Por Miguel Angel García Alzugaray
Desde el surgimiento de los Estados Unidos, muchos de sus gobernantes
se han caracterizado por el oportunismo político, la mentira y el doble
rasero en las medidas que adoptan. La actual administración de Donald
Trump es un claro ejemplo de esta maquiavélica predisposición. Por ello,
no debería asombrarnos la siguiente noticia.
El Departamento de Estado rebajó hace unos días a 2 el nivel de alerta para los viajeros estadounidenses que pretendan visitar Cuba, a través de un comunicado.
La administración estadounidense había situado la anterior alerta en el nivel 3. En esta ocasión se pidió extremar las precauciones a la hora de viajar a la Isla, y en concreto se recordó los supuestos ataques acústicos dirigidos contra los empleados de la Embajada de La Habana en los Estados Unidos, que provocaron la disminución del personal consular.
La Embajada en la capital cubana está operando con personal reducido. Los familiares no pueden acompañar a los empleados del gobierno de Estados Unidos que trabajan en Cuba”, añadieron.
A pesar que el gobierno norteamericano no ha podido presentar ni la más mínima prueba de esta falacia, el comunicado reitera la fantasiosa versión de que “las personas afectadas presentaron una variedad de síntomas físicos que incluyen molestias en los oídos, pérdida de la audición, mareos, dolores de cabeza, fatiga, problemas cognitivos, problemas visuales y dificultad para dormir”.
Científicos de los Estados Unidos han aclarado en varias ocasiones que los supuestos ataques no tienen basamento alguno.
El director del Proyecto de Documentación sobre Cuba en el Archivo de Seguridad Nacional de la Universidad George Washington manifestó que no se sabe exactamente quién, cómo o qué fue lo que pasó, pero lo que si se sabe es que el giro de eventos fue apropiado para el senador Marco Rubio y el presidente Donald Trump.
Ambas figuras, sostuvo en diálogo con Prensa Latina, tienen una agenda de revertir las “extraordinarias ganancias y la reconciliación que comenzaron bajo la administración de Barack Obama”.
La postura de calificar tales padecimientos como una agresión se mantiene aun cuando la propia agencia federal de investigaciones (FBI) dice que las averiguaciones no han tenido resultados concluyentes y sigue siendo un misterio qué o quién provocó tales efectos.
A finales de septiembre del 2017, y pese a los llamados de Cuba a no politizar el asunto, el Departamento de Estado decidió retirar a más de la mitad del personal de su embajada en La Habana, detuvo la emisión de visas en la isla y lanzó una advertencia de viajes a los norteamericanos. El 3 de octubre del año pasado, ordenó la salida de 15 diplomáticos cubanos de Washington con la justificación de falta de acciones en la nación caribeña para proteger a los funcionarios
estadounidenses, pese a las reiteradas garantías del gobierno cubano de que cumple rigurosamente la Convención de Viena.
Según Kornbluh, en esas medidas también habría estado la influencia de Rubio, opositor acérrimo del proceso de acercamiento iniciado por Obama a finales de 2014.
Cuidado con los cantos de sirena del imperialismo
Algunos analistas, que en mi opinión se dejan arrastrar por un infundado optimismo, consideran que esta disminución en el nivel de alerta para los viajes a Cuba, podría significar que la administración Trump reconoce por fin el craso error cometido en cuanto a sus relaciones diplomáticas con nuestro país, y desea sanamente mejorarlas, pero otros más escépticos piensan que no es más que una de las tantas tácticas oportunistas del oligarca mandatario y sus compinches del Departamento de Estado.
Razones no faltan para dudar de las verdaderas intenciones de la Casa Blanca que se esconden detrás de la precitada medida. No es nada nuevo que Estados Unidos se presenta ante los pueblos del mundo como el propiciador de diálogos y conversaciones mientras esconde tras este ropaje, el traicionero puñal que pretende clavar en la espalda de los que escuchan sus cantos de sirena.
Ejemplos de maniobras mentirosas y oportunistas de los gobiernos norteamericanos sobran en la historia.
En los últimos tiempos se destacan las argucias llevadas a cabo con el Acuerdo Nuclear con Irán, que después de exigir y presionar con su firma, se niega a cumplirlo primero y se retira después, basando sus acciones en argumentos pueriles e infundados. Mientras, amenaza con agresiones de todo tipo a la nación persa, mantiene candente el polvorín en el Oriente Medio apoyando al régimen de Arabia Saudita en una carrera guerrerista contra Yemen, y al gobierno fascista de Israel contra el sufrido pueblo palestino, violando así todos los principios del derecho internacional y abriéndoles puentes a las redes terroristas creadas y financiadas por las monarquías petroleras del golfo y controladas por los EE.UU. para así apoderarse de todos los recursos energéticos de la región.
