Razones de Cuba les propone el siguiente artículo por Atilio A.
Boron, publicado en febrero del 2015, muestra de las acciones dedicadas a
subvertir el orden interno en Cuba, por el gobierno de Estados Unidos, problemática que sigue siendo una realidad de nuestros tiempos.
El
nerviosismo que se ha apoderado de la derecha latinoamericana con la
“normalización” de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba ha
desatado una serie de manifestaciones que asombran por la impunidad con
que se desfigura la realidad. Un ejemplo lo ofrece la columna de Andrés
Oppenheimer [1] en La Nación del Martes 2 de Febrero cuyo título lo dice
todo: “La clave de la libertad en Cuba es el acceso a Internet” [2].
El articulista, conocido por su visceral rechazo a toda la obra de
la Revolución Cubana, se pregunta si “el régimen cubano aceptará la
ayuda estadounidense para expandir el acceso a Internet.” Poco más
adelante recuerda que en su discurso del 17 de Diciembre del 2014 Obama
dijo que “Washington eliminará varias regulaciones que impedían a las
empresas estadounidenses exportar teléfonos inteligentes, software de
Internet y otros equipos de telecomunicaciones, pero a juzgar por lo que
me dicen varios visitantes que acaban de regresar de la isla, hay
buenas razones para ser escépticos respecto de que el régimen cubano lo
permita.”
El remate de su artículo es de antología: “Washington debería
centrarse en Internet. Y si Cuba no quiere hablar del tema, Estados
Unidos y los países latinoamericanos deberían denunciar al régimen
cubano por lo que es: una dictadura militar a la que ya se le acabaron
las excusas para seguir prohibiendo el acceso a Internet en la isla.”
Prefiero no perder tiempo en rebatir la inaudita caracterización de Cuba como una dictadura militar, que en un examen de Introducción a la Ciencia Política merecería el fulminante aplazo del estudiante que osara manifestar una ocurrencia (que no es lo mismo que una idea, más respeto a Hegel, ¡por favor!) de ese tipo. Oppenheimer no es uno de los energúmenos que pululan en la televisión norteamericana, violadores seriales de las más elementales normas del oficio periodístico. Pero el nerviosismo y la desesperación que se ha apoderado de los grupos anticastristas de Miami -cada vez más reducidos y desprestigiados- lo deben haber contagiado e impulsado a escribir una nota pletórica de falsedades. Me limitaré a señalar tres.Primero, no puede ignorar que a causa del bloqueo Cuba ingresó parcial y tardíamente al ciberespacio, y cuando se produjo la vertiginosa expansión de la banda ancha y de la Internet la Casa Blanca presionó brutalmente a quienes le ofrecían esos servicios a la isla para que los interrumpieran de inmediato, orden que por supuesto no pudo ser desobedecida por los pequeños países de la cuenca del Caribe.
Prefiero no perder tiempo en rebatir la inaudita caracterización de Cuba como una dictadura militar, que en un examen de Introducción a la Ciencia Política merecería el fulminante aplazo del estudiante que osara manifestar una ocurrencia (que no es lo mismo que una idea, más respeto a Hegel, ¡por favor!) de ese tipo. Oppenheimer no es uno de los energúmenos que pululan en la televisión norteamericana, violadores seriales de las más elementales normas del oficio periodístico. Pero el nerviosismo y la desesperación que se ha apoderado de los grupos anticastristas de Miami -cada vez más reducidos y desprestigiados- lo deben haber contagiado e impulsado a escribir una nota pletórica de falsedades. Me limitaré a señalar tres.Primero, no puede ignorar que a causa del bloqueo Cuba ingresó parcial y tardíamente al ciberespacio, y cuando se produjo la vertiginosa expansión de la banda ancha y de la Internet la Casa Blanca presionó brutalmente a quienes le ofrecían esos servicios a la isla para que los interrumpieran de inmediato, orden que por supuesto no pudo ser desobedecida por los pequeños países de la cuenca del Caribe.
Por eso, hasta la llegada del cable submarino procedente de
Venezuela, hace poco más de un año, la conexión de Internet en Cuba se
hacía exclusivamente por satélite. Ahora existe ese enlace físico, pero
desgraciadamente el grueso del creciente tráfico cubano todavía debe
transitar a través de lentos y muy costosos enlaces satelitales, y con
un ancho de banda absolutamente insuficiente. Problemas que no se deben a
una decisión de La Habana sino a la obcecación de Washington.Segundo,
antes de preguntarse si La Habana aceptará la ayuda que promete Obama
convendría que Oppenheimer averiguase si Washington aceptará poner fin
al cerco informático dispuesto en contra de Cuba.
