Por Francisco Arias Fernández
Una investigación publicada por la revista The Lancet reveló que
desde inicios de este siglo, Estados Unidos, la superpotencia mundial,
ha registrado un aumento en las cifras de mortalidad materna, cuya tasa
pasó de 17.5 muertes por cada 1000 nacimientos en el año 2000 a 26.5 en
el 2015. Sin embargo ese indicador es peor en el caso de las mujeres
afroamericanas que alcanza un 44, mientras las blancas un 13 por cada
mil nacimientos.
Se trata de un fenómeno que va a contracorriente de las tendencias en
el resto del mundo industrializado donde se produjo un descenso en el
mismo periodo.
Mientras tanto, un informe reciente del Programa de Naciones Unidas
sobre Desarrollo Humano (PNUD) indica que la esperanza de vida de los
estadounidenses es de 79,2 años, dato que lo ubica en número 40 del
mundo, por detrás de naciones desarrolladas y de países latinoamericanos
como Cuba, Chile y Costa Rica.
Mientras la esperanza de vida de un hombre blanco con estudios
universitarios es de 80 años, la de un hombre afroestadounidense con
poca formación es de 66 años.
Luke Shaefer, profesor y director de la Iniciativa para la Solución
de la Pobreza de la Universidad de Michigan, afirma que “el país luce
bastante bien si comparas la parte alta de la sociedad estadounidense
con el resto de países ricos. El tema es la increíble diferencia en
bienestar entre los pobres y los ciudadanos con más recursos”, agrega e
indica que para 2008 la esperanza de vida de los hombres
afroestadounidenses sin educación superior era equivalente a la de los
ciudadanos de Pakistán, Bután y Mongolia.
El índice de mortalidad infantil —el número de niños que fallecen por
cada 1.000 nacimientos vivos— es otro indicador clásico de bienestar
social y según el más reciente informe del PNUD, que utiliza datos de
2015, en Estados Unidos esa cifra se ubica en 5,6. Esto le coloca en el
lugar 44 del mundo, nuevamente superado por el conjunto de países ricos,
así como por Cuba, Bosnia Herzegovina y Croacia
.
En este caso, además, las diferencias sociales dentro de Estados
Unidos también se hacen evidentes. Según Shaefer, para 2011 la tasa de
mortalidad infantil para afroestadounidenses era similar a la de Togo y a
la de isla de Granada
.
De acuerdo con un estudio de Unicef publicado en 2012, que comparaba
la situación de los niños en 35 países con economías avanzadas, Estados
Unidos aparecía en el penúltimo lugar, solo por delante de Rumania.
El indicador de pobreza infantil relativa, que mide el porcentaje de
niños que viven en un hogar cuyo ingreso —ajustado al tamaño y
composición de los miembros de la familia— es menor al 50% del ingreso
medio nacional, ubicaba en esta situación a 23,1% de los menores
estadounidenses.
Aunque EE.UU. es la sede de decenas de las mejores universidades del
mundo, ello no implica que la formación promedio de los estadounidenses
esté a la altura de esas casas de educación superior. Además el país
tiene 16 millones de personas analfabetas, más que muchos otros países
desarrollados en el mundo. La cifra de personas que no saben leer ni
escribir representa el 8% de su población.
Muchos creen que el sistema les falla a quienes necesitan más ayuda y
que hay una gran disparidad entre las áreas ricas y las más pobres del
país.
Para ser el país más rico del mundo, Estados Unidos tiene un
porcentaje sorprendentemente alto de su población que experimenta
problemas para conseguir la comida que necesita para alimentarse.
Un estudio del Departamento de Agricultura de ese país estimaba que
para finales de 2014, la fecha de la medición disponible más reciente, cerca de 14% de la población estadounidense enfrentaba lo que se conoce como inseguridad alimentaria: dificultades en algún momento del año para proveer la comida necesaria para todos los miembros de la familia, debido a problemas económicos.
Dicho de otra manera: no les alcanzaba siempre el sueldo para alimentarse.
Es significativo que 17 millones de hogares aseguran que no siempre tienen el dinero para poner la comida en su mesa. Más aun, agrega el reporte, 6,9 millones de hogares tenían muy baja seguridad alimentaria.
Las informaciones tomadas de publicaciones recientes de la británica
BBC News son elocuentes y reiterativas en apuntar al deterioro de
derechos humanos fundamentales en EE.UU., donde las cosas no han
cambiado en el primer año de Trump, aunque desde junio de 2015 reconocía
que “Nos estamos convirtiendo en un país del tercer mundo”.
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