Intervención del Presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, en debate general de Naciones Unidas
Intervención en el debate general del 75 período ordinario de sesiones de la agnu
Señor Secretario General:
Señor Presidente:
Una
epidemia global ha cambiado drásticamente la vida cotidiana. De un día
para otro, se contagian millones y mueren miles de personas cuya
esperanza de vida era superior gracias al desarrollo. Sistemas
hospitalarios de alto nivel de prestaciones han colapsado y las
estructuras de salud de países pobres sufren de su incapacidad crónica.
Drásticas cuarentenas convierten en virtuales páramos a las ciudades más
populosas. La vida social no existe fuera de las redes digitales.
Teatros, discotecas, galerías, incluso escuelas, son clausurados o
redimensionados.
Nuestras fronteras se han cerrado, nuestras
economías se contraen, nuestras reservas se agotan. La vida sufre el
radical rediseño de costumbres ancestrales y la incertidumbre desplaza a
la certeza. Hasta los mejores amigos se desconocen bajo las mascarillas
que nos salvan del contagio. Todo cambia.
Tanto como la solución a
la pandemia, urge ya la democratización de esta indispensable
Organización, para que responda de manera efectiva a las necesidades y
aspiraciones de todos los pueblos.
El anhelado derecho de la
humanidad a vivir en paz y seguridad, con justicia y libertad, base de
la unión de las naciones, es constantemente amenazado.
Más de 1.9
billones de dólares se dilapidan hoy en una insensata carrera
armamentista sustentada en la política agresiva y guerrerista del
imperialismo, cuyo máximo exponente es el actual gobierno de Estados
Unidos, responsable del 38 por ciento del gasto militar global.
Hablamos
de un régimen marcadamente agresivo y moralmente corrupto, que
desprecia y ataca al multilateralismo, emplea el chantaje financiero en
su relación con las agencias del sistema de Naciones Unidas y con una
prepotencia nunca antes vista se retira de la Organización Mundial de la
Salud, de la UNESCO y del Consejo de Derechos Humanos.
Paradójicamente,
el país que aloja a la sede de la ONU también se aparta de tratados
internacionales fundamentales, como el Acuerdo de París sobre cambio
climático; repudia el consensuado acuerdo nuclear con Irán; impulsa
guerras comerciales; pone fin a su compromiso con instrumentos
internacionales de control en la esfera del desarme; militariza el
ciberespacio; multiplica la coerción y las sanciones unilaterales contra
aquellos que no se pliegan a sus designios y patrocina el derrocamiento
por la fuerza de gobiernos soberanos mediante métodos de guerra no
convencional.
En esa línea de comportamiento, divorciada de los
viejos principios de la coexistencia pacífica y del respeto al derecho
ajeno a la autodeterminación como garante de la paz, el gobierno
presidido por Donald Trump, además, manipula con fines subversivos la
cooperación en el ámbito de la democracia y los derechos humanos,
mientras en su propio territorio proliferan prácticamente sin control,
las expresiones de odio, racismo, brutalidad policial y las
irregularidades del sistema electoral y el derecho al voto de los
ciudadanos.
Urge reformar las Naciones Unidas. Esta poderosa
organización, que emergió del millonario costo en vidas de dos guerras
mundiales y como resultado de la comprensión universal de la importancia
del diálogo, la negociación, la cooperación y la legalidad
internacional, no puede demorar más su actualización y su
democratización. El mundo actual necesita tanto de la ONU como aquel en
el cual nació.
Algo muy especial y profundo ha fallado, cuando se
asiste de modo cotidiano y permanente a la violación de los principios
de la Carta de la ONU, y cuando es cada vez más frecuente el uso o
amenaza del uso de la fuerza en las relaciones internacionales.
No
hay modo de sostener por más tiempo, como algo natural e inamovible, un
orden internacional desigual, injusto y antidemocrático, que antepone el
egoísmo a la solidaridad y los intereses mezquinos de una minoría
poderosa a las legítimas aspiraciones de millones de personas.
A
pesar de las insatisfacciones y las demandas de transformación que,
junto a otros estados y a millones de ciudadanos del mundo, pedimos a
las Naciones Unidas, la Revolución cubana defenderá siempre la
existencia del organismo al que debemos el poco, pero imprescindible
multilateralismo que sobrevive a la prepotencia imperial.
