura absoluta, fue como un gran cataclismo, una cosa que
se derrumbaba por todas partes y de pronto iba apareciendo otra con una
fuerza volcánica. Se levantó la tierra y nos vimos arrastrados por esa
marea de la Revolución de la que hablaba Henry Reeve a Máximo Gómez,
“iremos a donde la marea de la Revolución nos lleve”, a Manga Larga en
Camagüey a cortar la caña en medio del agua y de los mosquitos
insaciables, a los barrios periféricos de La Habana con la
Alfabetización, a otras movilizaciones infinitas, a las brigadas
sanitarias, a la milicias revolucionarias, y vivimos todas las rupturas
personales, familiares o con las amistades
.
Se cumplía aquel principio de que era sí o no, estábamos o no
estábamos, y todo eso con su gran poder de generación de fortaleza, y al
mismo tiempo con su gran capacidad de generar dolores y sufrimientos.
Ver partir padres, amigos, parientes y poder ver después la
estabilización, la victoria de la Revolución, haber asistido a la
supervivencia de la única Revolución.
Cuando miro hacia atrás me pregunto: ¿A qué edad murió Bolívar? ¿A
qué edad murió Martí? ¿A qué edad Gómez, García, Céspedes, Maceo? ¿Qué
es esto? Nos tocó el privilegio de poder vivir y ver a los hombres de la
Revolución; vivir y sobrevivir a ella, cambiarla, retomar el camino,
analizar los necesarios extravíos, rectificar errores, cometerlos que es
de humanos. Es una Revolución hecha por hombres, no por arcángeles
disfrazados de seres humanos; y en medio de ese vorágine vivir, y de
pronto, conmovidos por el resultado al vivir tanto, poder afirmar como
el filósofo – tranquilos ahora ante este paisaje, sin que hayan
desaparecido las inquietudes y zozobras, pero más tranquilos porque
tenemos la experiencia necesaria: “Pienso, luego existo”. Quiere decir
que si pensamos es que vivimos.
Randy: Estamos conversando hoy en la Mesa Redonda de
Viernes con Eusebio Leal, Historiador de la Ciudad, uno de los más
importantes intelectuales de nuestro, sobre lo que cada viernes nos
convoca a este programa: sobre valores, historia, de la vida también, de
un hombre que ha visto la Revolución a lo largo de los años y que ha
sido partícipe importante de las transformaciones que la Revolución ha
provocado en nuestro pueblo
.
Ha sido el 2016 también un año de contradicciones y de debate
ideológico y creo que eso por supuesto también es parte del panorama que
vemos cuando miramos hacia atrás este año que está terminando. Me
gustaría entrar quizás en dos de las polémicas importantes que hubo este
año. Primero: ¿para usted qué cosa es la cubanía, el ser cubano, el ser
patriota?
Eusebio Leal: La cubanidad perdió un poco su sentido
cuando se mal utilizó para englobar en ella el accidente de la cuna y
de las conductas. La cubanía es otra cosa: la cubanía es la aceptación
plena de lo que somos, con orgullo que no ofende a otros, porque siempre
nos consideramos parte de la humanidad y parte de la América nuestra.
La cubanía es no fragmentar el pensamiento de los fundadores, sino
comprenderlos en su tiempo. Me refiero concretamente al pensamiento de
Martí, o al de Varona, o al de Heredia, o al de Luz y Caballero o al de
Varela. Hay que poseer el conocimiento culto del por qué y para qué. A
partir de ahí uno se siente más seguro y no una criatura que cayó de
casualidad en una isla, que es como una barca que navega por el Caribe.
Esta isla tiene sus fundamentos, está anclada en lo profundo del mar y
este es un archipiélago. El otro día le escribí a un amigo diciéndole
que cuando Tomás Moro pensó en una isla utópica, en esa latitud del
mundo, pensaba en la nuestra. Siempre he creído en eso firmemente. No
deben estar desesperados ni angustiados los sembradores, porque si hasta
ahora lo que se lanzó como semilla en tierra fértil no se ha visto
florecer, florecerá. Aquí no hay que estar tratando de precipitar; hay
que tener confianza, porque entre otras cosas ya no habría tiempo para
volver a decir que la siembra que hicimos se echó a perder por esto o
por aquello. Creo mucho en eso, en la parábola del sembrador: uno
siembra y otro recoge.
