Dr. Mario valdés Navia *
Teatro Sauto: . Construcción.
Ya el día 29 de mayo de 1860, los miembros de la Comisión Ejecutiva, en unión del arquitectos medían el terreno de acuerdo al plano aprobado y. comenzó la cimentación.
A partir de ese momento, los detractores del proyecto no dejaron de atacarlo y uno de sus temas favoritos era precisamente el excesivo costo que habría que pagar por el pilotaje y el tiempo que en él se invertiría, pero el proyecto siguió adelante.
A trabajar en la obra acudieron los más importantes maestros constructores de la época: al frente de la albañilería estaba el famoso José María González, para la carpintería se contrató a Sebastián Estapé, de sobrada experiencia y muy buena acreditación, pues había trabajado en el teatro Tacón de La Habana.
La labor de cantería corrió a cargo de Lázaro Matos. La composición de herramientas se adjudicó a José Michans, mientras que el abastecimiento de los seborucos, cabezotes duros y blandos y cocó, se encargó a Francisco Betancourt Hernández.
El suministro de la cal fue contratada a Manuel Santos Pargas, propietario de la finca La Alcancía.
En esos trabajos, uno de sus esclavos encontraría otro de los mundialmente famosos tesoros de Matanzas: la Cueva de Bellamar.
El 28 de julio dio comenzó el necesario pilotaje de la sección posterior del edificio, asentada sobre un terreno pantanoso.
Para hincar las estacas de júcaro que medían entre 18 y 36 pies de largo y tenían un grosor que oscilaba entre las 16 y las 18 pulgadas, se utilizaron dos martinetes movidos por una máquina de vapor que alquiló la Directiva.
Cuatro meses después, sobre las estacas firmemente hincadas, se colocó un emparrillado de madera y sobre este se vertió gran cantidad de seborucos, quedando lista la cimentación de la fachada posterior del edificio.
Debido al atraso de los trabajos, la Junta Directiva decidió que el depósito de la cajita conmemorativa de la colocación de la primera piedra se haría sin la habitual ceremonia, posponiendo los festejos y la bendición del edificio para la gala inaugural.
Mas, cuandoSauto y Fonrodona en representación de la Directiva, se presentaron en la PLVllevando una caja de plomo en la que se colocaron un pomo de cristal contentivo de varios objetos rituales que daban fe del trascendental hecho, eran esperados por una multitud congregada espontáneamente.
El reclamo incesante de más capital para las obras, hizo que la Junta Directiva apelara al recurso de la celebración de bazares en beneficio del anhelado teatro.
Era esta una forma de recaudación pública que hizo furor en la ciudad a mediados del siglo XIX pues resultabanfáciles de organizar y muy económicos.
Una vez que se lanzaba la convocatoria, la comisión designada al efecto se encargaba de recibir y numerar los objetos remitidos por los donantes.
Ya abierto el bazar, los participantes seleccionaban los objetos de su preferencia, compraban las papeletas correspondientes y lo demás era esperar la rifa.
Durante la construcción del Teatro Sauto se desarrollaron dos bazares, ambos en los portales del Ayuntamiento de la ciudad. La cantidad y variedad de los objetos donados a estos bazares no puede menos que asombrarnos: desde pañuelos de holán fino, hasta taladros y llaves inglesas.
En la amplia muestra sobresalían la lencería, mobiliario y vajilla, a lo se sumaba todo un abigarrado surtido: jabones, navajas barberas, sombreros, álbumes, tinteros, candelabros, libros de las más disímiles materias, cajas de vino y cerveza, reverberos, cuadros, relojes náuticos, botellas de agua florida, escopetas, revólveres, cigarreras, billetes de lotería y hasta un quitrín. Remataba la feria un rebaño compuesto de mulas, caballos, terneras, novillos, carneros y pavos.
La aceptación y el entusiasmo que suscitaron estos eventos fueron notables.
Más de las 500 personas remitieron donaciones, así como empresas comerciales de la ciudad y La Habana e importantes representantes de la más rancia aristocracia criolla entre los que se destacan, Esteban Santa Cruz de Oviedo y los condes de Santovenia, Marianao y San Antonio.
Enviaron también sus presentes amigos desde Boston, Filadelfia y Nueva York e importantes personalidades los honraron con su presencia, como Felipe Poey, José Fornaris y Gertrudis Gómez de Avellaneda.
A inicios de 1862, ya el Teatro se perfilaba, tanto en el exterior como en el interior. Al fondo del edificio, se terminaba un parque, en cuyo centro quedaría erigido un pedestal sobre el que se colocaría una estatua de Cristóbal Colón.
La pintura exterior del edificio consistió en una capa de óleo con tonalidad pajiza, al tiempo que, en el frontis de la fachada principal, se colocaron las letras que identificarían al Teatro Esteban.
En el interior predominaba en puertas, ventanas, palcos y columnas el color blanco con combinaciones en dorado.
Desde noviembre del 62 y hasta febrero del 63 se realizaron más de 10 bailes en el Teatro con el objetivo de recaudar fondos para concluir los trabajos pendientes. Luego de todo el agónico esfuerzo financiero, el Teatro quedó finalmente concluido, a un costo que superó en mucho el cálculo inicial, pues el monto total de las obras se situó en unos 300 000 pesos, de los cuales la Directiva quedó debiendo más de 100 000.
Estos débitos incluían pagos atrasados a operarios, artesanos y al propio constructor principal Daniel Dallaglio, quien murió casi en la pobreza.
En el arco del medio punto de la puerta principal del teatro, se lee que la inauguración del teatro fue en 1862, pero realmente no tuvo lugar hasta el año siguiente.
Terminado en 1863, el teatro mantiene su disposición en herradura y la fisonomía original, tanto en lo que atañe a la arquitectura como al mobiliario, la decoración y las pinturas murales, realizadas también por Dall'Aglio.
Conserva el ingenioso mecanismo hidráulico que permitía poner la platea al nivel escenario y transformar su ámbito interior en gran salón de baile.
Director de la Biblioteca " Gener y del Monte" de Matanzas..
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