jueves, 12 de octubre de 2017

Sonidos misteriosos y enfermedades aterradoras como herramientas políticas de Trump hacia Cuba



Por: Lisa Diedrich, Benjamin Tausig

En el caso de los "ataques sónicos" a la Embajada, Trump se ha aferrado a una vaga descripción de los hechos para despertar un estado de alarma que apoye cualquier acción que desee tomar en respuesta. Foto: Reuters.En el caso de los “ataques sónicos” a la Embajada, Trump se ha aferrado a una vaga descripción de los hechos para despertar un estado de alarma que apoye cualquier acción que desee tomar en respuesta. Foto: Reuters.

El presidente Donald Trump señaló durante mucho tiempo su deseo de revertir la normalización del presidente Barack Obama de las relaciones con Cuba, por lo que no es de extrañar que su administración ha comenzado a hacer eso retirando a más de la mitad de los empleados de la Embajada de los Estados Unidos en La Habana.
La justificación de la medida – los informes de que los empleados de la embajada fueron victimizados por un “ataque sónico” que causó una serie de síntomas físicos – se ajusta a un patrón preocupante. Es sólo el último ejemplo de la forma en que el señor Trump ha tratado de aprovechar amenazas vagas y no especificadas para inspirar miedo y avanzar en su agenda política.
La agencia de prensa Associated Press (AP) fue la primera en informar el pasado 10 de agosto que los empleados del Departamento de Estado habían sido blanco de los supuestos ataques. Según la portavoz Heather Nauert, causaron “una variedad de síntomas físicos”. También se informó en ese momento que el Departamento de Estado ya había tomado represalias por estos ataques expulsando a dos diplomáticos cubanos de Estados Unidos el 23 de mayo.

Desde entonces, gran parte de la cobertura informativa del incidente se ha convertido en una discusión de cuestiones técnicas sobre el armamento sónico. Algunos artículos citan a los expertos que son escépticos, por decirlo suavemente, pero la mayoría de la prensa estadounidense ha aceptado e incluso reiterado la explicación del Departamento de Estado sin profundizar en las incoherencias que tiene.

La verdad es que el tipo de armamento sónico que podría causar las conmociones cerebrales y la persistente pérdida de memoria que el Departamento de Estado afirmó haber encontrado en sus diplomáticos no existe.

“Nada de esta historia tiene ningún sentido para nosotros”, dijo un director de marketing de una empresa que fabrica dispositivos acústicos, citado en Wired.
Embajada de los Estados Unidos en Cuba. Foto: AFP.
Embajada de los Estados Unidos en Cuba. Foto: AFP.

Imaginar que tales armas no sólo han sido desarrolladas encubiertamente, sino que también estaban escondidas de alguna manera cerca de la embajada es aún más fantástica, por una variedad de razones logísticas y técnicas. El sitio de verificación de hechos Snopes proporcionó una revisión de los datos científicos sobre las armas sonoras, concluyendo que era falso afirmar que tales armas podrían ser responsables de lo que sucedió a los diplomáticos de Estados Unidos en Cuba.
Sin embargo, esto no ha detenido los rumores de armas sónicas. La prensa estadounidense ha continuado amplificando la historia, y la administración Trump ha continuado con su narrativa, incluso emitiendo una alerta de viajes a Cuba basada en los “ataques específicos” hacia empleados de la Embajada objetivo.

La explicación del Departamento de Estado -el sonido se utilizó para hace daño la gente- está perfectamente adaptada para asustar a los ciudadanos norteamericanos. La estrategia juega con que los seres humanos tienden a asociar el sonido y la enfermedad con las amenazas ocultas.

Trump como candidato y presidente ha explotado rutinariamente temores de amenazas ocultas vagamente definidas como una justificación para la política.

No sólo es la causa desconocida (si existe), sino que tampoco se ha presentado evidencia de un ataque deliberado.

El sonido, a pesar de ser un material físico, a menudo se describe como intangible, simplemente porque no lo vemos. Desconfiemos del sonido por su invisibilidad y podemos ser atraídos por su misterio. Aunque el sonido sea medible, tendemos a experimentarlo como espectral, como algo más allá de nuestra comprensión racional. Es, por lo tanto, el soporte perfecto para un enemigo astuto de estilo Guerra Fría, que seguramente está por ahí, haciendo algo, aunque nunca podamos saberlo.
Trump explota las ideas preconcebidas de la gente sobre el sonido para justificar una amenaza oculta hacia los Estados Unidos. Al igual que la causa sónica no especificada (y quizás no verificable) de estos “ataques”, los síntomas reportados son vagos e inespecíficos.

Donald Trump no inventó esta táctica política, pero la ha abrazado con entusiasmo. Parte de su campaña se basó en la especulación de que Hillary Clinton estaba ocultando una enfermedad secreta y degenerativa (Parkinson, lesión cerebral traumática y epilepsia). Por supuesto, estas insinuaciones llenaban los espacios vacíos en su programa. La cobertura mediática de estos cargos tendió a centrarse en ejemplos históricos de presidentes enfermos o candidatos presidenciales, en lugar de cómo Trump estaba deliberadamente jugando sobre los temores de la enfermedad.
En el caso de la Embajada, Trump se ha aferrado a una vaga descripción de los hechos para despertar un estado de alarma que apoye cualquier acción que desee tomar en respuesta.
Este patrón de sugerir que Estados Unidos está amenazado por peligros indeterminados – enfermedades secretas, sonidos misteriosos – crea una atmósfera política casi fétida en sus efectos.
El gobierno de EEUU ha divulgado poca información sobre el supuesto incidente en Cuba. No obstante, el patrón hasta ahora se ajusta muy bien a las estrategias de Trump: Divulgar una historia de terror fantasmagórica y utilizarla para justificar un cambio de política.

(Traducción de Cubadebate / Original en inglés en The New York Times )

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