Como Fidel, tengo una formación bíblica y una formación martiana, son
dos elementos importantes. He estudiado profundamente a los clásicos
del pensamiento revolucionario moderno y cada día me convenzo más de que
las fuentes nuestras nos llevaban como dice Cintio Vitier en su
maravilloso ensayo “Ese Sol del Mundo Moral”, de una manera directa e
inequívoca, de la raíz al presente.
Si nosotros somos capaces, de verdad, de trasmitir no como consigna,
sino con pasión sincera, con una devoción que no sea edulcorada, que no
sea manida, que no sature, sino que crea de verdad en lo que dice… nadie
da lo que no tiene Randy, cuando dices lo que tú no crees, algo hay de
falso en tu palabra, y todos los días lo apreciamos en la vida real.
Te voy a poner dos ejemplos: una colaboradora mía muy querida se iba
del país. Si mi colaboradora valoró que su destino como su familia
estaban en otra parte y quería ir, que vaya. Hemos conseguido con mucho
esfuerzo el disfrute y goce de nuestra libertad, pero ella lloró
amargamente y me dijo: aprendí mucho y donde quiera que vaya llevaré el
recuerdo de mi país y de usted.
La segunda fue una sorpresa hace unas horas. Se presentaba en todos
los lugares, hablaba con mucha energía y de pronto sobre su mesa
apareció el teléfono, la llave, unas pequeñas notas dejando cerrado el
buró y desapareció al día siguiente. ¿Qué debo creer? ¿Más en lo primero
o en lo segundo?
Resueltamente creo en lo primero más que en lo
segundo. No quiero falsas promesas, no quiero palabras de devoción
circunstanciales. A mí me gusta la vida, como le gustaba decir a Fidel
cuando mencionaba la poesía en la cual se refugiaba. En momentos
difíciles recordaba a los poetas clásicos españoles y cubanos que tanto
quería. “La vida que tenía ya la di”, decía un poema y es verdad.
Nuestras vidas han decursado no en otra cosa que no sea en el servicio
de nuestro país, y no porque seamos buenos… Muchas veces afirmo, como
dijo honestamente un buen amigo cuando alguien le preguntó ¿y usted por
qué se quedó?, y respondió: “No, yo me fui quedando, lo fui dejando para
el día siguiente, para el otro, para el otro, y de pronto me quedé”
Porque las revoluciones son duras, son fuertes, en la UNEAC una vez
me preguntaron y respondí en aquel congreso que fui como el Abate Sieyès
cuando le preguntaron qué hizo durante la Revolución y confesó:
“sobreviví a ella”. Ahora sobrevivir a la Revolución no es ir escapando
por una esquina o por la otra. Sobrevivir es ir militando en ella, es no
temer al soldado, es serlo.
En ese sentido creo que el decálogo de Fidel en el momento supremo de
su madurez política, que está contenido en el concepto de Revolución,
hay que desgranarlo y penetrar en cada una de esas conceptualizaciones
para entender. Algunas abren unas incógnitas tremendas, las fuerzas
externas las conocemos ¿y las internas cuáles son?, ¿cuáles son esas
contradicciones?, ¿cuál es la verdad a la que debemos seguir?
El principio evangélico de la verdad os hará libres, es veraz, pero
¿cuál es nuestra verdad? Nuestra verdad tiene que ser creer
profundamente en la solidaridad, creer en que todo pobre de la tierra es
nuestro hermano, porque es creer en el principio cespediano de que Cuba
quiere su libertad para extender una mano generosa a todos los pueblos
del mundo; quiere decir no mentir nunca, ni omitir, porque hay veces que
lo grave no es que te mientan, lo grave es que omitan y después te
digan “no, no le dijimos eso Randy, para no darle un terrible disgusto”.
No, ahora me lo van a dar dos veces, porque el omitir es también una
forma de traicionar, sobre todo a los que dirigen. Hay que decirles
siempre la verdad, aunque se corra el riesgo de que no la comprendan en
el momento. Entonces así voy analizando el concepto y es cuando Fidel me
parece más grande y más importante que nunca.
Entrevista a Eusebio Leal realizada por el periodista Randy Alonso para la Mesa Redonda. Foto: Roberto Garaycoa
Randy: Sobre Fidel me gustaría retomar un poco más
adelante en esta entrevista; pero hablando de polémica, usted que es un
constructor de símbolos, porque la Habana Vieja es todo un símbolo para
este país: Los símbolos nacionales han sido parte también de la polémica
de este año. Usted ha sido uno de los polemistas más agudos en medio de
ese debate. ¿Qué le preocupa sobre el uso de los símbolos?, ¿cuál es su
pensamiento sobre cómo debemos usar los cubanos nuestros símbolos
nacionales?
