Solo después de la luz cegadora
El fascismo y otras reflexiones sobre la violencia desatada por
grupos delincuenciales pagados por la ultraderecha opositora en
Venezuela
CARACAS.— Cuando a principios del año en curso llegué a esta
enorme y movidísima ciudad, pocos sucesos me asombraron e interesaron
tanto como utilizar el metro: en mí desataban curiosidad las corrientes
humanas que en pocos minutos recorrían grandes distancias, todo cuanto
sucedía dentro del vagón con el ánimo de los viajeros, o la intrepidez
de algún vendedor de paso. Incluso me atraía la espera detrás de la
gruesa línea amarilla, sintiendo que en el espacio subterráneo el tiempo
es el centro de todo.
Aquí, donde lo monumental forma parte recurrente del paisaje urbano,
el mundo del metro es otra de las tantas hazañas arquitectónicas. Tan
solo mirar las oscuras y gigantescas bóvedas mientras esperaba por
transportarme, ya valía la pena.
Las circunstancias, sin embargo, se fueron tensando mientras corrían
los meses. Ataques terroristas al metro, algunos de gran precisión,
llevaban al cierre de varias de sus líneas. Y a la altura de abril la
situación tocó fondo: la violencia desatada por grupos delincuenciales
pagados por la ultraderecha opositora convirtió al metro en una bomba de
tiempo, en un lugar tan peligroso que ya no era posible elegirlo para
acometer la vida del día a día.
Automáticamente, por instinto de conservación, ese mundo subterráneo
fue tachado en mi mente como se tachan las opciones no viables. Lo hice
con tristeza, sufriendo en carne propia los efectos sicológicos y
sociales provocados por el terrorismo. La parálisis, a la cual las
acciones terribles de la oposición no han podido arrastrar a esta
ciudad, es uno de los desvelos tácticos de los enemigos de la Revolución
Bolivariana.
Por eso aplaudo que el presidente Nicolás Maduro haya anunciado
este 21 de mayo la posible activación de un Plan Constituyente con el
cual impulsar la Humanización de la Gran Caracas, contando con el apoyo
de los trabajadores del sistema del Metro. Él está pensando, porque
Caracas lo merece, reorganizar y hacer de los espacios públicos lugares
que inspiren tranquilidad y bienestar.
Cuando habla de rehumanización de lugares muy concurridos, sabe que
las ciudades, y a fin de cuenta el país todo, es como un espejo donde se
miran las voluntades. Está pensando en «hacer un Metro de Caracas de
profundo contenido social, profundo contenido cultural». Así lo ha hecho
saber en su programa Nº 87 de Los Domingos Con Maduro, que transmite
Venezolana de Televisión.
El Presidente ha convocado a las autoridades pertinentes de la ciudad
a soñar y a trabajar en un plan que puede durar meses y años. Se
imagina convirtiendo grandes áreas que ahora están baldías, en puntos de
creación y disfrute. «Las estaciones del Metro —ha dicho— tienen que
ser centros de cultura, de música, videos, de pequeñas representaciones
artísticas, además de la seguridad que debe estar presente».
Artistas de teatro, músicos de Orquesta Sinfónica de Venezuela se
está imaginando Maduro como figuras de espectáculos edificantes, que
hagan sentir bienestar a ciudadanos de todas las edades. Para eso, desde
luego, hace falta paz, la cual se ha convertido en lo que va de año en
una suerte escurridiza: este 21 de mayo Maduro expresaba su rechazo a
las acciones terroristas y fascistas que ejecutan grupos violentos
alentados por la derecha, y recordaba cómo el plan violento accionado
desde los primeros días del pasado mes de abril dejó la secuela de más
de 50 personas muertas y más de 900 lesionados, además de los daños
millonarios a bienes públicos y privados.
El mandatario ha utilizado los términos de grave amenaza fascista; ha
explicado cómo anida en Venezuela una corriente política nazi-fascista
que basa su ideología en el desprecio, la persecución, el odio por
razones ideológicas, políticas, raciales, o sociales. «Ese no es el
camino, ha dicho, por eso yo convoqué con las facultades que tengo como
Jefe de Estado la Constituyente, el Poder Originario (…). Por eso
Venezuela va a estar eligiendo muy pronto, con voto directo, secreto y
universal a los constituyentes para construir la paz (…)».
En un artículo que vio la luz el 25 de abril en el sitio web
Cubadebate, el economista y periodista argentino Atilio Borón expresaba
que «la secuencia de los acontecimientos que tienen lugar en la
República Bolivariana de Venezuela demuestran que la estrategia de la
mal llamada “oposición democrática” es una conspiración sediciosa para
destruir el orden democrático, arrasar las libertades públicas y
aniquilar físicamente a las principales figuras del chavismo, comenzando
por el mismísimo presidente Nicolás Maduro, su familia y su entorno
inmediato».
