Por:
Enrique Ojito
colapso del puente de Zaza del Medio, suceso impresionante e insólito en la historia de la provincia de Sancti Spíritus, que pudo terminar en tragedia
Nadie sabe de dónde salió aquel enorme esqueleto de algarrobo viejo. Mas, los oj os nunca mienten. Dando volteretas en el vientre fangoso y revuelto del río Zaza, el tronco va derecho a impactarse contra la mismísima garganta del puente de Zaza del Medio, situado en la carretera que une a ese poblado con la ciudad de Sancti Spíritus.
Pero una cosa es que yo le cuente lo sucedido este 28 de mayo, pasada la una y treinta de la tarde, y otra son las imágenes captadas, desde una esquina del viaducto del ferrocarril cercano, por José Andrés Mena, profesor de Historia. Ahí están las ramas negruzcas del difunto árbol que bajan y sacan las narices, quizás en un intento de sobrevivir también, en medio de la crecida, una de las mayores de los últimos tiempos.
En una de las cabezas del puente, Ernesto Luis Baracaldo, presidente del Consejo Popular, huele el peligro, y habla más alto que de costumbre. Alerta. Muchos padecen de sordera y olvidan que la curiosidad mató al gato.
Un motor y un jeep ARO se arriesgan a cruzar y casi ruedan sobre el agua, que zarandea el viaducto, de más de 175 metros de largo y construido en 1984. Encima de este, tres adolescentes retozan con la vida, incluso, con la muerte. De todas formas, Claudia Echemendía Hernández, de 17 años, y su amiga Dairis Garcés Díaz, de 12, residente de la comunidad de Dos Victorias, se encaprichan en mirar el dichoso tronco de algarrobo, a tal punto que ni siquiera advierten las reses entre las palizadas
.
—¡Vamos a ver ese palo salir!, alienta Claudia a Dairis.
Y arrancan hacia la otra baranda para asomarse. La mole de hormigón y acero se cuartea; la furia de la corriente la rebana en dos, justo entre las piernas de Claudia. La rajadura se ensancha, y la joven se queda con el pie derecho en un lado y el izquierdo en el aire. Por el instinto de conservación, tira abruptamente de la blusa de su amiga que ya iba de estampida, y la mano de esta la devuelve al mundo de los vivos, cuando la parte central del puente —unos 40 metros— se desploma de cuajo hacia las profundidades del cauce.
—Sentí el puente derrumbándose detrás de mí. ¡Uhhh, qué miedo!, comentó
a Escambray Echemendía Hernández, aún con el estupor en sus enormes ojos.
Las muchachas no paran de huir hasta llegar a un lugar seguro. Lloran, solo lloran. No. Tiemblan como nunca, y los otros imprudentes que también curiosean en la crecida del río —provocada por las lluvias torrenciales asociadas a la tormenta subtropical Alberto— les hablan de un milagro, de Dios; les hablan de tanto que Dairis no recuerda mucho hoy.
—Esa noche no pude dormir nada, nada, me relata la estudiante de séptimo grado de la Escuela Secundaria Básica Urbana José Antonio Echevarría, de Zaza del Medio, poblado distante a unos 12 kilómetros de la ciudad de Sancti Spíritus.
—Dairis, ¿por qué estabas allí, si era tan peligroso?
—Nadie sabía que el puente se iba a caer, señala con una ingenuidad de espanto, que la lleva a visualizar sin descanso en su móvil el video que se tornó viral en las plataformas digitales, gracias a la premura con que José Andrés Mena lo difundió en las redes sociales.
“Cuando colapsa el puente —detalló a Radio Sancti Spíritus—, el cable de la fibra (óptica) se queda colgando, como se ve en el vídeo. Salimos corriendo para la zona wifi del parque y, terminándolo de subir, se cayó la conexión”.
Decenas de miles de visualizaciones en ese otro océano de noticias, bautizado como Internet. Apenas un minuto de grabación, rematado con una frase premonitoria en voz de un primo de José Andrés, que de tanto yo apreciar el video, estoy por creérmela:
—Eso sí es historia. Ahora sí has filmado algo grande en tu vida.
