“¿Adivina dónde estoy?”. Luego de días de silencio llegaba a su Whatsapp ese mensaje a las 2.55 de la tarde, acompañado de una foto. Era jueves, 23 de junio de 2022. Aunque ella era de las pocas personas que sabía de sus planes, tuvo que tomarse unos minutos para elaborar una respuesta.
“¿Dónde estás? Nicaragua, México, Las Bahamas”, escribió en el chat, seguido de un emoji de cara sonriente. Todo para aliviar tensiones y que sus preocupaciones, instantáneas, no brotaran tan pronto.
Alejandro* estaba en Colombia e iba a comenzar desde allí “el viaje”. A sus 25 años, este ingeniero industrial, estaba solo en el Aeropuerto Internacional El Dorado, esperando montarse en otro avión que le llevara a Nicaragua. Por miedo a perder la visa de tránsito, tuvo que adelantar su vuelo, así que estaría varado durante dos días en ese país sudamericano. “Ya tomaste café, dicen que es el mejor del mundo”, le escribió ella, en otro intento de relajar el ambiente.
“Porfa, cuídate, no hagas nada loco y trata de pasar desapercibido”. Aunque ya no eran pareja, Alejandro y Karla conservaban esa cosa difícil de describir qué se siente al importarte, realmente, el bienestar del otro. Diecinueve días después respirarían aliviados, pero aquella tarde solo se sentía miedo y la vaga ilusión de que las cosas saldrían bien.
“Que todo saldría bien”, esa misma idea, quizás con otras palabras, eran las que taladraban la cabeza de Rolando* cuando decidió escribir al Messenger de una publicación de Facebook que anunciaba una embarcación “segura y confiable” para salir del país.
Él, que tenía conocimientos sobre barcos y sabía un poquito del mar, creyó que con una ojeada a fondo del equipo tendría las certezas que necesitaba o no para tomar una decisión. Los organizadores de la salida -aquellos que le contestaron al privado- no se irían. Ellos solo se encargaban de publicar los anuncios, recoger a los participantes y cobrar el dinero.
A Rolando lo recogieron en el puente del Calvario y mucho rodó el carro hasta llegar al punto de salida. Era la zona de Santa Cruz del Norte, allí estaba escondida la barca. Era de zinc, con tubos y motor de petróleo, sin velas. Con la oscuridad de la madrugada como cómplice, aquella maquinaria se echaba al mar con ocho hombres y seis mujeres a bordo, 14 almas y cuerpos que se aventuraban a la inmensidad del mar, sin más guía que el GPS de un teléfono móvil.
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En el año fiscal 2022, casi 260 000 ciudadanos cubanos cruzaron de forma ilegal hacia Estados Unidos, principalmente por la frontera con México, según datos de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza. Solo en julio cruzaron hacia territorio estadounidense 20 000 cubanos.
Medios destacan que el aumento del flujo migratorio desde Cuba se disparó desde la reapertura de las fronteras en noviembre de 2021, en medio de la compleja situación económica en la isla, agudizada por la pandemia de covid-19 y el fortalecimiento sin precedentes del bloqueo de EE.UU.
El grueso de los migrantes llegó a EE.UU. pasando antes por otros países de Centroamérica como Honduras y Nicaragua, en la llamada “ruta de los volcanes”. No obstante, en los últimos meses también se ha observado un aumento de las salidas ilegales por mar, pese el peligro que implica cruzar el Estrecho de la Florida en embarcaciones rústicas que no reúnen las condiciones técnicas necesarias y que, en la mayoría de los casos, van con sobrecarga.
A diferencia de otros migrantes centroamericanos, los cubanos que llegan a EE.UU. pueden entregarse a las autoridades de ese país, entrar bajo la palabra “parole” y tratar de acogerse a la Ley de Ajuste Cubano, un beneficio que data de la Guerra Fría y permite a quienes dejan Cuba solicitar residencia legal en EE.UU. Otros piden asilo.
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“Un nicaragüense joven, de unos 1.68 metros de altura, atlético, era el enlace. La persona encargada de recogernos a nosotros, los clientes, en el aeropuerto de Nicaragua. Tenía una foto mía, en cuanto me vió, se acercó, me dijeron mi nombre, asentí con la cabeza y pidieron que los acompañara al carro”. Después de dos días en el aeropuerto de Colombia y una escala técnica en El Salvador, había aterrizado en Managua.
“Estaba preocupado de que me cogieran la mentira, tenía pensado decir que iba a hacer turismo, bueno, lo que decimos todos los cubanos, pero por suerte no me preguntaron mucho. Yo hasta había leído en Internet “Los cinco lugares que debes visitar si estás en Nicaragua”, o algo así”.
“Cuando me monté en el taxi blanco que me indicó el enlace, tenía un poco de miedo. No sabía para dónde iba, ni qué iba a hacer. Estaba muy alerta. Paramos en una gasolinera. Ahí nos reunimos con los que serían mis compañeros por el resto del camino: un matrimonio que viajaba con su hijo, eran de Banes, Holguín, y una pareja de 60 años, llenos de achaques y enfermedades.
“Estos últimos fueron mis compañeros de habitación cuando llegamos a un motelito en el que pasamos la primera noche. Ellos tenían familiares en Estados Unidos que le iban a costear el viaje. Apenas sabían cuánto tenían que pagar, se aventuraron a esto llenos de dudas que fueron aclarando en el camino. Me despertaban mucha ternura, en ellos estaba viendo a mis abuelos, con los que me crié.
“Lo mejor de todo fue poder bañarme, llevaba días echándome un poco de agua en la cara y las axilas, pero nada más. Me sentí como nuevo, comí unas chuletas, con plátano maduro frito, un poco de ensalada y gallo pinto, que es como los nicaragüenses le dicen al arroz congrí.
“Con una línea que me compré en la gasolinera donde había parado de camino al motel, logré revisar Whatsapp. Tenía que contestar algunos mensajes, en especial los de mi papá para que siguiera creyendo que estaba en casa de unos amigos y no sospechara nada. La primera vez que le dije que me iba del país no se lo tomó bien. No quería que fuera una traba para el viaje, por eso esta vez no le dije nada. Mi plan era explicarle todo cuando estuviera bien del otro lado.
“Luego de contestar todos los mensajes, dormí. Tantos días en vigilancia constante me tenía muy agotado y sabía que a partir de ese momento, sería aún más complicado. Al día siguiente llegó el patrón de Nicaragua, en un carro súper bueno, todo muy al estilo de las series de narcos. Nos explicó el recorrido y cobró su parte de la travesía en efectivo.
“El coyote con quien yo hice el contacto lo llamaban “El abogado”, tenía muy buenas referencias de él porque varios de mis amigos habían cruzado por su ruta. Es famoso en este mundo de los coyotes y las travesías.
“Esa misma mañana recorrimos aproximadamente 600 km hasta la frontera con Honduras, en los mismos taxis blancos que nos habían recogido en el aeropuerto. Pasamos por varios retenes de la policía, aunque en su mayoría estaban comprados y no nos prestaban atención. Era algo habitual para ellos, aunque no dejaban de ser tenso para nosotros.
“Solo hubo uno de los puntos en el que nos pidieron los pasaportes y los papeles que nos dieron como turistas. Pero no hubo ningún problema, el mismo taxista se encargó de los guardas. Seguimos dando tremenda rueda, íbamos a 100 y 120km/h, daba mucho vértigo en las curvas y cuando subía las lomas.
“Nos bajamos de los taxis con los pies entumecidos de tantas horas sentados. Caminamos por un trillo hasta una finca donde pasaría la noche. Al llegar, nos pidieron el pasaporte para gestionar el salvoconducto. Desconfié muchísimo, estábamos encerrados en un cuarto, en el medio del monte, sin papeles”.
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Abordar el tema migratorio cubano pasa necesariamente por el devenir de las relaciones entre Cuba y EE.UU. El vicecanciller cubano Carlos Fernández de Cossío ha explicado que “existe un fenómeno migratorio irregular que afecta a ambos países y esto requiere diálogo, comunicación y cooperación”.
Sin embargo, las conversaciones migratorias bilaterales se habían suspendido desde 2018, lo cual conlleva importantes incumplimientos de los acuerdos entre los dos países en esta materia. Afortunadamente, en 2022 se realizaron dos rondas de conversaciones: una en abril, en Washington D.C., y una en noviembre, en La Habana.
“Fueron conversaciones productivas en el sentido de que confirmamos la validez y la importancia de los acuerdos; ratificamos el compromiso político mutuo con el cumplimiento de los acuerdos; identificamos áreas que requieren una mayor atención; y tuvimos la oportunidad de analizar temas que no están recogidos propiamente en los acuerdos, pero tienen una gran influencia en el flujo migratorio irregular. No hubo nuevos acuerdos, ni tuvimos total coincidencia en lo que discutimos, pero fueron conversaciones que ambas partes identificamos como productivas”, valoró Cossío.
En el año fiscal que terminó el 30 de septiembre de 2022, el Gobierno estadounidense cumplió por primera vez desde 2017 con el compromiso de otorgar 20 000 visas anuales. Además, tal y como se había adelantado en noviembre, en los primeros días de enero se retomaron la totalidad de los servicios consulares de EE.UU. en La Habana.
Este 5 de enero el Gobierno de EE.UU. anunció que permitirá la entrada cada mes de hasta 30 000 migrantes de Cuba, Haití, Nicaragua y Venezuela, pero endurecerá las restricciones, ya aplicadas con la llegada de la pandemia de covid-19, para aquellos que intenten cruzar la frontera con México sin la documentación necesaria.
De acuerdo con la nota de la Casa Blanca, “estas medidas ampliarán y acelerarán las vías legales para una migración ordenada y tendrán nuevas consecuencias para quienes no utilicen esas vías legales”.
¿Qué significa este anuncio? Que la cuota de migrantes se limitará a quienes tengan un patrocinador financiero que ya esté en EE.UU. y pasen una investigación de seguridad, permitiéndoles vivir y trabajar en el país hasta por dos años. Aquellos que intenten entrar de forma ilegal serán expulsados bajo la norma sanitaria conocida como Título 42, con la intervención de la policía y en coordinación con México. Los migrantes que no puedan ser expulsados a México, serán sometidos a un proceso de deportación rápida conocido como “expulsión acelerada”.
Más de dos millones de personas fueron arrestadas tratando de cruzar la frontera en 2022, lo que supuso un aumento del 24% con respecto al año anterior.
Cuba fue el cuarto país con más migrantes que llegaron a la frontera durante el año fiscal 2022, después de México (695 910), Guatemala (201 684) y Honduras (184 004), y por delante de Nicaragua (134 515), Venezuela (130 032) y Colombia (102 473).
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Catorce horas estuvo la embarcación en la que salió Roberto de Santa Cruz del Norte navegando hasta que se detuvo el motor. Los seis tornillos de la propela se rompieron, quedaron a la deriva. En ese punto, la desesperación.
Roberto pensaba en sus hijas de cuatro y 10 años, en su esposa. En los 50 000 pesos que había pagado para tirarse al mar. Él que tanto trabajo había pasado antes en el mar, porque por mucho tiempo pescaba para mantener a su familia, sentía que otra vez las aguas no estaban de su lado. Para él, era un alivio que no hubiera ningún niño arriba de aquel pedazo de zinc. Estaba claro que si hubiera sido así no se montaba.
Luego de varias horas a la deriva, una avioneta los avista. Los recogieron los barcos norteamericanos a 38 millas de sus costas. A solo 7 km de las costas de Florida interceptaron a Ricardo*. Él fue el último de las 16 personas que se enroló en aquella travesía. Le comentaron que faltaba una batería para completar la embarcación y él puso el dinero para comprarla. Así fue que terminó siendo el pasajero número 16 de la barca de zinc, madera, con cuatro pares de remos, vela y motor de gasolina que saldría poco después de que el huracán Ian se alejara del occidente del país.
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Al conocerse las nuevas medidas migratorias de EE.UU., Ernesto Soberón, director de Asuntos Consulares y de Cubanos Residentes en el Exterior del Ministerio de Relaciones Exteriores (DACCRE), comentó a Cubadebate que nuestro país siempre ha mantenido una posición consistente a favor de la migración regular, ordenada y segura entre ambos países.
“Con ese fin, hemos suscrito varios acuerdos bilaterales con EE.UU. desde 1980 y hemos sido celosos cumplidores de ellos”. Soberón insistió en que la emigración irregular es riesgosa, y que en no pocas ocasiones, lamentablemente, cuesta vidas, y como regla convierte a las personas en víctimas del crimen organizado, de traficantes, de la extorsión y el abuso en diversas formas.