Su argumento parece salido de una canción para niños de María E. Walsh: “El reino del revés”. No fue Cuba quien ante el advenimiento de la revolución de las comunicaciones decidió hacerse un harakiri informático sino que fue el imperio quien, consciente de la importancia de esas nuevas tecnologías, extendió los alcances de su criminal bloqueo para incluir también a la Internet. Cualquiera que haya visitado ese país sabe que no se puede acceder a muchísimos sitios de la red ni disponer de los principales instrumentos de navegación en el ciberespacio.
Su argumento parece salido de una canción para niños de María E. Walsh: “El reino del revés”. No fue Cuba quien ante el advenimiento de la revolución de las comunicaciones decidió hacerse un harakiri informático sino que fue el imperio quien, consciente de la importancia de esas nuevas tecnologías, extendió los alcances de su criminal bloqueo para incluir también a la Internet. Cualquiera que haya visitado ese país sabe que no se puede acceder a muchísimos sitios de la red ni disponer de los principales instrumentos de navegación en el ciberespacio.
Si lo intenta casi invariablemente aparecerá un fatídico mensaje de
“Error 403” diciendo algo así como “Desde el lugar en que se encuentra
no podrá acceder a este URL” u otro más elocuente: “El país en el que se
encuentra tiene prohibido acceder a esta página”. No se puede utilizar
el Skype, el Google Earth, o las plataformas de desarrollo colaborativo
Google Code y Source Force, o descargar libremente las aplicaciones del
Android.
Y cuando se puede, el reducido ancho de banda hace prácticamente
imposible trabajar con un mínimo de rapidez y eficiencia. Todo esto,
¿por culpa del gobierno cubano? A mediados del año pasado el CEO de
Google, Eric Schmidt, encabezó una delegación que visitó a Cuba como
respuesta a las acusaciones de que el gigante informático bloqueaba el
acceso a sus servicios. Después de comprobar que varios productos de
Google no estaban disponibles Schmidt señaló oblicuamente al responsable
al decir que “las sanciones estadounidenses en contra de Cuba
desafiaban a la razón.”Tercero, tal vez Oppenheimer
tiene razón en su escepticismo, pero no por causa de Cuba sino de
Estados Unidos. Porque, ¿cómo olvidar que a comienzos de su primer
mandato Obama ya había prometido lo que volvió a prometer hace poco más
de un mes: “suavizar” algunas sanciones contempladas para las empresas
informáticas que tengan negocios con Cuba? ¿Qué fue lo que ocurrió? Poco
y nada. Ojalá que ahora sea diferente. La Ley Torricelli, de 1992,
había permitido la conexión a Internet por vía satelital pero con una
decisiva restricción: que cada prestación fuese contratada con empresas
norteamericanas o sus subsidiarias previa aprobación del Departamento
del Tesoro. Este impuso estrictos límites y estableció sanciones
extraordinarias –por ejemplo, multas de 50 000 dólares por cada
violación- para quienes favorecieran, dentro o fuera de los Estados
Unidos, el acceso de los cubanos a la red.
Lo que hizo Obama, en Marzo del 2010, fue eliminar algunas de estas
sanciones, especialmente para las empresas que faciliten gratuitamente
aplicaciones de correo electrónico, chat y similares. Pese a ello, en
2012, la sucursal en Panamá de la compañía Ericsson tuvo que pagar una
multa de casi dos millones de dólares al Departamento de Comercio de
Estados Unidos por violar las restricciones de exportación de equipos de
comunicación a Cuba. Como siempre: una de cal, otra de arena. Por eso
la accesibilidad sin restricciones a la red continúa tropezando con los
grilletes del bloqueo.
La “ciberguerra” que Washington le ha declarado a
Cuba, un país que sigue estando escandalosamente incluido en la lista
de los “patrocinadores del terrorismo”, continúa su curso. ¿Cumplirá
esta vez Obama con su promesa? ¿Quién es el que “prohíbe” el acceso a la
Internet en Cuba?
Atilio A. Boron. Investigador Superior del Conicet y Director del PLED (Programa Latinoamericano de Educación a Distancia en Ciencias Sociales)
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