El 3 de mayo fue proclamado como el Día Mundial de la Libertad de Prensa en 1993, por la Asamblea General de las Naciones Unidas. Esta celebración es la ocasión para informar acerca de las violaciones a la libertad de prensa, y recordarles que en decenas de países las publicaciones son censuradas; mientras que periodistas y editores son acosados e incluso asesinados
Hay una muy vieja polémica respecto a la libertad de prensa.
Y es que hasta la propia palabra libertad, que debía ser venerada y situada en un pedestal, ha sido vilipendiada y convertida en una parte del juego de intereses políticos y económicos, de acuerdo con circunstancias y siempre bajo el imperativo de la ley del poder.
Y es que precisamente son esos poderosos intereses los que usan la libertad únicamente como expresión de lo que quieren.
Así ha pasado con la libertad de prensa, que este 3 de mayo conmemora su día.
Y me pregunto: ¿se merece una celebración o la nominación de un Día, una libertad en cuyo nombre se encierran los más viles ejercicios mediáticos para acompañar guerras, invasiones, derribo de gobiernos progresistas…?
¿Quién conmemora y qué se conmemora? ¿La libertad del poder mediático alineado al lado de quienes le pagan? ¿O la libertad aún por conquistar de quienes ven en la prensa un medio de comunicación, información, al servicio de las mayorías ignoradas por el gran poder de los medios?
Pienso que la iniciativa de la Unesco para nominar el 3 de mayo como Día de la libertad de prensa, es loable y debiera ser algo más que la retórica de quienes en este mundo dominado por el nudo de la comunicación, se conforman con los agasajos sin que se tengan en cuenta el contenido de estos.
Las actividades preparadas para este día tienen como centro lemas como: Mentes críticas para tiempos críticos: el papel de los medios para el avance hacia sociedades más pacíficas, justas e inclusivas.
Esta vez la convocatoria de la Unesco llama a que los medios de información frenen los discursos de odio y el extremismo violento.
Y me detengo en un tema que da título a este comentario: las noticias falsas… los falsos positivos.
Cuando escuchamos o leemos toda la mentira que esconde el poder mediático en la frase «libertad de prensa», nos percatamos de cuán dañina se convierte la prensa que se alinea –a través del dinero– a quienes la usan para hacer mal.
Me viene a la mente aquel falso positivo creado por el presidente norteamericano George W. Bush, para «justificar» su invasión y ocupación de Irak.
Aquella vez fue la supuesta existencia de armas de exterminio masivo en la nación árabe, mentira que el propio Bush tuvo que reconocer un mes después y justificar su criminal acción con aquello de «falsas noticias de los órganos de inteligencia norteamericanos». Pero ya era tarde, los muertos en la población civil iraquí se contaban por miles y el país iba quedando destruido como si una bomba nuclear hubiese caído sobre ese territorio.
Lo que pasó entonces es que la gran prensa estadounidense y occidental se montó sobre el falso positivo creado por Bush y la humanidad toda conoció como, junto a los soldados y las bombas, caía sobre la realidad iraquí la más burda campaña mediática montada sobre mentiras.
Allí estaba expresado, en toda su dimensión, el significado de libertad de prensa según los intereses de Estados Unidos.
Un ejemplo de hace apenas 20 días. La actual administración estadounidense disparó contra Siria 59 misiles con el argumento de que Damasco había usado armas químicas en su guerra contra el terrorismo.
Fue un falso positivo bien montado y hasta Trump creyó que era imposible de desmentir. Pero resulta que desde el 2014 Siria no tiene armas químicas y según investigaciones actuales de un equipo de la ONU, no hay presencia de ninguna arma química en el ejército sirio.
Pero ya el mal estaba hecho y el falso positivo nunca se desmintió por quienes lo enarbolaron con un poder mediático montado con la más moderna tecnología para que pareciera cierto.
La ¿verdad? que conoció la humanidad es la divulgada en millones de mensajes mediáticos que daban como cierta la existencia de armas químicas y hasta justificaban la acción de los misiles norteamericanos.
En esta escalada guerrerista y mediática, Washington trata de encontrar una fórmula creíble para justificar una intervención foránea en Venezuela.
Con una gran prensa local al servicio de los peores intereses extranjeros y de la oligarquía nacional venezolana, se ha montado, a través de la violencia callejera, de actos terroristas que han costado la vida de decenas de civiles y otras acciones criminales como la de prender fuego a un hospital infantil, los llamados falsos positivos que pueden crear confusión en la población y un ambiente internacional adverso a la Revolución Bolivariana.
Para ello, el bochornoso accionar de los grandes medios venezolanos y desde Estados Unidos, y alguno que otro país europeo y sudamericano, ha contado, además, con la indecorosa OEA y su jefe de turno, Luis Almagro, que lo apuestan todo a derrotar al gobierno de Nicolás Maduro, no importa las personas que pierdan su vida en actos vandálicos como los actuales.
También Venezuela es víctima de esa ¿libertad de prensa? en cuyo nombre y con el empleo de millones de dólares, se sataniza al gobierno que lleva adelante planes como Misión Vivienda que acaba de entregar un millón 600 000 casas a familias venezolanas de la población más humilde, o que ha garantizado programas de salud de calidad y gratuitos para toda la población.
Si nuestro mundo es real –que muchas veces hasta lo dudo– un día como este, de la Libertad de Prensa, debía ser el freno a esos grandes medios alineados al terror y a la mentira mercenaria que cobra grandes sumas por crear y expandir falsos positivos en países sometidos a la más cruel agresión.
La prensa y quienes ejercemos el Periodismo nos merecemos un día y muchos días, pero solo si ejercemos la profesión apegados a la verdad y con la ética como premisa.