No menos escandalosa es la política de amenazas, presiones y chantajes hacia Corea del Norte, con la que trata a la vez de extorsionar a China, mientras que de repente la Casa Blanca se viste de manso cordero y habla de paz y amistad.
Es significativo que a pesar del tratamiento que obtienen los países que para EE.UU. practican el terrorismo, el Pentágono ha admitido abiertamente su patrocinio a grupos armados denominados “opositores moderados”, como por ejemplo los que operan en Siria. Washington ha apoyado y equipado desde hace tiempo a distintos grupos de la oposición armada en Siria, algunos de los cuales han respaldado a bandas terroristas como el autodenominado Estado Islámico (Daesh en árabe), el Frente Al-Nusra y Al-Qaeda.
Además supuestos ataques químicos han sido usados de pretexto por el gobierno norteamericano para atacar las infraestructuras de Siria. Así el Ministerio de Defensa de Rusia anunció que “durante los próximos días” en el pueblo de Kafr Zita, en la frontera con la provincia de Idleb, Siria, se planea escenificar un ataque con agentes tóxicos para inculpar al Gobierno de Damasco.
Según el portavoz de Defensa, Ígor Konashenkov, en la localidad de Al Habit, a 6 kilómetros del lugar elegido para la “provocación”, ya se encuentran unos “especialistas extranjeros”, encargados del simulacro del ataque químico “con gas de cloro”.
Mientras, en Kafr Zita se llevan a cabo “unos preparativos” con un grupo de personas para su participación en el “montaje”, denunció el responsable militar ruso en un comunicado.
Toda la operación será difundida posteriormente en medios extranjeros por la ONG “Cascos Blancos”, agregó Konashenkov.
A esto podemos sumar el albergue que ofrece a reconocidos criminales que son solicitados por la Justicia de sus países de origen. Uno de los casos más reconocidos fue el del connotado asesino Luis Posada Carriles, acusado por ser autor principales de varias acciones terroristas y atentados con bombas contra Cuba, entre ellos la explosión del avión de Cubana de Aviación, en el que murieron 73 personas, hecho ocurrido en octubre de 1976. En la actualidad EE.UU da refugio a numerosos criminales venezolanos reclamados por la justicia de su país.
Sobresale también la impúdica relación de la familia del expresidente Bush con Osama Bin Laden, supuesto responsable del ataque contra las Torres Gemelas del World Trade Center, en Nueva York, el 11 de septiembre de 2001.
¿Quiénes son entonces los verdaderos terroristas? Cada vez son más los que opinan que son los Estados Unidos.
Al mismo tiempo el pulso de Europa se encuentra bajo la presión que ejerce el gendarme policial de EE.UU o sea, la OTAN, la cual sigue acechando con una carrera armamentista que pone en riesgo la frágil tregua en Ucrania siendo la excusa perfecta para que el pentágono mueva sus fichas militares juntos a sus satélites pro imperialistas de Europa, en el deseo esquizofrénico de querer cercar a Rusia, aunque en el fondo de esta política, subyacen también los deseos de Washington de impedir las relaciones económicas de Moscú con Europa occidental.
En cuanto a nuestro país, se debe recordar, que bajo el gobierno de Obama, Washington trató de generar un clima de confianza en los países de América Latina y para ello intentó presentarse como el lanzador de las cartas con una nueva política hacia Cuba, pero que en el fondo su único interés era tratar de opacar a los gobiernos progresistas que mantenían una política contraria a las dictaminadas por la Casa Blanca y sus emporios de poder financieros trasnacionales.
En estos diálogos el gobierno de Obama se centró en pulir su imagen pero, por el otro lado aún seguía jugando a recolonizar el hemisferio.
El presentarse ante los medios de comunicación trasnacionales como un campeón de una política de relajación indicaba que EEUU andaba manejándose en dos aguas; la principal era acondicionar a una opinión pública mundial a que olvide las atrocidades que ha cometido este y los anteriores gobernantes que han pasado por la Casa Blanca en la región como por ejemplo: injerencias en gobiernos legítimos, sabotaje económico, intentos de magnicidios contra mandatarios electos
democráticamente, terrorismo, desapariciones y torturas; estos son algunos de las profesiones que llenan la hoja de vida de los gobernantes que ha dirigido la potencia exportadora de democracia y que los medios trasnacionales pretenden borrar de la memoria histórica de la rebeldía latinoamericana.
Cuando Obama proponía eliminar el embargo no era porque es ilegal, no porque rompe todo derecho internacional, derecho interamericano, porque atenta contra los derechos humanos de los cubanos, sino es porque no funcionaba. O sea, si hubiera funcionado continuaría el embargo.
El propio presidente norteamericano, quien fue el primer jefe de gobierno de ese país en visitar Cuba en 88 años, señaló en su reporte sobre la visita que no ha variado la intención de su gobierno de intervenir en los asuntos internos de Cuba.
