Según una encuesta reciente del Pew Research Center, 75 % de los
estadounidenses apoya el acercamiento entre La Habana y Washington. El
grupo Morning Consult, por su parte, señala que seis de cada diez
republicanos, el partido del presidente Donald Trump, apoya los nexos
normales entre ambos países
Por Sergio Alejandro Gómez
(Tomado de Granma)
A medida que salen a la luz nuevos elementos de las medidas sobre
Cuba que anunciará este viernes en Miami el presidente Donald Trump,
surge la pregunta de a quién ha estado escuchando el mandatario para
definir el futuro de las relaciones con un país a solo 90 millas de sus
costas.
Varios medios de prensa estadounidenses, incluido Político y el Miami
Herald, filtraron este jueves que Trump restringiría las categorías por
las que los estadounidenses tienen permitido visitar Cuba con licencia
general –sin necesitar un permiso específico del Departamento del
Tesoro– e impondría revisiones oficiales para determinar si los viajeros
se ajustaron al objetivo declarado, con el riesgo de ser sancionados.
Si bien los ciudadanos norteamericanos todavía tienen prohibido hacer
turismo en Cuba, la ampliación de las categorías aplicada por la
administración de Barack Obama permitió que se dispararan los viajes a
la Isla.
Más de 284 000 estadounidenses visitaron Cuba durante el 2016, para
un crecimiento del 74 % en relación con el año anterior, según cifras
oficiales. La tendencia al crecimiento se mantuvo en el 2017 y ya para
el mes de mayo pasado habían arribado a nuestro país tantos viajeros
norteamericanos como en el 2016.
Jonathan Leonard, un abogado de Atlanta que visita Cuba por primera
vez, asegura a Granma que no le fue muy difícil obtener los permisos
necesarios para el viaje.
Sin embargo, no está de acuerdo con el tratamiento diferenciado. «No
entiendo por qué debo obtener una licencia para viajar a Cuba, cuando no
es necesario para otros países, incluso aquellos que tienen sociedades
distintas a Estados Unidos», señaló.
En el congreso de Estados Unidos está en marcha un proyecto de ley
que removería todas las restricciones, pero todavía le resta un difícil
camino para convertirse en ley.
«Sería muy desafortunado que se hiciera más difícil viajar a Cuba»,
refiere a este diario un joven estadounidense que se cita como John Doe,
pues pidió mantener su nombre real en anonimato.
«Entre los gobiernos de Cuba y Estados Unidos ha habido problemas,
pero no existe enemistad entre nuestros pueblos», añade Doe, quien
asegura sentirse a gusto en la Isla. «He viajado a muchos lugares del
mundo y nunca había podido caminar por los barrios con la seguridad que
lo hago aquí»
.
El presidente de la agencia de Viajes Educacionales a Cuba, Collin
Laverty, tiene más de cinco años de experiencia organizando intercambios
entre los dos países. Tuvo que obtener dos licencias específicas de la
administración de Obama para poder llevar a cabo su trabajo antes de los
anuncios del 17 de diciembre del 2014, que marcaron un punto de
inflexión en las relaciones de los dos países.
A partir de entonces, refiere Laverty, las cosas se hicieron mucho
más sencillas. «El interés por Cuba se disparó y los estadounidenses
dejaron en cierta medida de preocuparse por la legalidad de sus viajes».
«Con más regulaciones será muy difícil mejorar la experiencia de los
viajeros», se lamenta Laverty respecto a las filtraciones de las nuevas
regulaciones de Trump.
De acuerdo con los medios estadounidenses, los viajes educacionales o
para el llamado contacto «pueblo a pueblo» volverán a requerir el
patrocinio de una organización, que deberá manejar el itinerario y
enviar a un representante con los viajeros, algo que había eliminado
Obama.
Estados Unidos mantendría, no obstante, las relaciones diplomáticas
restablecidas en el 2015 y su embajada en La Habana. Tampoco serían
afectados los viajes familiares y las remesas que envían los cubanos
residentes en ese país.
Las medidas de Trump limitarían, por otro lado, las posibilidades de
negocios de los estadounidenses con ciertas empresas públicas cubanas,
donde labora la mayor parte de la fuerza de trabajo del país y que
produce bienes y servicios de mayor valor agregado que el sector
cuentapropista.
Dependiendo del alcance de la regulación, los viajeros incluso
tendrían que llevar registro de los restaurantes, hoteles y negocios
visitados, al tiempo que evitan aquellos pertenecientes a entidades
sancionadas por Estados Unidos.
LAS MENTES DETRÁS DE LAS MEDIDAS
De acuerdo con la información filtrada por la prensa estadounidense,
la inmensa mayoría de las agencias gubernamentales recomendaron al
presidente mantener el curso de las relaciones con La Habana tras llevar
a cabo la revisión de la política ordenada por Trump.