Eusebio Leal: Todo tiene su momento. Un día siendo
joven entré en el cine del barrio chino, donde estaban poniendo una
película. No sé porque me gustó la ópera china en blanco y negro, es
extraño, y me gusta todavía; de vez en cuando pongo la televisión china y
la veo. Pero en el cine pasó algo asombroso, una persona de pronto
empezó a reírse y uno que estaba allí, que evidentemente era chino, le
dijo: “oiga, esto no es pa lei, esto es pa llolá” y le dio una lección.
Quiere decir que cada cosa tiene su lugar y tiene su momento.
Comprendo que no hice bien hoy, porque creo que, ni aún en la
singularidad debe imponer uno sus costumbres. Tú has venido como debes
venir y yo vine con mi ropa de todos los días al programa; pero hasta
cierto punto le he dado dignidad a esta ropa, aunque sé que no debo
ponérmela en todo momento. Pero comprendo, Randy, que cada momento tiene
su propia exigencia y te diría lo mismo en relación a los símbolos
nacionales.
Ahí está el paredón de los estudiantes del 71, lo que pasó ahí no
tuvo nombre. ¿Acaso fue uno de los crímenes más odiosos que se
cometieron en todo tiempo? Martí habla de que esa pared se convirtió en
un día para Cuba en un baño de sangre, en un manantial, y te diría que
es muy duro ver de pronto una cumbancha frente a ese monumento. Allí hay
que ir con la cabeza descubierta, allí hay que ir con los niños y
contarles que hubo un día funesto en que – no como aparecen en el
cuadro, todos juntos, sino de dos en dos – fueron fusilados por un
crimen que no habían cometido.
Algunos afirmaron que aquellos jóvenes habían cometido el crimen de
la profanación de una tumba pero habían cometido “un crimen” más
importante que era el de su cubanía, que brotaba en flor en sus rostros
juveniles. Entonces a mí no me gusta ver la bandera cubana, ¡qué tanta
sangre ha costado! vituperada. Martí pide que la pongan en su tumba.
Cuando las señoritas de Camagüey le entregan la bandera bordada por
ellas a Maceo él dice estas palabras: “Yo llevaré esta bandera hacia
Occidente o volveré envuelto entre sus pliegues”.
Entonces, no quiero verla en el atuendo de un rumbero o en una rumbera,
no quiero verla en una ropa interior, no quiero ver la estrella que
iluminó a Heredia en una ropa impúdica. Quiero que se aprenda a valorar
lo que la bandera significa. De lo contrario, ¿qué sentido tiene que el
ejército esté dispuesto a morir por ella, y que se cuadre ante ella, y
que le toque signos de clarín cuando se levanta y cuando desciende?
Creo que no puede denigrarse a la bandera y que eso está más allá de
la ley. ¿Por qué llevan las naves de combate la bandera de Céspedes en
el palo Bauprés? Porque hubo un valiente como el peruano Leoncio Prado
que en Centroamérica se apoderó de una nave española y le puso Carlos
Manuel de Céspedes y allí, en el palo Bauprés va la bandera de Céspedes.
¿Y por qué razón llevan la otra de las cinco franjas y el triángulo
equilátero, lavada con la sangre de tanto sacrificio, la de Cárdenas, la
que trajo el General Narciso López en momentos en que la corriente
ideológica no era clara y algunos de buena fe creían que la estrella
cubana debía pasar por el sur de Estados Unidos, no como un sentimiento,
sino como un cálculo?
¿Cómo es posible entonces que los cubanos estemos dispuestos a decir
que “en nombre de que el pueblo asuma lo que es suyo” la bandera puede
emplearse vulgarmente? No, el pueblo que asuma lo que es suyo; pero
cuando se toque el himno hay que levantarse. Cuando se está cubierto,
hay que descubrirse. Solo los militares tienen el privilegio de estar
cubiertos, porque saludan la bandera de Cuba. Entré en esa batalla por
eso, y díganme lo que me digan, ese es el principio: ni colgada de
mantel en ningún lugar, ni puesta en un mostrador, ni utilizada como
vestuario ridículo. De ninguna manera. Pero la ley no lo puede contener
todo, la ley no puede ir hasta el detalle, la ley tiene que ser
flexible. ¿Es acaso malo que un deportista de Cuba en su uniforme lleve
en el hombro el anagrama de Cuba? ¿Es imposible que un niño lleve en su
pañoleta el escudo de su patria o el perfil de Martí? ¿Es punible que a
un atleta que llora cuando ve su victoria olímpica le ofrezcan la
bandera, para que la coloque sobre su hombro y corra emocionado? No, de
ninguna manera. Hay diferencias, he ahí la cuestión.
