El editorial comenta la destitución del secretario de Estado, Rex Tillerson, y su recambio por el director de la Agencia Central de Inteligencia, Mike Pompeo, a quien califica de extremista.
A su vez considera al reemplazo de Pompeo en la CIA, Gina Haspel, como ‘una veterana agente vinculada a prácticas regulares de tortura para obtener información de los detenidos’.
El arribo a la dirección de la CIA de Haspel -afirma el texto- hace pensar que el papel de Washington como violador mundial de los derechos humanos puede alcanzar niveles más escandalosos que cuando, en época de George W. Bush, fue establecida una red de centros de asesinato y torturas en decenas de países con el preetexto de la ‘guerra contra el terrorismo’.
Los cambios en el gabinete de Trump prefiguran tiempos aún más oscuros para la vigencia de los derechos humanos y la legalidad internacional, alerta el editorial.
Considera como viscerales e imprevistas las reacciones y decisiones del jefe de la Casa blanca, sea para distraer la atención interna de los múltiples escándalos en los que está involucrado, para dar alicientes a los intereses corporativos y para satisfacer a las corrientes más oscuras, atrasadas de la sociedad estadounidense, las cuales -enfatiza- conforman su respaldo social.
(Con Información de Prensa Latina)
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