El resultado de las encuestas públicas de opinión, favorable a los
aspirantes por el Partido Republicano que no están vinculados a la
maquinaria electoral partidaria, ha conmocionado la etapa preliminar de
las elecciones primarias. El magnate Donald Trump y el neurocirujano
retirado Benjamin Carson se han convertido en el centro de atención
electoral del mundo político y mediático en los Estados Unidos.
Un nuevo inesperado elemento se ha sumado al ambiente electoral. Los
brutales atentados terroristas del 13 de noviembre en Paris. Ya hay
pruebas de que en el contexto electoral, se abrirá un debate entre los
aspirantes republicanos y de estos con los demócratas que acaparará
mucha atención de los medios de difusión, aunque el impacto directo que
tenga en el proceso es aún difícil de precisar, sobre todo porque los
condenables hechos sucedieron fuera del territorio nacional
estadounidense.
Desde las elecciones presidenciales de 1952 no se ha producido un
fenómeno similar en el dominio político “bipartidista” de los Estados
Unidos, ni siquiera en la tumultuosa década de los años sesenta cuando
coincidieron los movimientos por los derechos civiles y contra la guerra
de los Estados Unidos en Vietnam.
¿Cómo puede explicarse este fenómeno que ha trastocado el clima
político del país? ¿Cuáles son las raíces del problema? ¿Cuál es el
pronóstico sobre su desenlace?
Desde la primera década de este siglo XXI, diversos factores han ido
creando en la población de los Estados Unidos la percepción de que el
país se encuentra en un proceso de deterioro y declinan las condiciones
de vida. Dos acontecimientos han contribuido mayoritariamente a formar
este criterio: las guerra desatadas por Estados Unidos contra Afganistán
e Iraq a partir de la “guerra contra el terror” proclamada por el
presidente George W. Bush como reacción a los atentados del 11 de
septiembre de 2001 y la gran recesión económica a partir de la explosión
de la “burbuja financiera” en septiembre de 2008.
En el contexto histórico y político actual de los Estados Unidos se
extiende el criterio de que el liderazgo político no es capaz de
encontrar las vías para detener el deterioro. Hay desencanto en la
población sobre la manera en que los líderes políticos ejercen sus
mandatos y los resultados del ejercicio del poder, especialmente con
referencia a la presidencia de la nación y al Congreso federal; ambos
tienen un bajísimo nivel de aceptación en las encuestas de opinión
pública. Y este estado de ánimo se traduce en la demanda de un “cambio”
en la manera de conducir los asuntos nacionales.
El poder político en los Estados Unidos es controlado monopólicamente
por los dos partidos mayoritarios, el Demócrata y el Republicano. Al
hablar del sistema electoral en los Estados Unidos es prácticamente un
lugar común emplear el refrán de que no hay nada más parecido a un
demócrata que un republicano, son “pájaros de un mismo plumaje”.
En estas bandadas pueden encontrarse diversas especies, como los
conservadores y los liberales. Los primeros, proliferan entre los
republicanos, los segundos entre los demócratas. Aunque en realidad,
demócratas y republicanos, conservadores y liberales, presentan
características diferentes en cuanto a la interpretación de la sociedad
norteamericana y los grupos e intereses que representan.
Entre los republicanos predominan las tendencias conservadoras, pero
no existe hoy una concepción política común ni uniformidad de actuación
entre sus distintos estratos. A pesar de ser “pájaros de un mismo
plumaje”, estas variedades conservadoras no tienen iguales motivaciones
ni comparten los mismos criterios sobre importantes asuntos del debate
nacional.
Hay grupos conservadores, como la derecha religiosa evangélica que
tiene como centro de atención la oposición al aborto, el matrimonio
entre personas del mismo sexo o la eliminación en la enseñanza de las
concepciones “darwinistas” sobre la evolución del ser humano. Otros
grupos conservadores que no comparten plenamente estas prioridades ponen
en el centro de su quehacer político la eliminación o privatización de
la seguridad social, de los programas de atención médica o de educación
primaria y secundaria o la reducción de impuestos y del aparato
administrativo federal. Aún otros grupos sitúan en primer lugar la
creación de una muralla en la frontera con México que impida la entrada
al país de inmigrantes ilegales o la implantación de medidas legales que
les cierre la posibilidad de adquirir la ciudadanía estadounidense.
Los neoconservadores, “halcones” de la política exterior, ponen en
primer lugar el uso de la fuerza militar en el ámbito internacional
defendiendo el incremento de los gastos militares como fórmula para
imponer en el mundo el poderío del país, mientras que los llamados
“libertarios” promueven la abstención del país en acciones militares
externas. Otros grupos rechazan que la actividad humana sea causante de
afectaciones al medio ambiente. Aún otros se oponen a la incorporación
de los Estados Unidos a los acuerdos de libre comercio. Lo que falta a
estos grupos es una concepción integral y coherente del programa
conservador.
A partir de las elecciones presidenciales del 2008, surgió de manera
no coordinada en distintas regiones del país el movimiento “Tea Party”,
como reacción ante la crisis financiera desatada en 2008 y avivado por
la oposición al proyecto de reforma del sistema de atención a la salud
promovida por Barack Obama denominado “Ley de Cuidado Asequible”
(Affordable Care Act, en inglés), más conocido por el epíteto que con
intención peyorativa le endilgara la oposición republicana: Obamacare.
