La reforma en el periodismo cubano comenzó en 1828 con La Aurora de Matanzas, “diario político y literario digno de elojios por la elegancia de su impresión y su estensión, la variedad de materias que abraza i el orden i el buen gusto de su redacción, i puede estimarse sin disputa el príncipe de nuestros periódicos.”
Así lo describiría, 58 años después de su fundación, Pedro José Guiteras en su segundo tomo de Historia de la isla de Cuba. Sin embargo, no sería el primer halago hacia este ejemplar nacido en una época en la que el aumento de la población y el desarrollo del país propiciaron el establecimiento de nuevas imprentas en diferentes provincias.
Desde aquel 2 de septiembre de 1828, La Aurora de Matanzas brillaría. Propiedad de la Diputación de la Sociedad Patriótica y redactado por José Pereira, este periódico saldría tres veces a la semana con atractivos contenidos más allá de las disposiciones del gobierno y temas de oficio.
Sus páginas incluyeron numerosos trabajos de índole literaria y noticias llegadas de ultramar. Debutó así como el primero de los periódicos cubanos que publicó crónicas de guerra extranjeras con valiosos y originales textos sobre el conflicto entre Turquía y Rusia.
El adelanto tipográfico, elegancia y calidad en materia de género periodístico, así como el espacio que dedicó al comentario político, las noticias mercantiles e inquietudes espirituales, le concedieron un lugar privilegiado entre el público. Y es que aunque el mismo respondía a los intereses de sus suscriptores, la estricta censura mantenida hasta el momento por el régimen colonial encontró cierto grado de tolerancia durante el gobierno del capitán general Dionisio Vives y su sucesor Mariano Ricafort.
Como confesara el destacado investigador Antonio Bachiller y Morales en su obra Apuntes para la historia de las letras y de la instrucción pública en la isla de Cuba (La Habana, 1971), fue este el mejor periódico político y literario del país hasta la fecha, con una contribución visible al adelanto del ejercicio en cuanto a la esencia y hasta la belleza de las formas.
En enero de 1831 su redactor se separó para fundar El Lucero de Matanzas y por más de dos años asumió dicha labor Tiburcio Campe, con la colaboración de figuras como Félix M. Tanco, Jaime Badía, José María Casal, Domingo del Monte, Plácido y José Jacinto Milanés.
Según los investigadores, durante tan larga trayectoria, dividida en siete etapas, su título, subtítulo y formato, sufrieron diversas variaciones, hasta que el primero de agosto de 1857, luego de refundirse con El Yumurí, adoptó el nombre de Aurora del Yumurí, con el cual salió a la luz hasta 1900.
El doctor Ercilio Vento Canosa, Historiador de la Ciudad de Matanzas, explica que para la primera mitad del siglo XIX las imprentas del territorio sumaban ya 24 ediciones, pero ninguno de aquellos ejemplares tendría tanta relevancia como este, el mismo que en su momento cumbre llegara a ser el periódico más extenso de los territorios coloniales, incluida la propia España.
Además señala en sus investigaciones sobre el tema, que la aparición de esta publicación marca lo que se identifica como la mayoría de edad del periodismo en Matanzas y su continuidad, calidad, estética y contenido lo convierten en una de las más valiosas fuentes de información sobre la vida política, económica y cultural de la ciudad.
Por eso, aún hoy quienes conocen sus tesoros y han contemplado alguna vez sus páginas, en el departamento de Fondos Raros y Valiosos de la biblioteca Gener y del Monte, añoran el abrazo, el viaje hacia el pasado ante el hechizo de un príncipe y cronista de su tiempo.
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