martes, 6 de octubre de 2020

Trump, el coronavirus y el duro camino para mantenerse en la Casa Blanca

 

MOSCÚ (Sputnik) — A un mes de las elecciones más seguidas del mundo, el presidente Donald Trump —uno de los dos grandes protagonistas— pasa por encima de las recomendaciones para los enfermos de COVID-19 e intenta seguir con su campaña para garantizarse otros cuatro años en la Casa Blanca.

El mismo hombre que no se creyó nunca que iba a ganar a Hillary Clinton en 2016, según confesó poco después uno de los responsables de su campaña, tampoco se cree ahora que pueda perder contra Joe Biden, el casi octogenario vicepresidente de Barack Obama, durante sus ocho años al frente del país más poderoso e influyente del mundo.

Sin embargo, las encuestas alarman a Trump. Y aunque él no debe creer mucho en ellas, como no cree en muchas otras cosas en las cuales se guía solo por su instinto, a veces equivocado, ahora se saltó la cuarentena que deben seguir los contagiados por el coronavirus para continuar con su campaña, porque recluirse cuando está en juego algo tan grande como su permanencia en la Oficina Oval no va con el polémico jefe de Estado.

Trump y el coronavirus

El mandatario estadounidense minimizó desde el primer momento al coronavirus SARS CoV-2. Alguna vez lo llamo una simple gripe. Otras, "el virus chino" y aseguró que nada le pasaría a los americanos, como llama a los estadounidenses, pero cuando los contagios crecieron de manera exponencial en Nueva York y otras ciudades del país y los muertos abarrotaban los hospitales, comenzó a buscar culpables.

Primero la emprendió con el Gobierno chino. Apuntó a Pekín por no haber alertado a tiempo, supuestamente, y emprendió una cruzada contra la Organización Mundial de la Salud, a la cual le advirtió que le retiraría el millonario monto que le destina anualmente, por, supuestamente, haberse plegado a los líderes del país asiático, incluso haberlos encubierto.

Aun así, su discurso encontró siempre eco y seguidores, quienes continuaron asistiendo, tanto como él, a los actos de campaña sin respetar la llamada distancia social y sin usar protección alguna, lo cual provocó que el virus se expandiera con velocidad asombrosa a algunas ciudades, donde los contagiados se contabilizaron por miles cada día.

A estas alturas, Estados Unidos, el país más rico, el de los recursos inagotables, encabeza al mundo en la cantidad de contagios y en la cifra de muertos. Unas 200 mil personas perdieron la vida como consecuencia del COVID-19, a pesar de que el presidente del país asegura que en los últimos meses la nación aprendió mucho sobre la enfermedad y logró desarrollar estrategias para enfrentarla.

En estos tiempos de pandemia y con un proceso electoral a la vuelta de la esquina es mejor ser oposición que Gobierno, aunque los votantes pueden imaginar que el candidato opositor no hubiera podido hacer mucho más de haber ocupado el puesto del presidente. Y eso sirve no solo para Estados Unidos, sino para cualquier otro país del mundo.

En la culta y desarrollada Europa muchos gobiernos viven en medio de cuestionamientos constantes de la oposición por haber hecho esto o aquello, pero ningún opositor ofrece la solución para detener el coronavirus, que, en algunos lugares, como en España, ha vuelto a golpear con fuerza, no tanto en los muertos como en la cifra de contagios.

Ataques, acusaciones...

Sin embargo, el candidato del Partido Demócrata también intenta sacar sus lascas del manejo de la pandemia que hizo la Administración Trump, y es poco probable que alguno de aquellos que perdió a un familiar cercano piense que el mandatario no pudo hacer más y le entregue su voto en noviembre.

Aun así, Biden necesita andar con pies de plomo en estas últimas semanas e intentar mantener la compostura en los dos debates que le restan con Trump, uno de ellos en la ciudad de Miami, donde las posiciones están tan polarizadas como en el mundo del fútbol entre los seguidores del Real Madrid o el Barcelona, por citar solo un ejemplo.

Trump acusa a Biden de muchas cosas, entre ellas de ser un anciano senil, sin capacidad de liderazgo, además de haber metido las manos en un escándalo que involucra a su hijo y al gobierno de Ucrania. En tanto el otrora vice de Obama, de 78 años de edad, muchos para intentar una ardua tarea al frente de Estados Unidos, tiene de donde agarrarse para bajar al magnate inmobiliario de sus aspiraciones.

Resta por ver cuál sacará más rédito del mes restante. Si la agresividad habitual, casi siempre desmedida y brusca del actual presidente, o la aparente parsimonia del veteranísimo candidato demócrata. La lidia, pese a los sondeos, parece más pareja que nunca y no es de extrañar que cuando las urnas decidan el ganador, el perdedor argumente la derrota con un fraude o un golpe de Estado, como ha dejado caer Trump.

​Eso sí, si Trump cede su puesto muchos se alegrarán, incluidos algunos de los que públicamente le muestran su apoyo. Porque no se puede intentar liderar un país y medio mundo con tanta soberbia.

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