El giro de timón provendría entonces de la influencia de unos pocos
legisladores de origen cubano que han utilizado artimañas políticas y
chantajes para secuestrar la política hacia Cuba y llevarla en una
dirección contraria a la de la mayoría de los estadounidenses, 75 % de
los cuales apoya el acercamiento, según una encuesta del Pew Research
Center.
El sitio web Político reveló este jueves que el senador por la
Florida Marco Rubio ayudó a elaborar los cambios propuestos por Trump,
con aportes del representante por Miami, Mario Díaz-Balart.
Rubio le habría dicho en mayo a Trump que, para lograr un retroceso
en las políticas aprobadas por Obama, tendría que obviar a las
instituciones de su país y a los funcionarios con experiencia en los
departamentos del Tesoro y Comercio, pues estos serían reacios a
regresar a la situación anterior.
La clave de la influencia de los legisladores republicanos radicaría
en el uso de sus puestos en el Congreso para influir en las decisiones
del presidente. Díaz-Balart habría negociado su voto en la Cámara baja
para repeler el llamado Obamacare –una de las promesas de campaña de
Trump– a cambio de que el mandatario revirtiera los cambios de Obama.
Por su parte, Rubio habría utilizado su cercanía a Trump y los
encuentros personales para «asesorarlo» sobre Cuba, un país que no ha
visitado jamás. Además, el senador cubanoamericano se vale de su asiento
en el Comité de Inteligencia del Senado, que investiga las acciones de
la campaña republicana, para ganar favores con Trump.
En otra muestra de los círculos que rodean al presidente, para el
discurso de este viernes en Miami se escogió un lugar simbólico de la
ultraderecha terrorista de Miami, el teatro Manuel Artime.
Traidor de las fuerzas rebeldes que pelearon en la Sierra Maestra,
Artime fue el líder civil de la brigada mercenaria 2506 durante la
invasión por Playa Girón. Después, bajo órdenes de la CIA, participó en
varios actos de sabotajes en la llamada Operación Mangosta.
El propio presidente ha mencionado el apoyo de la comunidad cubana en
su importante victoria en el estado de la Florida y el respaldo del
grupo de mercenarios que lo recibió en Miami cuando era candidato a las
elecciones del 2016.
Sin embargo, los análisis del Pew Research Center muestran que, a
pesar de que más cubanos votaron por Trump que cualquier otra comunidad
latina, su tendencia a cambiar del partido rojo al azul se mantuvo en
estas elecciones. Además, el voto cubano solo representa actualmente el
31 % de los latinos de la Florida y una parte mucho menor del padrón
electoral.
En cualquier caso, la elección del sitio evidencia que Trump pretende
complacer a un grupo que ni siquiera es mayoritario dentro de la
comunidad cubana en esa ciudad, que de acuerdo a las más recientes
encuestas apoya un acercamiento entre La Habana y Washington.
Según un reporte de USA Today, varias organizaciones de jóvenes
cubanoamericanos tienen planificado protestar a las afueras del teatro
si se confirma el camino de los anuncios.
Contrario al limitado apoyo de las posiciones de Rubio, Díaz-Balart y
la ultraderecha de Miami, durante las últimas semanas se ha desatado
una inédita avalancha de pronunciamientos y llamados a mantener el curso
de la política hacia
Cuba por parte de altos militares retirados, más de 40 empresas
vinculadas al negocio de los viajes, dirigentes de gigantes como Google y
Marriot, congresistas de ambos partidos, organizaciones de la comunidad
cubana, los principales medios de prensa estadounidenses, líderes
políticos y sociales de todo el espectro e incluso varias entidades
civiles desde la Isla.
«Se ha construido una coalición bien amplia», opina el presidente de la agencia de Viajes Educacionales a Cuba.
Pero Trump parece haber preferido escuchar únicamente a dos legisladores con intereses particulares y oscuros en el tema Cuba.
«Gente que no sabe nada y que nunca ha estado en Cuba está dirigiendo
esta política», asegura Laverty. «La parte triste es que no se trata de
política exterior, ni de la realidad en Cuba, sino de dos legisladores
estadounidenses vendiendo sus votos».
Las medidas anunciadas y el simbolismo del lugar escogido, señalan
que la Casa Blanca se dispone a un regreso de la Guerra Fría,
precisamente la etapa que ambos países acordaron dejar atrás el 17 de
diciembre del 2014.
Sea cual sea el camino final que emprenda la actual administración,
Laverty cree que esta puede ser también una nueva oportunidad de
«concentrarse en el Congreso y en levantar el bloqueo por completo».
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