Esta oposición encontró un terreno fértil en amplios sectores de la
población, abonado por la acción de los intereses corporativos que se
consideraban afectados por la reforma en el sistema de salud, y fue el
impulsor de una avalancha política electoral que inicialmente logró la
derrota de numerosos candidatos demócratas tanto a nivel federal como de
los estados, pero que en las elecciones de 2012 y 2014 también puso en
el punto de mira como objetivos a derrotar a candidatos republicanos
tradicionales.
Las contradicciones internas generadas entre las nuevas fuerzas y el
liderazgo tradicional arreciaron hasta desembocar en el intento de
“putsch” parlamentario contra el representante republicano John
Boehrner, presidente de la Cámara de Representantes (tercer cargo en
jerarquía en el país), promovido por los congresiostas republicanos del
Freedom House Caucus, el pasado 25 de septiembre.
Otro factor contribuye a la disgregación de los grupos republicanos:
el ilimitado papel que en el proceso electoral juegan las contribuciones
financieras privadas. Esta situación es consecuencia de demandas
judiciales promovidas por instancias republicanas, y que condujeron a
decisiones del Tribunal Supremo de los Estados Unidos, particularmente
la conocida como Citizens United v. FEC del 21 de enero de 2010. Esta
decisión, aunque ha incrementado de manera exponencial el gasto de las
campañas electorales, ha posibilitado mecanismos de financiamiento
privados que ponen al alcance de más candidatos los fondos necesarios
para sus aspiraciones electorales, al menos en su etapa inicial.
Otro elemento adicional fueron los cambios en el reglamento de las
elecciones primarias introducidos para estas elecciones de 2016 por el
Comité Nacional Republicano: se pospuso el comienzo de las elecciones
primarias de inicios de enero para el 1º de febrero; se cambió la regla
de que todos los delegados se asignaban al ganador de la primaria o
caucus del estado, estableciéndose una asignación de delegados a los
aspirantes proporcional a los votos recibidos; se reajustó el calendario
de las primarias para hacer difícil a un candidato ganar antes del mes
de abril los suficientes delegados para ser nominado en la Convención
Nacional.
Como resultado de estos distintos factores se presentaron diecisiete
candidatos principales por el Partido Republicano (dato curioso: en la
Comisión Electoral Federal hay registrados un total general de 1367
candidatos a presidente, de ellos 160 republicanos). Al redactar este
artículo, los diecisiete se habían reducido casi a la mitad; solo habían
diez con algún apoyo medible en las encuestas; cinco ya habían
anunciado que desistían de la aspiración y dos simplemente no tenían
apoyo público y estaban multiplicados por cero.
En cuanto a los diez aún activos, el promedio de las encuestas en el
ámbito nacional calculado para el 14 de noviembre por RealClear
Politics, indicaba que la suma del apoyo alcanzado por Donald Trump y
por Ben Carson (47,6%) era superior al de los otro ocho, quienes en
conjunto no alcanzaban el 40%. Este grupo está compuesto, por el senador
por Florida, Marco Rubio, el senador por Texas, Ted Cruz; el ex
gobernador de Florida, Jeb Bush; el senador por Kentucky, Paul Rand; la
empresaria Carly Fiorina; el gobernador de Ohio, John Kasich; el
exgobernador de Arkansas, Michael Huckabee; y el gobernador de New
Jersey, Chris Christie.
No es posible ahora aventurar quien será el nominado como candidato
presidencial en la Convención Naciobnal Republicana que comenzará el 18
de julio de 2016. Pero si puede afirmarse que esta no es la situación
del pasado mes de abril cuando había un gran favorito: Jeb Bush, debía
haber arrasado. Las encuestas en esta etapa no son un indicador
confiable en cuanto al futuro.
En abril, nadie tuvo en cuenta la dominante presencia actual de
Donald Trump y de Benjamin Carson, personas ajenas al aparato partidista
republicano y el deslucido papel desempeñado por Jeb Bush.
Antes de que en diez semanas comiencen las elecciones primarias, los
aspirantes rezagados, George Patacki y James Gilmore, abandonarán la
lucha y si no lo hiciesen, tampoco contarán para nada. Otros como Carly
Fiorina, Mike Huckabee y Chris Christie, también deberán abandonar la
contienda, fundamentalmente por falta de recursos y condiciones para
pasar a la nueva etapa en la cual se requiere crecientes sumas de dinero
efectivo para dedicarlo a propaganda, el trabajo sobre el terreno en
los estados, la creación de aparatos de recopilación, procesamiento y
análisis de la información, la elaboración de estrategias de campaña, la
recaudación de dinero, los viajes por el territorio nacional, sin los
cuales es impensable para participar en el proceso.
Lo que si queda claro es que para los republicanos se vislumbra una
dura y larga batalla que pudiera prolongarse hasta la Convención
Nacional Republicana que se celebrará en Quicken Loans Arena, en
Cleveland, Ohio del 18 al 21 de julio de 2016
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