Producto
del sabotaje al vapor La Coubre, el 4 de marzo de 1960, perdieron la
vida más de un centenar de cubanos, entre estibadores, trabajadores
portuarios y miembros del Ejército Rebelde. Granma recuerda la fecha con
fragmentos de las palabras de Fidel en el sepelio de las víctimas
Los interesados en que no recibiéramos esos explosivos son los enemigos de nuestra Revolución, los que no quieren que nuestro país se defienda, los que no quieren que nuestro país esté en condiciones de defender su soberanía (…).
Entonces, ¿por qué no se quiere que tengamos los medios necesarios? Es sencillamente porque se quiere que no podamos defendernos, se quiere que estemos indefensos. ¿Y por qué se quiere que estemos indefensos? Para doblegarnos, para someternos, para que no resistamos a las presiones, para que no resistamos a las agresiones. ¿Y tienen precisamente derecho a obstaculizar nuestros esfuerzos para adquirir los medios para defendernos las autoridades de un país que no ha podido impedir que su territorio sea utilizado sistemáticamente para bombardearnos? (…).
Y estos hechos no son únicos. Porque, ¿quién se ha de extrañar de que estalle un barco en el puerto mientras los obreros trabajan? ¿Quién se ha de extrañar de un sabotaje que cueste sangre de trabajadores? ¿Quién se ha de extrañar, si hace apenas un mes –si es que llega al mes– un avión norteamericano, procedente de territorio norteamericano y manejado por un piloto norteamericano y con una bomba norteamericana, trató de dejarla caer sobre un centro donde había más de 200 obreros? (…).
Ahora libertad quiere decir algo más todavía: libertad quiere decir patria. Y la disyuntiva nuestra sería patria o muerte.
Y así un día como hoy, luctuoso y trágico, doloroso para el pueblo, doloroso para el gobierno, doloroso para los familiares de los obreros y los soldados, y los ciudadanos que cayeron; en un momento como este, importante, es bueno que dejemos sentadas estas cosas, y que nuestra disposición de resistir no es solo la disposición de resistir militarmente. Creen tal vez que tenemos valor para morir, pero que no tenemos valor para resistir las privaciones, y los hombres tienen valor para resistir, incluso las privaciones que menos se imaginan (...).
Y al despedirlos, en el umbral del cementerio, una promesa, que más que promesa de hoy es promesa de ayer y de siempre: ¡Cuba no se acobardará, Cuba no retrocederá; la Revolución no se detendrá, la Revolución no retrocederá, la Revolución seguirá adelante victoriosamente, la Revolución continuará inquebrantable su marcha!
Y esa es nuestra promesa no a los que han muerto, porque morir por la patria es vivir, sino a los compañeros que llevaremos siempre en el recuerdo como algo nuestro; y no en el recuerdo en el corazón de un hombre, o de hombres, sino en el recuerdo único que no puede borrarse nunca: el recuerdo en el corazón de un pueblo.
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