Más de una
vez, ante este mismo foro, Cuba ha reiterado su voluntad de cooperar con
la democratización de la ONU y con la defensa de la cooperación
internacional que sólo ella puede salvar. Como dijo el Primer Secretario
del Partido Comunista de Cuba, General de Ejército Raúl Castro Ruz, y
cito: “Podrá contar siempre la comunidad internacional con la sincera
voz de Cuba frente a la injusticia, la desigualdad, el subdesarrollo, la
discriminación y la manipulación; y por el establecimiento de un orden
internacional más justo y equitativo, en cuyo centro se ubique,
realmente, el ser humano, su dignidad y bienestar.” Fin de la cita.
Señor Presidente:
Retomando
la gravedad del momento actual, que muchos atribuyen únicamente a la
pandemia de la COVID-19, considero fundamental advertir que su impacto
rebasa con creces el ámbito sanitario
.
Por sus nefastas secuelas, la
impresionante cantidad de muertes, el daño a la economía mundial y el
deterioro de los niveles de desarrollo social, la expansión de la
epidemia en los últimos meses angustia y desespera a líderes y
ciudadanos de prácticamente todas las naciones.
Pero la crisis
multidimensional que ha desatado demuestra claramente el profundo error
de las políticas deshumanizadas impuestas a ultranza por la dictadura
del mercado.
Hoy somos dolorosos testigos del desastre al que ha
conducido al mundo el sistema irracional e insostenible de producción y
consumo del capitalismo, décadas de un injusto orden internacional y de
aplicación de un crudo y desenfrenado neoliberalismo, que ha agravado
las desigualdades y sacrificado el derecho al desarrollo de los pueblos.
A diferencia del excluyente neoliberalismo, que separa y desecha a
millones de seres humanos, condenándolos a sobrevivir con las sobras del
banquete del uno por ciento más rico, el virus de la COVID 19 no
discrimina entre unos y otros, pero sus devastadores impactos económicos
y sociales serán letales entre los más vulnerables, los de menos
ingresos, los mismos en el mundo subdesarrollado que en los bolsones de
pobreza de las grandes urbes industrializadas.
Según proyecciones de
la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la
Agricultura (FAO), a los 690 millones de personas que pasaban hambre en
2019, podrían sumarse 130 millones como consecuencia de la recesión
económica causada por la pandemia. Estudios de la Organización
Internacional del Trabajo (OIT) afirman que se han perdido más de 305
millones de empleos y que más de mil 600 millones de trabajadores ven
amenazados sus medios de subsistencia.
No podemos enfrentar la
COVID-19, el hambre, el desempleo y la creciente desigualdad económica y
social entre individuos y entre países como fenómenos independientes.
Urge implementar políticas integrales en las que el ser humano sea la
prioridad, y no las ganancias económicas o las ventajas políticas.
Sería
criminal dejar para mañana decisiones de ayer y de hoy. Es un
imperativo impulsar la solidaridad y la cooperación internacional para
amortiguar el golpe.
Sólo las Naciones Unidas, con su membresía
universal, tiene la autoridad y el alcance necesarios, para retomar la
justa pelea por eliminar la impagable deuda externa que, agravada por
los efectos socioeconómicos de la pandemia, atenta contra la
sobrevivencia de los pueblos del Sur.
Señor Presidente:
La aparición del SARS-CoV-2 y los primeros indicios de que amenazaba con provocar una pandemia, no tomaron a Cuba desprevenida.
Con
la experiencia de décadas de enfrentamiento a epidemias terribles,
algunas de ellas deliberadamente introducidas como parte de la guerra
permanente contra nuestro proyecto político, se pusieron en práctica de
manera inmediata un grupo de medidas sustentadas en nuestras capacidades
y fortalezas fundamentales: un Estado socialista organizado,
responsable de velar por la salud de sus ciudadanos, con capital humano
altamente calificado y una sociedad con elevado grado de participación
popular en la adopción de decisiones y en la solución de sus problemas.