Ha dicho el prestigioso pensador que «desgraciadamente ha llegado “la
hora de los hornos” y solo podrá verse la luz, como decía José Martí,
si el estado aplica todo el rigor de la ley y apela a la eficacia de su
fuerza para someter sin miramientos al vandalismo de la derecha y
aplastar el huevo de la serpiente antes de que sea demasiado tarde».
Define Atilio como fascistas a quienes se niegan a la paz en
Venezuela: «Sí, por sus métodos, similares a los empleados por las
bandas armadas de Mussolini y Hitler para aterrorizar a italianos y
alemanes sembrando destrucción y muerte por la nueva oleada terrorista;
fascistas por su contenido político, pues su propuesta es
intrínsecamente reaccionaria al pretender borrar de un plumazo, como
infructuosamente se intentara en el golpe de estado del 11 de abril del
2002, todas las conquistas populares alcanzadas desde 1999 en adelante.
«Fascistas también por la absoluta inmoralidad e inescrupulosidad de
sus líderes, que alimentan el fuego de la violencia, incitan a sus
bandas de lúmpenes y paramilitares a atentar contra la vida y la
propiedad de los venezolanos y las agencias e instituciones —hospitales,
escuelas, edificios públicos, etcétera— del estado y que no se arredran
ante la posibilidad de sumir a Venezuela en una cruenta guerra civil o,
en el improbable caso de prevalecer, convertir a ese país en un
abominable protectorado norteamericano».
Estoy muy de acuerdo con el colega argentino cuando dice que «los
opositores venezolanos son peores que los fascistas en la medida en que
estos conservaban, por lo menos, un cierto sentido nacional. Sus
congéneres italianos y alemanes ni remotamente se arrastraron en el
fango de la política internacional para ofrendar sus países a una
potencia extranjera como lo hace, hundida para siempre en eterna
ignominia, la derecha venezolana que alternativamente gime o aúlla para
que su patria, la patria de Simón Rodríguez y Francisco de Miranda, de
Simón Bolívar y Hugo Chávez, se convierta en una abyecta colonia
norteamericana. Tratarlos de fascistas sería hacerles un favor. Son
mucho peores y más despreciables que aquellos».
Aquí es la hora de los hornos. Al fascismo, o a un monstruo peor que
eso, lo único que puede hacérsele es arrancarlo de raíz. Solo después de
la luz cegadora, de imponer justicia, de activar la abrumadora fuerza
popular, habrá paz para sembrar belleza, para humanizar todos los
rincones de una ciudad, de un enorme país hecho de bellezas, grandezas y
cualidades naturales para la felicidad de millones.
Que la verdad no sea olvidada
Como prueba de que los ejecutores de los daños sufridos por Venezuela
en los últimos tiempos no tienen escrúpulos, el país entregó este
jueves ante el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), la
denuncia de cómo grupos extremistas de la oposición usan a niños, niñas y
a adolescentes en sus acciones de odio.
Según publicó este 25 de mayo la página web del Ministerio del Poder
Popular para la Comunicación y la Información de Venezuela, el
viceministro de Relaciones Exteriores para Temas Multilaterales, Rubén
Darío Molina, dijo haber entregado «pruebas fotográficas de niños y
niñas preparando bombas molotov en protestas violentas convocadas por la
derecha».
La información la dio a conocer el viceministro Molina desde Nueva
York, durante un contacto telefónico realizado con el programa Derechos
humanos en Revolución, transmitido por radio Miraflores. El diplomático
afirmó haber entregado copia de esta nueva denuncia a la jefa de
gabinete del secretario general de la Organización de Naciones Unidas
(ONU); a la Oficina del Alto
Comisionado de la ONU para los Derechos
Humanos; al secretario general del Programa de Naciones Unidas para el
Desarrollo (PNUD); así como a los 195 países acreditados ante la ONU,
«para que sepan lo que está pasando en Venezuela».
Como ha expresado Molina, a pesar de que las acciones denunciadas
vulneran los derechos de la niñez y la adolescencia, y sus posibilidades
de desarrollo, «no ha habido una condena directa por parte de
organismos internacionales».
Lo asombroso es que representantes de la oposición han admitido
públicamente haber puesto en la vanguardia de las manifestaciones
violentas a lo más sagrado de la sociedad: la infancia.
Tiene gran sentido, entonces, que el presidente Bolivariano Nicolás
Maduro hable de no olvidar, y de hacer entrega en su momento, a la
Asamblea Nacional Constituyente, de toda la labor que despliegue una
comisión por la verdad, por la justicia, por la unificación de
Venezuela, y por el desagravio a las víctimas no solo del presente sino
también de los primeros momentos de la Revolución iniciada por el
Comandante Hugo Chávez.
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