Desenlace
La verdad sobre mi país. Un blog para desmentir a los cibermercenarios
en Cuba, interesante, Opinión
Escrito por Rolando Jacomino
Cuando Carlos Otero vivía en Cuba, cuando trabajaba en la Televisión
de allá, nos hacía recordar… delirar. Carlos era la felicidad más pura.
Allá era más original, más auténtico, menos ácido, menos frontal y
más cubano; poseía, incluso, una frescura que después yo jamás he visto.
Allá.
Carlos, se había colado por la puerta ancha en la TV desde aquella vez que hizo un chiste en el programa de Para bailar
y media Cuba se desternilló de la risa; y aunque años después, uno de
los integrantes de aquel elenco de lujo me confesara que la entrada de
Carlos al show era cuestión de días, (todos estudiaban juntos, eran
amigos y más tarde o más temprano cualquiera de “su” tropa le daría
entrada en el show) el pueblo cubano siempre se quedó con la imagen
risueña de aquel flaco desgarbado que extrovertidamente como pocos,
hacía reír a millones de cubanos y se ganaba, a golpe de puro
sacrificio, un lugar dentro de la preferencia nacional. Tanto fue así
que, apenas rozando los treinta, ya la Revista Opina le daba su primer
trofeo de popularidad, por encima de otras “vacas sagradas” de la
locución cubana.
Su fama, merecida y trabajada, continuó in crescendo. No hubo
programa de TV en Cuba en el cual Carlos no trabajara y este, en par de
meses no estuviese situado en lo más alto de la preferencia. Casi todos
eran del mismo corte. Música, entrevistas, chistes… hasta que llegó Sabadazo, un programa donde el chiste mismo era el plato principal. No exageramos al decir que Sabadazo revolucionó la TV en Cuba.
Terminado este, vendrían otros no menos exitosos, donde Carlos
siempre fue el mismo, se comportaba casi igual, y todos, o para ser más
exactos, la inmensa mayoría de los cubanos, le aplaudían sin remedio.
Luego Carlos tomó las de Villadiego y llegó a Miami. Y cuando la
gente hablaba de que le darían un “Super Programa” para que él lo
condujera, cuando la gente incluso mencionaba la posibilidad (lejana,
muy lejana) que Carlos sustituyese a Don Francisco, Carlos recaló con
Omar Moynelo, un tipo talentoso, que sólo sabe Dios por qué nunca encajó
ni ha encajado del todo dentro de la preferencia absoluta de los
cubanos. Y ahí, de kick-side, su papel fue mediocre. Carlos no estaba
acostumbrado a ser segundón, y a golpe de experiencia, salvó la honra,
pero tal vez ya era demasiado tarde.
Metido en el lodazal del Canal 41, lo primero que hizo – como diría
el maestro Sabina -, fue echarse un cubo de estiércol encima diciendo
ciertas cosas que, alguien de su jerarquía y poder mediático, no podía
darse el lujo de decir. Barrabasadas puras, chistes burdos, renegando de
lo que hasta entonces había sido, burlas, todo en el más auténtico
espíritu anticubano propio del AméricaTeVé y las ordenanzas del ahora
presunto marañero Romay; y luego, como las desgracias nunca vienen
solas, ni ciertas cosas tampoco pueden tomarse a la ligera en este
primer mundo súper comunicado y lleno de paparazzi y breteros de poca
monta que viven del chisme de “los otros”, fue presa fácil y carne
débil ante los embrujos de una brasileña, de la cual lo único provechoso
que sacó fueron unas buenas noches de sexo, pues a los pocos meses, la canarinha
se hartó y lo dejó colgado. De esta relación quedó, para poca gloria
suya, un matrimonio perdido y un numeroso grupo de mujeres cubanas en su
contra.
A punto de la debacle – cuentan que le faltó poco para suicidarse -, Carlos se repuso, pero ya nunca más ha sido el mismo.
