Tomado de la Pupila Insomne.
El
escenario internacional en el que Cuba y los países del Caribe deben
insertarse se caracteriza por múltiples y contradictorias tendencias.
Muchas de ellas venían abriéndose paso desde hace algún tiempo,
mientras otras se han hecho más notorias a raíz del Brexit y la
victoria de Donald Trump en las elecciones de EEUU el 8 de noviembre del
2016.
Ello no
quiere decir que las primeras hayan desaparecido y que sean las
“novedosas” las que vayan a triunfar. Se parte del concepto que la
realidad global, regional o nacional es mucho más rica y abigarrada que
lo que podamos enunciar o describir como tendencias desde la academia o
la política.
En estas
reflexiones sólo apunto aquellas que pueden ser más relevantes para la
identificación de amenazas y oportunidades a las que se enfrentaría la
política exterior de Cuba en el nuevo escenario.
De manera
estructural, continúa avanzando “objetivamente” el proceso de
globalización con sus tres pilares básicos: la liberación de los flujos
de capital; de bienes y servicios; y de mano de obra. Se consolida el
proceso “natural” de concentración y centralización del capital; la
conformación de un orden basado en cadenas globales y regionales de
valor; el poder creciente de las transnacionales; la financiarización de
la economía en detrimento de la inversión productiva; la
deslocalización de empresas hacia países con mano de obra más barata; la
importación de trabajadores extranjeros –legales o ilegales- hacia
países centrales para reducir los costos de la producción y los
salarios; el incremento de la desigualdad dentro y entre los países; la
erosión del Estado de Bienestar donde existía; la imposición de medidas
de ajuste estructural, entre otros rasgos.
Este modo de
funcionamiento del capitalismo global, que caracterizó al sistema
internacional desde fines de los ochenta, no obstante, ha develado
serios problemas en su funcionamiento, y está generando conflictos y
disfuncionalidades evidentes.
Se mantiene
la crisis estructural y sistémica que eclosionó en el 2007-2008 en
EEUU y que se ha esparcido por todo el mundo con visos de permanecer en
la perspectiva mediata.Simplemente la economía no crece como debiera,
lo que – además de otras causas- repercute en el agravamiento sensible
de las contradicciones económicas, sociales y políticas del capitalismo,
tanto a nivel de las sociedades nacionales, como de los conflictos
internacionales.
Todos los
organismos económicos mundiales reportan perspectivas de crecimiento
moderado de EEUU; bajas tasas de crecimiento de las principales
economías de la Unión Europea y de Japón. Se reducen las tasas de
crecimiento en los países emergentes y subdesarrollados. América Latina
crece muy poco. China estabiliza su crecimiento sólo sobre un 5% y la
India lo incrementa ligeramente. El poder de “halar” la economía mundial
por parte de los países emergentes, como sucedió en la primera década
de los años dos mil, se ha reducido sensiblemente.
Aunque en su
momento no se atisbó con toda su intensidad – y se sucumbió a la
ideologización de la globalización, dándola por “inexorable e
indetenible”- en casi todas las sociedades nacionales, incluyendo las
de los países centrales, se mantuvo y ahora se acrecienta la puja de
poderes entre los sectores vinculados al poderoso capital financiero
transnacionalizado, por un lado, y otros sectores, más relacionados con
los productores industriales, de materias primas, mercados internos,
regionales, representantes de las medianas y pequeñas empresas.
Específicamente
a nivel de las élites y de los grupos dominantes de los países
centrales, se percibe un ascenso de los sectores nacionalistas,
capitalizados por la derecha, sobre todo en EEUU, Gran Bretaña, Francia,
Alemania, Japón y en otros países, que claman por el “rescate” de la
soberanía, reaccionan alérgicamente al ascenso de China y otras
potencias emergentes, y se oponen a la globalización y regionalización
de la manera que ha funcionado en las últimas décadas.
No
necesariamente en conflicto con los sectores globalizados, pero sí con
matices diferentes, estos grupos buscan generar una mayor cuota de
plusvalía al interior de las fronteras nacionales, elevando la
sobreexplotación de los trabajadores y reduciendo las regulaciones e
impuestos a las corporaciones imponiéndoles restricciones – hasta donde
sea posible- a sus proyecciones globalizadoras.
