La vida de un personaje habanero y cubano que trasciende la historia
* (San Antonio de los Baños, 1952) profesor e historiador, miembro del secretariado permanente de la Unión de Historiadores de Cuba
Por Israel Valdés Rodríguez*
Muchos cubanos, sobre todo, los de mi generación, tuvimos la
oportunidad de conocer a un personaje legendario que desde los años 50
del pasado siglo deambulaba por las calles habaneras. Ese personaje era
conocido como “El Caballero de París”. El verdadero nombre de este
pintoresco personaje era José María López Lledín.
José María López Lledín nació el 30 de diciembre de 1899 en la aldea de Vilaseca, en el término municipal de Consagrada, provincia de Lugo, España.
Su padre se nombraba Manuel López Rodríguez, también nacido en
Vilaseca, y su madre Josefa Lledín Mendez, nacida en Negueira en la
misma municipalidad y provincia. Ambos progenitores poseían una pequeña
villa con viñedo donde producían vinos y aguardiente.
Fue bautizado en la Parroquia del Salvador de Negueira. Comenzó su
educación primaria a los 7 años de edad en Negueira y llegó a completar
la mitad de su educación secundaria. Arribó a La Habana el 10 de diciembre de 1913, a la edad de 12 años a bordo del vapor alemán “Chemnitz”. Se dice que otros seis hermanos también emigraron a Cuba.
Era de mediana estatura. Tenía el pelo desaliñado, castaño oscuro,
aunque con el paso del tiempo su cabeza y barba se tiñeron de blanco.
Sus uñas eran largas y retorcidas, resultado de una prolongada
desatención personal. Siempre se vestía de negro, con una capa de igual
color, que usaba incluso, en pleno verano. Siempre cargaba pliegos de
papeles, sobre todo, periódicos, revistas y cartones, los cuales
desplegaba en el lugar escogido, como lecho improvisado para pasar la
noche. También porteaba una bolsa donde conservaba sus pertenencias
.
Era un hombre gentil, de buenos modales, respetuoso, de andar lento.
Aparecía en cualquier lugar de manera inesperada, aunque regularmente
acostumbraba visitar sitios específicos de Habana Vieja, Centro Habana y
Vedado. Era un gran caminante, aunque en ocasiones viajaba en las
diferentes líneas de ómnibus citadinos y se le veía saludando muy
cortésmente a todo el mundo y hablaba de diferentes temas: de filosofía,
de religión, de política y de acontecimientos diarios del día.
José trabajó como encargado en una tienda de flores, como sastre en
una tienda de libros y en una oficina de abogados. Estudió y refinó sus
modales lo que le permitió conseguir empleos moderadamente remunerados
tales como sirviente de restaurante en los hoteles Inglaterra, Telégrafo, Sevilla, Manhattan, Royal Palm, Salon A y Saratoga. Frecuentaba lugares como el Paseo del Prado, la Avenida del Puerto, la Plaza de Armas; por los alrededores de la Iglesia de Paula; en el Parque Central, donde algunas veces dormía en uno de los bancos; también por la Calle Muralla; en la esquina de Infanta y San Lázaro; en la esquina de 12 y 23 en el Vedado
o en los bajos del Edificio “Carreño” en Humbolt y Malecón.
Solo
aceptaba dinero de las personas que conocía, a las que a su vez daba a
cambio un obsequio, que podía ser una tarjeta coloreada por el o un cabo
de pluma o lápiz entizado con hilos de diferentes colores, un
sacapuntas u otros pequeños objetos. Tuvo dos hijos, una hembra y un
varón con una señora que era secretaria de una compañía azucarera. Decía
que su hijo vivía en Marianao y trabajaba en la radio, y que la madre e hija se habían marchado de Cuba años atrás
.
La mayoría de las noticias que conforman la memoria histórica popular
coinciden en afirmar que José María perdió su razón y se convirtió en
“El Caballero” cuando fue arrestado en 1920 y remitido a la prisión del “Castillo del Principe” en La Habana,
por un crimen que no había cometido.
Un sobrino, nombrado Manuel, ha
apuntado que su tía Mercedes, hermana de “El Caballero”, también
concuerda con dicha versión. Lo que aún no ha sido establecido el delito
por el cual se le incriminó y la sanción que cumplió. Son incógnitas
que aún perduran, sin embargo, sus familiares sugieren su total
inocencia.
Hasta la actualidad los reporteros que han escrito historias
sobre este legendario personaje no han encontrado documentación alguna
que aporten evidencias sobre su detención y proceso jurídico. Se reseña
que durante su estancia en la prisión aprendió el arte de confeccionar
plumas elegantes de escribir, con plumas de aves (las antiguas plumas de
caligrafía). Algunos dicen que en la prisión pronunciaba discursos
aparentando ser un Papa, Rey o Caballero.
El 7 de diciembre de 1977,
“El Caballero” fue internado en el Hospital Psiquiátrico de La Habana,
producto de su estado físico deplorable y su avanzada edad. Allí se le
dio un trato humanitario, como a todos los pacientes que ingresan en
esta instalación hospitalaria. Le suministraron ropa limpia, incluso se
le dio un tratamiento diferenciado al proporcionársele un traje negro,
como el acostumbraba vestir, así como una esmerada atención médica y
alimentaria.
Durante su estancia en este hospital fue sometido a
exámenes físicos, de laboratorio y psicológicos. Desafortunadamente
sufrió una fractura de su cadera por motivo de una caída la cual fue
atendida puntual y adecuadamente. Los estudios de siquiatría realizados
en ese prestigioso hospital dieron como resultado que José María López
Lledín padecía de parafrenia, considerado como una forma de
esquizofrenia.
No sufría de alucinaciones.
Murió a la 1:45 a.m. del 11 de julio de 1985 a la edad de 86 años. Inicialmente, fue sepultado en el cementerio de Santiago de las Vegas en La Habana. Sus restos fueron exhumados por el Doctor Eusebio Leal Spengler, nuestro ilustre historiador de la Ciudad de La Habana, y fueron transferidos al Convento de San Francisco de Asís,
su último lecho de descanso. A la entrada de dicho convento se le
erigió una estatua donde se perpetúa su memoria y se le rinde
constantemente homenaje a este pintoresco personaje. Infinidad de
transeúntes de La Habana Vieja (Nacionales y extranjeros) se acercan a
esta estatua para tocarlo o fijar a través de fotos y videos la imagen
inerte del “Caballero de París” y poseer un recuerdo latente de este
legendario personaje.
* (San Antonio de los Baños, 1952) profesor e historiador, miembro del secretariado permanente de la Unión de Historiadores de Cuba
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