Randy: Leyéndolo y también escuchándolo en varias
ocasiones, tengo dos frases que me gustaría unir. Usted decía que “el
subdesarrollo genera como mal terrible el olvido” y también ha dicho que
“hay que ir a los jóvenes” ¿Cómo combinar en la acción de todos los
días ese preservar la historia, los monumentos, nuestras propias vidas
y, por otro lado, creer en los jóvenes que es creer también en el
futuro?
Eusebio Leal: Empecemos por ahí, primero no creer
que “tenemos” a la juventud cubana. A la juventud cubana siempre hay que
conquistarla, los jóvenes son siempre nuevas generaciones, nuevas,
nuevas y nuevas…Hay jóvenes que nacen viejos, tú los ves y actúan como
viejos mentalmente. Es una cuestión genética. Y hay jóvenes para toda la
eternidad. No muestran una actitud juvenil ridícula, sino una actitud
juvenil consecuente: arresto, carácter, esfuerzo, sonrisas, capacidad
creativa. Esa es la juventud, poder, energía, fuerza, voluntad de
conquista.
Ahora, a eso hay que darle un contenido y una ética. Sabemos por el
propio Fidel, en la amplitud de su doctrina política, que en ese
concepto caben todos, porque debemos llamar a los virtuosos y a los que
no lo son y atraerlos a nosotros y conquistarlos. Porque si no, ¿qué
podríamos decir de algunos hombres que entraron en la historia por el
camino equivocado y se transformaron luego en otros?
San Pablo, perseguidor de cristianos a las puertas de Damasco, se
convierte en lo que luego fue: el Apóstol de los gentiles. Máximo Gómez,
quien combate contra los suyos en la Guerra Civil Dominicana y no ve
claro que el camino era el de Gregorio Luperón, se convierte en un
libertador y muere como un gran libertador de América, despreciando todo
poder que no fuera el de la gloria conquistada al conocer las
contradicciones esclavistas y la sociedad brutal que había instaurado
España en Cuba. O Braulio Coroneaux, quien se había alistado en el
ejército de Batista y luego dispara en el Moncada y muere luchando por
la Revolución.
Siempre hay una posibilidad y eso es válido para todos los jóv
enes y
para todo el que quiera venir y seguirnos. Ese debe ser el llamamiento
¡vengan todos a nosotros! Con sus singularidades, con sus
características. En un mundo tan pluralista como el actual, nadie tiene
el monopolio absoluto de la razón, por eso Fidel previó que en esta
Revolución debía caber todo aquello y todos aquellos que tuvieran la
posibilidad de construir con ella y de hacer con ella. Ese fue el
espíritu de Mella, el fundador. Ese fue el espíritu de Frank y de Abel,
de los cuales hay que hablar más.
Entonces, para mí no cabe duda, hay que conquistar y en esa voluntad
de conquista entran todos los valores, los mejores valores cristianos,
los mejores valores marxistas, los mejores valores de todos aquellos que
luchan por un mundo mejor, que creen en la solidaridad, en el amor
entre la gente, en la capacidad del sacrificio, en la utilidad de la
virtud y el futuro, como decía Martí.
Randy: ¿Cómo combinar ese mirar al futuro con el preservar el pasado?
Eusebio Leal: No se puede ir al futuro sin el pasado. Hay que mirar
atrás y ver de dónde vinimos. Cuando me refiero a que el subdesarrollo
tiene como mal fundamental una especie de amnesia, es que siempre hay
que comenzar de nuevo. Hay una especie de olvido de lo pretérito, un
alzhéimer social. Se recuerda lo inmediato pero no lo pretérito, se
vuelve a inventar lo ya inventado, se manifiesta como novedad lo que ya
otro descubrió. No, un momento…Tengo que ir a José Agustín Caballero, el
tío de José de la Luz que reformó la enseñanza en Cuba. Tengo que ir
necesariamente a Heredia, porque así le dice Martí. ¿Acaso fue él quien
sembró en nosotros ese amor a Cuba? Tengo que ir a Varona y a Luz y
Caballero, tengo que acudir a ese sentido pleno de la educación y de la
cultura. Tengo que apelar a la ciencia cubana.