A nivel
político e ideológico, se recrudecen las acciones de los establishments,
sobre todo occidentales, contra los latentes y abiertos conflictos
raciales, clasistas, nacionales y el proceso natural de mestizaje en
sus sociedades. El tema de la lucha contra el terrorismo y la migración
ilegal –complejos fenómenos engendrados por la reacción ante la
anárquica globalización neoliberal y su imposición a las sociedades del
Sur por parte de los Estados y organismos occidentales e intervenciones
de sus fuerzas armadas – se emplea también para erosionar, y de ser
posible, desligarse de muchos preceptos de la democracia liberal al
interior de las sociedades de los países centrales. Es una manera de
justificar también las acciones represivas y de control sobre los
amplios sectores de las clases medias y populares, que paradójicamente,
en determinadas proporciones y ocasiones, apoyan estos cursos.
Las nuevas
fuerzas de la derecha, a nivel internacional, tienden a ideologizar
menos que los sectores oligárquicos globalizadores los temas de la
democracia liberal y la defensa de los derechos humanos, aunque los
sigan empleando como herramientas para satanizar a países enemigos.
En este
marco de “países first”, la competencia entre los centros de poder se
agudiza, incluyendo la existente entre los propios países de la tríada
(EEUU, Europa y Japón) y la que se libra con los llamados emergentes,
principalmente China, Rusia, y otros actores regionales que buscan
obtener mejores posiciones en el marco del orden internacional vigente,
que hasta ahora sigue hegemonizado por el llamado Occidente histórico.
A nivel
político-diplomático, las relaciones entre los centros de poder
mencionados – por ahora- discurre entre la confrontación y la
cooperación, dado el nivel de interdependencia existente, y la ausencia
de paradigmas ideológicos alternativos. En muchas situaciones
conflictivas se producen coaliciones modulares y flexibles, no
necesariamente siguiendo una geometría de bloques pre-determinados.
Estas coaliciones cuentan con la presencia, como aliados o adversarios,
de grandes potencias, actores regionales o fuerzas no estatales.
Adquieren
un mayor poder en el escenario global actores no gubernamentales,
públicos y privados, incluyendo los grupos terroristas, las
transnacionales, iglesias y movimientos religiosos, ONGs, entre otros.
En el caso
de América Latina, donde primeramente se resquebrajó el andamiaje
neoliberal ya a fines de los noventa, se percibe un debilitamiento de la
respuesta que desde el centro-izquierda dieron los sectores
progresistas a las fuerzas del imperialismo globalizador en los
primeros 15 años del presente siglo. Este debilitamiento temporal se ha
evidenciado en los cambios de gobierno hacia la derecha en Brasil,
Argentina, el activismo opositor en Venezuela y el debilitamiento de las
opciones integracionistas latinoamericanas. Está en curso una clara
ofensiva de derecha impulsada desde Washington, aunque las fuerzas
populares mantienen su resistencia y siguen en el poder las Revoluciones
en Venezuela, Ecuador y Bolivia
.
EEUU
continúa desempeñándose como actor clave del sistema internacional, aun
cuando se ha reducido de forma relativa su superioridad global. En los
primeros años de la Administración Trump probablemente se incremente su
agresividad para recuperar posiciones perdidas y obtener ventajas en las
negociaciones y conflictos internacionales, incluyendo la confrontación
con el Estado islámico en el Medio Oriente, el enfrentamiento con
actores internacionales de mayor peso, sobre todo con China e Irán, a
diferencia de Obama, que en su segundo mandato priorizó la
confrontación con Rusia.
Washington
continuará evitando el empantanamiento en operaciones bélicas a gran
escala en el exterior, y las llamadas operaciones de “nation building”,
pero al mismo tiempo, incrementará su política de rearme, subversión
en los países no afines a sus proyecciones y hegemonía. Trump
desarrollará una política unilateral y de imposición de condiciones, lo
que generará divergencias con los aliados europeos y asiáticos, sin
llegar a lacerar sensiblemente las alianzas estructurales existentes.
