El triunfo del controversial candidato republicano Donald Trump
el 8 de noviembre, tras una campaña electoral sin precedentes por su
suciedad y costos, así como varios escándalos políticos, marcaron en
Estados Unidos el año que termina hoy.
Contra casi todos los pronósticos y encuestas, el magnate
inmobiliario venció a la aspirante demócrata, Hillary Clinton al superar
con creces el mínimo de 270 votos electorales, a pesar de que la
exprimera dama obtuvo alrededor de tres millones de sufragios populares
más que su contrincante.
La contienda estuvo caracterizada por los insultos personales y
varios escándalos relacionados con la vida privada y profesional de los
principales contendientes.
Las pesquisas en torno al uso de un servidor privado por parte de
Clinton, cuando ella era secretaria de Estado (2009-2013) y otros
aspectos de su vida pública matizaron una buena parte de la carrera por
la Casa Blanca y para algunos expertos influyeron de alguna manera en su
derrota.
Los intentos fallidos del presidente Barack Obama para luchar contra
la violencia y la brutalidad policial en Estados Unidos y por un control
más efectivo de las armas de fuego también marcaron el año, que también
fue la fase final de su mandato.
El objetivo de implementar una reforma migratoria para
regularizar el status de más de 11 millones de indocumentados, quedó
también sobre la mesa a pesar de las presiones de organizaciones
defensoras de los derechos de los inmigrantes, de su insistencia y la de
los demócratas en el Congreso.
El tema estuvo en el centro de los debates en los últimos meses como
parte de la campaña para las elecciones de noviembre, cuando pasaron a
primer plano los controversiales planteamientos xenófobos y racistas de
Trump, y sus promesas de expulsar del país a los indocumentados y
construir un muro en la frontera con México.
En el escenario doméstico otro aspecto que no pudo llevar adelante
Obama fue el reajuste que pretendía hacer en el sistema de justicia
estadounidense, y el mejoramiento de las condiciones precarias en los
centros penitenciarios norteamericanos.
La creciente epidemia de violencia en la sociedad norteamericana
ocupó un lugar importante en la agenda presidencial, pero los resultados
concretos estuvieron por debajo de las expectativas del gobernante y
sus seguidores.
La muerte del juez de la Corte Suprema Antonin Scalia a mediados de
febrero, dejó un vacío en ese ente judicial que el jefe de la Casa
Blanca intentó llenar en marzo con la nominación de Merrick Garland,
pero el liderazgo republicano bloqueó su propuesta.
El cierre de la cárcel en la ilegal base naval estadounidense en
Guantánamo, en el sureste de Cuba, fue objeto de fuertes debates en
2016.
Desde que asumió el primer mandato en 2009 Obama aseguró que cerraría
dicha penitenciaría, pero el liderazgo republicano en el Congreso y
grupos de ultraderecha obstaculizaron tal objetivo.
Aunque el gobernante incumplió su promesa, al menos logró
reducir el número de detenidos, y ahora solo quedan allí poco más de 50,
de un total de 242 que permanecían en la instalación cuando el actual
jefe de la Oficina Oval asumió su cargo.
Por otra parte, la campaña de la coalición liderada por Estados
Unidos contra el Estado Islámico (EI) no tuvo en el período los
resultados esperados, pese a que hasta la fecha los contribuyentes
norteamericanos tuvieron que erogar más de 10 mil millones de dólares en
su ejecución.
El agravamiento de las relaciones con Rusia tras las alegaciones de
que ese país hackeó los sistemas computarizados de las elecciones
presidenciales, marcó otro aspecto de la política exterior y fue el
pretexto para que la Casa Blanca impusiera nuevas sanciones a Moscú.
Las autoridades de rusas rechazan esas acusaciones y exigen a
Washington que presente las pruebas correspondientes, algo que hasta la
fecha no está a disposición de la opinión pública nacional e
internacional.
Por otra parte, la visita de Obama a Cuba en marzo marcó un paso decisivo en las relaciones bilaterales,
poco menos de un año después del restablecimiento de los nexos
diplomáticos en julio de 2015 y la reapertura de las embajadas en las
respectivas capitales.
En los últimos meses, ambas partes lograron firmar acuerdos
importantes en diversas esferas, y el mandatario firmó varias órdenes
ejecutivas que, aunque constituyen pasos de avance, resultaron
insuficientes.
Aunque el Congreso estadounidense es el que tiene la potestad para
levantar totalmente el bloqueo económico, comercial y financiero
impuesto por Washington a la isla desde hace más de medio siglo, el
Presidente tiene amplias facultades para llevarlo a su mínima expresión,
pero Obama no las utilizó a fondo.
Las autoridades cubanas reiteran que para avanzar en el proceso hacia
la normalización de los vínculos bilaterales, Estados Unidos debe
levantar ese cerco unilateral, así como devolver a la nación antillana
el terreno que ocupa la base naval de Guantánamo.
Esta demanda se une a otros aspectos clave, como la exigencia cubana
de que cesen los intentos por subvertir el orden interno en la isla
caribeña.
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