Viejas tácticas para nuevos tiempos
Una parte de las políticas del gobierno del oligarca presidente Donald Trump en realidad no son nuevas. Son las típicas medidas imperialistas y que fueron antes impulsadas y aplicadas por los presidentes y gobiernos que le antecedieron, tanto republicanos como demócratas y que se enmarcan en la desvergonzada pero enraizada pretensión de que son una nación predestinada por la providencia, excepcional en el mundo, con lo que se escudan para salvaguardar indefendibles injusticias domésticas o guerras criminales.
Se hace evidente que la esencia del “excepcionalismo” estadounidense es la pretensión de que pueden hacer lo que quieren en el mundo debido a que lo estarían haciendo por ‘buenas razones’.
Así la decisión primaria de trasladar a Jerusalén su embajada en Israel no es del actual gobierno: fue un acuerdo por mayoría abrumadora en el Congreso en 1995, acogido por todos los presidentes, aunque postergada su ejecución por cada uno de ellos. Ahora bien aunque la decisión sigue siendo geopolíticamente riesgosa, complace en un aspecto clave a la influyente base evangélica republicana del presidente y más aún a los círculos sionistas que apoyan a Donald Trump.
El muro en la frontera con México tampoco es algo nuevo; cogió impulso en aquella década con Bill Clinton, construido por tramos de cientos de kilómetros como parte de la llamada Operación Guardián (Gatekeeper) y actualmente cubre unos dos tercios de la frontera. Aparte que con este proyecto Trump también complace a gran parte de sus adherentes resentidos y xenofóbicos, seguramente generará un muy jugoso negocio, sobre todo para algunos grandes capitales que lo apoyan.
La política antiinmigrantes es de larga data y es un tema manipulado de manera oportunista por la mayoría de los políticos yanquis. Ante los anuncios, exabruptos y declaraciones racistas del Presidente, Obama y los demócratas han pretendido mostrarse como defensores de los inmigrantes, cuando durante esa y otras administraciones millones fueron deportados, se hacían redadas y la frontera fue fuertemente militarizada.
Con descomunales partidas se aumenta cada año el presupuesto militar debido a la inmensa influencia política del llamado Complejo Militar-Industrial. Mayorías abrumadoras de ambos partidos aprueban esos gastos. Ante la propuesta del Presidente en 2017 de aumentar el presupuesto en unos $54 mil millones de dólares, el Congreso aumentó la parada y finalmente aprobó $100 mil millones, con lo que el presupuesto militar llega a los $700 mil millones: casi el 40% de los gastos militares del planeta.
Lo anterior nos permite constatar, y hay muchos más ejemplos, que no pocas de las políticas que impulsa el gobierno de Trump, son parte de ese actuar en buena medida consensuado que se corresponde con la naturaleza explotadora, imperialista y racista del sistema norteamericano.
A parte de la impronta que le añade Trump, su propia elección y parte de la exacerbación de las políticas del imperio norteño, son un reflejo del declinar o pérdida de la hegemonía de antaño. Accidentes al margen y entre muchos otros factores, su elección fue posible debido al casi universal rechazo popular a las élites de Washington y de Wall Street, a las notables fracturas sociales en el país, bajo el impacto acumulativo de la globalización y el neoliberalismo, la ‘sobre expansión imperial’, los excesivos gastos militares y el desmesurado crecimiento de la especulación y las inversiones no productivas, bajo los imperativos del mercado. De ahí se deriva una sostenida disminución del ritmo de aumento de la productividad en muchos sectores de la industria, aumento de empleos parciales y mal pagados, el deterioro del status de la clase trabajadora y de regiones enteras que se sienten abandonadas y han visto reducir sus condiciones de vida sin que aprecien que el gobierno o el Congreso se preocupe por ellos.
Y ahí aparece un hábil demagogo, un empresario exitoso y sin antecedentes en la política, pero en definitiva un hombre del sistema, que con ayuda de algunos grandes magnates conservadores, de la mafia cubano -norteamericana y de muy extendidas redes de agrupaciones de derecha en todo el país y, ciertamente en las zonas rurales, logró desplegar una eficaz campaña y capacidad para manipular los resentimientos y temores de millones de ingenuos votantes.
Ahora bien, el magnate no actúa sólo, ni al servicio de una minúscula elite. Representa a grandes capitalistas norteamericanos. Es importante notar que muy poderosos intereses agrícolas y de agro negocios han estado históricamente alineados con los republicanos. La salida del acuerdo climático juega con la fuerte determinación e intereses de desarrollar la producción de hulla, petróleo, gasoductos, etc., todos contaminantes… Muchas corporaciones se beneficiarán con los masivos fondos y subsidios que se destinarían a la modernización de las infraestructuras del país.