La
aplicación de esas medidas, junto al conocimiento acumulado en más de
60 años de ingentes esfuerzos para crear y fortalecer un sistema de
salud de calidad y alcance universal, así como la investigación y el
desarrollo científicos, han permitido no sólo preservar el de
recho a la
salud de todos los ciudadanos, sin excepción, sino enfrentar la pandemia
en mejores condiciones.
Lo hemos logrado pese a las duras
restricciones del prolongado bloqueo económico, comercial y financiero
impuesto por el gobierno de Estados Unidos, recrudecido brutalmente en
los dos últimos años, incluso en tiempos de pandemia, como prueba de que
ese es el componente esencial de su política de hostilidad hacia Cuba.
La
agresividad del bloqueo ha escalado a un nivel cualitativamente nuevo,
que refuerza su condición de impedimento real y determinante para el
manejo de la economía y el desarrollo de nuestro país. El gobierno
estadounidense ha intensificado especialmente la persecución de las
transacciones financieras de Cuba y, desde 2019, adopta medidas
violatorias del Derecho Internacional, para privar al pueblo cubano de
la posibilidad de adquirir el combustible que requiere en su quehacer
cotidiano y para su desarrollo.
Con el fin de dañar y demonizar la
Revolución cubana y a otros que califica como adversarios, Estados
Unidos publica listas espurias carentes de legitimidad, con las que se
arroga el derecho de imponer al mundo medidas coercitivas unilaterales y
calificaciones infundadas.
No pasa una semana sin que ese gobierno
emita declaraciones contra Cuba o imponga nuevas restricciones. Sin
embargo, resulta paradójico que haya rehusado a calificar como
terrorista el ataque perpetrado contra la Embajada de Cuba en
Washington, el 30 de abril de 2020, cuando un individuo armado con un
fusil de asalto disparó más de 30 cartuchos contra la sede diplomática y
confesó después su intención de matar.
Denunciamos la doble moral
del gobierno estadounidense en la lucha contra el terrorismo y exigimos
que se condene públicamente este brutal ataque.
Reclamamos que cesen
la hostilidad y la campaña difamatoria contra la labor altruista de la
cooperación médica internacional de Cuba que, con elevado prestigio y
resultados verificables, ha contribuido a salvar cientos de vidas y a
reducir el impacto de la enfermedad en diversas latitudes.
Personalidades internacionales y organizaciones sociales de notable
prestigio han reconocido la labor humanista desplegada por la Brigada
Internacional Médica Especializada en Situaciones de Desastre y Graves
Epidemias ¨Henry Reeve¨ abogando porque le sea concedido el Premio Nobel
de la Paz.
Mientras el gobierno de Estados Unidos ignora el
llamado a aunar esfuerzos en el combate a la pandemia y se retira de la
OMS; Cuba, en respuesta a solicitudes recibidas y guiada por la profunda
vocación solidaria y humanista de su pueblo, refuerza su cooperación
con el envío de más de 3 mil 700 colaboradores, organizados en 46
brigadas médicas, a 39 países y territorios afectados por la COVID-19.
En
este sentido, condenamos el chantaje gansteril con que Estados Unidos
ha presionado a la Organización Panamericana de la Salud con el
propósito de utilizar ese organismo regional como instrumento de su
enfermiza agresión contra nuestro país. Siempre, la fuerza de la verdad
echará por tierra las mentiras, y la historia colocará los hechos y a
los protagonistas en su lugar. El ejemplo de Cuba prevalecerá.
Nuestros
consagrados trabajadores de la Salud, orgullo de una nación formada en
el ideario martiano de que Patria es Humanidad, recibirán o no el Premio
que merece su nobleza, pero hace años que ganaron el reconocimiento de
los pueblos bendecidos por su labor sanitaria.
El gobierno de Estados
Unidos no oculta su intención de aplicar nuevas y más duras medidas
agresivas contra Cuba en los próximos meses. Declaramos una vez más,
ante la comunidad internacional que nuestro pueblo, orgulloso de su
historia y comprometido con los ideales y la obra de la Revolución,
sabrá resistir y vencer.
Señor Presidente:
Las
pretensiones de imponer la dominación neocolonial a Nuestra América,
declarando públicamente la vigencia de la Doctrina Monroe, contravienen
la Proclama de América Latina y el Caribe como Zona de Paz.