Política hacia Cuba
En el
escenario brevemente comentado, se perciben claramente dos designios
estratégicos de confrontación global por parte del imperialismo con
Cuba:
Por un lado,
hay una clara voluntad de los sectores más mundializados, nucleados en
la administración Obama y los países de la UE, para incluir a Cuba en
el proceso de globalización en curso. Se desea promover los intereses
de sus agentes económicos; evitar un mayor nivel de relaciones
estratégicas de la isla con China, Rusia,Venezuela, y tratar de
interactuar y de ser posible derrocar, o al menos modificar
sustancialmente, al sistema cubano mediante el llamado “compromiso”
(engagement), y no la hostilidad o aislamiento total o parcial como fue
la norma en los 55 años previos, aunque ninguno de los instrumentos de
esta política se han eliminado completamente.
Un cambio
del sistema socialista en Cuba –preferentemente por vía evolutiva-
tendría una importancia ideológica, simbólica y política trascendental
de cara a su esquema de dominación hegemónica mundial. Sería absurdo
pensar que, sobre todo EEUU y las principales potencias europeas, no
seguirán actuando para obtener tales objetivos. En la práctica, con la
Administración Obama, EEUU enriqueció desde inicios del 2015 su arsenal
de políticas, incluyendo los instrumentos del poder blando y su
presencia en la isla, pero sin abandonar ninguno de su política
tradicional, incluyendo el del bloqueo económico. Todos estos
instrumentos están en pie, así como los sectores de la burocracia, con
sus respectivas mentalidades, que los han venido ejecutando
tradicionalmente desde el Ejecutivo.
Esta
política está enfocada en la noción de la “paciencia estratégica” y está
asentada también en la espera de que en el país transcurra el relevo
generacional del liderazgo, continúen los cambios en la política de
actualización cubana, se debiliten las condiciones económicas por el
empeoramiento de las condiciones en Venezuela y la maduración de los
resultados de su política activa de “interacción” con la sociedad civil
cubana –jóvenes, cuentapropistas,etc. Como instrumento de la política se
incluyen las influencias de la comunidad cubano americana sobre la
sociedad cubana.
La otra
línea, que representaría la Administración Trump, sin desdecirse
necesariamente de elementos de la anterior estrategia, y buscando los
mismos objetivos, pero de manera más “impaciente”, privilegiaría un
curso más confrontativo, de mayores presiones, hostilidad, injerencia,
que detenga el ritmo de los avances en las relaciones bilaterales, y que
de nuevo priorice la generación de inestabilidad y amplifique las
críticas a Cuba a nivel internacional, desatando campañas de difamación y
probables presiones multilaterales. Incrementaría las acciones de
bloqueo, sobre todo en el ámbito financiero. Buscaría quitarle a Cuba
los supuestos beneficios y “respiros” que, en su lógica, le otorgó el
deshielo con Obama en el 2015 y 2016.
Este
escenario con Trump no excluye elementos de cooperación con el gobierno
cubano como algunos de los actualmente existentes, y que en los manuales
de las llamadas guerras no convencionales o planes de subversión no se
excluyen. No debe esperarse la ruptura de las relaciones diplomáticas,
ni la afectación sensible de intereses económicos norteamericanos,
aunque estos aún son incipientes y poco poderosos en comparación con el
poder de la política probable de la “envalentonada” Administración, y
sobre todo del Congreso Republicano.
Las posibles causas de esta mayor hostilidad de Trump hacia Cuba serían:
- Los grupos que lo apoyan no comparten el razonamiento de Obama de que los instrumentos de la anterior política de hostilidad han fracasado. Opinan que empleando los métodos de la confrontación, muchos recogidos en la Helms Burton, pueden lograr el cambio de sistema de manera más expedita.
- Percepción de vulnerabilidad de Cuba por los problemas económicos que afronta a raíz de la crisis de Venezuela.
- Interés en revertir el “legado” de Obama, del cual, junto con el acuerdo con Irán, forma parte el cambio en la política hacia Cuba.
- Cuba sería el “enemigo” más pequeño contra el cual se pudiera mostrar dureza en política exterior. La probable embestida contra China e Irán tendría muchos mayores costos.
- Reacciones ante las críticas desde la derecha porque Cuba no ha hecho las concesiones que se le han demandado en el área de los cambios en su sistema político y en el tema de las libertades y derechos humanos.
- Pago a las acciones de los cubanoamericanos de derecha por haber actuado a favor de los republicanos en las elecciones en la Florida. No sería tanto por el potencial electoral de los cubanos (los demócratas ganaron el Dade y el Broward County), sino por el papel que juegan los cubano-americanos en la maquinaria republicana en el Estado.