Sin dudas, la actual administración, compuesta por elementos clave de la clase empresarial, lleva a cabo políticas internas y externas que dañan extensamente el bienestar de las clases populares – al margen de su palabrería acerca de que gestiona el regreso al país de capitales y puestos de trabajo.
Por muy lógico que sea el rechazo que genera, casi que se ha establecido una visión estereotipada acerca del actual presidente norteamericano, que no ayuda a un análisis serio. Este reaccionario personaje debe ser repudiado en sí y como cabeza del imperio, pero sin perder de vista la cualidad también maligna de muchos de sus adversarios políticos, que incluyen republicanos, demócratas y otros que desde hace algún tiempo han asumido el rol de “partido de la guerra”; la gran prensa manipuladora; las agencias de seguridad; recordar que el procurador que lo investiga no es figura inocente sino un ex jefe del FBI, etc. No se debe descartar sin embargo que si el Presidente se viera arrinconado pudiera llegar a ser un factor verdaderamente peligroso.
Las verdaderas causas de la reducción del nivel de alerta sobre los viajes a Cuba
Un elemento esencial que guía a una buena parte de los círculos de poder norteamericanos, es la pretensión o la necesidad de mantener un clima de guerra y de tensión en la esfera de la política exterior, a lo que por momentos el Presidente parece acomodarse, aunque también ello se confunde o trastoca dado el concepto negociador y hábitos del mismo de lanzar grandes amenazas como vía de ablandar a sus adversarios antes de pasar a una negociación, libre de ataduras y acuerdos multilaterales.
Sin embargo, al nivel de algunos círculos influyentes ha devenido sentido común la noción de que las políticas de Trump en curso, sobre todo la proyección imperial para mantener a toda costa la pretensión de conservar la primacía a nivel planetario ha estado minando al país y contribuyendo a su declinación.
Asumen la conveniencia de fortalecer al imperio a través de una estrategia que contemple “mayor desarrollo interno y menos desastres externos”. En ello también pesan visiones divergentes sobre la globalización y sus efectos.
En este sentido, según la agencia de prensa Reuters, un reciente informe elaborado por el Congreso estadounidense afirma que: La capacidad de Estados Unidos para actuar en Cuba se ha visto mermada a causa de la drástica reducción de personal que sufrió el año pasado la Embajada en La Habana debido a unos supuestos ‘ataques sónicos’ de los que la Casa Blanca acusa al Gobierno de la isla caribeña.
El Servicio de Investigación del Congreso estadounidense ha analizado el impacto que la reducción del personal diplomático en La Habana ha tenido sobre la capacidad de Estados Unidos para mantener sus acciones habituales en el país.
“Debido a la reducción del personal, los oficiales estadounidenses (consultados) mantienen que quienes han permanecido en sus puestos a veces llevan hasta dos o tres sombreros en términos de responsabilidad”, reza el texto de la sede legislativa.
Así, comenta que prácticamente solo se prestan servicios consulares de emergencia. La emisión de visados normales continúa, pero en condiciones muy difíciles.
El Congreso expresó además su preocupación por el hecho de que la vigilancia (entiéndase espionaje) estadounidense en Cuba ha disminuido justo cuando el país atraviesa una transición histórica.
El Departamento de Estado ha anunciado este mes que los pocos trabajadores que siguen en la Embajada de La Habana permanecerán allí solo un año, en lugar de los dos que son habituales, “haciendo más difícil la continuidad de las operaciones y familiarizarse con el trabajo en Cuba”.
En febrero pasado, una delegación bicameral del Congreso estadounidense que visitó Cuba abogó por la normalización del funcionamiento de la Embajada de su país en La Habana, afectada por medidas unilaterales del Departamento de Estado que incluyeron la salida de 17 funcionarios cubanos de la misión diplomática en Washington.
«Es absolutamente esencial que regrese todo el personal a las embajadas y cuanto antes mejor», dijo a la prensa el líder del grupo, el senador demócrata por Vermont Patrick Leahy, quien lamentó que se hayan detenido o puesto en pausa algunos programas de cooperación entre los dos países.
«Fue un error el recorte de personal estadounidense en Cuba y la decisión de exigir la salida de diplomáticos cubanos de Washington», añadió.
En ese sentido, también criticó las alertas de viajes emitidas por el Departamento de Estado con el argumento de que los viajeros estadounidenses podrían resultar dañados, cuando Cuba es uno de los países más seguros para el turismo en el mundo.
Sin menoscabar la importancia de este último reconocimiento, como se observa, la reciente medida del Departamento de Estado norteamericano hacia Cuba no tiene nada de inocente y si mucho de una de esas maniobras oportunistas que caracterizan a la diplomacia estadounidense.
Sencillamente, necesitan que sus agentes regresen a La Habana, para como subraya sin tapujos el propio Congreso yanqui, seguir vigilándonos.
