Tenía 39 años, era también padre de 5 hijos.
Lo hicieron prisionero el 8, después de haber resultado herido en la pierna izquierda durante su último combate armado.
Lo mataron el 9 sobre la 1:10 de la tarde, pero antes de eso, ya el gobierno boliviano lo había anunciado muerto, del día anterior.
La orden de fusilamiento la recibió del presidente Barrientos, casualmente, el entonces agente de la CIA Félix Rodríguez.
Rodríguez lo contó serenamente en una entrevista: "di la orden de dispararle por debajo del cuello porque tenía que parecer muerto en combate."
El sargento Mario Terán fue quien apretó el gatillo:
"Dudé 40 minutos antes de ejecutar la orden.
Ese fue el peor momento de mi vida.
Cuando llegué,
el Che estaba sentado en un banco.
Al verme dijo:
«Usted ha venido a matarme».
Yo me sentí cohibido
y bajé la cabeza sin responder.
Entonces me preguntó:
«¿Qué han dicho los otros?».
Le respondí que no habían dicho nada
y él contestó: «¡Eran unos valientes!».
Yo no me atreví a disparar.
En ese momento vi al Che grande,
muy grande,
enorme.
Sus ojos brillaban intensamente.
Sentía que se echaba encima
y cuando me miró fijamente,
me dio un mareo.
Pensé que con un movimiento rápido
el Che podría quitarme el arma.
«¡Póngase sereno —me dijo— y apunte bien
¡Va a matar a un hombre!».
Entonces di un paso atrás,
hacia el umbral de la puerta,
cerré los ojos y disparé la primera ráfaga.
El Che, con las piernas destrozadas,
cayó al suelo,
se contorsionó
y empezó a regar muchísima sangre.
Yo recobré el ánimo
y disparé la segunda ráfaga,
que lo alcanzó en un brazo,
en el hombro
y en el corazón.
Ya estaba muerto."
(A Terán, en 2007, 40 años después de haber matado a un médico que ayudó a su triunfo, la revolución cubana, y sus médicos, le devolvieron la vista.)
Su cuerpo lo exhibieron en Vallegrande ese día 9 y hasta el anochecer del siguiente.
Le cortaron las manos el día 10, para conservarlas como prueba de su muerte.
Tenía solo 39 años, 5 hijos, una esposa, épicos amigos, una historia de vida de total correspondencia entre lo que decía y hacía, y un mar de pueblo detrás, que todavía hoy lo venera, como esta niña que lo hace desde que leyó por primera vez la historia de un "extranjero" asmático, que salió de su casa a analizar el mundo en que vivía, ayudó siempre, y murió solo, despojado por elección propia de todo cuanto tenía, excepto de sus ideales y de sus principios.
Grande Guevara. Siempre!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario