Doña Susana regenta una pequeña tienda en Vallegrande. Los militares bolivianos escondieron en ese pueblo los restos del Che, descubiertos en 1997 en un terreno del aeródromo. “Lo desvestimos, le sacamos sus ropas, lo enjabonamos bien y lo bañamos y después lo hemos secado. Tenía los ojos abiertos. Nunca olvidaré eso”, relata la mujer que adecentó el cadáver del guerrillero.
La enfermera Osinaga no tenía entonces ni idea de quién era el personaje (“nos dijeron que era el presidente de las guerrillas”) pero hizo su trabajo con la dedicación de siempre. El cadáver del Che fue expuesto en esa improvisada morgue del hospital Señor de Malta hasta el día siguiente, cuando se le hizo la autopsia. A la enfermera, de guardia nocturna el día 10, los militares y uno de los médicos del hospital le pidieron una olla con agua caliente. Habían decidido cortarle las manos al Che para conservarlas en formol (con el fin de confirmar su identidad) y hacerle una mascarilla de la cara. “Pasado un rato, hacia las tres de la mañana, los militares y el doctor me pidieron una camilla para llevárselo”. Desde ese momento, pasaron 30 años sin que se supiera dónde estaban los restos del Che.
(Tomado de El Mundo, España)
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