Frívolo en un inicio, traicionero después, y para colmo empantanado
en una focalizada y politizada televisión miamense, Carlos ya no le
provoca risas a nadie. Ni siquiera a mí, que solía reírselas todas. Ni
siquiera, el 4 de diciembre, en “su programa” dedicó unas palabras de
agradecimiento, a quien tanto él le debe: a la flaca de espejuelos, que
está en el margen derecho de esta foto. ¿Se lo prohibieron? ¿No estaba
en el guión?
.
Excelentes actores dramáticos que han quedado reducidos a papeluchos
de toma y dale, y nada de chistosos. La primera vez que vi a Carlos
Cruz, una de las más firmes presencias actorales en Cuba, haciendo
piruetas con unos bocadillos, quería morirme. Detrás de él, “la
pléyade” de descalabrados ha sido inmensa. Ramoncitín Veloz, que lleva
encima muy a su pesar creo, el peso de ser nieto de quien es nieto, no
funciona, ni marcha adelante ni marcha atrás. Zajaris, a excepción de
aquel teleplay de “Los Aretes…” que hizo en Cuba, nunca fue nada
destacable en la TV. Cómica lo es menos, y en el rol femenino tiene que
batallar, y mucho, para superar en la memoria de los cubanos a
Carmencita Ruiz, a la Pia, a la Margot; para no hablar de una Estervina o
una Eloisa Alvarez Guedes.
Hablando de ella, ¿recuerdan la vez que en un sketch de malísima
muerte, repitió la frase de “PEGATE AL AGUA FELLO, PEGATE AL AGUA”?
Edmundo García se le fue encima, con todo y con muchísima razón,
cuando Zajaris, y todos los que la conocemos lo sabemos, lleva tan poco
dentro, y mucho (falso) fuera, que apuesto cien duros no debe saber ni
de donde coños salió la frase. Si lo hubiese sabido, yo, actor, actriz,
cubano, en su puesto, no me hubiese dejado imponer el guión así tan a la
ligera. Recuerdo que dos días después del “suceso” le pregunté lo
siguiente a un amigo mío que desde el año 1960 se desempeñó en los
medios de comunicación, primero en Puerto Rico, y luego aquí en Miami.
“Paquito, ¿a quién se le ocurre hacer un chiste con esa frase tan llena de significados, tan dolorosa para el pueblo cubano?
Y Paquito, que más anticastrista que él hay que mandarlo a hacer me dijo: “A un comemierda”
De los otros actores, no merece la pena hablar. Hasta el carismático
Jorge Félix Alí, que en Cuba arrancó carcajadas con personajes afines en
sendas telenovelas, ha visto como aquí, a 90 millas, le han puesto una
camisa de fuerza incómoda, no por apretada, si no por serle digamos que
culturalmente ajena.
Lo único destacable de TN3, por novedoso, sincero y cubano, es el
personaje de Arsenio Real. Un personaje concebido – dicen – que por el
ex “Salamanca” Jorge Luis Sánchez Noya, y llevado a escena por Erich
Quicutis, aunque este último asegura que no, que la idea es 100% suya y
que Noya, lo vió en “Wajiros” haciendo el personaje y se lo propuso, en
una primera instancia a Carlucho, donde debutó Quicutis, y de dónde
salió, como bola por tronera aún no se sabe por qué, pues los rating
justificaban con creces su presencia. También se salva, junto a él,
Yubrán Luna.
A los demás, sin pena, pégueles un fósforo. Incluso a Boncó, que encasillado hace años en lo mismo, ya no pone una.
Dejó en Cuba todo Carlos, y acá lo ha tenido TODO para hacer sin
limitación alguna, los programas que había querido hacer cuando en Cuba
soñaba. Ha podido decir lo que ha deseado, y el precio de la libertad
tiene eso: un precio. Público, lo que se dice público de verdad, se le
quedó en Cuba.
Con los guionistas, los chistes y un buen director que valga la pena.
Pd: Gracias a Dios, en Enero – dicen – no habrá más TN3. Al parecer. Afortunadamente, lo dinamitaron.
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