Con el mes de junio entramos en la mitad del año 2015 y se aproximan más las elecciones presidenciales del 2016 en los Estados Unidos;
por eso me gustaría ir repasando sus posibles resultados, las
alternativas que abre, o que cierra, pues hay fuerzas oscuras que están
apostando por un vuelco reaccionario a la derecha. Yo no soy fanático de
la política norteamericana, pero considero que hay que pensar en lo más
conveniente que de ella resulte para Cuba, América Latina y el futuro de este mundo.
Los
votantes norteamericanos ya vieron en sus televisores, durante la
campaña presidencial de 1992, un match que se anunciaba como Bush vs
Clinton. Es altamente probable que lo vuelvan a ver en el 2016, si como
muchos piensan se enfrentan por la Casa Blanca el ex gobernador de
Florida Jeb Bush y la ex senadora y ex Secretaria de Estado Hillary Clinton.
Se
escribe igual (Bush vs Clinton) pero es solamente parecido, ya que el
legado de Bill le pesa menos a Hillary que el fardo que Jeb tiene que
arrastrar cada vez que la prensa le pregunta por la relación que guarda
con la política de su padre George H. W; y sobre todo con el nefasto
historial de su hermano George W.
El
elector norteamericano tiene ante sí una nutrida lista de pretendientes
del partido Republicano a la presidencia de Estados Unidos. Aunque Jeb
Bush no ha lanzado oficialmente su campaña, de hecho se le trata como
uno de los candidatos. Y no un candidato más, sino como el que
presuntamente será nominado por la convención de su partido para
enfrentar a la nominación Demócrata.
La
rencorosa derecha cubanoamericana de Florida siente un poco de pena por
el senador Marco Rubio y no lo confiesa abiertamente, pero desde hace
bastante rato ha decidido apoyar a Jeb Bush, quien en una reciente
reunión organizada en el salón Jorge Mas Canosa de Sweetwater, en Miami,
fue declarado como el próximo presidente de Estados Unidos por el ex
congresista Lincoln Diaz-Balart.
Después
del regreso de Los Cinco, de la reunión entre el presidente cubano Raúl
Castro y el presidente Barack Obama en la VII Cumbre de Panamá, de la
serie de encuentros entre Roberta Jacobson y Josefina Vidal, y de la
exclusión de Cuba de la arbitraria lista de países promotores del
terrorismo, la derecha cubanoamericana tiene tres herrumbrosos clavitos
de los que agarrarse para tratar de sobrevivir a su propia debacle.
El
principal de esos clavitos es que Jeb Bush gane las elecciones
presidenciales del 2016 y cumpla las “promesas” de revertir los pasos
históricos que en relación con Cuba ha dado el presidente Obama.
Otro
clavito es que el senador Bob Menéndez se ponga de suerte y sus
abogados logren sacarlo lo menos dañado posible de los cargos por
corrupción que enfrenta. Y el tercer clavito es que el representante
Carlos Curbelo, el amanuense legislativo de las barbaridades anticubanas
que elucubra la congresista Ileana Ros-Lehtinen,
pueda reelegirse en el 2016, a pesar del tufo a congresista de un solo
término que empieza a desprender desde que se le ocurrió modificar la
Ley de Ajuste Cubano y tratar de limitar los viajes a la isla, en un Miami que ha cambiado mucho y ve como algo innegociable el derecho a relacionarse libremente con Cuba.
El
2 de diciembre del 2014, en el Hotel Biltmore de Coral Gables, Jeb Bush
pronunció un discurso ante un público formado mayormente por
cubanoamericanos del Partido Republicano, donde enumeró una serie de
condiciones políticas supuestamente de obligatorio cumplimiento por
Cuba, si esta deseaba tener relaciones con Estados Unidos y conseguir
que se eliminara el bloqueo. Jeb Bush trató de levantarle el ánimo a lo
que llamó su “ejército por la democracia cubana”, y volvió a apostar a
la hipótesis de que Cuba cambiaría cuando desapareciera la generación
histórica de la revolución. “Eventualmente los Castro morirán y ese es
un buen momento para llevar la democracia y la libertad a Cuba, con
líderes que se encuentran ahora mismo en este salón”, dijo Bush ese día.
La
congresista Ileana Ros-Lehtinen salió con las pilas tan cargadas por
esas ilusas promesas de Jeb Bush, que en el acto de juramentación de
Carlos Curbelo como congresista electo, que tuvo lugar en la Corte
Federal de Miami, aseguró que “Con Jeb Bush vamos a reconquistar el
poder político y la Casa Blanca, ha llegado el momento para que el
Partido Republicano asuma las riendas de este país ya que la
administración de Obama no ha hecho otra cosa que llevar a la nación al desprestigio político y mundial”.
El
26 de marzo Jeb Bush concedió una entrevista a Fox News, donde a
propósito de una pregunta sobre imputaciones de deserción hechas contra
el sargento norteamericano Bowe Bergdahl, afirmó que la base naval de
Guantánamo debe mantener sus funciones actuales, con lo que descartaba
las justas reclamaciones de soberanía de Cuba sobre ese territorio
ilegalmente ocupado.
Ante el reciente
anuncio del Departamento de Estado de la exclusión de Cuba de la
arbitraria lista de países promotores del terrorismo, Jeb Bush reaccionó
calificándolo de “error” y “concesión unilateral a La Habana”.
Por
tanto, si entre la larga lista de aspirantes presidenciales
Republicanos Jeb Bush es el candidato con más probabilidades de lograr
la nominación de su partido (en la semana que terminó Fox News dio a
conocer una encuesta con la siguiente intención de voto: Jeb Bush 14.8% ,
Walker 13%, Rubio 12.2%, Huckabee 9.2%, Carson 9.2%, Paul 9% y Cruz
8%); y si la descrita hasta aquí es la política que Jeb Bush piensa
seguir respecto a Cuba si resulta electo presidente, entonces no tenemos
otra opción que jugárnosla con Hillary Clinton, “obligao carabina”.
Es
cierto que no debe olvidarse que Hillary forma parte del establishment
político norteamericano y que de salir electa implementará políticas que
las personas progresistas no aceptaremos. Pero tampoco podemos olvidar
que Hillary ha compartido toda la experiencia en el tema cubano que
acumuló Bill Clinton cuando fue gobernador de Arkansas, y presidente de
los Estados Unidos por dos periodos. Esta, sumada a su propia
experiencia personal como estudiante universitaria, abogada, senadora y
Secretaria de Estado de la administración Obama, conforman una
trayectoria que seguramente le aconsejará proceder con Cuba con respeto y
sentido común. A diferencia de lo que haría Jeb Bush si llega a la Casa
Blanca.
Sin que sea una garantía o un
compromiso inviolable, sí es indudablemente alentador que en su libro
biográfico “Hard Choices” Hillary Clinton haya confesado que al final de
su periodo como Secretaria de Estado le dijo al presidente Obama que
mantener la política de embargo a Cuba no estaba dando resultados, y que
lejos de eso era un obstáculo para mantener adecuadas relaciones con el
resto de los países de América Latina.
Por
supuesto, lo que advierto en este artículo tiene validez si
definitivamente Hillary logra la nominación por el partido Demócrata. Si
eso no sucede, seguiremos alertas y compartiendo ideas para que las
malas piedras se aparten del camino de Cuba.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario