miércoles, 5 de marzo de 2008

Juan Gualberto Gómez: El tesón del periodista.


Por: Juan Marrero .
(Tomado de Cubaperiodistas)

En sus escritos en el periódico Patria y en su correspondencia, José Martí no ocultó su admiración, respeto y consideración por Juan Gualberto Gómez. Lo llamó “mi hermano querido”, “mi hermano mulato”, “mi orgullo”, “el noble Juan Gualberto”, le expresó “me siento tan ligado a usted”, y todo ello conceptualizado en estas hermosas palabras: “El quiere a Cuba con aquel amor de vida y muerte, y aquella chispa heroica con que la ha de amar en estos días de prueba quien la ame de veras. El tiene el tesón del periodista, la energía del organizador y la visión distante del hombre de Estado”.
El 5 de marzo de 1933, hace 75 años, falleció en La Habana este extraordinario hombre.
Como periodista Juan Gualberto Gómez fue un ejemplo para las futuras generaciones. No sólo porque fue un autodidacto de saber enciclopédico o porque escribía con extraordinaria fluidez y poseía un dominio estructural de la prosa periodística o porque era un polemista sobresaliente, sino porque todo lo que hizo conllevaba una responsabilidad social y ética.
Martí le dio a Juan Gualberto Gómez la tarea de organizar dentro de Cuba la Guerra Necesaria. Se ganó el derecho de ser el representante del Partido Revolucionario Cubano en la Isla. Se convirtió en el puente natural entre los conspiradores dentro de Cuba y Martí. Tan gigantesca responsabilidad revolucionaria no lo alejó jamás del periodismo y de pensar, a cada minuto, como periodista, porque lo consideraba componente esencial de la batalla revolucionaria. Una confesión de Juan Gualberto hecha en 1913 lo evidencia. Al finalizar una conferencia le preguntaron si él, mientras andaba en los preparativos de la revolución, pensó en que iba a tener una muy sobresaliente participación en la Revolución de 1895, y respondió: “Yo creía ser un conspirador como los demás, pura y exclusivamente; más aún, creí que iba a desempeñar un papel subalterno. Yo ambicionaba ser el periodista del Partido, nada más, el que con la pluma defendiera las ideas que nos eran comunes...”
Su obra periodística posterior, luego de que en 1898 abandonó las cárceles españolas, fue tan valiosa como la mencionada, en particular lo que escribió en contra de la intervención militar norteamericana y la imposición de la Enmienda Platt como apéndice a la Constitución cubana de 1901. Sus ideas fueron expuestas tanto en los periódicos La Discusión y Patria como en documentos presentados a las asambleas de representantes y la convención constituyente, y también en cartas dirigidas a diferentes figuras que participaron en la guerra de independencia.
El 26 de marzo de 1898 Juan Gualberto salió de España, de incógnito. Entró en Francia. Y entonces escribió a don Tomás Estrada Palma: “¡España no puede más! Yo traigo la impresión directa y fresca, de que allí está todo agotado; recursos materiales, entusiasmo y fuerza moral. La pérdida de Cuba está descontada... ¡Por todos los santos del cielo! No cedan ustedes un palmo de terreno; no desmayen ni se dejen seducir por nadie: la independencia completa, absoluta e inmediata; fuera de esa solución no acepten ninguna otra...No hagamos bancarrota a la hora del triunfo. Por nuestros muertos y por nuestros hijos, perseveremos.”
Irónicamente, el receptor de esa carta fue quien estimuló la intervención militar norteamericana en Cuba y, después, se convirtió en el político de los americanos en Cuba para impedir la independencia y el ejercicio de la soberanía en el territorio nacional.
Al volver a Cuba, Juan Gualberto Gómez fue de los que perseveró. Consideró totalmente inaceptables tres artículos de la Enmienda Platt: el derecho de intervención de Estados Unidos en Cuba, la omisión de Isla de Pinos de los límites de Cuba y la venta o arriendo de tierras para establecer bases navales o carboneras. Juan Gualberto Gómez fue uno de los ocho delegados de la Convención que votaron en contra de la Enmienda Platt.
El gobernador militar norteamericano Leonardo Wood intentó comprarlo. Le ofreció para acallarlo la dirección del Archivo Nacional, puesto jugosamente remunerado entonces. Rechazó tal ofrecimiento. Días después viajó a Santiago de Cuba, y allí dos combatientes de la independencia le preguntaron por qué había rehusado el puesto en el Archivo, y Juan Gualberto les dijo: “Porque yo, “vate”, no me dejo archivar”. Otro digno gesto suyo en aquellos días fue renunciar al importante cargo de Jefe de Redacción del periódico La Discusión porque sus dueños determinaron dejar de combatir la Enmienda Platt.
Los ataques e insultos de los imperialistas contra él y los demás constituyentes que defendieron la independencia absoluta de Cuba no se hicieron esperar. El gobernador militar Leonardo Wood escribió al presidente Teodoro Roosevelt: “Hay unos ocho, de los 31 miembros de la Convención que están en contra de la aceptación de la Enmienda. Son los degenerados de la Convención, dirigido por un negrito de nombre Juan Gualberto Gómez, hombre de hedionda reputación así en lo moral como en lo político”.
Wood tachó después la palabra “degenerados” y la sustituyó por “agitadores” en el documento que se guarda en la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos. Pero dejó en pie la vil calumnia contra el más denodado defensor de la independencia de Cuba en la Convención.
Desde entonces, con tales groseros ataques e insultos, el naciente imperialismo norteamericano ha pretendido desprestigiar a los que se han opuesto y oponen firmemente a sus apetitos de conquista, anexión, dominio e imposiciones militares, económicas, culturales y políticas.

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