“Hemos alertado durante años al gobierno de EE.UU. sobre los riesgos del estímulo a la emigración irregular, con la vigencia de la Ley de Ajuste Cubano y el trato privilegiado y políticamente motivado que reciben los cubanos que llegan a territorio de EE.UU. o su frontera”, dijo.
Sobre la también reciente decisión de retomar los servicios consulares en La Habana, el director de la DACCRE comentó que “el incumplimiento injustificado desde 2017 del compromiso de otorgar un mínimo de 20 000 visas anuales y el cierre también injustificado del procesamiento de visas en la Embajada de EE.UU. en Cuba, que se corrigió recientemente, han provocado una acumulación y crecimiento significativo del potencial migratorio, que no solo afecta a nuestros dos países, sino también a los países de tránsito.
“El reforzamiento del bloqueo económico desde 2019 ha agravado esta situación, pues se sabe que el empeoramiento de las condiciones socioeconómicas en cualquier territorio se convierte en una de las causas fundamentales de la emigración, y los emigrantes cubanos no son la excepción.
En ese sentido, el director de la DACCRE señaló que “una relación migratoria más normal, que incluya las visitas temporales entre los dos países, también contribuiría a disminuir el potencial migratorio y los intentos de entrar a EE.UU. por vías y con prácticas irregulares; al tiempo que favorece la comunicación entre las familias cubanas”.
Por su parte, el Dr. José Ramón Cabañas Rodríguez, director del Centro de Investigaciones de la Política Internacional (CIPI), quien fuera embajador de Cuba en Washington (2014-2020), explicó a Cubadebate que en un periodo u otro la política de EE.UU. hacia Cuba en el tema migratorio ha sido errática, intencionada, y ha sido utilizada como un instrumento de presión contra la isla. “El tema migratorio, en general, ha tenido que ver con las tensiones de la relación bilateral”.
Consideró que “hay personas que asocian el movimiento migratorio cubano con la Revolución, y eso es un error. La nación cubana y la pseudo-república se fundaron sobre la base de un movimiento humano que no distingue fronteras entre Cuba, la Florida y Yucatán, por ejemplo. De eso hay vivencias. Al triunfo de la Revolución había 5 millones de habitantes en Cuba y había 125 000 personas de origen cubano residiendo en EE.UU. producto de diversas razones: económicas, vínculos familiares... Y ese era un flujo migratorio que pudo seguir siendo normal si EE.UU. no hubiera introducido las medidas de bloqueo que introdujo en su momento, que llevó a Cuba a tener una política migratoria defensiva”.
Cabañas comentó que la historia ha demostrado que “a partir de la serie de acuerdos que se han firmado en estos temas entre Cuba y EE.UU., sobre todo con el acuerdo de enero de 2017, la migración indocumentada o irregular desde Cuba a los EE.UU. se puede reducir a cero”.
Pero, “las medidas al final de la administración Trump hicieron que el flujo migratorio cubano volviera a ser irregular”, dijo. “Si hoy hay un tema de migración irregular a través de Centroamérica, a través de otras vías, es un tema inducido, es un tema que las autoridades estadounidenses conocen que se puede manejar de otra manera, de forma exitosa”.
Recordó el experto que la mayoría de los migrantes cubanos que llegan actualmente de forma irregular a EE.UU. son, desde el punto de vista de la emigración cubana, migrantes legales porque salieron del país con un pasaporte y hacia un destino definido.
“Después de 2012 se mostró, claramente, lo que en se venía diciendo durante años: la mayor parte de las personas que salían de Cuba a hacer una visita temporal y que tenían la seguridad de que podían regresar a su país y tener una segunda y una tercera opción, regresaban a Cuba. O sea, se demostró que esa idea de que 'quienes salían de Cuba, no regresaban', no era tal. Y también se ha mostrado que la emigración cubana es circular. O sea, muy pocos cubanos salen para residir en un destino rompiendo todos los vínculos con Cuba. Y muchos, incluso, de los que fueron a EE.UU. en un momento donde había mayor normalidad, tan pronto tenían resuelta su situación de residencia en ese país, regresaron a Cuba”, dijo.