Me pregunto: ¿Albarrán? ¿Cómo podemos olvidar a ese joven brillante o
a Finlay por algo más que el descubrimiento del agente transmisor?
Finlay era un gran médico, no descubrió eso por casualidad. A Poey, a
Romay; y así podemos entender a los que han aportado, a los que han
hecho hoy. Y entonces, sobre ese fundamento, Cuba es Cuba
.
Cuba no es una improvisación de unas cabezas calenturientas, no es
una invención de Martí como ha dicho un perverso. No se trata de una
acumulación de anécdotas. Cuba es algo más que eso. Un fotógrafo vino
ayer y me dijo: “he querido traerle mi carpeta”. La abrí y me quedé
deslumbrado, porque estaba frente a un verdadero artista. Y me dijo:
“Mire, esta la tomé en el Abra del Yumurí; esta otra en Oriente, con el
ciclón, iba detrás con la cámara y el botero se detuvo para contemplar
el paisaje y me dijo, muchas veces he visto esto, pero nunca lo he visto
como hoy”. El deslumbramiento del país en un primer hecho; segundo, el
concepto de la Patria. El concepto de que existe algo entre nosotros,
una inquietud, una emoción, y que nos lleva a pensar que somos cubanos, y
que como dice Martí, es ese dulcísimo misterio, esa ternura, que hacen
que una palabra adquiera esa dimensión especial para nosotros en
cualquier parte del mundo: cubano.
Y lo tercero, una nación, un estado de derecho, una búsqueda de la
perfección, una búsqueda de la rectificación, del cambio, un ansia
verdadera que no puede convertirse en consigna de que aquí sobrevenga
como fruto del trabajo del cubano la necesaria prosperidad. Porque nadie
da lo que no tiene, necesitamos prosperar, producir, para no depender
de nada ni de nadie, para poder tener relaciones paritarias con todo el
mundo.
Sobre todo somos herederos de una espada flamígera que se formó como
la de Vulcano, en una fragua de dolor y sacrificio. Yo estuve con Fidel
aquel día frente a la embajada estadounidense: los que vamos a morir te
saludamos, era nuestro sentimiento. Y lo creíamos de verdad, que estaban
ahí, pero no vinieron porque no quisieron. La espada está ahí, yo la
levanto, créame. Pensaba anoche en un momento de insomnio en el día en
que me trajeron la bella reproducción de la espada de Bolívar que está
en la Casa del Libertador. Cuando comenzó uno de los eventos más vivos
de nuestra historia y la presenté al público, tuve la tentación de
desenvainarla, y levanté aquella hoja y me dije: “levanto esta espada,
sé nuestro amparo contra el enemigo, álzate en medio del campo de
batalla y defiende a nuestro pueblo”, recordando las palabras
pronunciadas en el congreso memorable del Partido en Santiago, cuando
bajo una lluvia torrencial se invocó a los muertos para que defendieran
este suelo.
Creo, Randy que nuestros muertos defendieron este suelo, y que es
verdad lo que está inscrito en el monumento a Antonio Maceo. Casi nadie
comprende, pero en el monumento que mira a la tierra cubana hay una
serie de figuras que se enmascaran en medio de velos y de las olas del
mar, empujando un bote al agua. Ese bote es Cuba y los que llevan el
bote al agua, según lo que quiso el escultor italiano Doménico Boni
representar, son los espíritus de los muertos que la llevan al agua,
dándole la promesa a Cuba de que esa barca llegue a su destino.
Entrevista a Eusebio Leal realizada por el periodista Randy Alonso para la Mesa Redonda. Foto: Roberto Garaycoa
Randy: Eusebio, usted es un cubano universal, por su
pensamiento, porque ha podido recorrer buena parte del mundo, y porque
ha recibido también de ese mundo merecidas distinciones por todo su
trabajo patrimonial. Hablaba de Cuba y la universalidad, este pequeño
archipiélago que Martí dijo que sería el equilibrio del mundo, y que
Fidel la convirtió de un país a un actor internacional. ¿Qué es lo que
nos distingue a los cubanos dentro este universo? ¿Cuáles son las cosas
que tenemos que preservar? ¿Cuáles son los desafíos que tenemos por
delante?
