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Algunos blasfeman dotados de soberana ignorancia, cuando aún se
preguntan si valió la pena la sangre cubana que abonó el suelo africano.
Y es precisamente esa la razón que basta para rendir homenaje diario a
los miles de valientes que a más de 10 mil kilómetros de casa
demostraron al mundo que los cubanos no eran hueso fácil y que las
ínfulas de las amenazas imperiales orquestadas por la voraz apetencia
del gobierno de Reagan y sucesores, se fueran desvaneciendo ante cada victoria de Cuba, nunca satélite de la URSS.
A esos hombres de talla inmensa le debemos que los imperialistas hayan entendido enseguida que la guerra por la que apostaban ya la estaban teniendo allá y que su imagen vencedora se desmoronaba tanto en el campo de batalla como en las mesas de negociaciones. La sangre gloriosa de los caídos en África evitó sin pretenderlo, un quebrantamiento incalculable en nuestra isla solidaria.
Hoy la contemporaneidad está teniendo entre sus principales víctimas a las nuevas generaciones, que se han ido convirtiendo en los principales blancos de la influencia hipnótica engendrada por el cañoneo “informativo”, responsable también de la adicción a la simplificación sucesiva de mensajes, que lejos de informar, como lo enuncia la destacada intelectual cubana Graziella Pogolotti, cancela hoy el recuerdo de lo sucedido ayer; donde la invasión audiovisual desplaza el peso de la palabra portadora de ideas, anestesiando la extirpación minuciosa de principios éticos y valores universales.
Por desgracia sobran los ejemplos que evidencian que sobre el trasfondo de la desmemoria, rebrotan rizomas de fascismo, racismo y xenofobia. Hoy pueden verse en América Latina secuelas dolorosas del lastre. Es por eso que estamos llamados al combate contra el sensacionalismo y la espectacularidad —que a decir de la eminente intelectual— son vehículos de lujo para los objetivos mezquinos de los principales beneficiarios del entumecimiento de las mentes.
Para nuestros jóvenes a treinta años de la Operación Tributo, el legado de los que dieron su vida por la emancipación del cono sur africano y nuestra propia salvación en tiempos de inminente agresión armada, a los combatientes internacionalistas, el homenaje del pueblo que le debe sus conquistas y a nuestros caídos en África: ¡Gloria eterna!
A esos hombres de talla inmensa le debemos que los imperialistas hayan entendido enseguida que la guerra por la que apostaban ya la estaban teniendo allá y que su imagen vencedora se desmoronaba tanto en el campo de batalla como en las mesas de negociaciones. La sangre gloriosa de los caídos en África evitó sin pretenderlo, un quebrantamiento incalculable en nuestra isla solidaria.
Hoy la contemporaneidad está teniendo entre sus principales víctimas a las nuevas generaciones, que se han ido convirtiendo en los principales blancos de la influencia hipnótica engendrada por el cañoneo “informativo”, responsable también de la adicción a la simplificación sucesiva de mensajes, que lejos de informar, como lo enuncia la destacada intelectual cubana Graziella Pogolotti, cancela hoy el recuerdo de lo sucedido ayer; donde la invasión audiovisual desplaza el peso de la palabra portadora de ideas, anestesiando la extirpación minuciosa de principios éticos y valores universales.
Por desgracia sobran los ejemplos que evidencian que sobre el trasfondo de la desmemoria, rebrotan rizomas de fascismo, racismo y xenofobia. Hoy pueden verse en América Latina secuelas dolorosas del lastre. Es por eso que estamos llamados al combate contra el sensacionalismo y la espectacularidad —que a decir de la eminente intelectual— son vehículos de lujo para los objetivos mezquinos de los principales beneficiarios del entumecimiento de las mentes.
Para nuestros jóvenes a treinta años de la Operación Tributo, el legado de los que dieron su vida por la emancipación del cono sur africano y nuestra propia salvación en tiempos de inminente agresión armada, a los combatientes internacionalistas, el homenaje del pueblo que le debe sus conquistas y a nuestros caídos en África: ¡Gloria eterna!
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