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La oficina fronteriza donde otorgaban los salvoconductos para transitar por Honduras estaba abarrotada de migrantes. Haitianos, venezolanos, cameruneses, cubanos… muchos cubanos, de todas partes del mundo, hasta de Ghana. Seguro que hay conmovedoras historias detrás de esos recorridos y cómo fueron a parar en Centroamérica.
El supuesto contacto que resolvería el salvoconducto de Alejandro se demoró más de lo planeado. Como era lunes, se habían acumulado todos los que intentaron cruzar el fin de semana. El grupo, que ya había crecido hasta sumar 14 migrantes, ahora andaría más lento porque se le habían unido algunos niños.
Cuando les tocó su turno los sacaron de la casa, les entregaron sus pasaportes y los llevaron hasta la oficina fronteriza. A una distancia prudente, Alenjandro se percató de que los vigilaban. En las esquinas, hombres en motos armados seguían cada movimiento del grupo. “Eso de las armas, las drogas, la violencia, a uno como cubano lo impresionan, porque nosotros no estamos habituados a nada así. Para los migrantes de otros países es algo más natural, forma parte de su día a día”.
Mucho alivio sintió al ser llamado por el oficial fronterizo y tuvo en sus manos el salvoconducto. El paso por Honduras fue a golpe de bus. En Guatemala la travesía fue lenta, muchas lomas. Ahí el negocio es un poco más complicado, la policía estaba más fuerte.
A esta altura del viaje, el papá de Alejandro había descubierto todo y más angustia sintió al no poder comunicarse con él durante toda la noche. “No podía usar el móvil, íbamos en unos carros de cristales teñidos y nos dijeron que no podíamos encender los celulares para que la luz no se reflejara. Así corrían menos riesgos de que la policía los detuviera en los retenes”.
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El director del CIPI, Dr. José Ramón Cabañas Rodríguez, recordó que los primeros grupos migratorios en la década del 60 eran personas que tenían una relación directa muy leve con el estado de cosas en Cuba antes del triunfo de la Revolución.
“Eran ellos miembros de la clase dominante, o tenían algún vínculo ideológico con el régimen de la tiranía de Batista o el régimen de cosas anteriores. Eso al cabo del tiempo cambió, hoy tenemos una discusión y son válidos todos los puntos de vistas del que emigró de Cuba; algunos dicen que lo hacen por razones económicas, por razones políticas, incluso aquellos que hoy consideran a la hora de partir que su principal razón de abandonar el país es porque no comparten el modelo político cubano.
“Lo cierto es que cuando llegan al destino, hacen una vida de emigrante económico, no se mezclan con ningún plan de agresión a Cuba, no militan en ningún partido político, ni redactan una plataforma política para construir otro tipo de sociedad en Cuba. Se acogen a los patrones de cualquier emigrante económico. Se dedican “a luchar”, como decimos los cubanos, a buscar un salario, a tratar de instalarse y en una inmensa mayoría de casos mantienen el vínculo familiar y eventualmente regresan a Cuba aunque sea de visitas.
“Es muy difícil sostener la tesis de que algunas de estas personas viajan huyendo de un estado de cosas en Cuba, pues cuando ya tienen legalizada su estancia en el país de destino, lo primero que hacen es volver y visitar”, aseguró Cabañas.
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“Eight knots to reach port, five knots to reach port, three knots to reach port”, detrás de cada ubicación del buque su correspondencia en español. “Ocho nudos para llegar a puerto, cinco nudos para llegar a puerto, tres nudos para llegar a puerto”. Así se escuchaba desde tierra el altoparlante del navío que traía a 55 cubanos interceptados al intentar arribar a las costas estadounidenses.
A las 10:39 de la mañana baja la primera persona. Un niño de solo cinco años, detrás su madre, después un tío. Ellos pensaron que todo sería seguro, la mamá los estaba esperando en Estados Unidos, se había ido hace unos meses. En su embarcación viajaban otros menores. Ellos pensaban que llegarían sin problemas.
Luego baja un hombre de unos 50 años con una pierna lastimada. Estaba vendado con una tela naranja que hacía contraste con la vestimenta blanca que les dan en los barcos. Algunos de los repatriados, al ver que son capturados por los guardacostas norteamericanos se autolesionan con la esperanza de que los lleven para Estados Unidos a ser atendidos.
Sobre las 11.38 baja el último de los hombres. En la larga fila de devueltos por el puerto de Orozco están Roberto y Ricardo.
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