Eusebio Leal: Es una pregunta realmente difícil,
porque nunca puede llegarnos a nosotros la idea de que somos mejores, o
que somos diferentes; pero en realidad diría que es un poco como cuando
tú recorres Cuba de San Antonio a Maisí y constatas cómo el acento,
nuestra forma de hablar, muta; vemos cómo la arquitectura y aun el
paisaje cambia, y la isla es como una especie de maestra inicial de cómo
debemos asomarnos al mundo en su diversidad y al mismo tiempo en su
unidad. La naturaleza, la condición humana en todas las partes, las
características singulares que son tan importantes, saber ir de lo
general a lo particular y viceversa, es lo fundamental. Lo prueban los
cubanos que regresan de otras latitudes y que han ido a prestar
servicios desde el Himalaya hasta los bosques de América Central, o las
selvas amazónicas, o los que prestaron misiones internacionalistas en
África, en el Medio Oriente y son hoy cooperantes por los derechos de
estos pueblos. Vuelven enamorados de la bondad, porque han chocado con
lo mejor y lo esencial de la condición humana.
Dentro de esa diversidad los cubanos tienen sus características. Por
ejemplo, la isla motiva una singularidad, porque la isla que antes fue
separada por el mar, ahora está unida por el mar al mundo. Qué trabajo
nos ha costado romper esa frontera. Recuerdo que cuando el cerco comenzó
llegábamos a un puerto amigo, y nos fotografiaban de frente y de
perfil, pero no subrepticiamente, sino a las claras. Era vejaminoso, era
terrible; era una de nuestras salidas para poder ir a otra parte del
mundo.
Cuando vemos cómo el mundo se abrió y cómo Cuba perseveró; cuando
vemos entrar una blanca nave por el puerto rompiendo tantas y tantas
ataduras; cuando vemos a los cubanos poseedores de su derecho de ir a
cualquier parte del mundo, y comprobar que no es Cuba, sino que a veces
la muralla la ponen los otros, nos damos cuenta de que el mundo es
complejo, pero que al mismo tiempo vale la pena vivir.
Cuando salimos por la noche al Malecón habanero y vemos la multitud
sentada en el muro nos damos cuenta de que siempre lo hemos esperado
todo del mar, el fresco viento que llega del mar Atlántico; los
indígenas que llegaron en sus armadías por el oriente de Cuba; los
conquistadores y los descubridores; los asaltantes piratas; las
expediciones de naciones enemigas: las expediciones libertadoras; las
invasiones mercenarias, y al final de todo esto, nosotros somos y
estamos.
Y somos gente hospitalaria, cuando vienen algunos que hacen una
visita de una semana y después los veo frívolamente queriendo escribir
un libro sobre cómo somos los cubanos confirmo que no han rebasado el
límite de lo epidérmico. Les digo: penetren en la familia cubana,
conozcan esa esencia que no se puede perder.
En mi casa recuerdo una visita muy amable de un amigo que llegó en
momentos álgidos, y mi mamá era como un resorte, fue para la cocina, y
de la exigua cuota de café que recibíamos vino con su tasa y se la puso
en frente. Mi amigo, que era un hombre educado, le dijo “ay perdone,
pero yo no tomo”. Mi mamá, un poco desconcertada, se la llevó, y le
expresé a mi amigo: “Fíjate lo que te voy a decir, esto no es una taza
de café, esto es una ofrenda, porque ella te está dando de lo que le
gusta y de lo que no tiene, te lo está ofreciendo, acéptalo”, y aprendió
la lección.
Quiere decir que debemos ser siempre hospitalarios. No le abrimos la
puerta a todo el mundo, eso es mentira, quizás del mundo árabe por el
que España nos introdujo, cuando ofrecemos la mesa tiene que ser que
estemos convencidos de que el que se va a sentar es un amigo, de lo
contrario lo recibimos en una salita protocolo, en el portal, en un
taburete en el patio, o fuera de la casa. Somos además muy celosos de lo
nuestro. Aunque queramos ser modernos, solamente la educación y el
desarrollo nos ha llevado a ese sentido del compartir y en eso hay que
profundizar.
El cubano es bueno por naturaleza, es más fuerte de lo que imagina,
está más preparado para pasar trabajo que pocos en el mundo. Nada más
que por una sonrisa o un malentendido con un estado poderoso se habría
derrumbado una nación, y este país muerto de risa, con Liborio y su
guitarra a la cabeza, se hizo cargo de su situación, la aceptó y
sobrevivió.