Por ello los revolucionarios cubanos debemos tener siempre muy presentes las palabras del comandante Che Guevara: “no se puede confiar en el imperialismo pero ni tantito así”.
El Departamento de Estado rebajó hace unos días a 2 el nivel de alerta para los viajeros estadounidenses que pretendan visitar Cuba, a través de un comunicado.
La administración estadounidense había situado la anterior alerta en el nivel 3. En esta ocasión se pidió extremar las precauciones a la hora de viajar a la Isla, y en concreto se recordó los supuestos ataques acústicos dirigidos contra los empleados de la Embajada de La Habana en los Estados Unidos, que provocaron la disminución del personal consular.
La Embajada en la capital cubana está operando con personal reducido. Los familiares no pueden acompañar a los empleados del gobierno de Estados Unidos que trabajan en Cuba”, añadieron.
A pesar que el gobierno norteamericano no ha podido presentar ni la más mínima prueba de esta falacia, el comunicado reitera la fantasiosa versión de que “las personas afectadas presentaron una variedad de síntomas físicos que incluyen molestias en los oídos, pérdida de la audición, mareos, dolores de cabeza, fatiga, problemas cognitivos, problemas visuales y dificultad para dormir”.
Científicos de los Estados Unidos han aclarado en varias ocasiones que los supuestos ataques no tienen basamento alguno.
El director del Proyecto de Documentación sobre Cuba en el Archivo de Seguridad Nacional de la Universidad George Washington manifestó que no se sabe exactamente quién, cómo o qué fue lo que pasó, pero lo que si se sabe es que el giro de eventos fue apropiado para el senador Marco Rubio y el presidente Donald Trump.
Ambas figuras, sostuvo en diálogo con Prensa Latina, tienen una agenda de revertir las “extraordinarias ganancias y la reconciliación que comenzaron bajo la administración de Barack Obama”.
La postura de calificar tales padecimientos como una agresión se mantiene aun cuando la propia agencia federal de investigaciones (FBI) dice que las averiguaciones no han tenido resultados concluyentes y sigue siendo un misterio qué o quién provocó tales efectos.
A finales de septiembre del 2017, y pese a los llamados de Cuba a no politizar el asunto, el Departamento de Estado decidió retirar a más de la mitad del personal de su embajada en La Habana, detuvo la emisión de visas en la isla y lanzó una advertencia de viajes a los norteamericanos. El 3 de octubre del año pasado, ordenó la salida de 15 diplomáticos cubanos de Washington con la justificación de falta de acciones en la nación caribeña para proteger a los funcionarios
estadounidenses, pese a las reiteradas garantías del gobierno cubano de que cumple rigurosamente la Convención de Viena.
Según Kornbluh, en esas medidas también habría estado la influencia de Rubio, opositor acérrimo del proceso de acercamiento iniciado por Obama a finales de 2014.
Cuidado con los cantos de sirena del imperialismo
Algunos analistas, que en mi opinión se dejan arrastrar por un infundado optimismo, consideran que esta disminución en el nivel de alerta para los viajes a Cuba, podría significar que la administración Trump reconoce por fin el craso error cometido en cuanto a sus relaciones diplomáticas con nuestro país, y desea sanamente mejorarlas, pero otros más escépticos piensan que no es más que una de las tantas tácticas oportunistas del oligarca mandatario y sus compinches del Departamento de Estado.
Razones no faltan para dudar de las verdaderas intenciones de la Casa Blanca que se esconden detrás de la precitada medida. No es nada nuevo que Estados Unidos se presenta ante los pueblos del mundo como el propiciador de diálogos y conversaciones mientras esconde tras este ropaje, el traicionero puñal que pretende clavar en la espalda de los que escuchan sus cantos de sirena.
Ejemplos de maniobras mentirosas y oportunistas de los gobiernos norteamericanos sobran en la historia.
En los últimos tiempos se destacan las argucias llevadas a cabo con el Acuerdo Nuclear con Irán, que después de exigir y presionar con su firma, se niega a cumplirlo primero y se retira después, basando sus acciones en argumentos pueriles e infundados. Mientras, amenaza con agresiones de todo tipo a la nación persa, mantiene candente el polvorín en el Oriente Medio apoyando al régimen de Arabia Saudita en una carrera guerrerista contra Yemen, y al gobierno fascista de Israel contra el sufrido pueblo palestino, violando así todos los principios del derecho internacional y abriéndoles puentes a las redes terroristas creadas y financiadas por las monarquías petroleras del golfo y controladas por los EE.UU. para así apoderarse de todos los recursos energéticos de la región.
No menos escandalosa es la política de amenazas, presiones y chantajes hacia Corea del Norte, con la que trata a la vez de extorsionar a China, mientras que de repente la Casa Blanca se viste de manso cordero y habla de paz y amistad.
