De lo sónico a lo cínico: La infamia naufraga otra vez
Un documento recientemente desclasificado permitirá conocer cuán lejos llegaron Trump, Pompeo y Marco Rubio para justificar artificialmente un retroceso en las relaciones bilaterales entre EE. UU. y Cuba
Un informe interino de la División de Operaciones Tecnológicas del Buró Federal de Investigaciones (FBI) de los Estados Unidos del 4 de junio de 2017, citado meses después por la agencia norteamericana ap, afirmaba que esa entidad no ha encontrado prueba alguna de los supuestos «ataques sónicos» contra el personal diplomático estadounidense en Cuba, tras meses de investigaciones y cuatro viajes a La Habana.
Agregaba el reporte: «Las conclusiones de los investigadores estadounidenses concuerdan con la del Comité de Expertos cubanos que condujo una exhaustiva investigación sobre los supuestos incidentes, indicada por la máxima dirección del Gobierno».
Las conclusiones preliminares de la investigación realizada por Cuba, publicada en Mesa Redonda, en octubre de 2017 afirmaron:
- Se demostró que NO existen evidencias que indiquen la ocurrencia de los alegados ataques acústicos;
- No ha sido posible establecer hipótesis investigativas sobre el origen de estos hechos, que por su naturaleza son eminentemente sensoriales y no dejan huellas, ni rastros, aspecto respaldado por los representantes de las agencias especializadas de Estados Unidos que viajaron a Cuba.
- Tampoco se han identificado posibles autores ni personas con motivación, intención o medios para ejecutar este tipo de acciones. En la labor realizada por el equipo de investigadores cubanos y en la información aportada por los funcionarios estadounidenses no se ha establecido la incidencia de personas o medios sospechosos en los lugares de ocurrencia, ni en sus alrededores.
- El equipo de médicos y científicos cubanos luego del análisis técnico pericial a las muestras sonoras entregadas por Estados Unidos, certificó la imposibilidad de que estas causaran las afectaciones a la salud descritas por los diplomáticos.
- No se ha obtenido evidencia de la existencia en el país de ningún equipamiento emisor del sonido como el que describe la parte estadounidense. No se han detectado intenciones, planes o la introducción al territorio nacional de estos equipos por la frontera aérea o marítima.
Los panelistas cubanos señalaron que los resultados obtenidos por las autoridades norteamericanas coinciden, ya que no definen una causa que alegue que estamos en presencia de un ataque o agresión de esa naturaleza.
Pretexto rompepuente o la primera gran mentira
Después de las declaraciones ofensivas e irrespetuosas de Donald Trump, a raíz del fallecimiento del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz; de un discurso anticubano, de principio a fin, en Miami; del compromiso con la mafia y sus capos más connotados en el Congreso de los EE. UU., y de sus alardes inmediatos de que lo logrado en cuanto a normalización de las relaciones bilaterales por la administración de Barack Obama con el Gobierno cubano, había sido «un mal acuerdo», desde la retórica copiada de Marco Rubio y comparsa apareció en escena el «Maine sónico», la primera gran mentira contra Cuba, para desencadenar la más virulenta y hostil directiva de política hacia la Isla.
Con odio y sin evidencias, Washington tomó medidas unilaterales y retiró a la mayor parte de sus diplomáticos de la Isla, paralizando el procesamiento de visados en La Habana. Asimismo, exigió la retirada de 17 funcionarios cubanos en EE. UU., al tiempo que se tramaba una audiencia en el Congreso, dirigida y organizada por el senador de la Florida, Marco Rubio, quien –revelaba ap– «intenta manipular el caso para desmontar los escasos avances registrados en los vínculos bilaterales».
El profesor estadounidense Philip Brenner, de la American University, consideró, por aquellos días, que el Gobierno de la Isla no tuvo ninguna responsabilidad en los incidentes de salud reportados por diplomáticos norteamericanos, y que, tras conocerse la noticia, el tema se convirtió en una oportunidad para los representantes de una línea dura en Estados Unidos, interesados en revertir los nexos. El experto estadounidense cree que cuando Marco Rubio y otros legisladores supieron sobre el Maine acústico, lo aprovecharon para favorecer sus intereses en la política hacia Cuba.
Otros han especulado que pudo ser una operación premeditada para el desmontaje de la política de Obama, versión totalmente coincidente con las pretensiones del legislador ultraderechista, y que las chapucerías, ahora en evidencia por un documento recientemente desclasificado, pudieran alimentar en cuanto al desespero por aprovechar el impacto de aquella noticia falsa, magnificada y globalizada en cuestión de segundos para victimizar a los diplomáticos estadounidenses y atacar a Cuba, tomando como pretexto un tema hipersensible, con la falta de escrúpulos que caracterizó a los asesores más cercanos de Trump.