Ahora nos queda el camino que lo ha trazado Fidel. En el momento en
que se va le presta el último gran servicio en vida temporal al pueblo
cubano, se acuesta en la trinchera y nos convoca: vengan y únanse, que
la única forma de salvarnos es perseverar. Por último, deshace todas las
concepciones que sobre su persona, su psicología y su espíritu han
tenido sus detractores. No quiero busto, ni monumento, ni estatua, ni
sello de correo, ni plaza, ni calle con su nombre, y hace un desafío a
la frivolidad de los frívolos y se convierte en algo más importante.
Él sabe cuán difícil es la mente de los hombres y la evolución de las
sociedades, y cree como Martí que lo más importante son las ideas, y
eso es lo que hay que defender, las ideas. Esa es a partir de hoy la más
importante joya de los cubanos, su legado martiano, su legado por ende
cubano. Un legado íntegro en Martí, íntegro en Fidel, que se une creando
una fuerza de pensamiento y de cultura, que aun en los necesarios
errores y extravíos de los hombres y de los procesos políticos, emerge
con una fuerza y vitalidad, para mí incontestable.
Randy: Fidel se nos fue físicamente, está reposando
en esa piedra casi en forma de grano de maíz, en Santa Ifigenia, pero
sus ideas andan volando por aquí, en todos lados. ¿Qué legado, además de
ese profundo pensamiento martiano que usted nos hablaba, nos deja Fidel
y qué tareas pendientes tenemos nosotros los cubanos con Fidel?
Eusebio Leal: La tarea es la obra de todos los días.
Había una costumbre aquí el día de las madres de ponerse una flor roja
por la madre viva, una flor blanca por la madre muerta. Para mí siempre
fue todos los días en cuanto a la madre viva. En cuanto a la madre
muerta, la recuerdo todos los días.
El mejor regalo a Fidel, le digo a mis colaboradores, es cumplir
todos los días, que no haya reposo, que no haya un solo momento de
reposo mientras exista una injusticia que reparar en este país o en
cualquier lugar del mundo; mientas tengamos una lágrima que enjugar, un
pan que llevar, uno al cual adelantar en el camino. En ese camino y en
esa posición es como único admito la idea que se repite: “Yo soy Fidel”.
No, yo no soy Fidel, yo quisiera ser como él, pero verdaderamente él
fue excepcional. La única forma de perpetuarlo es hacer eso, y yo pienso
que él nos dejó ejemplos suficientes.
Fidel fue un hombre, no lo olvidemos, y hay que admitirlo como un
hombre y como un hombre cubano. Como tal hay que verlo y aceptarlo, y él
se dio cuenta que como hombre era perecedero, y que como cubano en esta
dimensión sería inmortal. Esa inmortalidad está metida en las palabras
que no lejos del lugar en que le rendíamos tributo póstumo en el
monumento de la Plaza de la Revolución, se inscriben con letras de oro,
un pensamiento de Martí: “Si no existe un mundo a donde vayan los
muertos la vida sería una mascarada bárbara”.
Pues bien, Fidel está para los que creemos en un mundo en el que nos
encontraremos, está para los que no creemos y para los agnósticos en
espíritu, pero está entre nosotros. Porque el espíritu es la palabra y
es la obra, la obra que se hizo bien, la que no se pudo hacer mejor y la
que se quedó por hacer. Ahí está el desafío, ver en cada cubano un
cubano. Ver en cada uno toda la dignidad del mundo, extender la mano a
todo el mundo y aun cuando la mano parece sucia, dar un abrazo; cuando
nos piden caminar 100 pasos caminar diez cuadras. Quiere decir, para ser
como Fidel hay que saber ir más allá, hay que saber trascender, y
solamente así encontraremos el camino, el derrotero.
Decían en la Edad Media que en lo alto de una montaña crecía una rosa
extraña, la rosa de Lil, y un enamorado para conseguirla tenía que
subir al montículo, buscarla y traérsela a la novia. Hay que saber subir
a la extraña montaña, lograr encontrar al amanecer la rosa de Lil, y
traérsela a la novia. La novia de Martí y la novia de Fidel, la novia
suya y la mía es Cuba.
Entrevista a Eusebio Leal realizada por el periodista Randy Alonso para la Mesa Redonda. Foto: Roberto Garaycoa
Randy: Usted decía de Fidel en un emotivo homenaje
unas palabras como estas: “Raras veces se puede reunir el esfuerzo de la
mano; es decir la mano que empuña y al mismo tiempo las ideas que la
gobiernan”. Tengo en la visual la linterna del Capitolio, la que se está
restaurando, la que está siendo llevada a la posteridad por esa
extraordinaria obra de restauración. Me gustaría pensar de usted igual
que usted pensó de Fidel, porque usted ha sido al mismo tiempo pensador y
creador, ha sido intelectual y ha sido constructor de una obra. ¿Está
satisfecho con la vida, con su vida? ¿Cuántos sueños le quedan por hacer
a Eusebio Leal?