Es significativo que a pesar del tratamiento que obtienen los países que para EE.UU. practican el terrorismo, el Pentágono ha admitido abiertamente su patrocinio a grupos armados denominados “opositores moderados”, como por ejemplo los que operan en Siria. Washington ha apoyado y equipado desde hace tiempo a distintos grupos de la oposición armada en Siria, algunos de los cuales han respaldado a bandas terroristas como el autodenominado Estado Islámico (Daesh en árabe), el Frente Al-Nusra y Al-Qaeda.
Además supuestos ataques químicos han sido usados de pretexto por el gobierno norteamericano para atacar las infraestructuras de Siria. Así el Ministerio de Defensa de Rusia anunció que “durante los próximos días” en el pueblo de Kafr Zita, en la frontera con la provincia de Idleb, Siria, se planea escenificar un ataque con agentes tóxicos para inculpar al Gobierno de Damasco.
Según el portavoz de Defensa, Ígor Konashenkov, en la localidad de Al Habit, a 6 kilómetros del lugar elegido para la “provocación”, ya se encuentran unos “especialistas extranjeros”, encargados del simulacro del ataque químico “con gas de cloro”.
Mientras, en Kafr Zita se llevan a cabo “unos preparativos” con un grupo de personas para su participación en el “montaje”, denunció el responsable militar ruso en un comunicado.
Toda la operación será difundida posteriormente en medios extranjeros por la ONG “Cascos Blancos”, agregó Konashenkov.
A esto podemos sumar el albergue que ofrece a reconocidos criminales que son solicitados por la Justicia de sus países de origen. Uno de los casos más reconocidos fue el del connotado asesino Luis Posada Carriles, acusado por ser autor principales de varias acciones terroristas y atentados con bombas contra Cuba, entre ellos la explosión del avión de Cubana de Aviación, en el que murieron 73 personas, hecho ocurrido en octubre de 1976. En la actualidad EE.UU da refugio a numerosos criminales venezolanos reclamados por la justicia de su país.
Sobresale también la impúdica relación de la familia del expresidente Bush con Osama Bin Laden, supuesto responsable del ataque contra las Torres Gemelas del World Trade Center, en Nueva York, el 11 de septiembre de 2001.
¿Quiénes son entonces los verdaderos terroristas? Cada vez son más los que opinan que son los Estados Unidos.
Al mismo tiempo el pulso de Europa se encuentra bajo la presión que ejerce el gendarme policial de EE.UU o sea, la OTAN, la cual sigue acechando con una carrera armamentista que pone en riesgo la frágil tregua en Ucrania siendo la excusa perfecta para que el pentágono mueva sus fichas militares juntos a sus satélites pro imperialistas de Europa, en el deseo esquizofrénico de querer cercar a Rusia, aunque en el fondo de esta política, subyacen también los deseos de Washington de impedir las relaciones económicas de Moscú con Europa occidental.
En cuanto a nuestro país, se debe recordar, que bajo el gobierno de Obama, Washington trató de generar un clima de confianza en los países de América Latina y para ello intentó presentarse como el lanzador de las cartas con una nueva política hacia Cuba, pero que en el fondo su único interés era tratar de opacar a los gobiernos progresistas que mantenían una política contraria a las dictaminadas por la Casa Blanca y sus emporios de poder financieros trasnacionales.
En estos diálogos el gobierno de Obama se centró en pulir su imagen pero, por el otro lado aún seguía jugando a recolonizar el hemisferio.
El presentarse ante los medios de comunicación trasnacionales como un campeón de una política de relajación indicaba que EEUU andaba manejándose en dos aguas; la principal era acondicionar a una opinión pública mundial a que olvide las atrocidades que ha cometido este y los anteriores gobernantes que han pasado por la Casa Blanca en la región como por ejemplo: injerencias en gobiernos legítimos, sabotaje económico, intentos de magnicidios contra mandatarios electos
democráticamente, terrorismo, desapariciones y torturas; estos son algunos de las profesiones que llenan la hoja de vida de los gobernantes que ha dirigido la potencia exportadora de democracia y que los medios trasnacionales pretenden borrar de la memoria histórica de la rebeldía latinoamericana.
Cuando Obama proponía eliminar el embargo no era porque es ilegal, no porque rompe todo derecho internacional, derecho interamericano, porque atenta contra los derechos humanos de los cubanos, sino es porque no funcionaba. O sea, si hubiera funcionado continuaría el embargo.
El propio presidente norteamericano, quien fue el primer jefe de gobierno de ese país en visitar Cuba en 88 años, señaló en su reporte sobre la visita que no ha variado la intención de su gobierno de intervenir en los asuntos internos de Cuba.
