Por:
Rosa Miriam Elizalde
Aun año del anuncio de los dos Presidentes, recuerdo el 17D con
nostalgia. Una nostalgia extraña y quizá inexplicable, pero sin duda
alguna nostalgia. Decía García Márquez que esta es en el fondo un
sentimiento reaccionario, una emoción que pinta las cosas de otro color y
las pone allí donde ya no duelen. De acuerdo. En cualquier caso quiero
aclarar, no obstante, que la palabra no debe en modo alguno ser tomada
en su acepción política para entender los sentimientos que afloraron
aquel día.
Antes de las ocho de la mañana del 17 de diciembre de 2014 el bloqueo
y el horizonte hostil seguían donde mismo, y unos minutos después llegó
el anuncio de que Raúl y Obama aparecerían por la televisión. Nos tomó
por sorpresa el restablecimiento de las relaciones y el inicio del
proceso de normalización entre Cuba y EEUU –después entenderíamos que
eran dos cosas muy distintas, que irían a velocidades diferentes-. Pero
esto era entonces secundario. Regresaron los tres que nos faltaban para
que esta Isla recobrara su peso en el mar de las Antillas. Solo parecía
importar que Gerardo, Ramón y Antonio estaban aquí, y no recuerdo tanta
felicidad compartida en un final de diciembre como el del año pasado.
Desde mi ventana, se podía ver que el paso de la gente había tomado otro
ritmo y dos que no se habían visto antes se felicitaban y abrazaban en
el borde de la acera
.
Asentada la euforia, descubrimos que no es tan fácil demoler el muro
que Estados Unidos construyó durante medio siglo, y la prueba es que en
las palabras en inglés que acompañan “el cambio” de política, la
obsesión por “democratizarnos” está intacta. Por supuesto, es preferible
lidiar con un insulto que con una puñalada y los cubanos estamos
especialmente bien dotados para las esperas. Sabemos desde la cuna que
en el terreno de las relaciones entre los dos países las desgracias y
las alegrías nunca se avisan con anticipación y aprendimos, por
consiguiente, a no hacernos demasiadas ilusiones y armarnos de
paciencia
Pues hoy, a horas de otro 17D, amanece con una ligera lluvia y la
avenida comienza a tomar su sosegado ritmo de domingo. Me pregunto qué
hacían hace un año aquellos que caminan bajo mi ventana, qué sienten
ahora, qué palabras necesarias no han sido dichas o escritas desde
entonces. Siento vértigo al contemplar ese ir y venir bajo mis pies, sin
los abrazos que tenía Infanta tras la noticia de que los Cinco ya
estaban en Cuba. La nostalgia, querido Gabo, es también esto, mirar
desde arriba o desde lejos e imaginarnos que regresamos a una emoción
antigua que sirve al menos para rehidratar la piel.
Al margen
La prueba de lo frustrante que puede llegar a ser la política de Obama para Cuba, es la entrevista que ofreció a Yahoo! News
y divulgó el portal hace dos días. Independientemente de las razones
que tuvo la Casa Blanca para ahorrarnos su eficiencia característica y
no transcribir las declaraciones del Presidente, en cierto modo
distanciarse del asunto, Obama reincide en los condicionamientos para
Cuba, y el gatopardismo -todo cambia para que nada cambie en las
intenciones hacia la Isla- aflora como hace un año.
(Tomado del blog de la autora Desbloqueando Cuba)
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