20 de Octubre, Día de la Cultura Cubana
Compromisos y desafíos
Cuando los bayameses el 20 de octubre de 1868 escucharon por primera vez la letra del enérgico canto, en el que se jura que "morir por la Patria es vivir", quedó simbólicamente sellada la articulación entre justicia, libertad e identidad en el destino de la nación cubana.
Diez días atrás, en La Demajagua, Carlos Manuel de Céspedes y sus huestes aguerridas, entre las que se encontraban decenas de negros esclavos recién liberados, se habían lanzado a combatir contra el poder opresor colonial. El espíritu del canto que luego devino nuestro Himno Nacional revelaba la íntima vinculación entre poesía y acción en la lucha por conquistar la independencia política y la justicia social.
Es por ello que la fecha del 20 de octubre fue proclamada para celebrar el Día de la Cultura Cubana, en una jornada que cada año propicia la exaltación de los valores espirituales y las realizaciones culturales, multiplicadas como nunca antes luego del triunfo revolucionario de Enero de 1959.
También esta honrosa y hermosa conmemoración debe abrir espacio a los necesarios caminos de la reflexión que nos conduzcan a ponderar el papel de la cultura en los tiempos que corren y su incidencia en la sociedad que por encima de incontables obstáculos y graves desafíos hemos decidido construir.
Este 20 de octubre transcurre en medio del proceso de actualización del modelo socialista cubano, cuyas pautas fueron trazadas por el Sexto Congreso del Partido en sus Lineamientos Económicos y Sociales aprobados luego de una ejemplar y democrática consulta popular.
Como se sabe, la mayoría de las tareas que se acometen y las medidas que progresivamente se irán poniendo en práctica tienen que ver con el reordenamiento de la actividad productiva y de los servicios y el perfeccionamiento del funcionamiento de las estructuras del Estado y el Gobierno, proceso al que no son ajenas, naturalmente, las instituciones del sistema de la cultura.
Pero no es a estas últimas a las que nos vamos a referir, sino a un concepto de cultura que recorre transversalmente todos los ámbitos de la vida nacional. Se trata de llamar la atención acerca de cómo toda transformación en el orden material implica el factor humano. Son las mujeres y los hombres, los ciudadanos, desde la base hasta la superestructura, quienes llevan a cabo esas transformaciones, para lo cual, como se ha insistido, hace falta un cambio de mentalidad.
Y para promover y consolidar este cambio, que debe operarse en el campo de la subjetividad, es imprescindible a su vez promover y consolidar valores implícitos en una concepción integral, abarcadora y radical de la cultura.
Saber de dónde venimos, quiénes somos y hacia dónde queremos ir pasa ineludiblemente por coordenadas éticas y estéticas depreciadas en la actualidad en buena parte del mundo, donde la desmemoria histórica, el presentismo, el afán desmedido de consumo, la mediocridad y el mal gusto abaratan la existencia de millones de personas.
Tampoco podemos ignorar cómo los que aspiran a destruir la Revolución cuentan con erosionar nuestros valores y entronizar en nuestro seno elementos disociadores y desmovilizadores.
Al evaluar esta problemática, la Primera Conferencia del Partido aprobó líneas muy precisas de trabajo encaminadas a fortalecer el tejido sociocultural y que exigen compromisos de los más diversos sectores de nuestra sociedad, las cuales se reflejan en los siguientes objetivos:
No.59. Garantizar que los proyectos culturales, dirigidos a nuestro pueblo, se diversifiquen, enriquezcan la vida espiritual en las comunidades, revitalicen las tradiciones, lleguen a los lugares más recónditos y excluyan enfoques mercantilistas u otros de diferente naturaleza que distorsionen la política cultural.
No.61. Promover a escala masiva, mediante el trabajo integrado de las instituciones culturales, medios de comunicación, directores de programas, espectáculos, artistas e intelectuales, instructores de arte y promotores, la capacidad de apreciación artística y literaria y el fomento de valores éticos y estéticos, así como la erradicación de manifestaciones de chabacanería y mal gusto que atenten contra la dignidad de las personas y la sensibilidad de la población.
En la medida que seamos consecuentes y creadores en la concreción de dichos objetivos, tendremos a mujeres y hombres, sobre todo en las generaciones emergentes, capaces de preservar nuestros valores, aportar nuevas contribuciones al desarrollo de nuestra identidad y sentar las bases para una sociedad más justa y plena.
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