Viejas tácticas para nuevos tiempos
Una parte de las políticas del gobierno del oligarca presidente Donald Trump en realidad no son nuevas. Son las típicas medidas imperialistas y que fueron antes impulsadas y aplicadas por los presidentes y gobiernos que le antecedieron, tanto republicanos como demócratas y que se enmarcan en la desvergonzada pero enraizada pretensión de que son una nación predestinada por la providencia, excepcional en el mundo, con lo que se escudan para salvaguardar indefendibles injusticias domésticas o guerras criminales.
Se hace evidente que la esencia del “excepcionalismo” estadounidense es la pretensión de que pueden hacer lo que quieren en el mundo debido a que lo estarían haciendo por ‘buenas razones’.
Así la decisión primaria de trasladar a Jerusalén su embajada en Israel no es del actual gobierno: fue un acuerdo por mayoría abrumadora en el Congreso en 1995, acogido por todos los presidentes, aunque postergada su ejecución por cada uno de ellos. Ahora bien aunque la decisión sigue siendo geopolíticamente riesgosa, complace en un aspecto clave a la influyente base evangélica republicana del presidente y más aún a los círculos sionistas que apoyan a Donald Trump.
El muro en la frontera con México tampoco es algo nuevo; cogió impulso en aquella década con Bill Clinton, construido por tramos de cientos de kilómetros como parte de la llamada Operación Guardián (Gatekeeper) y actualmente cubre unos dos tercios de la frontera. Aparte que con este proyecto Trump también complace a gran parte de sus adherentes resentidos y xenofóbicos, seguramente generará un muy jugoso negocio, sobre todo para algunos grandes capitales que lo apoyan.
La política antiinmigrantes es de larga data y es un tema manipulado de manera oportunista por la mayoría de los políticos yanquis. Ante los anuncios, exabruptos y declaraciones racistas del Presidente, Obama y los demócratas han pretendido mostrarse como defensores de los inmigrantes, cuando durante esa y otras administraciones millones fueron deportados, se hacían redadas y la frontera fue fuertemente militarizada.
Con descomunales partidas se aumenta cada año el presupuesto militar debido a la inmensa influencia política del llamado Complejo Militar-Industrial. Mayorías abrumadoras de ambos partidos aprueban esos gastos. Ante la propuesta del Presidente en 2017 de aumentar el presupuesto en unos $54 mil millones de dólares, el Congreso aumentó la parada y finalmente aprobó $100 mil millones, con lo que el presupuesto militar llega a los $700 mil millones: casi el 40% de los gastos militares del planeta.
Lo anterior nos permite constatar, y hay muchos más ejemplos, que no pocas de las políticas que impulsa el gobierno de Trump, son parte de ese actuar en buena medida consensuado que se corresponde con la naturaleza explotadora, imperialista y racista del sistema norteamericano.
A parte de la impronta que le añade Trump, su propia elección y parte de la exacerbación de las políticas del imperio norteño, son un reflejo del declinar o pérdida de la hegemonía de antaño. Accidentes al margen y entre muchos otros factores, su elección fue posible debido al casi universal rechazo popular a las élites de Washington y de Wall Street, a las notables fracturas sociales en el país, bajo el impacto acumulativo de la globalización y el neoliberalismo, la ‘sobre expansión imperial’, los excesivos gastos militares y el desmesurado crecimiento de la especulación y las inversiones no productivas, bajo los imperativos del mercado. De ahí se deriva una sostenida disminución del ritmo de aumento de la productividad en muchos sectores de la industria, aumento de empleos parciales y mal pagados, el deterioro del status de la clase trabajadora y de regiones enteras que se sienten abandonadas y han visto reducir sus condiciones de vida sin que aprecien que el gobierno o el Congreso se preocupe por ellos.
Y ahí aparece un hábil demagogo, un empresario exitoso y sin antecedentes en la política, pero en definitiva un hombre del sistema, que con ayuda de algunos grandes magnates conservadores, de la mafia cubano -norteamericana y de muy extendidas redes de agrupaciones de derecha en todo el país y, ciertamente en las zonas rurales, logró desplegar una eficaz campaña y capacidad para manipular los resentimientos y temores de millones de ingenuos votantes.
Ahora bien, el magnate no actúa sólo, ni al servicio de una minúscula elite. Representa a grandes capitalistas norteamericanos. Es importante notar que muy poderosos intereses agrícolas y de agro negocios han estado históricamente alineados con los republicanos. La salida del acuerdo climático juega con la fuerte determinación e intereses de desarrollar la producción de hulla, petróleo, gasoductos, etc., todos contaminantes… Muchas corporaciones se beneficiarán con los masivos fondos y subsidios que se destinarían a la modernización de las infraestructuras del país.
Sin dudas, la actual administración, compuesta por elementos clave de la clase empresarial, lleva a cabo políticas internas y externas que dañan extensamente el bienestar de las clases populares – al margen de su palabrería acerca de que gestiona el regreso al país de capitales y puestos de trabajo.