Hasta hoy llegan los ecos del Nadie sabe de dónde salió aquel enorme esqueleto de algarrobo viejo. Mas, los oj os nunca mienten. Dando volteretas en el vientre fangoso y revuelto del río Zaza, el tronco va derecho a impactarse contra la mismísima garganta del puente de Zaza del Medio, situado en la carretera que une a ese poblado con la ciudad de Sancti Spíritus.
Pero una cosa es que yo le cuente lo sucedido este 28 de mayo, pasada la una y treinta de la tarde, y otra son las imágenes captadas, desde una esquina del viaducto del ferrocarril cercano, por José Andrés Mena, profesor de Historia. Ahí están las ramas negruzcas del difunto árbol que bajan y sacan las narices, quizás en un intento de sobrevivir también, en medio de la crecida, una de las mayores de los últimos tiempos.
En una de las cabezas del puente, Ernesto Luis Baracaldo, presidente del Consejo Popular, huele el peligro, y habla más alto que de costumbre. Alerta. Muchos padecen de sordera y olvidan que la curiosidad mató al gato.
Un motor y un jeep ARO se arriesgan a cruzar y casi ruedan sobre el agua, que zarandea el viaducto, de más de 175 metros de largo y construido en 1984. Encima de este, tres adolescentes retozan con la vida, incluso, con la muerte. De todas formas, Claudia Echemendía Hernández, de 17 años, y su amiga Dairis Garcés Díaz, de 12, residente de la comunidad de Dos Victorias, se encaprichan en mirar el dichoso tronco de algarrobo, a tal punto que ni siquiera advierten las reses entre las palizadas
.
—¡Vamos a ver ese palo salir!, alienta Claudia a Dairis.
Y arrancan hacia la otra baranda para asomarse. La mole de hormigón y acero se cuartea; la furia de la corriente la rebana en dos, justo entre las piernas de Claudia. La rajadura se ensancha, y la joven se queda con el pie derecho en un lado y el izquierdo en el aire. Por el instinto de conservación, tira abruptamente de la blusa de su amiga que ya iba de estampida, y la mano de esta la devuelve al mundo de los vivos, cuando la parte central del puente —unos 40 metros— se desploma de cuajo hacia las profundidades del cauce.
—Sentí el puente derrumbándose detrás de mí. ¡Uhhh, qué miedo!, comentó
a Escambray Echemendía Hernández, aún con el estupor en sus enormes ojos.
Las muchachas no paran de huir hasta llegar a un lugar seguro. Lloran, solo lloran. No. Tiemblan como nunca, y los otros imprudentes que también curiosean en la crecida del río —provocada por las lluvias torrenciales asociadas a la tormenta subtropical Alberto— les hablan de un milagro, de Dios; les hablan de tanto que Dairis no recuerda mucho hoy.
—Esa noche no pude dormir nada, nada, me relata la estudiante de séptimo grado de la Escuela Secundaria Básica Urbana José Antonio Echevarría, de Zaza del Medio, poblado distante a unos 12 kilómetros de la ciudad de Sancti Spíritus.
—Dairis, ¿por qué estabas allí, si era tan peligroso?
—Nadie sabía que el puente se iba a caer, señala con una ingenuidad de espanto, que la lleva a visualizar sin descanso en su móvil el video que se tornó viral en las plataformas digitales, gracias a la premura con que José Andrés Mena lo difundió en las redes sociales.
“Cuando colapsa el puente —detalló a Radio Sancti Spíritus—, el cable de la fibra (óptica) se queda colgando, como se ve en el vídeo. Salimos corriendo para la zona wifi del parque y, terminándolo de subir, se cayó la conexión”.
Decenas de miles de visualizaciones en ese otro océano de noticias, bautizado como Internet. Apenas un minuto de grabación, rematado con una frase premonitoria en voz de un primo de José Andrés, que de tanto yo apreciar el video, estoy por creérmela:
—Eso sí es historia. Ahora sí has filmado algo grande en tu vida.
https://www.facebook.com/cubadebate/videos/10155982706188515/
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