Naufragio de una infamia
Esta semana, un documento desclasificado del Departamento de Estado destapa los errores y excesos de Trump en la gestión del presunto «ataque sónico» en La Habana, y reprocha el cierre de la embajada, al considerarlo «respuesta» política plagada de mala gestión, falta de coordinación e incumplimiento de procedimientos.
El documento secreto revela que Trump tomó la decisión de reducir el 60 % del personal consular en La Habana y desactivar en la práctica el funcionamiento de la embajada, sin tener prueba alguna de que Cuba estuviera detrás de los misteriosos problemas de salud que afectaron a sus funcionarios.
«El mecanismo de la causa de las lesiones es actualmente desconocido. Desconocemos el motivo de estos incidentes, cuándo comenzaron realmente, o quién lo hizo», señala un informe interno del Departamento de Estado, redactado en 2018, luego de cuatro meses de trabajo, según un artículo publicado este jueves por el diario español El País.
El documento cuestiona al exsecretario de Estado, Rex Tillerson, por no designar «a un alto funcionario como responsable general» de la investigación, y critica, además, «el excesivo secretismo» de la cia por no compartir información con el Departamento de Estado, lo que «retrasó» la coordinación de una «respuesta adecuada». Asegura que la reacción norteamericana fue deficiente, pues se «caracterizó por la falta de liderazgo de alto nivel, la ineficacia de las comunicaciones y la desorganización sistémica».
«La decisión de reducir el personal en La Habana no parece haber seguido los procedimientos estándar del Departamento de Estado y no fue precedida ni seguida por ningún análisis formal de los riesgos y beneficios de la presencia física continuada de los empleados del Gobierno estadounidense en La Habana», señala al respecto el informe.
Comenta el periódico español que «al modus operandi de Donald Trump para acorralar a Cuba y acabar con la política de Barack Obama le sigue cayendo lodo, a pocas semanas de ser criticado por incluir a la Isla en la lista de países patrocinadores del terrorismo, días antes de abandonar la Casa Blanca».
Mientras la mafia anticubana en EE. UU. no ceja en la histérica obsesión de sembrar obstáculos en todas direcciones para minar el camino de las relaciones normales y civilizadas entre los dos países, y fabrica nuevas provocaciones y pretextos, desde la maquinaria de la subversión y el genocidio, buscando más recrudecimiento del bloqueo, las verdades flotan y se multiplican las voces que piden a la administración Biden tomar medidas inmediatas para normalizar las relaciones bilaterales.
Este miércoles 10 de febrero, 56 organizaciones, incluidos grupos de abogados, de derechos humanos, organizaciones religiosas, grupos cubanoamericanos, organizaciones ambientales y académicas y grupos empresariales, enviaron una carta a la administración Biden-Harris, instándola a tomar medidas inmediatas para cumplir una promesa de campaña de revertir las políticas fallidas de Trump, que continúan infligiendo daño a los cubanos y sus familias.
Recientemente Ines Pohl, corresponsal del servicio de radiodifusión alemán Deutsche Welle (DW), en Washington, testigo presencial del discurso de Trump en el que incitó a la insurrección y al asalto al Capitolio, reflexionaba sobre la dimensión y el impacto de la mentira en los cuatro años de la administración saliente. Y afirmó categóricamente: «No, los eventos del 6 de enero no fueron un desliz, y tampoco fueron un accidente. Fueron la consecuencia inevitable de una presidencia de cuatro años que se basó en la ira en lugar de la verdad, y que logró convertir las posturas políticas de sus seguidores en el odio al otro».
Durante cuatro años, Donald Trump preparó con mentiras y agitación el terreno del asalto al Capitolio. Su política contra Cuba, también envenenada por los malos consejos y asesores, tuvo igual suerte.
Ayer el ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Bruno Rodríguez Parrilla, fue explícito en un mensaje en redes sociales: «Una desclasificación seria de información sobre los alegados incidentes de salud de diplomáticos estadounidenses permitirá conocer cuán lejos llegaron Trump, Pompeo y Marco Rubio para justificar artificialmente un retroceso en las relaciones bilaterales».
Y concluyó: «Algún día se podrá aclarar lo que sucedió y lo que no sucedió. Cuba reitera la disposición a cooperar de manera efectiva, tanto política como científicamente para encontrar una solución a este asunto».
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