- Posibilidad de “hacer concesiones” al establishment republicano, cuyos candidatos a la Casa Blanca abogaron en las primarias por un endurecimiento de las relaciones con Cuba, sobre todo Marco Rubio y Jeb Bush. La Plataforma Republicana, aprobada por el hoy Jefe de Despacho de la Casa Blanca, Reince Priebus, es muy hostil contra Cuba. Los comentarios de Trump a raíz del fallecimiento de Fidel Castro van precisamente en esa línea.
- Visión de que América Latina no continúa apoyando a Cuba con la misma intensidad y de la misma manera que lo hizo en los años del 2010-2015, dados los cambios hacia la derecha en la región,
- Intentos de “comprobar” o medir la “resistencia” que le puede ofrecer la nueva dirección del país desde el 2018 a las acciones externas, incluyendo provocaciones de la contrarrevolución alentada por los EEU.
- No concreción de importantes negocios e intereses económicos norteamericanos en Cuba que teóricamente pudieran tener, para la fecha, la fuerza y voluntad de frenar las eventuales políticas gubernamentales hostiles de Trump.
En este
escenario de detenimiento del proceso de mejoría de las relaciones
bilaterales Cuba-EEUU o empeoramiento de las mismas (aunque todavía es
prematuro precisar mayores detalles), los países europeos, en sus
políticas bilaterales, se dividirían entre los interesados en mantener
sus posiciones e intereses en Cuba y los mayores aliados de EEUU que,
con matices, secundarían el curso norteamericano, y que no tendrían
grandes intereses en nuestro país. De manera general, no obstante,
Bruselas seguirá abogando por la línea de confrontación más afín con
la posición del Presidente Obama, sobre todo después de la firma del
Acuerdo con Cuba de diciembre de este año. En rigor, la política real de
la Unión y de sus países miembros, incluso cuando estaba vigente la
Posición Común, iba en la dirección de la modalidad de confrontación que
posteriormente escogió la Administración Obama.
En general,
los gobiernos de América Latina y el Caribe mantendrían la solidaridad
con Cuba y el nivel de apoyo a nuestro país, aunque existirían matices
en el nivel de involucramiento de algunos países. Algunos gobiernos
latinoamericanos de derecha privilegiarían la hostilidad ideológica
para fortalecer sus posiciones frente a los sectores progresistas
nacionales, aunque se cuidarían de ser identificados como “trumpistas”
por la opinión pública de sus respectivos países y evitarían romper los
consensos ya alcanzados en la política hacia Cuba en el marco de la
CELAC y otros organismos regionales.
Las
políticas de Rusia y China en este escenario se mantendrían estables y
mantendrían el compromiso con nuestro país, criticando el curso hostil
de la Administración Trump, aunque los matices de su reacción y el
grado de compromiso e incremento de su involucramiento en Cuba sería en
dependencia del estado en que se encuentren para esos momentos las
relaciones con EEUU y el bloque occidental en general. En el caso
particular de China, es de esperar un proceso de incremento
significativo de los nexos con la Habana.
Dado el
potencial de relaciones cultivadas por Cuba con los gobiernos y
sociedades de Canadá, Asia, Medio Oriente y Africa, es de prever la
continuidad e incremento de los intereses y relaciones de estos países y
de sus sectores económicos y políticos con la Isla, en tanto que les
permite mostrar autonomía frente a la de seguro criticada globalmente
política de Trump, además de satisfacer intereses económicos
específicos, políticos, de cooperación, en los ambientes multilaterales,
entre otros.
Está claro
que en el escenario que se avecina, Cuba como cualquier actor
internacional, va a confrontar importantes amenazas, pero también se
abren oportunidades para su interacción, lo que incluye el
aprovechamiento de los conflictos al interior de las clases dominantes
de EEUU; la interacción con los otros actores internacionales en
competencia con Washington como China, Rusia; los nexos que mantiene
Cuba con países europeos, Canadá, América Latina y el resto de los
actores gubernamentales de otros continentes. Se abren también
importantes opciones de interacción con sectores económicos y
corporaciones privadas, grupos de solidaridad, regiones y organismos de
integración regionales.
*Investigador del CIPI
14 de diciembre 2016