La Isla en femenino (+ Fotos)
Por:
Isabel Moya, Ismael Francisco
Por Isabel Moya
La adolescente que hoy ama sin barreras, defiende sus criterios con
pasión y se sueña profesional o artista o trabajadora por cuenta propia,
tal vez no es consciente de que goza de autonomía física, económica y
política. Ella asume como natural estos derechos que sus bisabuelas,
abuelas y madres conquistaron enfrentando los prejuicios de una sociedad
profundamente machista.
Las que se reunieron hace 55 años en una calurosa tarde del 23 de
agosto de 1960, cuando las mujeres de diferentes sectores crearon la
Federación de Mujeres Cubanas, en un céntrico teatro habanero, tampoco
conocían los términos que se manejan en la actualidad para hablar de
igualdad y justicia para las mujeres, pero heredaban una tradición que
venía desde las mambisas y recorría el camino de las feministas de la
primera mitad del siglo XX y de las combatientes de la sierra y el
llano. Tenían procedencias distintas pero un objetivo común: no ser
solo beneficiarias sino protagonistas de sus propios destinos.
Al respecto Fidel ha señalado: “Las mujeres dentro de la sociedad,
tienen intereses que son comunes a todos los miembros de la sociedad;
pero tienen también intereses que son propios de las mujeres. Sobre
todo, cuando se trata de crear una sociedad distinta, de organizar un
mundo mejor para todos los seres humanos… en el mundo que estamos
construyendo, es necesario que desaparezca todo vestigio de
discriminación de la mujer.”
La concepción teórico política sobre el tema de la discriminación de
la mujer en Cuba parte de aunar el proceso emancipatorio de la nación
con las especificidades de formas de opresión por motivos de raza,
género, orientación sexual, discapacidad y otras lesivas a la dignidad
humana.
Con ese agosto de 1960 comenzó, entonces, un proceso de cambios
vertiginosos: las cubanas fueron a alfabetizar, se incorporaron al
estudio en la Escuela para Campesinas Ana Betancourt o en los planes de
beca, salieron a manejar tractores y el pueblo las llamó las pikolinas[1],
asaltaron las universidades, aprendieron de planificación familiar, se
hicieron científicas, fueron electas a las distintas instancias del
gobierno. Pero no fue un camino de rosas, ni una línea recta
ascendente, hubo que enfrentar los juicios de valor patriarcales,
cambiar las leyes, problematizar las relaciones de pareja tradicionales y
cuestionar la doble moral. Era necesario revisitarlo todo: la
historia, el concepto de familia, la moda, la escuela, la letra de las
canciones, los empleos considerados femeninos y masculinos, los juegos,
los juguetes…Una revolución dentro de la Revolución.
Aunque, como he afirmado en otros comentarios, no debemos dejarnos
seducir por las cifras que pudieran ofrecer un espejismo de que todo
está logrado, las estadísticas revelan el salto cuantitativo. Revisemos
algunas de ellas: las mujeres son el 48,86 por ciento de las
parlamentarias y presiden el gobierno en 10 de las 15 provincias,
algunas de las principales carteras ministeriales la ocupan mujeres. Son
mayoría no solo en sectores como la salud y la educación, sino en la
fiscalía y la contraloría.
Se ha potenciado un empoderamiento real que tiene como pilares
fundamentales la igualdad en el acceso, la educación y la participación
consciente y protagónica en el proceso de cambios lo que afianza la
autoestima individual y el reconocimiento en los imaginarios socialmente
compartidos.
De ahí que la universidad se feminiza, pero la presencia de mujeres
en los empleos que requieren preparación universitaria también, o que la
presencia en especialidades no tradicionales deja de ser anecdótica
para convertirse en significativa. Se estrecha la brecha entre la
igualdad normativa y la igualdad real.
Detrás de las cifras están las plurales historias individuales que
ilustran el enfrentamiento a los prejuicios machistas, las barreras
derribadas… la transformación de la familia y de las masculinidades que
comienzan a incorporar formas no hegemónicas de relación, con
paternidades más involucradas.
La Federación de Mujeres Cubanas ha sido un ámbito donde se han
gestado y generado las estrategias y acciones propulsoras de estos
cambios. Por una parte, como mecanismo del estado cubano para el
adelanto de la mujer[2], al proponer o impulsar legislaciones e
interactuar con los organismos de la administración central del estado
para visibilizar las problemáticas específicas de las mujeres. Por otro
lado, en su labor como organización de masas que promovió la
incorporación de las mujeres tocando puerta por puerta.
Más de medio siglo después enfrenta la necesidad de adecuarse a los
tiempos actuales, a los desafíos que las metas alcanzadas imponen.
Entre ellos pudiéramos enumerar: abordar a las mujeres en su diversidad,
atraer a las jóvenes, desterrar la percepción de que el funcionamiento
se concreta en reuniones y utilizar formas nuevas de convocar y actuar,
propiciar el debate teórico sobre género y feminismo desde la mirada
cubana, ampliar la incidencia de las Casas de Orientación a la Mujer y
la Familia. La Federación deberá velar porque en los procesos de
actualización del modelo económico no se pierda lo logrado hasta ahora
por las mujeres, y que se propicie una verdadera cultura de la igualdad
como postulan los objetivos de la Conferencia del Partido
.
Por otra parte, debe asumir que, si bien, es en las relaciones de
pareja y en el hogar donde más se evidencian los rezagos de una
ideología patriarcal esta se manifiesta aún en muchos aspectos de la
vida social. A nivel ideológico se superponen las tradicionales visiones
de lo considerado femenino y masculino con los nuevos modelos.
Pudiéramos hablar de un híbrido en el que se están gestando, tal vez,
los nuevos paradigmas. Me refiero, por supuesto, a tendencias, pues
como en todo proceso social el espectro abarca desde los sujetos más
apegados a la cultura patriarcal hasta los más transgresores de las
asignaciones de género.
La ideóloga de este proceso, su más genuina representante, una de las
más importantes defensoras de las mujeres en el continente en el siglo
XX, Vilma Espín, explicaba que la labor sería cada vez más difícil, pues habría que continuar hasta alcanzar toda la justicia.
Por eso las muchachas de hoy, que llegan a la FMC, una organización
que cuenta con más de cinco decenios de trabajo y cuatro millones de
mujeres en su membresía, deben imprimirle las dinámicas que los cambios
imponen. Pero como sus abuelas y madres, se reconocerán en los versos
de Dulce María Loynaz:
Si me quieres, quiéreme entera,
no por zonas de luz o sombra…
no por zonas de luz o sombra…
Si me quieres, quiéreme negra
y blanca.
Y gris, y verde, y rubia, y
morena…
Quiéreme día,
quiéreme noche…
¡Y madrugada en la ventana abierta!…
y blanca.
Y gris, y verde, y rubia, y
morena…
Quiéreme día,
quiéreme noche…
¡Y madrugada en la ventana abierta!…
Si me quieres, no me recortes:
¡Quiéreme toda… O no me quieras!
¡Quiéreme toda… O no me quieras!
Notas
1 Los tractores en ese momento eran marca Pikolinos
1 Los tractores en ese momento eran marca Pikolinos
2 Lo que en otros contextos se conoce como ministerios o secretarías de la mujer.
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