Queremos
ratificar públicamente en este escenario virtual, que la República
Bolivariana de Venezuela contará siempre con la solidaridad de Cuba
frente a los intentos de desestabilizar y subvertir el ordenamiento
constitucional, la unión cívico-militar y destruir la obra iniciada por
el Comandante Hugo Chávez Frías y continuada por el presidente Nicolás
Maduro Moros a favor del pueblo venezolano.
Rechazamos también las
acciones de Estados Unidos dirigidas a desestabilizar a la República de
Nicaragua, y corroboramos la invariable solidaridad con su pueblo y
gobierno, liderados por el Comandante Daniel Ortega.
Nos
solidarizamos con las naciones del Caribe que exigen justas reparaciones
por los horrores de la esclavitud y la trata de esclavos, en un mundo
en el que la discriminación racial y la represión de las comunidades
afrodescendientes han ido en ascenso.
Reafirmamos nuestro compromiso histórico con la libre determinación y la independencia del hermano pueblo de Puerto Rico.
Apoyamos el legítimo reclamo de soberanía de Argentina sobre las islas Malvinas, Sándwich del Sur y Georgias del Sur.
Reiteramos
el compromiso con la paz en Colombia y la convicción de que el diálogo
entre las partes es la vía para alcanzar una paz estable y duradera en
ese país.
Apoyamos la búsqueda de una solución pacífica y negociada a
la situación impuesta a Siria, sin injerencia externa y con pleno
respeto a su soberanía e integridad territorial.
Demandamos una
solución justa al conflicto del Oriente Medio, que pasa por el ejercicio
real del derecho inalienable del pueblo palestino a construir su propio
Estado dentro de las fronteras anteriores a 1967 y con su capital en
Jerusalén oriental. Rechazamos los intentos de Israel de anexar nuevos
territorios de Cisjordania.
Expresamos nuestra solidaridad con la República Islámica de Irán ante la escalada agresiva de los Estados Unidos.
Reafirmamos nuestra invariable solidaridad con el pueblo saharaui.
Condenamos enérgicamente las sanciones unilaterales e injustas contra la República Popular Democrática de Corea.
Ratificamos
nuestro rechazo a la intención de extender la presencia de la OTAN
hasta las fronteras de Rusia y a la imposición de sanciones unilaterales
e injustas contra esa nación.
Rechazamos la intromisión extranjera
en los asuntos internos de la República de Belarús y reiteramos nuestra
solidaridad con el presidente legítimo de ese país, Aleksandr Lukashenko
y el hermano pueblo bielorruso.
Condenamos la injerencia en los
asuntos internos de la República Popular China, y nos oponemos a
cualquier intento de lesionar su integridad territorial y su soberanía.
Señor Presidente:
Las
preocupantes circunstancias actuales han hecho que, por primera vez en
los 75 años de historia de la Organización de las Naciones Unidas, nos
veamos obligados a reunirnos de modo no presencial.
La comunidad
científica de Cuba, otro orgullo de la nación que desde el triunfo de la
Revolución de los justos, anunció al mundo su propósito de convertirse
en un país de hombres y mujeres de Ciencia, trabaja sin descanso en una
de las primeras vacunas que están en fase de ensayo clínico en el mundo.
Sus
creadores y otros investigadores y estudiosos, articulados con el
sistema de Salud, desarrollan protocolos de atención a las personas
contagiadas, a las recuperadas y a la población de riesgo, que nos han
permitido mantener las estadísticas de la epidemia en torno al 80 por
ciento de personas contagiadas salvadas y un índice de letalidad por
debajo de la media continental y mundial.
“Médicos y no bombas”,
anunció un día el líder histórico de la Revolución Cubana y principal
promotor del desarrollo de las Ciencias en Cuba, el Comandante en Jefe
Fidel Castro Ruz. Esa es nuestra divisa. Salvar vidas y compartir lo que
somos y tenemos, al precio de cualquier sacrificio, es lo que brindamos
al mundo desde las Naciones Unidas, a la que sólo pedimos un cambio a
tono con la gravedad del momento.
Somos Cuba.
Luchemos juntos por la promoción de la paz, la solidaridad y el desarrollo.
Muchas gracias