El teniente coronel Clayton Braun, de
la Guardia Nacional del Ejército del Estado de Washington, posa para
una fotografía el miércoles 20 de enero de 2016, en el Campamento
Murray, en el estado de Washington, frente a una diapositiva que muestra
líneas de fallas geológicas. (Foto AP/Ted S. Warren)
Mientras helicópteros militares transportan equipos de búsqueda y
rescate sobre la región noroeste junto al Pacífico, bajo ellos pueden
verse escenarios de devastación producidos por un enorme terremoto que
podría sacudir la región en cualquier momento.
Aguas
empujadas por un tsunami barren comunidades costeras. Edificios,
puentes y carreteras yacen en ruinas. Incendios están fuera de control.
Sobrevivientes se encuentran varados sobre techos, colgados de escombros
flotantes o atrapados dentro de edificios en ruinas.
Los
sismólogos dicen que una ruptura total de una falla geológica de 1.046
kilómetros de largo (650 millas) que corre del norte de California a la
Columbia Británica y un tsunami resultante podría ser un evento que le
toque presenciar a esta generación, y funcionarios de atención de
emergencias están ocupados preparándose para lo peor.
Funcionarios
federales, estatales y militares han estado trabajando conjuntamente
con el fin de diseñar planes para cuando ocurra el "Gran Terremoto".
Estos
planes de contingencia reflejan profunda ansiedad respecto a la
potencial gravedad del desastre que se asoma: más de 14.000 muertes en
el peor de los escenarios, 30.000 heridos, miles de personas sin
vivienda y un retroceso de años en la economía de la región, si no es
que de décadas.
Como
una respuesta, lo que proyectistas visualizan es un despliegue de
personal civil y militar y de equipo que sería muy superior a la
respuesta a cualquier desastre natural que haya ocurrido hasta ahora en
Estados Unidos.
Habría
oleadas de aviones de carga, helicópteros y barcos, así como decenas de
miles de soldados, funcionarios de emergencia, equipos mortuorios,
policías, bomberos, ingenieros, personal médico y otros especialistas.
"La
respuesta seria de magnitud superior a la del huracán Katrina o la
supertormenta Sandy", dijo el teniente coronel Clayton Braun, de la
Guardia Nacional del Ejército del Estado de Washington, en referencia a
dos de los desastres naturales más conocidos en la historia reciente de
Estados Unidos.
Desde
2013, Braun ha encabezado un equipo para trabajar en la organización de
un plan de respuesta militar para el estado de Washington, el cual
sería usado en conjunto con esfuerzos de agencias civiles estatales y
federales.
El
plan de respuesta de Oregon se llama el Cascadia Playbook, tomando el
nombre de la amenazante falla geológica de altamar: la Zona de
Subducción Cascadia. El plan, revelado el año pasado, ha sido
distribuido a funcionarios cruciales para que el estado pueda responder
rápidamente cuando ocurra el desastre.
"Ese
libro de instrucciones nunca está a más de 100 pies (30 metros) de
donde estoy yo", dijo Andrew Phelps, director de la Oficina de Atención
de Emergencias de Oregon. Cuando Phelps sale a comer, mantiene el libro
en su automóvil para tener acceso a él rápidamente.
Un
terremoto de magnitud 9,0 acompañado de un tsunami que devastó partes
de Japón en 2011 proporcionó mayor claridad de lo que se necesita hacer
en la región noroeste junto al Pacífico con el fin de mejorar su
presteza para una catástrofe similar.
Proyectistas
federales y estatales de planes de emergencia, así como oficiales
militares, han estado teniendo reuniones para identificar qué se puede
hacer para reducir la pérdida de vidas y colocar a la región en una
mejor posición para recuperarse.
Aún
hay mucho por hacer, y es imposible prepararse por completo para una
catástrofe de esta magnitud, pero los responsables de los planes de
contingencia en desarrollo creen que están logrando avances.
Los planes consideran el uso de un sistema estratificado para hacer llegar personal, equipo y suministros a la región devastada.
Aviones
grandes de carga, como la aeronave militar C-5 Galaxy, aterrizarían en
aeropuertos o bases aéreas capaces de recibirlos, y después serían
utilizados de manera progresiva aviones más pequeños para llevar
personal y suministros a campos aéreos más pequeños cerca de las áreas
devastadas.
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