Por muy lógico que sea el rechazo que genera, casi que se ha establecido una visión estereotipada acerca del actual presidente norteamericano, que no ayuda a un análisis serio. Este reaccionario personaje debe ser repudiado en sí y como cabeza del imperio, pero sin perder de vista la cualidad también maligna de muchos de sus adversarios políticos, que incluyen republicanos, demócratas y otros que desde hace algún tiempo han asumido el rol de “partido de la guerra”; la gran prensa manipuladora; las agencias de seguridad; recordar que el procurador que lo investiga no es figura inocente sino un ex jefe del FBI, etc. No se debe descartar sin embargo que si el Presidente se viera arrinconado pudiera llegar a ser un factor verdaderamente peligroso.
Las verdaderas causas de la reducción del nivel de alerta sobre los viajes a Cuba
Un elemento esencial que guía a una buena parte de los círculos de poder norteamericanos, es la pretensión o la necesidad de mantener un clima de guerra y de tensión en la esfera de la política exterior, a lo que por momentos el Presidente parece acomodarse, aunque también ello se confunde o trastoca dado el concepto negociador y hábitos del mismo de lanzar grandes amenazas como vía de ablandar a sus adversarios antes de pasar a una negociación, libre de ataduras y acuerdos multilaterales.
Sin embargo, al nivel de algunos círculos influyentes ha devenido sentido común la noción de que las políticas de Trump en curso, sobre todo la proyección imperial para mantener a toda costa la pretensión de conservar la primacía a nivel planetario ha estado minando al país y contribuyendo a su declinación.
Asumen la conveniencia de fortalecer al imperio a través de una estrategia que contemple “mayor desarrollo interno y menos desastres externos”. En ello también pesan visiones divergentes sobre la globalización y sus efectos.
En este sentido, según la agencia de prensa Reuters, un reciente informe elaborado por el Congreso estadounidense afirma que: La capacidad de Estados Unidos para actuar en Cuba se ha visto mermada a causa de la drástica reducción de personal que sufrió el año pasado la Embajada en La Habana debido a unos supuestos ‘ataques sónicos’ de los que la Casa Blanca acusa al Gobierno de la isla caribeña.
El Servicio de Investigación del Congreso estadounidense ha analizado el impacto que la reducción del personal diplomático en La Habana ha tenido sobre la capacidad de Estados Unidos para mantener sus acciones habituales en el país.
“Debido a la reducción del personal, los oficiales estadounidenses (consultados) mantienen que quienes han permanecido en sus puestos a veces llevan hasta dos o tres sombreros en términos de responsabilidad”, reza el texto de la sede legislativa.
Así, comenta que prácticamente solo se prestan servicios consulares de emergencia. La emisión de visados normales continúa, pero en condiciones muy difíciles.
El Congreso expresó además su preocupación por el hecho de que la vigilancia (entiéndase espionaje) estadounidense en Cuba ha disminuido justo cuando el país atraviesa una transición histórica.
El Departamento de Estado ha anunciado este mes que los pocos trabajadores que siguen en la Embajada de La Habana permanecerán allí solo un año, en lugar de los dos que son habituales, “haciendo más difícil la continuidad de las operaciones y familiarizarse con el trabajo en Cuba”.
En febrero pasado, una delegación bicameral del Congreso estadounidense que visitó Cuba abogó por la normalización del funcionamiento de la Embajada de su país en La Habana, afectada por medidas unilaterales del Departamento de Estado que incluyeron la salida de 17 funcionarios cubanos de la misión diplomática en Washington.
«Es absolutamente esencial que regrese todo el personal a las embajadas y cuanto antes mejor», dijo a la prensa el líder del grupo, el senador demócrata por Vermont Patrick Leahy, quien lamentó que se hayan detenido o puesto en pausa algunos programas de cooperación entre los dos países.
«Fue un error el recorte de personal estadounidense en Cuba y la decisión de exigir la salida de diplomáticos cubanos de Washington», añadió.
En ese sentido, también criticó las alertas de viajes emitidas por el Departamento de Estado con el argumento de que los viajeros estadounidenses podrían resultar dañados, cuando Cuba es uno de los países más seguros para el turismo en el mundo.
Sin menoscabar la importancia de este último reconocimiento, como se observa, la reciente medida del Departamento de Estado norteamericano hacia Cuba no tiene nada de inocente y si mucho de una de esas maniobras oportunistas que caracterizan a la diplomacia estadounidense.
Sencillamente, necesitan que sus agentes regresen a La Habana, para como subraya sin tapujos el propio Congreso yanqui, seguir vigilándonos.
Por ello los revolucionarios cubanos debemos tener siempre muy presentes las palabras del comandante Che Guevara: “no se puede confiar en el imperialismo pero ni tantito así”.
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