(Una mirada distendida a lo que sucedió en la ONU)
Pudiera parecer reiterativo volver sobre el triunfo de la resolución cubana contra el bloqueo impuesto por Estados Unidos en la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU), pero tratándose de la trigésima ocasión que ocurre, no está de más celebrar estas Bodas de Perlas.
Ya son 30 las ocasiones que asistimos al mismo escenario. Ninguna otra votación en la historia del organismo ha mantenido tal constancia ni ha sido tan apabullante en sus resultados; deviene, de hecho, en el mayor acto de marginación política que sufre Estados Unidos cada año. Entendamos que, con toda razón, en Washington duele la afrenta a la que Cuba los ha sometido. Es como si esta islita irreverente jugara futbol con ellos y vaya ganando 30 goles por cero, aún sin los equipamientos ni entrenamientos del rival; o fuera la joven que rechaza 30 veces las pretensiones de un mal enamorado, a pesar de que este emplea tecnologías, falsas flores y presiones emocionales para seducirla. ¿Ya tienen idea del dolor, del despecho, del odio que Cuba les causa?
Lo más grave es que tal agonía pareciera generar placer en la Casa
Blanca, ya que bastaría levantar el bloqueo para acabar con el
“bullying” de Cuba y de la comunidad internacional en la ONU. Cierta
esperanza -lógica entre humanos aún siendo irracional- pudiera llevarlos
a pensar que en algún momento el mundo votará contra La Habana, pero
basta un vistazo al comportamiento de las 30 votaciones para ver que
solo Tel Aviv se ha mantenido sumiso, amén de apoyos coyunturales por
dobleces políticas. No
comprendo cómo los grandes analistas de la CIA, la USAID y del
Departamento de Estado, siguen convenciendo a sus presidentes de que el
bloqueo tendría el apoyo del concierto de naciones.
Antes de terminar, creo conveniente hacer una observación puntual, con matices mucho más serios, sobre el voto de Ucrania, que por segundo año se abstuvo. Nada justifica asumir una posición política que no condene el bloqueo y el voto de Kiev sabe más a traición atendiendo a la solidaridad de Cuba con los niños afectados por el accidente nuclear de Chernobil.
Sin embargo -y reitero que no es justificativo-, la mirada debe ir a
que Ucrania, al abstenerse, también dio la espalda a Estados Unidos, que
constituye su aliado más firme en su conflicto con Rusia. Basta decir
que la Casa Blanca ha destinado más de 18.500 millones de dólares en
asistencia de seguridad a Kiev desde comienzos de 2021, 18.000 millones
de los cuales
se han entregado desde que comenzó la operación militar rusa, en febrero.
Ucrania tiene un escenario interno complejo y con implicaciones para su seguridad nacional. ¿Que hubiéramos querido que votara en favor nuestro?
Sí, es cierto, y es lo justo y valiente, pero estemos todos seguros de que si nosotros estamos molestos, más lo estarán en Washington, todo un desaire tras los miles de millones destinados a ese país.
En la alta política no siempre aplica aquello de "estás conmigo o
contra mí", así que prefiero quedarme con la lectura de que ese voto de
abstención implica, si bien no una condena al bloqueo, al menos una
expresión de desacuerdo con su ejecución.
Ojalá pronto pueda Ucrania regir su política exterior sin subordinarse a las prioridades que le impone Estados Unidos en
el contexto geopolítico.
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