La libertad de prensa no podrá tener día mientras quienes la usan al servicio de poderes imperiales y con la paga de cifras millonarias, montan campañas perversas escondidas tras falsos positivos.
Y es que hasta la propia palabra libertad, que debía ser venerada y situada en un pedestal, ha sido vilipendiada y convertida en una parte del juego de intereses políticos y económicos, de acuerdo con circunstancias y siempre bajo el imperativo de la ley del poder.
Y es que precisamente son esos poderosos intereses los que usan la libertad únicamente como expresión de lo que quieren.
Así ha pasado con la libertad de prensa, que este 3 de mayo conmemora su día.
Y me pregunto: ¿se merece una celebración o la nominación de un Día, una libertad en cuyo nombre se encierran los más viles ejercicios mediáticos para acompañar guerras, invasiones, derribo de gobiernos progresistas…?
¿Quién conmemora y qué se conmemora? ¿La libertad del poder mediático alineado al lado de quienes le pagan? ¿O la libertad aún por conquistar de quienes ven en la prensa un medio de comunicación, información, al servicio de las mayorías ignoradas por el gran poder de los medios?
Pienso que la iniciativa de la Unesco para nominar el 3 de mayo como Día de la libertad de prensa, es loable y debiera ser algo más que la retórica de quienes en este mundo dominado por el nudo de la comunicación, se conforman con los agasajos sin que se tengan en cuenta el contenido de estos.
Las actividades preparadas para este día tienen como centro lemas como: Mentes críticas para tiempos críticos: el papel de los medios para el avance hacia sociedades más pacíficas, justas e inclusivas.
Esta vez la convocatoria de la Unesco llama a que los medios de información frenen los discursos de odio y el extremismo violento.
Y me detengo en un tema que da título a este comentario: las noticias falsas… los falsos positivos.
Cuando escuchamos o leemos toda la mentira que esconde el poder mediático en la frase «libertad de prensa», nos percatamos de cuán dañina se convierte la prensa que se alinea –a través del dinero– a quienes la usan para hacer mal.
Me viene a la mente aquel falso positivo creado por el presidente norteamericano George W. Bush, para «justificar» su invasión y ocupación de Irak.
Aquella vez fue la supuesta existencia de armas de exterminio masivo en la nación árabe, mentira que el propio Bush tuvo que reconocer un mes después y justificar su criminal acción con aquello de «falsas noticias de los órganos de inteligencia norteamericanos». Pero ya era tarde, los muertos en la población civil iraquí se contaban por miles y el país iba quedando destruido como si una bomba nuclear hubiese caído sobre ese territorio.
Lo que pasó entonces es que la gran prensa estadounidense y occidental se montó sobre el falso positivo creado por Bush y la humanidad toda conoció como, junto a los soldados y las bombas, caía sobre la realidad iraquí la más burda campaña mediática montada sobre mentiras.
Allí estaba expresado, en toda su dimensión, el significado de libertad de prensa según los intereses de Estados Unidos.
Un ejemplo de hace apenas 20 días. La actual administración estadounidense disparó contra Siria 59 misiles con el argumento de que Damasco había usado armas químicas en su guerra contra el terrorismo.
Fue un falso positivo bien montado y hasta Trump creyó que era imposible de desmentir. Pero resulta que desde el 2014 Siria no tiene armas químicas y según investigaciones actuales de un equipo de la ONU, no hay presencia de ninguna arma química en el ejército sirio.
Pero ya el mal estaba hecho y el falso positivo nunca se desmintió por quienes lo enarbolaron con un poder mediático montado con la más moderna tecnología para que pareciera cierto.
La ¿verdad? que conoció la humanidad es la divulgada en millones de mensajes mediáticos que daban como cierta la existencia de armas químicas y hasta justificaban la acción de los misiles norteamericanos.
En esta escalada guerrerista y mediática, Washington trata de encontrar una fórmula creíble para justificar una intervención foránea en Venezuela.
Con una gran prensa local al servicio de los peores intereses extranjeros y de la oligarquía nacional venezolana, se ha montado, a través de la violencia callejera, de actos terroristas que han costado la vida de decenas de civiles y otras acciones criminales como la de prender fuego a un hospital infantil, los llamados falsos positivos que pueden crear confusión en la población y un ambiente internacional adverso a la Revolución Bolivariana.
Para ello, el bochornoso accionar de los grandes medios venezolanos y desde Estados Unidos, y alguno que otro país europeo y sudamericano, ha contado, además, con la indecorosa OEA y su jefe de turno, Luis Almagro, que lo apuestan todo a derrotar al gobierno de Nicolás Maduro, no importa las personas que pierdan su vida en actos vandálicos como los actuales.
También Venezuela es víctima de esa ¿libertad de prensa? en cuyo nombre y con el empleo de millones de dólares, se sataniza al gobierno que lleva adelante planes como Misión Vivienda que acaba de entregar un millón 600 000 casas a familias venezolanas de la población más humilde, o que ha garantizado programas de salud de calidad y gratuitos para toda la población.
Si nuestro mundo es real –que muchas veces hasta lo dudo– un día como este, de la Libertad de Prensa, debía ser el freno a esos grandes medios alineados al terror y a la mentira mercenaria que cobra grandes sumas por crear y expandir falsos positivos en países sometidos a la más cruel agresión.
La prensa y quienes ejercemos el Periodismo nos merecemos un día y muchos días, pero solo si ejercemos la profesión apegados a la verdad y con la ética como premisa.
La libertad de prensa no podrá tener día mientras quienes la usan al servicio de poderes imperiales y con la paga de cifras millonarias, montan campañas perversas escondidas tras falsos positivos.
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