Eusebio Leal: Francamente no, me obsesionan muchas
cosas. Primeramente a mí me gustan mucho las cosas bellas, amo los
libros, las esculturas, las cosas antiguas, amo las mujeres bellas, los
niños. Aunque soy un poco herodiano después de mis relaciones con ellos,
no quieras ver la cantidad de niños que saludo
De pronto el tiempo pasó y se me fue con tanta rapidez que parece que
todo fue ayer. Cuando cumplí 18, cuando cumplí 40, cuando cumplí 50.
Esta vida en estas formas, en que se puede tocar, comer, vivir, recitar,
mirar, es una. La otra es una incógnita. Para Fidel, que era agnóstico
absolutamente, era una incógnita y siempre decía: si tuviera otra
solución la vida me encantaría. Él no la veía, yo trato de verla, este
es un bonito recuerdo de mis relaciones con él.
Sí me gustaría haber tenido otra vida. Es más, hace muchos años dije
que para poder terminar las cosas que quería me haría falta una otra
vida que ya había pedido prestada y desgraciadamente hasta ahora el
prestamista no ha aparecido. El tiempo se va y hay dos cosas que quiero
dejar terminadas. La primera: un raro y bello monumento a Martí que está
en la ciudad de Nueva York, que fue un regalo de Cuba. Estoy contando
día a día el dinero que me informan llega de manos diversas para lograr
realizar la reproducción exacta, y lograr traer esa romántica, bella y
exclusiva estatua de Martí a La Habana el próximo año.
La segunda: ver iluminarse la lámpara del Capitolio. Pero fíjate,
hubo algo en el Capitolio que quedó inconcluso. El arquitecto Félix
Cavarrocas ordenó sembrar bajo el Capitolio cientos de troncos de jiquí
para sostener en un suelo al parecer poco resistente una cúpula de miles
de toneladas. Creó una cripta y en el año 53 se hizo una parafernalia
para llevar allí los restos de un mambí que nunca fue, porque el
fundamento tenía que ser el soldado libertador, anónimo, que fue a
combatir y a morir por una libertad con la cual soñaba.
Entonces, por voluntad del General Presidente Raúl Castro, se
llevarán allí las cenizas del mambí y se colocarán en los cimientos del
Capitolio. Mañana, cuando esta entrevista esté publicándose, habrán
colocado la lámpara votiva maravillosa de mármol rojo y bronce, donde se
va a encender en su momento la llama, y para marzo del próximo año
estará colocado ya el cenotafio, y podrán venir las cenizas de un mambí
desconocido. Ese lugar misterioso está rodeado de todas las banderas de
las naciones latinoamericanas que arropan el sueño existencial de Cuba.
Es en lo que creo con una gran fortaleza. Si como un pequeño grano de
arena en el mar inmenso mi trabajo ha servido para algo así, habría
valido la pena.
Randy: Como amigo y como cubano le deseo mucha más
vida para que pueda hacer esos sueños, y para que pueda hacer otros
muchos, que son también los sueños multiplicados de nosotros, que
queremos que no solamente sea pan la vida, sino también belleza, como
usted nos dice.
Muchas gracias por todo lo hecho, muchas gracias por lo que sé que va
a seguir haciendo Eusebio, y muchas gracias sobre todo por haber
terminado este 2016 con nosotros en esta Mesa Redonda.
A nuestros televidentes, feliz 2017, año nuevo, y nos seguiremos
viendo por acá. Seguiremos hablando de Cuba y el mundo, de lo que
tenemos que hacer, de lo mucho que nos falta, y también de ese nuevo
mundo que tenemos que construir y que hay que hacerlo como dice Eusebio
todos los días.
Transcripción: Yanet Muñoz, Maybel Potrillé, Dayana Lourdes Puertas y María del Carmen Ramón / Mesa Redonda / Cubadebate
Entrevista a Eusebio Leal realizada por el periodista Randy Alonso para la Mesa Redonda. Foto: Roberto Garaycoa
Entrevista a Eusebio Leal realizada por el periodista Randy Alonso para la Mesa Redonda. Foto: Roberto Garaycoa
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